* «Siempre Dios ha guiado mi camino y me permitió conocer organizaciones humanitarias por medio de las cuales fui descubriendo lo que quería Dios de mí. La primera organización en la que estuve era de migrantes, y después me involucré en un comedor para personas indigentes. Estando en ello me empecé a dar cuenta de lo muy feliz que me sentía haciendo cosas buenas. Y tuve el gran regalo de pertenecer a una comunidad católica, el Movimiento Apostólico de Schoenstatt, lo que me guió a la dirección que Dios quería para mí… Mi esposo Álvaro es mi otra mitad, es el fruto de todas mis oraciones y de las oraciones de todos mis amigos consagrados, es español Yo quería hacer grandes cosas con Dios y necesitaba a alguien que me entendiera en mi fe y en mi amor a Dios. Y, sobre todo, que estuviera dispuesto a hacer cosas locas por Dios»
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