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lunes, 30 de septiembre de 2013

Papa Francisco en la homilía en Santa Marta: “Paz y alegría: ¡este es el aire de la Iglesia!”


“¡La Iglesia del funcionalismo! ¡La Iglesia bien organizada! Todo en su sitio, pero ¡sin memoria y sin promesa! Esta Iglesia, así, no irá bien: será la Iglesia de la lucha por el poder, será la Iglesia de los celos entre los bautizados y de muchas cosas que se dan cuando no hay memoria ni promesa”


30 de septiembre de 2013.- (Radio Vaticana  / Camino Católico)    No es una organización y una programación perfecta, sino “la paz y la alegría” el signo de la presencia de Dios en la Iglesia, es lo que ha afirmado el Papa en la misa de esta mañana en Santa Marta comentando las lecturas del día.
Los discípulos estaban entusiasmados, hacían planes, proyectos sobre el futuro y la organización de la Iglesia naciente, discutían quién era el más grande e impedían hacer el bien en nombre de Jesús a quienes no pertenecían a su grupo. Pero Jesús, explicó el Papa, les sorprende, poniendo en el centro del debate a los niños: “Quien sea el más pequeño de entre vosotros, dice, ¡ese es el grande!”. Así en la Lectura del Profeta Zacarías se habla de los signos de la presencia de Dios: no “una buena organización”, ni “un gobierno que va hacia delante, todo limpio, todo perfecto”, sino los ancianos que se sientan en las plazas y los niños que juegan. El riesgo es descartar a los ancianos y a los niños. Es dura la advertencia de Jesús hacia quienes escandalizan a los más pequeños:
“El futuro de un pueblo está exactamente aquí, en los viejos y en los niños. Un pueblo que no cuida a sus ancianos y a sus niños no tiene futuro, ¡por qué no tiene memoria y no tendrá promesa! ¡Los viejos y los niños son el futuro de un pueblo! Y, sin embargo, es muy normal dejarlos de lado. A los niños, tranquilizarlos con un caramelo, con un juego: ‘Haz, haz, ve, ve’ y a los viejos no dejándolos hablar, ni siquiera aconsejar: ‘Son viejos, pobrecillos’…”
Los discípulos –destaca el Papa. No entendían:
“Yo lo entiendo, los discípulos querían la eficacia, querían que la Iglesia fuese hacia delante sin problemas y esto puede convertirse en una tentación para la Iglesia: ¡la Iglesia del funcionalismo! ¡La Iglesia bien organizada! Todo en su sitio, pero ¡sin memoria y sin promesa! Esta Iglesia, así, no irá bien: será la Iglesia de la lucha por el poder, será la Iglesia de los celos entre los bautizados y de muchas cosas que se dan cuando no hay memoria ni promesa”.
Por tanto, la “vitalidad de la Iglesia” no está hecha de documentos y de reuniones “para planificar y hacer bien las cosas”: estas son realidades necesarias, pero no son “el signo de la presencia de Dios”.

“El signo de la presencia de Dios es esto: ‘Así dice el Señor: Los ancianos y las ancianas se sentarán de nuevo en las plazas de Jerusalén, cada uno con su bastón en la mano, a causa de sus muchos años. Las plazas de la ciudad se llenarán de niños y niñas, que jugarán en ellas’ Juego nos hace pensar en alegría: es la alegría del Señor. Y estos ancianos, sentados con el bastón en la mano, tranquilos, nos hacen pensar en la paz. Paz y alegría: ¡este es el aire de la Iglesia!”.

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