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jueves, 16 de julio de 2009

Kaká: «Antes de los partidos siempre hablo con Dios»
El nuevo jugador del Madrid nació en una familia evangélica
16 de julio de 2009.-Ricardo Izecson dos Santos Leite, ´Kaká´ es una de las nuevas estrellas del Real Madrid y seguramente la que más difiere del modelo ´galáctico´ que ha vestido recientemente la camiseta blanca. El jugador brasileño, uno de los mejores futbolistas del mundo, es también un ejemplo de comportamiento dentro y fuera de los terrenos de juego. Algo que Kaká fundamenta en su fe en Jesús, al que conoció en su adolescencia y a quien dedica cada uno de sus éxitos deportivos. Cuando se retire del fútbol, Kaká quiere convertirse en pastor evangélico

(ProtestanteDigital) Uno de los momentos importantes de la pretemporada futbolística ha sido la llegada de Kaká al Real Madrid, procedente del club italiano Milan A.C. Cifras estratosféricas, una presentación digna de una estrella de rock... Toda una avalancha de luces, fama y dinero que, sin embargo, no han cambiado el carácter tímido, el semblante feliz y tranquilo de un joven que confiesa haber puesto su vida en las manos de Dios.

El futbolista brasileño admite que este último mes, su primero en el Real Madrid «ha sido increíble. Estoy muy feliz y cada día que pasa estoy más seguro de que voy a tener una vida maravillosa en el Real Madrid». En cuanto a su puesta de largo, ante 50.000 personas, el brasileño dice que «fue muy emocionante. Cuando estaba en el túnel de vestuarios y miré hacia arriba y vi tanta gente... ¡No me lo podía creer! Casi lloro. Me entraron hasta escalofríos».

En sus primeras entrevistas en Marca, y en Real Madrid TV, ya ha dado tesmimonio de su fe .


Experiencia con Dios

El jugador asegura en MARCA que habla con Dios antes de los partidos. «Siempre. Eso es algo que forma parte de mi rutina antes de todos los partidos que juego».

Al cumplir los 12 años, el joven se había unido a la iglesia Renacer en Cristo por propia voluntad, en una decisión voluntaria y consciente de seguir a Jesús.

Además, cuenta como un accidente de pequeño en una piscina casi le deja paralítico. «Gracias a Dios me recuperé bien y con mucho esfuerzo volví a jugar. Tuve que ser muy disciplinado en mi trabajo y aprovechar la oportunidad que me había dado Dios. Ese accidente fue una experiencia que tuve con Dios. He tenido muchas con él, pero esa fue muy importante. Todos los médicos a los que fui después del accidente me dijeron que era un milagro no haberme quedado paralítico. Y sé que fue Dios el que me libró de eso».

Fue con 18 años que estuvo a punto de dejar el fútbol para siempre tras golpearse la cabeza con el fondo de una piscina y fracturarse una vértebra, una lesión que pudo haberlo dejado parapléjico. Lejos de autocompadecerse, su recuperación se convirtió en ejemplo de superación y, de paso, en todo un refuerzo de su fe. «Me rompí la sexta vértebra, pero vi la mano de Dios», recuerda. Kaká escribió una lista de objetivos vitales: regresar a los terrenos de juego, firmar un contrato profesional, jugar con la selección, fichar por un club europeo importante y ganar un mundial. Para muchos sonaba a utopía, una década después, sin embargo, todos sus sueños se han hecho realidad. De postre, además, fue coronado como mejor jugador de 2007, un reconocimiento cuya conquista Kaká atribuyó a Dios.

Infancia diferente y comportamiento ejemplar

Kaká no fue rescatado de la pobreza por el fútbol. Nunca le faltaron comodidades gracias a los ingresos de su padre, un ingeniero civil y de fe evangélica, que hoy ejerce como representante del mayor de sus dos hijos (el pequeño, Rodrigo Digão, es defensa del Milán). Cuando comenzó a jugar con el primer equipo del São Paulo –club al que ingresó con ocho años–, era tal la distancia social con sus compañeros que el resto de la plantilla le adjudicó el apodo de El Príncipe; su carácter bondadoso y su apariencia inocente hicieron el resto.

Kaká lleva una vida familiar sana. No bebe, no trasnocha y dribla a las tentaciones con la misma facilidad con la que elude los marcajes férreos. Cultiva la fama de buena persona, de marido ejemplar y de practicar un estilo de vida marcado por sus convicciones religiosas. Es una estrella de fútbol que no sale por la noche, no va a ningún sitio sin su mujer y celebra sus goles apuntando con sus dedos al cielo.
Para Kaká, la relación con Dios es el centro de su vida y el secreto de su éxito, ya que Dios guía su camino y eso le da una tranquilidad y una confianza tremenda para hacer su trabajo. Su fe llega hasta tal punto que no descarta dedicarse en cuerpo y alma al ministerio cuando se retire, ya que uno de sus sueños siempre fue profundizar en la palabra de Dios: le gustaría convertirse en pastor.

En sus botas luce el emblema “Dio é fidele” (Dios es fiel). Pero ese no es el único guiño que le ha hecho a la fe durante su carrera deportiva. En la final de la Liga de Campeones de 2007, entre Milan y Liverpool, al acabar el partido en el que el Milan se proclamó campeón, mientras la gente le aclamaba por su gran actuación, Kaká se arrodilló en el césped mostrando una camiseta que rezaba “I belong to Jesus” (Pertenezco a Jesús). Una prenda que regalaría al presidente brasileño, Lula da Silva.

Vida familiar

Kaká y Carolina Celico se vieron por primera vez en 2002 y comenzaron un corto noviazgo. La relación sobrevivió cuando Kaká debió mudarse de Sao Paulo a Italia en 2003. Ella estaba aún en la escuela. La pareja se veía cuando él iba a Brasil en cortos viajes, pero su plan era vivir en Italia en muy poco tiempo. Confiesa que desde los veinte años ya pensaba en el matrimonio, pero tuvo que esperar tres años más, uno en Brasil y dos en Italia, pues su por entonces su novia era demasiado joven. Finalmente se casaron el 23 de diciembre del 2005 en su iglesia evangélica de Sao Paulo. El mejor regalo para la pareja llegó el 10 de junio de 2008 con el nacimiento de su primer hijo, Lucas.

Al contrario que muchos otros cracks, a quienes los laureles y la adulación les hicieron perder el norte, el caso de Kaká aporta una madurez casi inédita en el mundo del fútbol. «Mi serenidad no depende de un premio o de un título –declara–. La Biblia dice que la vida da más de lo que pedimos, y a mí me ha ocurrido. No existe un gran jugador sin un gran equipo. Si yo lo hago bien, se lo debo a mis compañeros, que me permiten rendir al máximo.» Lejos de conformarse, Kaká asegura que todavía le queda mucho por conquistar. «Me siento realizado profesionalmente, pero nunca me quedo satisfecho. Quiero ganar otra vez todo lo que ya he ganado hasta hoy». Una declaración que satisfará a los seguidores de su nuevo club.

Recién cumplidos los 28, Kaká sigue fiel a sus principios y a sus seres queridos, incluyendo a los líderes de su congregación: el apóstol Estevam Hernandes y su esposa Sonia. «Nací en un hogar evangélico y vivo en la Iglesia Renacer desde los 12 años –asegura el jugador–. Tengo una relación muy cercana con ellos». Kaká, además, no duda en apoyar actos de evangelismo activo: encabezó la XVI Marcha por Jesús en Brasil, una manifestación que el año pasado congregó a cinco millones de evangélicos en las calles de São Paulo.

Nuevos retos en España

El sueldo estimado de 750.000 euros al mes convirtió a Kaká durante unos días en el futbolista mejor pagado del mundo, hasta que Florentino Pérez fichó a Cristiano Ronaldo haciendo saltar la banca. «Me gusta encargarme en persona de mi dinero –revela Kaká–. Me encanta la Bolsa, comprar y vender acciones. También tengo muchos negocios inmobiliarios con mi padre». El fútbol es hoy su principal fuente de ingresos, pero durante años, recuerda el jugador, antes de hacerse profesional, le tocó pagar por abrirse un hueco en los terrenos de juego.

Su llegada al Real Madrid implica la concreción de otro de sus sueños. En España, Kaká ansía emular a Zinedine Zidane, el último ´bailarín del balompié´ antes de la irrupción de este brasileño.

Pero Kaká no vive para el dinero. Por una parte, ofrenda el diezmo a su iglesia en Brasil, la Iglesia Renacer de Cristo (sigue sus cultos por internet, y tiene una relación estrecha con sus pastores). También ayuda en obras sociales, y ha dejado ofertas económicas más interesantes aún que las del Real Madrid porque consideraba que “no eran la voluntad de Dios”.

No es Atleta de Cristo

Se mire por donde se mire, Kaká es, ante todo, un buen chico. Su habilidad para alejarse de las revistas de cotilleo es otra prueba de ello. «En Italia nunca he ido a discotecas, sólo a las fiestas del Milan, y siempre con Caroline. Salgo poco, sólo para cenar con ella o los amigos y siempre me acuesto temprano –comenta–. Los compañeros me respetan, también porque yo respeto a todos, aunque a veces me miran como un bicho raro». No sólo por su desapego a las jaranas, también porque sus aficiones no son frecuentes entre futbolistas: la lectura, el cine, el arte y el teatro. «De todos modos, cada vez somos más los deportistas evangélicos», añade Kaká, que aunque siempre se dice que pertenece a los Atletas de Cristo, un movimiento evangélico fundado en Brasil hace 20 años por Alex Dias Ribeiro, piloto de fórmula 1 en los años 70, para «promover la proclamación del Evangelio a través del deporte», no es miembro de dicho movimiento (aunque a veces ha participado en alguno de sus actos, por lo que ha podido ser el motivo de confusión).

Conocido en su día como el piloto que, «pisando a fondo, lleva el nombre de Cristo alrededor del mundo», Dias Ribeiro frecuenta desde hace años las concentraciones de la selección brasileña, donde mantiene reuniones frecuentes con fieles como Zé Roberto, Lúcio, Luisão o el propio Kaká, para discutir pasajes de la Biblia y su aplicación en la vida de los cracks y la conquista del título en juego. Su fundador afirma que gracias a los Atletas de Cristo –más de 10.000, sólo en Brasil– hay hoy menos deportistas aficionados a la vida nocturna y amigos de las bromas machistas y degradantes, además de asegurar que sus seguidores no insultan a los árbitros. «En general, son jugadores más educados y de actitudes más positivas», confirma Carlos Alberto Parreira, técnico del Brasil pentacampeón mundial. Sus palabras son, sin duda, el vivo retrato de Kaká.

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