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lunes, 5 de noviembre de 2018

Alberto Gil de niño quería ser arqueólogo, se quedó ciego y era rechazado, aunque su unión con Dios se fortaleció: «la luz de Jesús brilla en mi corazón»

* «Saber que había un Dios que anunciaba que Él era la Luz del mundo en un momento en que yo estaba perdiendo la luz fue muy importante… Desde niño, mi familia me transmitió la fe en Jesús, ir a misa y sentirme bien, saber que Jesús está a nuestro lado cuando caminamos y nos ayuda a no tropezar. Toda esta certeza hizo que sobrellevara con menos tristeza mi realidad de ciego, que dejara de lado la marginación y exclusión a la que muchos me sometían…»
* «Cada noche, al final del día, doy gracias a Dios por cada vez que me ayuda a ser testigo de su fe y su misericordia, al conseguir que alguien que esté triste, se alegre algo gracias a mí y a mi esfuerzo… Dichosos los que creemos, sí, los que creemos en ese Dios hecho hombre que nos acompaña e ilumina, que es Verdad y Vida. Dichosos quienes aun siendo ciegos sabemos ver con los ojos de la fe hecha de pasión por la Vida, amor al otro, arrepentimiento y deseos de perdón ante los errores y fallos que uno comete, empatía para pensar en el prójimo, empeño por ayudar cada día a que las cosas sean mejor»
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