* «Mi infancia, que –literalmente- habría podido engullirme, fue también misteriosamente un camino hacia Dios. Mis padres me habían bautizado y me llevaban habitualmente a misa. Así que yo oía hablar de Dios y de su amor por mí. Y cuanto más excluida me veía del amor de mis padres y más sufría, más me ponía a buscar el amor de ese Dios y a creer en Él»
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