“Siempre estaba presente la Madre, la Virgen María, que me ha sostenido desde el primer momento. Cada vez que lo rezaba, sentía una paz extraordinaria en mi corazón. No puedo explicarlo. La segunda cosa que me ayudó fue la oración de Charles de Foucauld, que fue víctima de la violencia pero eligió consagrar su vida en un monasterio por el diálogo con el Islam”
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