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viernes, 17 de julio de 2009

Testimonios de misioneros en zonas de conflicto, en la 62 Semana Española de Misionología
«Sólo me protege Dios»

17 de julio de 2009.-Educando a niños con discapacidad, ocupándose de los adolescentes solitarios, soportando bombas y ataques contra sus templos, defendiendo a los indígenas frente a la narcoguerrilla, evangelizando explícita e implícitamente..., así viven los misioneros católicos repartidos por los cinco continentes, con una única intención: «Hacer presentes el reino de Dios entre los que no tienen nada». Muchos de ellos se han dado cita en la 62 Semana Española de Misionología, que se celebró en Burgos la pasada semana, bajo el lema La misión en situaciones de conflicto. Estos son algunos de sus testimonios.

«O estás aquí por Jesucristo, o te vas»
(José Antonio Méndez / Alfa y Omega) Coches bomba, templos saqueados, sacerdotes perseguidos... Ésta es la rutina que viven los católicos de Pakistán, y a la que se enfrenta día a día la hermana Pilar Vila, religiosa de Jesús María y misionera en el país asiático desde hace 11 años. «Llegué antes del 11-S y me enamoré del país y de sus dificultades. Es uno de los países más peligrosos del mundo, y nunca sabes qué puede pasar. Antes, los atentados eran en el Norte, pero ahora se dan por todos los sitios». De hecho, ir con hábito es un desafío para la seguridad: «Aquí la gente te ve de blanco y ya eres americano y, por tanto, su enemigo. En Pakistán se vive el Islam con radicalidad y la Iglesia molesta mucho. No entienden qué hacemos allí si somos cristianos». ¿Y qué hace allí la hermana Pilar? Pues de todo: atiende a prostitutas de los suburbios, busca y recoge a niños con deficiencias y dirige un colegio con más de 2.000 alumnos, algunos de educación especial. «Nuestra presencia habla de Dios, pero no podemos evangelizar explícitamente porque está prohibido -si la hermana dijese que lo hace, no podría volver a Pakistán-. Aunque si, entre 170 millones de musulmanes, nos atacan al millón y medio de católicos, es que el mensaje llega». Y concluye: «Aquí no es posible dialogar, porque no quieren hablar. Ya me gustaría que trataran a los católicos como en España a los musulmanes... Los misioneros tenemos que pagar al Gobierno para que nos dejen trabajar. Y nos da igual, porque nos paga Dios. ¿Peligros? Todos y ninguno. A mí sólo me protege Dios... ¡Y los niños! Los misioneros no somos mejores ni peores que otros. Sólo trabajamos por amor a Dios y al otro. O estás aquí por Jesucristo, o te vas. ¡Pero es que hay tanto por hacer por Él!»

Dios frente al Ipod
«En Japón hay una gran pobreza de ilusión por la vida, de metas, de esperanza, y eso desemboca en conflictos familiares y de relación con los demás. Los jóvenes están quemados, son muy poco afectivos, tienen la necesidad de ser tratados con cariño y, por eso, donde más y mejor lo pueden encontrar es en Dios, que se manifiesta en Jesucristo. La lucha de nuestra evangelización es contra la competitividad, las tecnologías que absorben y la soledad». Así resume su experiencia la misionera Rosario Garrido, consagrada de las Servidoras del Evangelio de la Misericordia de Dios, que vive desde hace 17 años en Japón, dedicada a los jóvenes y a los adolescentes. «Éste es un país de contrastes: todo lo que tiene de bueno en el respeto y en la disciplina, lo tiene de malo en la indiferencia. Las repercusiones sociales son terribles: un número elevadísimo de suicidios, aislamiento, una sexualidad desordenada... A través de la evangelización y del acompañamiento descubren a un Dios-misericordia, que llena el corazón de alegría y da sentido a la vida. Aquí hay un gran miedo al fracaso, al ridículo, y se suplen las necesidades y los problemas familiares con el Ipod, los videojuegos, los chats... Nosotros proponemos a Dios», asegura. Y lo hace aprovechándose de la cultura nipona: «Aprovechamos la floración, que aquí es muy importante, para explicar la Pascua, la Resurrección, la unidad de la Iglesia... Es apasionante ver que Cristo habla todos los idiomas para llegar a todas las personas».

«La Iglesia molesta porque denuncia»
El Vicariato de Yurimaguas, en Perú, abarca unos 70.000 metros cuadrados de selva amazónica, en la frontera con Ecuador. El único medio de transporte es la barca, y la forma más fácil de hacer fortuna es el contrabando. De hecho, la narcoguerrilla campa a sus anchas desde hace años y buena parte de la Administración es corrupta. Tres religiosos, tres sacerdotes, seis religiosas y 22 carmelitas descalzas (en su Carmelo) velan por la atención pastoral de la zona. Uno de ellos es el hermano Jesús Ángel García, religioso corazonista, que lleva 22 años en Perú, formando a profesores, catequistas y animadores nativos. «Nuestra labor es prepararlos para que sean capaces de actuar frente a la narcoguerrilla», dice. Y se la juega, por amor a Cristo y a los demás: «El Evangelio nos impulsa a denunciar las injusticias, y eso acarrea amenazas, insultos... La Iglesia molesta porque denuncia a los narcos y a la Administración corrupta. Estamos en su punto de mira; y también en el de las ONG evangelistas, que son muy beligerantes y dan dinero a la gente para alejarlos de la Iglesia». El hermano Jesús Ángel, de hecho, es persona non grata por ayudar a los maestros, y otros religiosos están amenazados de muerte. «Estamos junto a la gente, y anunciamos a Dios hasta que lo descubren a su lado. Hacemos presentes los valores del Reino entre los que no tienen nada», dice.

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