Tras negarse a ser casada a la fuerza y abandonar el islam, vive como fugitiva en algún lugar de Alemania y recibe amenazas de muerte
“La persecución me ha acercado a Dios. Los momentos más intensos de mi vida fueron cuando perdí a mi familia. Sufría por ello, pero recibí la mano de Jesucristo, quien vino a confortarme. Esto no se puede comparar con el consuelo humano. Dios me ha regalado muchas gracias a través del sufrimiento. Cuanto más sufres, más quieres amar. El sufrimiento te hace parecerte más a Jesús porque el vino a sufrir. Si en tu vida no sufres como cristiano, te tienes que preguntar si estás viviendo una fe autentica”