La vida y la muerte de Michael Jackson esconden la tragedia de toda una generación incapaz de alcanzar una libertad por la que suspira
4 de julio de 2009.-Recién acontecida la muerte del cantante Michael Ja

(Forum Libertas) No creo que haga falta convencer a nadie del influjo tan notable que pueden llegar a tener las estrellas musicales en nuestro horizonte cultural, moral y espiritual, y especialmente en el caso de los jóvenes. El hecho de que un icono tan destacado de la música moderna, considerado como el 'rey del pop', haya llevado una existencia tan contradictoria y concluya sus días de una manera tan dolorosa, nos invitaba a una serena reflexión sobre la fragilidad de los valores de la cultura occidental:
- ¿Sabéis? ¡También yo tenía aproximadamente vuestra misma edad cuando murió Elvis Presley, el 'rey del rock'! ¿No os parece mucha casualidad que estas dos 'estrellas' hayan muerto de una forma tan similar?
- ¡De casualidad nada! –me respondió uno de aquellos jóvenes-. ¡El mismo Michael Jackson había manifestado que tenía el temor de 'terminar como Elvis'!
No está de más añadir que nuestros jóvenes son bastante más lúcidos de pensamiento de lo que muchas veces solemos suponer.
Divorcio entre el gusto estético y el bien moral
El hecho de que la cultura dominante esté tan profundamente marcada por el subjetivismo y el relativismo contribuye más, si cabe, a que el gusto estético sea entendido como algo puramente arbitrario (¡sobre gustos no hay nada escrito!). Son muchos quienes piensan que sus gustos e inclinaciones musicales nada tienen que ver con los valores de su vida, máxime cuando en muchos casos nos cuesta entender la letra de las canciones.

Lo cierto es que algunos mitos o 'iconos' musicales han ejemplificado con sus vidas el inexorable callejón sin salida al que conduce la disociación entre la estética y el bien moral del ser humano. ¿Cómo se compagina el que un artista alcance el cénit de su carrera profesional al mismo tiempo que crece su grado de desesperanza? ¿Cómo es posible que la opinión pública dirija su admiración hacia unos “reyes” que, en el fondo, no son sino 'mendigos' de una felicidad, la cual son incapaces de alcanzar?
La humildad de saberse instrumento
¡Qué difícil es mantenerse en la cumbre de la fama sin corromperse! ¡Qué fácil es caer en la tentación de un endiosamiento que termina por ensombrecer el valor de la obra artística! Posiblemente, una de las tentaciones más frecuentes en el mundo del espectáculo consista en desviar la atención de lo objetivo a lo subjetivo: de la obra musical al cantante ídolo; del deporte a la estrella galáctica… terminando por fomentar un culto a la imagen que anula la conciencia de sabernos 'instrumentos' de un misterio de verdad y de bondad que nos precede y nos supera.
La vida y la muerte de Michael Jackson esconden la tragedia de toda una generación incapaz de alcanzar una libertad por la que suspira. ¿Hasta qué punto estamos marcados y condicionados por las heridas generadas por la desestructuración familiar? ¿En qué consiste la libertad: en hacer lo que queramos, o en querer lo que nos corresponde hacer? En última instancia, ¿la felicidad consiste en inventar una realidad a nuestro capricho, o más bien en querer conformar nuestro deseo con la voluntad divina?
Michael Jackson ha sido una 'parábola' –y al mismo tiempo una 'víctima'- de nuestra época, un 'paradigma' del Occidente carente de cimientos sólidos, capaz de lo mejor y lo peor, generoso y caprichoso, materialista e idealista… un genio tan contradictorio como nuestra cultura misma.
No sería justo que metiésemos en el mismo saco todas las experiencias de la música moderna. Existen intentos serios de pl

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