Los Niños de la concha, de Bartolomé Esteban Murillo, 1670. La obra representa al Niño Jesús dando de beber agua en una concha a su primo, el profeta San Juan Bautista
* «La alegría del cristiano es la alegría del que estando perdido y en peligro de muerte en una noche oscura y helada ve aparecer de repente una luz potente que le muestra el camino hacia casa…. No permanecemos ciegos ante la realidad que nos rodea; sabemos dónde estamos, y padecemos también las consecuencias de esta situación; pero hemos visto brillar la luz que lo ha iluminado y cambiado todo. Esta luz es Jesucristo, la luz capaz de disipar las tinieblas, la fuerza capaz de reconstruir las ruinas, el amor que puede restablecer la justicia y convertirnos en hermanos: ésta es la razón de nuestra alegría. Pero el drama de nuestra historia está en que –como dice San Juan– esta Luz «vino a su casa y los suyos no la recibieron»: se nos ha dado el poder para transformar el mundo pero vivimos ignorando o rechazando este poder, y por ello seguimos sumidos en las tinieblas”
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