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Ana Martínez buscaba el novio perfecto y éxito, hasta que Dios le habló en una oración y ahora es Carmelita Descalza
“Fui a orar un viernes Santo al convento de las religiosas del Monasterio de la Conversión, con las hermanas Agustinas. Muy ingenua, en la oración le hablé a Cristo y le dije «Te amo». En eso siento que lo acogió y Él me respondió con un «Yo también. ¿Te importaría que fueras esposa mía?». Le dije que en ese instante no había negocio posible; no quería aceptar su llamado. «Quiero un novio con excelentes características, que sea guapo, simpático», dije. «La verdad me da igual, proseguí, que fuera creyente o no creyente, lo importante es que me comprendiera, que me respetara», e incrédulamente le desafié agregando… «¡ya verás qué esposa iba a ser!»”
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