* «Yo no me quería confesar porque no lo había hecho desde mi primera Comunión, pero mi padrino me hizo una cita y me mandó a la iglesia de san Agustín con un sacerdote viejito. El día de mi cita mi padrino me llevó a la puerta de la iglesia. Yo iba con gafas, gorra y pants para que nadie se diera cuenta de que estaba ahí. El sacerdote salió vestido de blanco y me dijo: “¿La alcohólica?”, y yo dije: “Sí”. Me pasó, puso una silla enfrente de mí y en cuanto me dijo “Ave María Purísima” comencé a temblar y no podía hablar. Él me miró, me preguntó cosas, comencé a llorar y fue maravilloso porque fui sintiendo en mi corazón algo sanador, como si alguien estuviera protegiéndome y comencé a decirle todo lo que había hecho sin parar de llorar. Fue algo maravilloso, porque en el momento en que me impuso las manos sentí el perdón. Por primera vez en mi vida me sentí perdonada por Dios; cerré los ojos, sentí sus manos calientes y me imaginé a Jesús en la cruz perdonándome mis pecados. El padre me dijo: “Te felicito, gracias. Ve hacia el Santísimo y ahí vas a recibir indicaciones”. Fui y esperé a que alguien me dijera qué hacer, pero sólo vi una cruz, a Jesús escurriendo de sangre, ese que yo me imaginé cuando me impuso las manos, y me arrodillé. Sentí como si Él me dijera “Te amo”. Sentí tanto amor dentro de mí que le dije: “Señor, si Tú me permites sentir esto todo el tiempo, yo te entrego todo lo que Tú quieras”. Ahí estuve cerca de una hora, salí y quería decirle a todo el mundo lo que sentía en ese momento y comencé a ver el cielo y los árboles como si estuvieran flotando»
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domingo, 7 de agosto de 2022
Guadalupe Reséndiz, violada con 6 años, adicta a sexo y drogas, rescata a mujeres que abortarían y a sicarios arrepentidos: «Entregué mi vida a Dios y me cambió»
* «Yo no me quería confesar porque no lo había hecho desde mi primera Comunión, pero mi padrino me hizo una cita y me mandó a la iglesia de san Agustín con un sacerdote viejito. El día de mi cita mi padrino me llevó a la puerta de la iglesia. Yo iba con gafas, gorra y pants para que nadie se diera cuenta de que estaba ahí. El sacerdote salió vestido de blanco y me dijo: “¿La alcohólica?”, y yo dije: “Sí”. Me pasó, puso una silla enfrente de mí y en cuanto me dijo “Ave María Purísima” comencé a temblar y no podía hablar. Él me miró, me preguntó cosas, comencé a llorar y fue maravilloso porque fui sintiendo en mi corazón algo sanador, como si alguien estuviera protegiéndome y comencé a decirle todo lo que había hecho sin parar de llorar. Fue algo maravilloso, porque en el momento en que me impuso las manos sentí el perdón. Por primera vez en mi vida me sentí perdonada por Dios; cerré los ojos, sentí sus manos calientes y me imaginé a Jesús en la cruz perdonándome mis pecados. El padre me dijo: “Te felicito, gracias. Ve hacia el Santísimo y ahí vas a recibir indicaciones”. Fui y esperé a que alguien me dijera qué hacer, pero sólo vi una cruz, a Jesús escurriendo de sangre, ese que yo me imaginé cuando me impuso las manos, y me arrodillé. Sentí como si Él me dijera “Te amo”. Sentí tanto amor dentro de mí que le dije: “Señor, si Tú me permites sentir esto todo el tiempo, yo te entrego todo lo que Tú quieras”. Ahí estuve cerca de una hora, salí y quería decirle a todo el mundo lo que sentía en ese momento y comencé a ver el cielo y los árboles como si estuvieran flotando»
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