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viernes, 14 de septiembre de 2007

El empuje hacia abajo / Autor: Henri Nouwen


La compasión de Jesús se caracteriza por un empuje hacia abajo. Esto es lo que nos molesta. Nosotros no podemos ni pensar en nosotros mismos sino en términos de empuje hacia arriba, de movilidad ascendente en que luchamos por vidas mejores, salarios más altos y posiciones más prestigiosas. Por tanto, nos molesta profundamente un Dios que encarna un movimiento hacia abajo. En vez de luchar por una posición más elevada, por más poder y más influencia, Jesús va – como dice Karl Barth – de "las alturas a la profundidad, de la victoria a la derrota, de las riquezas a la pobreza, del triunfo al sufrimiento, de la vida a la muerte”. Toda la vida y misión de Jesús implica la aceptación de la impotencia y la revelación en esa impotencia del ilimitado amor de Dios.

Aquí vemos lo que significa compasión. No significa inclinarse hacia los desprivilegiados desde una posición privilegiada; no es un abrirse desde arriba a los desafortunados de abajo; no es un gesto de simpatía o piedad hacia quienes no han tenido éxito en el empuje hacia arriba. Por el contrario, la compasión significa ir directamente a las gentes y lugares en que el sufrimiento es más agudo, y construir allí un hogar. La compasión de Dios es total, absoluta, incondicional, sin reserva. Es la compasión de quien sigue yendo a los más olvidados rincones del mundo y que no puede descansar mientras sabe que hay seres humanos con lágrimas en sus ojos. Es la compasión de un Dios que no sólo se comporta como siervo, sino cuya servidumbre es una expresión directa de su divinidad.

El himno a Cristo (Fil. 2) nos hace ver que Dios revela su amor divino en su venida a nosotros como siervos. El gran misterio de la compasión de Dios consiste en que esta compasión, en su entrar con nosotros en la condición de esclavos, se nos autorrevela como Dios. Este gesto de hacerse siervo no es excepcional en su ser Dios. Su despojamiento y su humillaci6n no son un desvío de su verdadera naturaleza. Su llegar a ser como nosotros y su muerte sobre la cruz no constituyen interrupciones temporales de su propia existencia divina. Por el contrario, en Cristo despojado y humillado encontramos a Dios, vemos quién es realmente Dios, llegamos a conocer su verdadera divinidad. Precisamente porque Dios es Dios, puede revelar su divinidad en forma de siervo. Como dice Karl Barth: “Dios no toma como un deshonor el hecho de marchar a un lugar lejano y ocultar su gloria. Él se honra verdaderamente en su encubrimiento. Este encubrimiento y la consiguiente acomodación a nosotros son la imagen y la reflexión en que lo vemos como Él es." En su servidumbre, Dios no queda desfigurado, no asume algo que le resulte ajeno, no actúa contra o al margen de su ser divino. Al contrario, precisamente en esa servidumbre Dios elige revelársenos a si mismo como Dios. Por esto, podemos decir que el empuje hacia abajo, tal como lo vemos en Jesucristo, no es un movimiento con el que Dios se aleja de sí, sino un movimiento hacia sí mismo tal como Él es realmente: un Dios para nosotros, que vino a servir y no a ser servido. Esto implica muy específicamente que Dios no quiere ser conocido sino a través de la servidumbre y que, entonces, la servidumbre es la autorrevelación de Dios.

Un canto a la vida / Autor: P. Daniel Ange


Publicamos un pasaje extraído de una charla que dio el P. Daniel Ange, teólogo y fundador de comunidades juveniles en Francia, a los jóvenes de la Comunità Cenacolo.
Decía el P. Daniel Ange, en un encuentro con los chicos de la Comunità Cenacolo (de Sor Elvira) que tuvo lugar en 1997:


"Esta mañana quiero hablarles de la vida... Ustedes saben que cuando la Virgen María apareció en Fátima, en un momento dado de sus manos partieron rayos de luz. Son los rayos del Espíritu Santo, y los videntes se vieron en la luz de Dios. Si vieron como fuego, como Dios los ve y los observa. Eso es lo que contó Sor Lucía. Hoy querría poner vuestra existencia en la luz del Espíritu Santo, que esta mañana María está invitando a que venga a habitar dentro de nosotros.

Saben que toda la creación salió de una explosión de alegría y de amor, porque la Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no podían más contener esa plenitud de amor.

El amor necesita expandirse, darse, comunicarse. La primera creación es la de todos los ángeles, estos ángeles que son nuestros hermanos mayores y que se vuelven nuestros pequeños servidores, que son nuestros maestros en la alabanza, en la adoración. Luego, es la creación de todo el cosmos, la primera Palabra de Dios, el primer reflejo de la belleza de Dios y es por ello que los santos se han maravillado por el esplendor de la creación. Después creó el director de orquesta de toda la creación, para prestarle la voz a cada creatura: ¡el hombre! Las montañas, las flores, toda la creación no puede hablar, no tiene voz, en cambio nosotros podemos decir: "Abba Padre" en nombre de todas las creaturas que, al mismo tiempo, liberamos. El ministerio de la alabanza es importantísimo porque hacemos estremecer de alegría a toda la creación.....

La creación había abandonado a la fuente del amor, entonces la fuente del amor viene a penetrar el espacio y el tiempo, y viene dentro de la historia hasta no dejarle el mínimo espacio vacío, hasta una muchachita, nuestra hermana, María de Nazaret.

Sólo al llegar al 2000, el misterio de la encarnación de Jesús vuelve claro el misterio de mi propia concepción. Dios quiere iluminar el misterio de mi existencia, quiere dar luz nueva al hecho de que yo existo.

Lo primero que diré es que tu concepción fue el primer Pentecostés. No tu bautismo sino tu concepción, cuando fuiste concebido. Ciertamente, yo no fui concebido por el Espiritu Santo como Jesús. Jesús recibió su humanidad exclusivamente de la Virgen María, sin la intervención de ningún hombre. En mi caso, en el tuyo, fue a través de los padres que Dios mismo nos dio su Espíritu Santo para que tuviésemos vida.

Ahora quiero hacerles una pregunta: ¿Cómo pueden dos creaturas, un hombre y una mujer, hacer que exista una persona humana que es inmediatamente inmortal, que comienza a existir y no dejará nunca más de existir, inmortal como Dios?

Juan Pablo II escribió en Evangelium Vitae, que es el documento de la Evangelización de estos años y que es una gran sinfonía a la belleza de la vida, que el hombre está llamado a una plenitud de vida que va más allá de su existencia terrenal, y que consiste en la participación de la misma vida de Dios. Yo soy, tú eres, una manifestación de Dios. Mi vida es una manifestación, es signo de su presencia, de su gloria. El hombre que vive es gloria de Dios, tú eres la gloria de Dios, ¡esto es extraordinario!

Es también Juan Pablo II quien dice que en el hombre resplandece el reflejo de la misma realidad de Dios. Desde siempre la vida está en Él, la luz de los hombres consiste en ser generados por Dios y en participar de la plenitud de su amor. Dios no creó la muerte, no goza de la ruina de los vivientes, sino que todo lo ha creado para la existencia. Sí, Dios creó al hombre para la incorruptibilidad, lo hizo a imagen y semejanza de su propia naturaleza bellísima y estupenda, maravillosa, extraordinaria naturaleza. Yo no puedo morir para siempre. Un día mi cuerpo también será glorioso en el Cielo como el cuerpo de María... Estamos hechos para la gloria. ¿Cómo hacen, entonces, un hombre y una mujer para lograr esto? La gloria eterna es un don personal porque soy único en el mundo; el rostro es el reflejo del alma, y es así que entre miles de millones de seres humanos en el mundo no hay dos que tengan el mismo rostro, la misma mirada, porque no hay dos que tengan la misma alma. Cada uno es totalmente único. Entre miles de espermatozoides uno solo fecunda el óvulo, uno, uno... y entonces, desde aquel instante primero que yo existo soy único e inmortal. Ello quiere decir que Dios intervino y el momento de mi concepción fue una efusión del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es Dios que da la vida, es el vivificador, y donde esté el Espiritu Santo hay vida.

Hay una palabra de Juan Pablo II que se dirige a aquellas que vivieron una profunda herida en la femineidad, en la maternidad: "...no os dejéis prender por el desánimo, no abandonéis la esperanza, el Padre de toda misericordia os espera para ofreceros el perdón y su paz. En el sacramento de la reconciliación veréis que nada está perdido, podréis pedir perdón a vuestro niño que ahora vive verdaderamente en la gloria del Señor..." Tú puedes tener una relación con él, que humanamente vivió sólo algunas horas en nuestra tierra. Esta pequeña frase es para mí la más revolucionaria de Juan Pablo II, una de las frases más fulgurantes de todo lo que Pedro dijo en dos mil años, es una glorificación y una canonización de todas esta pequeñas víctimas inocentes de nuestros tiempos.

Este año, según cifras de la ONU, a mil millones de niños les ha sido rechazada la vida, seis veces el número de todas las muertes por las guerras y los genocidios de este siglo. Mil millones de niños! Juan Pablo II nos dice que todos estos niñitos están en la gloria del Cielo, son aquellos que nos obtienen la vida de Dios, aquellos que suplican al Señor para que nos abramos a la plenitud de la vida de Dios; y serán ellos los que recibirán a sus padres en el Cielo, diciéndoles: "papá, mamá, ustedes no me quisieron en la tierra, pero yo los quiero en el Cielo. Ustedes están ante Dios, en mi casa, por ello en vuestra casa, les he preparado un puesto en la gloria." (Se entiende para los padres que se hayan arrepentido y regresado al Señor).

Es la afirmación que desde el momento de su concepción un niño es inmortal. Es Dios quien me ha dado la vida, que me ha amado, porque para Él amar es dar la vida. Si me dio la vida es porque me deseó... "quiero que tú existas", aunque mis padres no me hayan deseado. Dios me ha deseado, de otro modo no existiría. Aunque la vida me hubiese sido transmitida fuera de la plenitud de amor, humanamente hablando, aunque si la transmisión de esta vida lo fue en un acto de violencia y el corazón de Dios está revuelto, aún en ese caso Dios me da la vida. Para hacer un parangón, es como si un sacerdote celebrase la Misa en estado de pecado y no pudo confesarse. Jesús tiene el corazón trastornado por esto, pero, sin embargo, el pan se vuelve Jesús a pesar del pecado del sacerdote. Quizás pude haber sido concebido en un pecado, pero aún así Dios me dio el Espíritu Santo. Y muchos de ustedes, jóvenes de esta generación, están heridos profundamente porque tal vez no fueron deseados ni circundados de amor. Un joven llorando me decía: "mi mamá el otro día me dijo que yo nací por error", y yo respondo en el nombre de Dios, jamás, jamás, jamás tu eres el fruto de un error. Aún cuando según tus padres eres el fruto de un accidente, tú, en cambio, eres el fruto del corazón de Dios.

Dios da la vida incesantemente, a cada segundo continúa dándome la vida porque me ama. Si el Padre no lo amase a Gilberto, en esta fracción de segundo no estaría más Gilberto. Estarían las gafas por tierra, una pequeña remera, los zapatos. El vestido es bello, pero lo que está dentro del vestido es infinitamente más bello.

Ciertamente, Dios sabía que llegaría yo a un mundo signado por el mal y el pecado, sabía perfectamente que quizás lo habría de abandonar, que por años iba a renegar de Él, que lo traicionaría, que quizás transcurriría toda mi vida fuera de su luz, y pese a todo me dio la vida porque sabía que su luz vencerían a mis tinieblas, que su perdón sería más fuerte que mi pecado, que su misericordia es más grande que mi miseria y que la última palabra espera a la luz, a la misericordia, a la vida, a Él..."

Nadie se equivoca por buscar la voluntad de Dios / Autor: Renan Félix de la Comunidad Canción Nueva


Cuando Dios escoge a alguien es de forma definitiva

El joven tiene miedo de tomar una decisión definitiva. Muchas veces, al compartir con los jóvenes, que así como yo, se sienten llamados a una vocación, escucho siempre esta frase: “Yo tengo miedo de errar, de no ser ese el lugar que Dios quiere” Este es un cuestionamiento que siempre aflige el corazón de aquellos que están descubriendo su vocación.

Mirando para mi corta caminata vocacional, percibo que yo también me hice ese cuestionamiento, y que el no es más que miedo disfrazado de preocupación. Eso es: miedo.

El joven tiene miedo de decidirse por algo, de tomar una decisión definitiva, que solamente él va a acarrear con las consecuencias. Muchos buscan personas, palabras, señales, para confirmar su vocación, lo que – en muchas situaciones – puede significar el deseo de responsabilizar a alguien por sus actitudes. El joven tiene miedo de decidir por su vida.

Ese miedo comienza a partir del momento en que él va creciendo, madurando, comprometiéndose. Es en este momento que, en la gran mayoría de las veces, Dios entra en su vida y hace el llamado. ¡Ahora él tiene que decidirse!

Vivimos en una sociedad que ya no cree en las elecciones definitivas, en todo que es para siempre. Es en esa sociedad que los jóvenes de hoy se ven.

Pero hay un camino. Cuando Dios escoge a alguien es de forma definitiva. La elección de Dios es independiente de nuestro querer, de nuestro miedo. Claro, Dios te elige, pero tú eres quien da el SI. Aunque huyas, corras, el llamado siempre estará en el corazón de Dios, y si cambias de idea, Él estará listo para conquistarte nuevamente.

No tengas miedo de arriesgarte en el camino que lleva a la voluntad de Dios. No tengas miedo de errar, de percibir más adelante que no era aquel el lugar que Dios había preparado para ti. Dios va a aprovechar de todas tus experiencias para hacerte crecer. Si no fuera aquel el punto de llegada, durante la carrera Dios va mostrarte el desvío. ¡No tengas miedo de arriesgarte!

Independiente de la vocación – matrimonio, sacerdocio, vida consagrada o incluso una vocación profesional – en el mundo irán a existir siempre dos tipos de personas vocacionadas por Dios: las que se arriesgaron y descubrieron la verdad del Señor para ellas, y las que nunca dieron pasos y se quedaron siempre cuestionándose: ¿Y si yo hubiera dado pasos en esta dirección? Tú eres quien elige que tipo de persona quieres ser.

Miedo todos tenemos. Yo lo tuve. Yo lo tengo. Pero cada vez que ese miedo salta en mi corazón yo me acuerdo de Quien me llamó. Fue Dios quién me hizo el llamado, y Él puede cuidar de todo – basta que yo deje que Él cuide – y dé pasos en la fe.

¡El secreto es arriesgarse! Nadie se equivoca por buscar la voluntad de Dios. Si tú te lanzas, todo lo demás ¡Dios lo hará!


¡Dios bendiga tu vocación!

No hay lugar para siervos / Autor: José H. Prado Flores


En la parábola del hijo pródigo, el hijo menor se había levantado de su postración de cuidar puercos, y regresaba a la casa paterna con la única pretensión de sólo ser un siervo para tener pan y no morirse de hambre. No esperaba más que aumentar el número de trabajadores en la finca. Era demasiado poco lo que anhelaba, porque su situación era extrema.

Sin embargo, el padre no acepta tal solicitud. No hay vacantes en su finca para siervos. Ya tiene bastantes, tanto en casa como en la viña; sobre todo uno que trabaja como siervo sin contrato, su hijo mayor. No necesita otro hijo con ropaje de esclavo que arrastre las cadenas de la servidumbre. No lo puede admitir, así no lo necesita. Lo precisa como hijo y como heredero, por eso inmediatamente da órdenes a sus siervos para que sirvan al hijo.

Solo hay vacantes como hijo, como hijo amado que es recibido sin condiciones y sin reproches, sin preguntas indagatorias que puedan ofenderlo por recordar los graves desvaríos o tener que dar cuenta de lo que perdió. Sólo puede ser admitido en la mesa del padre, con todos los derechos de un hijo. Este es el único puesto que ha estado vacío desde el día en que se fue y nadie lo ha podido llenar.

En primer lugar se le va a vestir con el mejor (protos) de los vestidos. Esto significa que el padre ya tenía otros muchos vestidos que había comprado para cuando su hijo regresara. Para esta ocasión debe ser el mejor de todos porque ahora el hijo esta revestido de una nueva actitud ante la vida. No puede vivir con los harapos de cuidador de puercos.

Además se le deben poner sandalias en sus pies para cubrir su desnudez y protegerlo de las adversidades de la vida. Ya tiene quien se preocupe de la nueva etapa que ahora inicia. Los caminos nuevos se recorren con sandalias nuevas. Ha de tirar esas sandalias rotas y agujeradas por las heridas del camino, para orientarse por la vida con la seguridad del peregrino que está equipado para llegar a la meta.

Y al final, un anillo que significa que es propietario que pueda disponer de los bienes paternos. Se le devuelve toda la confianza original y no tiene límites en la casa paterna.

El hijo quería ser siervo y el padre no lo admite como tal. Esta llamado a ser hijo y experimentar el amor incondicional de su padre que le ha preparado la fiesta con el becerro cebado, que tanto tiempo había esperado para compartirlo.

"Jesús te ama de forma especial y quiere sanar tus heridas" (II) / Autor: Jean Vanier


Publicamos una de las reflexiones de Jean Vanier impartidas a una de las comunidades de Fe y Luz durante un retiro sobre el mismo tema. La primera de ellas está publicada en nuestro blog el día 5 de septiembre.

Me encanta el lema del Retiro: “Haz tú lo mismo”. Y vosotros sabéis cuando dijo esto Jesús; lo dijo después de lavar los pies a sus discípulos. Y también nos dijo: “si tú haces lo mismo serás bendecido por Dios”. Y la bendición de Dios es la paz, el gozo, es la felicidad. Esa felicidad también nos viene cuando nos damos cuenta de lo importante que somos para Dios. Conozco muchas personas que no saben lo importantes que son, quizá nadie se lo ha dicho, lo precioso que eres. Esta mañana os hablaba de lo preciosas que son algunas personas, y os hablaba de personas con una deficiencia, y también es cierto para los padres, es cierto para cada uno de nosotros, el potencial increíble de cada persona humana cuando se toca nuestro corazón, cuando estamos junto a otro...¡ podemos dar una increíble canción!

Después del 11 de septiembre, en un montón de sitios la gente rezó por la paz. Siento mucho decir esto, pero a veces no me fio mucho cuando veo a grupos rezando por la paz, lo siento de verdad. Porque a veces lo que esto significa es que yo quiero permanecer en mi comodidad, no quiero que me molesten, y a veces paz significa que nadie me moleste, la ausencia de problemas. Nos quedamos en nuestro grupo pequeño donde todo va bien, no queremos que vengan terroristas a nuestro país, a nuestra tierra, lo que siento es pena; y es que lo importante es que cada persona intente conseguir ser ellos mismos, que trabajemos por la PAZ; y trabajar por la paz es un verdadero trabajo, porque significa acercarse a gente con la que normalmente no tenemos ningún contacto, significa acercarse a aquellos que normalmente rechazamos y olvidarse de no aceptar a aquellos que son diferentes. La amistad puede ser una realidad única, pero también puede ser un cerramiento donde nos alabamos unos a otros: eres maravilloso, tú eres maravilloso, nosotros somos maravillosos y los otros... no son buenos. Ser ARTESANOS DE LA PAZ significa romper las barreras de nuestra cultura para abrirse a otras, por ejemplo acercarse a personas con una deficiencia. A veces el acercarse a personas con una deficiencia, porque significa romper barreras para encontrarse con otros; todo el mundo está esperando un ENCUENTRO.

Quizá alguno de vosotros ha oído hablar de Buba, un filósofo germano-judío. Habla sobre personas y cosas, las relaciones que tenemos con las personas, las relaciones que tenemos con las cosas. En la medida en que las sociedades se orientan más hacia las cosas, las cosas que conservamos, las cosas que vemos..., olvidamos el tesoro de las relaciones y nos olvidamos de las relaciones. Nos olvidamos que ese es el corazón de la humanidad. Por ahí empieza todo, la relación con nuestro padre y nuestra madre, entonces nos abrimos a otras relaciones.

El tesoro del ser humano es relacionarse, pero relacionarse también significa volverse vulnerable, porque relacionarse no es controlar, no es manipular, es estar abierto a ti, es escuchar, ¿qué tienes que decirme?, ¿qué quieres?, ¿dónde está tu dolor y tu alegría? Así que la relación es un diálogo y por supuesto, no hay nada más gozoso que la relación. Sin relación nos cerramos en nosotros mismos, tenemos miedo y empezamos a poseer cosas porque pensamos que somos importantes por tener muchas cosas. Relacionarse es abrirse, en entrar en el mundo de la amistad, entrar en la comunidad, abrirse a personas que son diferentes, es trabajar por la paz.

El evangelio de san Juan es un evangelio de relaciones. Para aquellos que conocéis el evangelio de san Juan o aquellos que vais a aprender sobre el evangelio de Juan, todo tienen que ver con las relaciones. Jesús vino a relacionarse con las personas, a encontrarse con personas, a escuchar a personas. Si miráis en todo su Evangelio, está lleno de experiencias de diálogos con personas individuales, personas muy diferentes.

Hoy quería compartir con vosotros uno de los diálogos del evangelio de san Juan, podéis encontrarlo en el cuarto capítulo de san Juan. Jesús va con sus discípulos de Judea a Galilea. Normalmente es un camino que lleva 2 o 3 días. Hay dos caminos para ir a Galilea, uno va por la costa, otro va por Samaría. Así que nos encontramos con Jesús al mediodía en Samaría, y está sentado al pie de un pozo, se dice que está cansado. Jesús es muy humano, de emociones profundas, momentos de profunda fatiga. A veces, en el Evangelio de Juan lo encontramos muy angustiado, a veces, le vemos llorando; es una persona muy humana. Así que está cansado, sentado al pie de un pozo, y se dice que los discípulos se acercan al pueblo más cercano para conseguir algo de comida, no sé porqué se tuvieron que marchar los doce a buscar comida. Quizás querían abandonar a Jesús, quizás son como nosotros. Está muy bien tener a Jesús escondido en el tabernáculo y ser capaces de dejarle, abandonarle cuando tenemos que hacer cosas. No sabemos muy bien cómo vivir con Jesús, porque pensamos que Jesús es muy piadoso, demasiado piadoso, ¡pero no es tan piadoso!

A Él le gusta celebrar, por eso fue a las bodas de Canaán. No fue allí para decir: “bueno tengo que hacer un milagro”. Fue allí porque era un banquete de bodas, porque todo el mundo solía ir y solían beber mucho, por eso en arameo la expresión “banquete de bodas” está muy relacionado con beber. Era una celebración. Jesús es profundamente humano, le encanta querer a la gente, le encanta reír, estar con personas, porque es una persona que ama, y tan pronto como amas estás contento de estar con gente. Se dice que los discípulos querían de repente, no estar con Jesús. Quizás Jesús estaba un poco cansado de ellos, quizás está un poco cansado a veces de nosotros. Quiere darnos la vida y que seamos felices, quiere que seamos libres, libres del miedo, libres de ser lo que los demás quieren que seamos. Lo más importante del ser humano es ser libre, libre para amar, no para ser dominado por la gente, no para hacer cosas que los demás quieren que hagamos, libres para desarrollar nuestra propia conciencia personal. Este es el secreto del ser humano, tengo una conciencia personal, aunque por supuesto, tengo que orientar adecuadamente esa conciencia.

Muchos de nosotros no nos damos cuenta de que tenemos acceso directo a Dios; todos tenemos nuestro móvil, pero podemos hablar con Dios, podemos escucharle, basta con coger el móvil, que está dentro de nosotros. Alguno quizá está un poco asustado de Dios. Cuando estoy con gente, una de las preguntas que hago es “¿tú rezas?” Y cuando pregunta si rezamos nos está preguntando si estamos en comunicación con Jesús; de eso trata el Bautismo.

Renacemos para tener relación con Dios. Muchas veces la gente dice “no tengo tiempo”, eso lo puedo entender. Llevo ya 38 años en El Arca, así que sé bastante ya de tener y no tener tiempo. Y a veces dicen “bueno, tuvisteis tres días de vacaciones, imagino que utilizasteis mucho tiempo en rezar”; y se miran a los pies, no porque sus pies sean bellos como los pies de los profetas; no es un problema de tiempo, es algo más... ¿por qué no queremos rezar? Muchas veces sucede esto, tenemos un poco de miedo, porque si me acerco demasiado a Jesús, me puede pedir hacer algo que no quiero hacer. Fijaros qué maravilloso amigo es Jesús... ¿no sabéis que Jesús se comunica con nosotros? Nos da el deseo, así que nunca nos puede pedir que hagamos algo que no queremos; lo que podemos hacer es mirar, rechazar nuestro deseo, el deseo más profundo de nuestro corazón. Así que, rendiros un momento para volver a vosotros mismos para ver qué es lo que quiero realmente.

Bueno, volvamos. Jesús está sentado al pie del pozo. Y se acerca una mujer samaritana. Sólo quiero deciros algunas palabras acerca de la gente de Samaria. Los samaritanos eran un grupo minoritario en Israel y por una serie de razones se habían apartado de la religión judía. Solamente creían en los 5 primeros libros de la Biblia, lo que llamamos el Pentateuco. No creían en el templo de Jerusalén como un templo de adoración, así que estaban muy cerrados en sí mismos. Y los judíos los rechazaban, los miraban por encima del hombro, los sentían como una rama que se había cortado de la viña verdadera, ellos no guardaban la verdad.

Esta mañana, en lo que estabais en grupo fui a dar un paseo, necesito andar un poco; y pasé por una carretera donde vi que había una iglesia evangélica y me preguntaba cuál sería la relación entre la iglesia evangélica y la católica, y no lo sé. Lo único que vi es que había una iglesia... ¿cómo miramos nosotros a los grupos minoritarios? Los grupos minoritarios sufren mucho porque se sienten aplastados, no tienen valor. ¿Quiénes son los grupos minoritarios en nuestro país?, ¿la gente de Marruecos, gente evangélica, gitanos?... Pero en cualquier país hay minorías y mayorías, y las minorías siempre se sienten aplastadas. Esto lo vi muy específicamente en Guatemala, donde encontráis pequeños grupos de lo que llamamos poblaciones originales. Gente muy bella pero frecuentemente repartida, que son apartados. Conocéis Chiapas, en México; es una compleja realidad del mundo, grupos de minoritarios y grupos mayoritarios. Los samaritanos son un pequeño grupo, una minoría rechazado por los judíos. En una ocasión, para insultar a Jesús, le dicen: “tú no eres judío, eres samaritano”.

Vamos a descubrir que esta mujer está también muy rota, tiene una historia de relaciones rotas. En un momento Jesús le dice “has vivido con cinco hombres y el hombre con el que vives ahora ni siquiera es tu marido” . Es una mujer de relaciones rotas, es una mujer muy débil en el plano afectivo, sexual. Lo único que sabemos es que su afectividad estaba muy rota, así que, está muy aplastada no sólo por los judíos, sino también por su propia gente. Es una mujer de mala reputación, así que, aquí encontramos una mujer muy rota. Frágil frente a los judíos, frágil frente a su propio entorno de relaciones...; así que, llega para coger agua del pozo; Jesús la mira y entra en diálogo y le dice: “¿me darás de beber?” se vuelve una persona que pide, un mendigo, y le dice: “te necesito, ¿me ayudas?”.

Jesús nos está enseñando algo de cómo acercarnos a personas rotas, podemos acercarnos a personas rotas desde arriba: “haré algo por ti, si me necesitas, ahí estoy, haré algo por ti”, podemos mostrar nuestra bondad y nuestra superioridad, pero Jesús nos está enseñando un camino diferente: “te necesito, necesito tu ayuda”.

Hace tiempo estaba en un retiro en Francia, con un gran número de personas, y había una mujer joven de unos 25 años, una mujer joven y muy bella, en una silla de ruedas, que tenía parálisis cerebral. Lo difícil de las personas con parálisis cerebral es que muchas veces son muy inteligentes, tienen una inteligencia muy, muy brillante, pero su capacidad para comunicarse se ve muy reducida, y emiten sonidos que no siempre podemos entender; así que, en muchas ocasiones los paralíticos cerebrales tienen pequeñas tabletas con palabras o letras y con su dedo pueden señalar palabras o letras; pero esta chica no tenía control alguno sobre sus músculos, que no podía comunicarse con sus dedos; vino con un intérprete que entendía los sonidos que ella emitía y esto es lo que me dijo: “sufro mucho porque nadie me necesita”. Ella necesitaba a todo el mundo, necesitaba gente que la alimentara, que la vistiera, que la lavara, que tirara de su silla de ruedas, pero ¿quién la necesitaba a ella? Tenemos que tener mucho cuidado cuando nos acercamos a personas con discapacidad y darnos cuenta que esto es una necesidad humana ¿quién la necesita a ella?

Antes de venir a Salamanca, Pascal vino a verme. Y Pascal no habla, pero esto es lo que me dijo (con gestos): “rezaré por ti cuando estés en Salamanca”; yo le dije: “sí, te necesito, te necesitamos”. Hay que ayudar a la gente a que descubra su misión en la vida, nos necesitamos unos a otros, de eso trata la comunidad, por eso necesito a Peluso. Yo no sé si él me necesita, ha estado en tantas conferencias mías que ya se lo sabe, pero nos necesitamos unos a otros para darnos cuenta de que necesitamos a las personas con deficiencia y su sentido, eso es lo que tenemos que descubrir, que no es una realidad emocional ¿qué me están enseñando ellos...?

Así que está Jesús, delante de esta mujer samaritana. Es apasionante cómo entra en diálogo con esta mujer; siempre pensamos que Jesús está ahí arriba, no siempre nos damos cuenta que está aquí abajo diciendo: “te necesito” ¿Cómo nos necesita Dios? Muchas veces en la oración, durante la bendición de la comida, decimos: “da comida a aquellos que no la tienen” y a veces, quizá Dios está pensando “¿y tú que haces?, ¿por qué no das algo de comida a los hambrientos...?” ¿Por qué tiene que ser Dios quien de comida a los hambrientos? Dios no puede hacer nada sin nosotros, si alguien tiene hambre, dale la comida, no reces, ¡hazlo! Y cuando hay injusticia, no reces para que no haya injusticia, trabaja por ello, no reces por la paz. Y el problema con Jesús es que él nos va a preguntar “¿quieres dar comida al hambriento?” Puedes decir que sí, podemos decir que no, podemos decirle a Jesús: “olvídalo”; porque las manos de Jesús están atadas a nuestra libertad, y siempre al final todo acaba en la pregunta: “¿qué quieres hacer?, ¿quieres trabajar por la paz y por la verdad?, ¿vemos Fe y Luz como una verdadera misión para trabajar por los derechos de cada ser humano y volvernos hombres y mujeres de compasión y comprender el sufrimiento de los padres y de las personas con deficiencia?” Así que Jesús va de abajo a arriba: “te necesito”.

Por eso quiero hablar del silencio, no sobre dejar de decir palabras, sino sobre la calidad de la escucha, pero... ¿queremos escuchar a Jesús? Este es el problema... ¿queremos escuchar?, ¿queremos escuchar la Palabra de Dios? Porque siempre vuelve a la misma pregunta: ¿qué quieres tú?, ¿qué quiere Dios?, ¿qué queremos en Fe y Luz?, ¿cuál es nuestra misión en Fe y Luz? No solamente es pasarlo bien, no solo es relevar a los padres llevándose a sus hijos durante un tiempo, es mucho más profundo que eso. Hay una visión completa del ser humano y de la persona débil.

La mujer samaritana se sorprende mucho de que Jesús le hable. Jesús es claramente un judío de Galilea, tiene un acento de Galilea..., ¿es el acento de Salamanca un acento diferente al de Madrid? Cada ciudad tiene su acento diferente y el acento de los galileos, la gente de Galilea, muy diferente a la gente de Jerusalén. Todas las revoluciones que surgieron contra Roma, tuvieron su origen en Galilea, porque la gente de Jerusalén siempre trabajaba para encontrar compromisos; y en nuestro mundo hay gente que quiere revolución, que quiere cambios y otros prefieren alcanzar compromisos. Los galileos eran diferentes y Jesús está vestido como un galileo y le habla como un galileo y reacciona como reaccionan los galileos. Me gusta mucho esta mujer, porque es temperamental, no es... ¡parada! Le dice: “¿pero cómo tú, un judío, hablas con una mujer samaritana?, ¿qué quieres de mí?” Lo veis, nunca un judío hablaría con una mujer samaritana; nunca un hombre judío, hablaría a una mujer judía sola; así que, ella reacciona: “¿tú, un hombre judío, hablas conmigo, una mujer samaritana?” Me gusta mucho esa mujer, yo creo que a Jesús también; le gusta la gente que reacciona, a Jesús le gusta la gente que se enfada con Él, porque la ira es una reacción. Jonás siempre estaba enfadado con Jesús, y si estamos enfadados con Jesús, por lo menos mantenemos la comunicación. Si sencillamente nos escapamos, en lugar de enfadarnos, cortamos la comunicación
y lo que es importante es crear la comunicación, y si hay que estar enfadados, estamos, pero permanecer para escuchar lo que Jesús tiene que decir.

No sé si alguna vez habéis tenido conflictos en vuestra comunidad, espero que sí. porque solamente hay crecimiento cuando hay conflictos, porque cambiamos, porque crecemos, las personas con deficiencia cambian, la comunidad crece... Nos gustaría ser siempre estáticos, pero eso no es la vida; la vida es el cambio, siempre hay conflicto, así que hablemos de ello. Veamos lo que tenemos que decirnos, no hay que estar asustado de los conflictos, es bueno que los haya en la comunidad, pero permanezcamos para escucharla, trabajemos con ella. Posiblemente necesitemos la ayuda de un coordinador o de alguien para trabajarlo.

Así que, esta mujer está, no diría que enfadada con Jesús, pero quiere una respuesta. Y Jesús únicamente la mira y dice: “si conocieras el don de Dios”; si nosotros conociéramos el don inefable, si supiéramos lo preciosos que somos cada uno de nosotros, lo únicos que somos cada uno de nosotros, la capacidad fenomenal en cada uno de nosotros, para amar a la gente y darle vida, no sólo nosotros, sino con otros. Tan pronto como estamos juntos podemos hacer cosas maravillosas, podemos trabajar por la paz, podemos trabajar por el cambio, para que haya más justicia y más verdad.

Así que Jesús la mira a ella y dice: “si tú conocieras quién es quien te dice “dame de beber...”, “si tú me conocieras, tú me pedirías a mí y yo te daría a ti agua viva” ... ¿qué significa eso? Claro que ella no está en el mismo nivel de comunicación que Él; Jesús está hablando del agua de la vida, del agua del Espíritu Santo, porque vosotros sabéis que el agua es la vida; donde no hay agua hay muerte, por eso todo el mundo está buscando a ver si hay agua en los planetas, si hay agua, habrá vida, si no hay agua, no habrá vida. Todos sabéis que si tenéis plantas y nos las regáis...

Jesús está hablando de la comunicación de la vida, que es el don del Espíritu Santo, la renovación de nuestros corazones, la transformación de nuestros corazones, de personas que están asustados de sí mismos a personas que confían en sí mismos. Jesús está hablando de la transmisión de la vida. Está hablando ahí mientras coge agua del pozo. Ella mira a Jesús: “¿y cómo vas a conseguir esa agua? Nuestro padre Jacob hizo este pozo para conseguir agua para toda la familia y tú no tienes nada para sacar agua de ahí... ¿tú podrás ser más grande que nuestro Padre Jacob?” Y Jesús trata de decirle algo a ella, le dice: “si bebes agua de este pozo, volverás a tener sed”; todos lo sabemos, bebemos agua a la hora de comer y necesitamos agua por la noche, volvemos a tener sed, igual que necesitamos el agua para darnos energía, para lavarnos el cuerpo... Pero Jesús le dice: “si bebes el agua que yo te doy, nunca más volverás a tener sed”. Jesús dice esto, y es que habrá una presencia, habrá algo en ti y no seguirás buscando algo, sino que tendrás ALGO, y poseerás una vida interior dentro de ti. Y Jesús le dice a ella: “el agua que te daré, se hará de ti una fuente de agua de vida eterna”, “ si tú bebes el agua que yo te doy, tú te convertirás en un manantial de agua y le darás vida a todo tipo de personas...”.

Si recibes amor, darás amor; si recibes el poder del Espíritu, darás vida del Espíritu; siempre damos lo que hemos recibido. Si recibimos esta esperanza, esta vida de Jesús, esta transformación del corazón, eso es lo que daremos, porque siempre damos lo que recibimos. Vosotros sabéis que si alguien os tiene miedo, le daréis miedo a los otros. El miedo se transmite, la violencia se transmite; es toda la historia de la humanidad. Si recibes violencia, das violencia; si recibes amor, das amor. Porque cuando te sientes amado, encuentras un tipo de unidad dentro de ti.

Conozco a un niño de 11 años con una deficiencia; estaba haciendo su primera comunión en la iglesia, y una liturgia muy bonita. Después de la liturgia hubo una celebración, una merienda, y el tío del niño se acercó a la madre y le dice: “qué liturgia más bonita, lo único triste es que el niño no entienda nada”; el niño lo oyó y le dijo con lágrimas en sus ojos: “no te preocupes mamá, Jesús me quiere tal y como soy”. Él era libre, no tenía porqué ser lo que su tío quisiera que él fuera, era libre para ser él mismo.

El otro día leía un libro impresionante sobre una mujer que murió en Auschwitz, era judía, una mujer judía de 29 años, llamada, me impresionó mucho. Ella tuvo una experiencia muy profunda de Dios; ella era holandesa y estuvo en un campo donde se llevaron a todos los judíos que luego se llevaron a Auschwitz y vio a muchos judíos ser almacenados en vagones de ganado, cantando canciones. Y miró a las caras de los nazis y la pregunta era: “¿quién es libre?, ¿los judíos cantando sus canciones o los soldados nazis?, ¿dónde encontramos la libertad?, ¿dónde está esa libertad que nos trae la vida? Porque está en la que yo elijo vivir libremente y no me someto a la vida. Jesús vino a darnos vida, así que tenemos que ser hombres y mujeres de pie, ocupando nuestra locura y lugar en la sociedad, en la Iglesia y buscando siempre ser libres, libres para ser felices, libres para tener paz, libres para ocupar nuestro lugar, sea cual sea al que estemos llamados.

Este encuentro con la mujer samaritana es muy bonito, es una especie de unidad de Jesús, está ahí para dar vida si queremos la vida.

Ahora entonces tendremos un momento de silencio. Os animo a que estéis en silencio y escuchando, vuestros deseos más profundos... ¿quiénes sois? y... ¿qué queréis?, ¿cómo sois llamados a convertiros en un hombre o una mujer de paz...?
Si tenéis vuestra Biblia, que espero que la tengáis, leed el capítulo cuarto de san Juan...

Seguridad / Autor: P. Jesús Higueras


Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón,
Y él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: "Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.
Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados.Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis.
Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre.
Alegráos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas.
"Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto.
¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas.
(Lc 6, 17, 20-26)

Todo ser humano ha nacido para encontrar la felicidad. Es incuestionable. Por eso, Jesucristo, en su primer discurso importante habla de felicidad, que es lo que quiere decir bienaventuranza. Ya antes, Jeremías, se atreve a poner una maldición en labios de Dios: “maldito el que confía en el hombre y pone en la carne su fuerza”. Esto es, en definitiva, lo que nos podría estar pasando a todos nosotros, cuando
ponemos nuestra confianza en las cosas humanas.

Si nos hiciéramos una pregunta muy sencilla -¿dónde está mi seguridad? ¿Qué es aquello que más seguridad me da en la vida?-, veríamos como la ponemos muchas veces en las cosas que tenemos, en el dinero de una cuenta corriente, en una casa, en un coche, en unas vacaciones, en una buena figura física, en un aplauso social, en una posición bien ganada, en un sueldo, e incluso en una persona.
Jesucristo es capaz de ir mucho más allá de todo eso y decir que esos no son los motivos para que un hombre esté seguro y encuentre así la felicidad. Que mientras vivamos en un mundo en el que se nos mide por lo que tenemos, y se nos admire por lo que parezcamos y no por lo que seamos en el corazón, nunca vamos a encontrar la verdadera felicidad. Por eso Jesucristo dice que felices son los pobres, los que lloran, los que tienen hambre, los que son perseguidos por causa de la justicia. Porque todas esas personas han sido capaces de sobrepasar las fronteras del puro tener, y siguen siendo humanos, y siguen teniendo la misma dignidad, y siguen amando a todos y siendo los amados de Dios, y en definitiva deberían ser los amados de los hombres aunque no tengan nada.

Qué fácil es rezar, sonreír, ser optimista y llevarse bien con la vida, cuando tengo de casi todo. Tengo familia, tengo una modesta posición económica, tengo trabajo, tengo, tengo... Pero, ¿qué sería de mi estabilidad emocional, o de mi fe si me faltan las cosas que tengo? -la salud, mi puesto de trabajo, mi familia, mi dinero,... - ¿sería siempre el mismo ser encantador que creo ser ahora? En la medida que yo cifre todo mi bienestar, incluso espiritual, en las cosas que tengo, me estoy equivocando. Las Bienaventuranzas son una llamada a poner nuestra mirada en la transcendencia. Lo que hoy tenemos, pasa, termina, no es fuente de felicidad, y mientras que un cristiano no esté convencido de esto, mientras que un cristiano no haga una opción verdadera por buscar el reino de Dios y su justicia, es decir, por buscar primero las cosas del corazón, las que no se ven, las cosas de la intimidad con Dios antes que las cosas materiales, se está equivocando. ¡Cuántos problemas innecesarios aparecen por no tener esto claro! Si te preguntaran ahora mismo cuál es el motivo de tu tristeza, de tu dolor, te darías cuenta que no eres capaz de renunciar a tantos dones, no solamente materiales, sino también personales y espirituales que tienes. No te define lo que tienes, te define lo que eres. ¿Quién eres? ¿Qué quieres? ¿Cuál es tu concepto de felicidad?. Son las preguntas que te hace este domingo el Señor en el Evangelio.

jueves, 13 de septiembre de 2007

14 de Sept: Exaltación de la cruz:/ Autores: P. Jordi Rivero y Alessandro Pronzato


REFLEXIÓN: ¿POR QUÉ VENERAMOS EL CRUCIFIJO SI YA JESÚS HA RESUCITADO?

La cruz es parte inseparable del misterio pascual que incluye pasión, muerte y resurrección.

La revelación del amor perfecto es la cruz mientras que la resurrección es su victoria. La cruz le costó a Jesús inmensos sufrimientos los cuales aceptó libremente por nosotros. La resurrección no le costó nada. Es la manifestación de su gloriosa victoria.

La Cruz, es mencionada explícitamente 29 veces en el Nuevo Testamento. Muchas mas veces se refiere a ella sin usar la palabra exacta. No es el madero en su sentido material en lo que ponemos nuestro corazón sino en Jesús que por nosotros colgó de el. El es quién nos atrae. Jesús nos dijo:

Y yo cuando sea levando de la tierra, atraeré a todos hacia mí. -Juan 12,32

Cristo transformó el sentido de la Cruz. Antes era la vergüenza e ignominia mas grande posible, ahora es la gloria y la victoria máxima.

Al contemplar a Jesús en la Cruz tomamos conciencia de la seriedad de nuestros pecados, del amor que nos tiene y de la redención. Amor a la Cruz nos comunica la gracia para ser fieles en nuestras cruces unidas a la Suya.

San Pedro y San Pablo proclaman la cruz sin cesar.

¿Acaso no sabían ellos que Cristo ha resucitado? Claro que sí, pero comprendían la importancia de tenerla siempre presente porque ella es el poder de Dios contra todas las fuerzas infernales: las fuerzas de la carne, es decir de nuestro ego. La carne tiende a su placer, su conveniencia, su engrandecimiento; la cruz pone a muerte todo eso para que reine el Amor

Hechos 2,36
«Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado.»

Gálatas 2,19
En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado

Gálatas 5,24
Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias.

Gálatas 6,14
"Lo que es a mi, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mi, y yo para el mundo."

I Corintios 1,13
¿Esta dividido Cristo? ¿Acaso fue Pablo crucificado por vosotros?

Los cristianos siempre hemos tenido la Cruz como signo del amor y poder de Cristo. Hay amplia evidencia que desde los primeros siglos se levantaban cruces como signo de la fe en Cristo.

A los que nos atacan por llevar la cruz en el cuello o tenerla en un lugar de honor en nuestras casas o por erguirla sobre un lugar visible, hemos de responder con San Pablo:

Pues la predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan - para nosotros - es fuerza de Dios. -I Corintios 1,18

Nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. -I Corintios 1,23-24

La Cruz, sea que tenga representado el cuerpo de nuestro Salvador o no, es el mismo signo. Pero los católicos solemos representarla con Su cuerpo por el valor que tiene contemplar sus pasión, el amor con que nos salvó.

Jesús nos ordenó a abrazar también nosotros la cruz: "Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" -Mateo 16,24

¡Te adoramos oh Cristo y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste al mundo! -Amén.

PADRE JORDI RIVERO

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REFLEXIÓN: LLEVAR LA CRUZ

Pero no existe solamente la cruz de Cristo, existe también nuestra cruz.

Y, entonces, ¿cuál es esta cruz? Amigo, quiero decirte dos palabras, a este propósito, con mucha claridad, como se hace entre verdaderos amigos.

Tenlo presente. La cruz que no te va bien es precisamente la tuya.

La cruz no es un vestido, ni un par de zapatos, que te deben venir a la medida. La cruz jamás va a la medida de tu gusto y de tus exigencias particulares. Desgarra, magulla, araña, arranca la piel, aplasta, doblega...

Y, sin embargo, no hay duda. Para que sea de verdad tuya, la cruz no debe irte bien. Por cualquier lado que la mires, la cruz nunca va bien.

Tampoco a Cristo le iba bien su cruz. No le fue bien la traición de Judas, el sueño de los apóstoles, la conjura de sus enemigos, la fuga de los amigos, las negociaciones de Pedro, las burlas de los soldados, el grito feroz del pueblo.

La cruz, para que lo sea, no debe irte bien.

Esa cruz que te viene encima en el momento menos oportuno -una enfermedad que te pilla mientras tienes muchas cosas que hacer y que te echa por tierra un montón de proyectos -es la "tuya".

Esa cruz que nunca hubieras esperado -aquel golpe cobarde que te ha venido de un amigo, aquella frase que tenía el chasquido de un latigazo, aquella calumnia que te ha dejado sin respiración- es "tu" cruz.

Esa cruz que tú no habrías elegido nunca entre otras mil -"una cosa así no debía sucederme a mí"- no hay duda: es "tu" cruz.

Esa cruz que te parece excesiva, disparatada, desproporcionada a tus débiles fuerzas -"es demasiado, no puedo más"- no pertenece a los otros: es la "tuya".

No te hagas ilusiones. No existe una cruz a la medida.

Para ser cruz tiene que estar fuera de medidas.

Intenta buscar. Registra por todas partes. Examina todo bien.

Valóralo con atención. Y, si encuentras al final la cruz que te va bien, tírala. Esa, ciertamente, no es la tuya.

Las señales para reconocer si una cruz es tuya son desconcertantes: imprevisión, repugnancia, malestar, imposibilidad, inoportunidad, sentido de debilidad.

Si una cruz se te presenta como antipática, desagradable, excesiva, demasiado ruda, insoportable, no dudes en cargar con ella. Te pertenece.

Por otra parte, no importa que no sea "tuya" en el momento de partir. Llegará a serlo durante el camino, a través de una cierta familiaridad que se establecerá entre tú y ella.

Al principio se te presentará como si te fuera extraña.

Después descubrirás que es verdaderamente tuya.

Sólo llevándola te darás cuenta de que esa cruz es "tuya".

Esto no quiere decir, entiéndase bien, que las relaciones entre tú y la cruz se hagan idílicas, que todo marche bien. Con la cruz no hay nada que marche bien. La cruz marca surcos profundos en las espaldas y en el corazón.

Pero, a pesar de todo, se establecerá una familiaridad. Una familiaridad sufrida, pero justificada por el sentido que se descubre poco a poco, caminando. Y aun cuando el significado no aparezca claro, siempre está la fe que te invita a dejarte conducir de la mano de alguien que sabe.

No eres tú quien tiene que saber.

FE/QUÉ-ES: Fe, quiere decir simplemente, saber que él sabe, aun cuando tú estés a oscuras.

Adelante, pues, con esa cruz que no te va bien. Con la cruz que no está hecha a medida.

Lo que cuenta no es que la cruz esté hecha a tu medida.

Lo esencial es que tú seas a la medida de Cristo.

ALESSANDRO PRONZATO

Carta a Dios de Josefina, Prostituta


Dios mío:
Aunque ya tengo 75 años y estoy a punto de juntarme contigo, sé que tú me conoces desde antes de nacer y sabes los problemas que pasó mi madre, que era una niña de quince años que, de pronto, se dio cuenta de su embarazo, y cuando se lo contó a sus padres la echaron de casa, y el novio, que era bastante mayor que ella, no quiso saber tampoco nada de mí, así que la pobrecita nada más dar a luz me tuvo que dejar en la beneficencia.

Y tú, Dios, sabes lo duro que es criarse en colegios de niños pobres, que no teníamos padres. Aunque el recuerdo más antiguo que tengo del colegio es que estuve nueve o diez años sin volver a ver a mi madre... No iba a verme nadie. Y las monjas, que las había de todo, dulces y secas, no se hacían conmigo, porque yo lloraba mucho de pena y cerraba los ojos y me parecía ver la cara de mi madre, y se ve que, por la pena, me hacía pis en la cama, y más que se enfadaban las monjas y me mandaban a clase con las sábanas meadas, puestas alrededor del cuello, para que los otros niños se rieran, y, claro, también me tenían asco, y no me extraña. Yo creo que por eso siempre que hablo me pongo la mano en la boca, para no molestar a nadie con mi olor, porque entonces los niños se alejaban todos de mí, porque olía mal.

Mi madre era una pobre niña analfabeta que me abandonó porque no sabía qué hacer conmigo ni con su vida, pero yo estoy segura de que, si ella hubiera tenido posibles, me habría criado como una buena madre. Pero, después de dejarme a mí, ya todo fue de mal en peor, y el niño que tuvo con mi padrastro se lo dejó a unos vecinos, que lo tuvieron que traer también a mi colegio, porque mi madre no aparecía, y las monjas pensaron en darlo en adopción. Por eso, cuando yo preguntaba por él, no me dejaban juntarle, ni me querían decir que era mi hermano, pero todas las niñas del pueblo lo sabían muy bien, y yo le buscaba por todos los rincones.

Y cuando me castigaban más fuerte, que me metían con las sábanas meadas en la habitación de las cajas de muerto, pero sin muerto, yo lloraba tanto y te pedía que me muriera allí mismo o que apareciera mi madre. Tú lo entenderás, seguro, porque para una niña es muy duro no tener a su madre ni ser la preferida de ninguna monja... Y yo no sé cómo podía hacerlo, pero trepaba por la pared, como una gatita, hasta la ventana para llamar a mi madre, y a veces se asomaba mi hermano... y ya me quedaba contenta con su cara en el pensamiento. Decían que yo iba a ir al infierno, por mala, pero yo pensaba que peor que allí no se podía estar en ninguna parte, y me imaginaba tu cara de Dios y la de tu madre, que estaba en la capilla, y me quedaba tranquila y dormidita, como si ella me cogiera en sus brazos, porque ella sabía bien que yo lo que necesitaba era el amor de una madre. ¿A qué tú no te enfadabas porque yo mirara para atrás en la capilla, y no era para castigarme tanto por eso? Perdona si te molesté, pero yo no es que no tenga interés por ti, que lo tengo, y mucho, desde siempre, pero es que era muy niña y me aburría.

Mi madre decía que las monjas eran muy buenas porque dejaron que mi hermano naciera en la beneficencia, yrecogían a todos los viejos y niños abandonados. Y sí que las había de todo, buenas y un poco menos, pero cariñosas conmigo no lo fueron nunca. Decían que yo soy una desabrida, y debe de ser verdad, porque toda la vida me lo ha dicho todo el mundo. Y ahora que ya soy vieja es normal, Dios, que sea todavía más seria o tenga cara de amargada.

Pero tú siempre has estado a mi lado, y cuando tuve diecisiete años y tuve que marcharme del colegio, mi madre, que era una trabajadora decente, ni prostituta ni nada, que no podía casarse por la Iglesia con mi padrastro por tener una hija de soltera, volvió a buscarme y me llevó a una casa a servir. Aquello fue tan difícil con aquel militar que me decía: «Pepa, quítame las botas», «Pepa, tráeme un vaso de vino», «Pepa, más rápido»... Era como mi dueño, y su lengua era igual que un látigo, así que me marché a otra casa, y luego a otra, y los señores eran, no como ahora, muy exigentes y duros, y yo no sabía hacer nada de una casa, y me regañaban y me pegaban y me hacían otras cosas que no puedo contar... y sin decirle nada a mi madre, que tampoco tenía tiempo para ocuparse de mis cosas, que bastantes penas tenía con las suyas, me fui a las monjas del servicio doméstico, que me ayudaron, hasta que me encontré con otra del colegio que me llevó a su pensión y me dijo que a ella todo le iba muy bien y tenía dinero para vivir...

Ahí fue lo más difícil de todo, cuando yo, que era una niña, tuve que trabajar en la prostitución para poder pagarme la pensión, y tenía que hacer todas las cosas que los hombres me pedían, y se enfadaban conmigo porque era sosa, y me pegaban y me echaban y pedían que fuera otra... así que la dueña de la pensión me enseñó que había que sonreír siempre a los clientes, que me comiera mis lágrimas, que ellos pagaban para divertirse y... aprendí a no enseñar a nadie lo que tenía por dentro y a hacer cosas que nunca me atrevería a contar a nadie, pero que solo tú, Dios, las sabes perfectamente, porque estabas siempre a mi lado, y a mí me gustaba ponerme una estampa en la ropa interior para recordarte aun en los momentos más difíciles y con los clientes más extraños. Siempre te he pedido ayuda y siempre me la has dado. Estoy segura de que, cuando estaba en aquel infierno y empecé a beber para soportarlo, tú estabas a mi lado ayudándome para que no me quitara la vida, que era lo que me venía una y otra vez a la cabeza.

Como estuve tantos años bebiendo y prostituyéndome, nunca quise volver al pueblo en que nací ni conocer a nadie de allí, para no manchar la vida de mi madre, a la que, pobrecita, vi poco antes de morir y pude cerrarle los ojos y enterrarla, sin decirle nunca cuánto la quería, pero se lo di a demostrar. Nunca se me quitó la cara de tristeza y amargura, me lo decían los clientes y las señoras de las pensiones, que te explicaban cómo te tenías que portar para que se fueran contentos. Yo nunca supe si fui de las caras o de las baratas. Tampoco entendí por qué me echaban de la habitación y pedían otra más simpática.

Señor, no entiendo cómo no me acuerdo de lo que comí ayer y me acuerde tan bien de todas estas cosas que me pasaron de niña o de joven. Y todavía se me escapan las lágrimas al recordarlo. Yo siempre he creído en ti, y por eso nunca he hecho mal a nadie, más que cuando me enfado demasiado, porque ya sabes que cogí aquella enfermedad de un cliente y desde entonces tengo el cuerpo mal y la cabeza aún peor, pero no soy mala persona.

A mí, en realidad, no me ha querido nunca nadie en la vida. El Vasco, a su manera, me quiso. Como era el hijo de la jefa de la pensión, tenía que echarnos la bronca, pero conmigo siempre se portó como un señor. Y yo le entregaba todo lo que ganaba y me protegía y me daba cariño. Y yo le quería con toda el alma. Se murió y ese no hizo nuncamal a nadie, y seguro que está contigo, aunque si dicen que no hay infierno ni purgatorio, que ya sufrimos aquí bastante, seguro que mi madre está contigo y mis hermanos y... poca gente más que yo haya querido también. Y me esperarás a mí, para que me junte contigo y con mi madre, y se me quitará la cara de amargura que tengo y me pondré contenta para siempre.

Ahora he aprendido, con gente instruida, que siempre he sido una marginada. Tú sabes, Dios, que a mí nunca me gustó esa profesión y ni he sido feliz ni he podido hacer feliz a nadie. Y menos mal que no he tenido hijos, que otras compañeras sufren mucho echándoles de menos cuando ven a jóvenes en el autobús y se imaginan que pueden ser los hijos que les quitaron y viven en una institución o en otra familia... eso sí que debe de doler... y yo no tengo esa pena, que creo que es la única que me falta.

Uno de mis recuerdos agradables es el Vasco, y cada aniversario de su muerte le echo un cartón de vino por la tumba, porque le gustaba mucho beber, y pienso que, si se entera, que por lo menos vea que le sigo queriendo, que fue el hombre de mis sueños. El se casó y tuvo su felicidad, que era lo que yo quería para él, lo mejor. Y el peor recuerdo que tengo es cuando un médico me dijo que había estado embarazada, pero que ya se había estropeado todo...

No tuve que abortar, pero con esta pena se fue mi instinto de madre y de mujer.
Entonces eran malos tiempos, los hombres te pegaban, te intentaban robar, te podían hacer lo que quisieran, y encima la prostitución estaba perseguida, así que los policías también te podían hacer lo que quisieran y tú te tenías que callar a todo. Yo creo, Señor, que no pecaba, que pecado es hacer daño a alguien, y yo nunca se lo he hecho más que a mí misma... y tú no estarás enfadado conmigo, porque ya sabes que no sabía qué otra cosa podría hacer.

Ahora todo ha cambiado. Me han dado una casa para vivir con otra mujer —un estudio le llaman—, pero yo creo que, como soy tan rara, no puedo vivir con nadie, así que será mejor que espere a que se me acabe la vida en la pensión. No me tratan muy bien, porque además soy un poco cascarrabias, porque mi cabeza no anda bien, pero me molesta que entren a mi habitación y me la registren. El otro día mi Niño Jesús, ese en el que tú estás de pequeño en una piel de borreguito, me lo habían cambiado de sitio, y me enfadé mucho. Yo sé que no es fácil vivir conmigo, por eso es mejor que no coja el estudio ese que me dan del ayuntamiento.

Hace unos años estuve yendo a unos talleres en los que enseñaban a mujeres de la calle a ser más personas, a coser, a quererse más a sí mismas y a llevarse mejor con los otros, y lo pasé muy bien, porque fue el tiempo de mi vida en que alguien me preguntaba por mi salud, se acordaba de mi cumpleaños o le importaba a alguien, pero a los cinco años te tenías que marchar a la fuerza... y fue una pena. Tuve que volver a las mismas.

Tengo suerte porque encuentro comedores donde desayunar y comer, y así me paso el día entre los transportes y hablar con unos y otros, que están igual de mal. Y ahora que han venido tantos de fuera y no tienen de nada, esto está muy difícil, y hay que hacer colas muy largas. Pero te dan muy bien de comer por nada. Paso muchas horas en la habitación, pero cuando más me acuerdo de hablar contigo es por las noches. No sé por qué será, y entonces lloro, y hablo con tu madre, porque tú sabes mi verdad del todo.

También me gusta ir a una iglesia y hablar contigo, pero no comulgo, que me gustaría, porque sería un sacrilegio hacerlo sin confesar, así que, ya sabes, te pido que me des un par de añitos más para que me dé tiempo a ponerme a bien contigo. Llevo en mi cartera tu foto, y ya sabes tú bien que me gusta mucho hablarte, como esta mañana, cuando estaba en la cola de las entradas de toros, para que un señor las revenda, me he pasado el rato hablando contigo y pidiéndote por todos los borrachínes y gente como yo que andaba en la misma cola. Tú nos conoces bien a todos. Tú eres el rey de los reyes y el juez de los jueces, pero sé muy bien que tú eres misericordioso, y yo creo que no nos vas a castigar.

Hoy quiero darte las gracias por todo lo que me has ayudado siempre, y te pido que sigas a mi lado hasta que sea el final. No me dejes sola ni un momento, por favor, te lo pido, Dios.

En "50 Cartas a Dios". PPC

Conocer la voluntad de Dios es "hacerte disponible" / Autor: Jean Lafrance


El orante tiene por misión estar en pie delante de Dios, en su presencia. Subyacente a este ponerse en presencia de Dios, existe la convicción de que Dios conoce el corazón del hombre: "Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía". Conocer a Dios o ser conocido por él, es ponerse en relación con El, ser introducido a su intimidad, experimentar su presencia, participar de su vida.

Dios está cerca de ti y te ve. Dios está atento a tu oración, escucha, oye, está cerca, acoge, te da audiencia. "Pues Yahvé ha oído la voz de mis sollozos. Yahvé ha oído mi súplica. Yahvé acoge mi oración" (Salmo 6)

Dios no es tan sólo un oyente pasivo que registra tus peticiones, él te contesta y entabla un diálogo contigo: "Yo te llamo, que tú, oh Dios me respondes" (Salmo 17) "Mi corazón tu sondeas, de noche me visitas" (Salmo 17) De hecho Dios vuelve su rostro hacia ti y de este modo te salva.

Muy a menudo, es por no comenzar por esta puesta en la presencia de Dios Santo y cercano por lo que tu oración se convierte en monólogo. No empleas bastante tiempo en recogerte para llegar a la oración pacificado interiormente. Antes de entrar en oración, camina con calma, respira profundamente y pon todas tus preocupaciones y cuidados en manos del Señor. Aunque pases diez minutos en tomar tan sólo conciencia de esta presencia, no habrás perdido el tiempo. Luego te abres totalmente con el Espíritu Santo que hará el resto alimentando tu diálogo con el Padre.

Recuerda muy bien esto: estás delante, estás cerca, eres visto, eres escuchado, eres amado. "Pongo a Yahvé ante mí sin cesar, porque El está a mi diestra, no vacilo (Salmo 16).



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Estás aquí en el centro de la vida cristiana, pues todo se reduce finalmente, a descubrir la voluntad de Dios y cumplirla. Pero si es verdad que te resulta fácil discernir esta voluntad a través de los mandamientos, dudas a menudo de que puedas descubrir lo que Dios espera de ti, en particular en tu situación presente.

Si quieres conocer la voluntad de Dios, la condición es "hacerte disponible", es decir, ante una opción que tengas que hacer, el rehusar o preferir tal o cual alternativa, abandonando todo prejuicio que impida a Dios el darte a conocer en que dirección quiere que te comprometas. En una palabra no debes tener ninguna idea sobre la cuestión y aceptar entrar en los planes de otro que desvía siempre los tuyos.

Es tal vez la disposición fundamental para realizar una elección según Dios. Pero tal vez te hagas una pregunta: ¿cómo hacerme disponible si no lo estoy? Te diría que es preciso que te detengas, que te distancies de ti mismo y que interpeles a tu propio juicio. Son otras tantas actitudes que se viven bajo la mirada de Dios, en la oración, para descubrir las resistencias a la voluntad de Dios.

Puede ocurrir que a través de esta oración, Dios te muestra claramente lo que espera de ti, pero no es ésta su costumbre; prefiere hablarte por medio de signos. No tomes demasiado pronto tus buenas intenciones por voluntades de Dios.

Hay también otra manera de descubrir esta voluntad, y es interrogar a tu afectividad profunda. Si gozas de una paz duradera y de una verdadera alegría, puedes decir que los proyectos que acompañan a tus sentimientos son queridos por Dios, pues el Espíritu Santo obra siempre en la alegría, la paz y la dulzura. Si por el contrario estás triste, desanimado e inquieto, puedes suponer que el proyecto está inspirado por el espíritu del mal. No puedes tener ninguna certeza si te fías del sentimiento de un solo instante. Por el contrario, si, a lo largo de un período más o menos dilatado, tal decisión va siempre ligada a la alegría y su contraria a la tristeza, hay motivo para creer que es Dios quien te envía la consolación del Espíritu y te sugiere que realices la acción correspondiente.

Con mucha frecuencia la paz se estabiliza en tu corazón después de esa opción libre. La experiencia de consolación o desolación que sigue a la elección confirmará esto último y te indicará claramente si estás en la voluntad de Dios.

Poco a poco lograrás realizar elecciones verdaderamente espirituales, interpretando de manera cada vez más clara los signos de Dios, ya se trate de grandes decisiones que comprometan tu existencia o de opciones relativas a tu vida diaria. Por otra parte, esta educación de tu libertad deberá continuarse toda tu vida y cuanto más fiel seas en la respuesta a las solicitudes del Espíritu, más fácilmente descubrirás lo que te pide.



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Jesús invita a todos los que le reciben a comer cara a cara con el Padre, pero pone condiciones: "Estate presto, con tu lámpara encendida (Mt 25,7), ceñida la cintura, con el vestido de bodas (Mt 22,11)" Para eso debes velar en la oración, en el lugar oportuno (Mt 24,44) pues el dueño va a venir a buscarte tarde, a la noche o al amanecer (Lc 12,38). Debes estar pronto a marchar y dejarlo todo. Por eso debes velar y orar, con perseverancia para no perder el momento de su venida.

Si quieres entrar en la comunión con Cristo, debes compartir su éxodo, abandonando el equipaje inútil y dejándolo en consigna para iniciar el camino. No tengas ningún cuidado: lo encontrarás al otro lado, a la llegada. Dios se cuida de ello, y ha contratado un servicio de recuperación por el que encontrarás todo multiplicado por cien (Lc 18,29-30). El equipaje más pesado que tienes que abandonar eres tú mismo (Lc 9,23). Deja todo y déjate guiar únicamente por la palabra de Dios (Hb 11,8)

Tal vez te preguntes: ¿ por qué he de abandonar todo aquello en lo que me apoyo para ir hacia Dios? Todas estas criaturas son buenas y reflejan la imagen del Creador. Pero por muy hermosos que sean los rostros y por muy buenos que sean los seres con los que te tratas, debes abandonar todo esto. ¿es preciso dejar todo esto? Y Cristo te dice: "déjalo todo".

Para comprender esto tienes que recibir una luz extremadamente profunda sobre la santidad de Dios y sobre la nada del hombre. Poco a poco, Dios apartará su mano y le verás de espalda, porque su rostro no puedes verlo. Como Moisés, cae de rodillas sobre el suelo y mantente en adoración.

La palabra del Señor da frutos... y en abundancia / Autor: Michel Quoist


Mientras no aceptes verdaderamente tus límites, no podrás construir nada sólido, pues te pasas el tiempo deseando los instrumentos que están en manos de los demás, sin darte cuenta que tú también posees otros, diferentes pero igualmente útiles. No niegues tus límites, sería desastroso. Negarlos no los suprime. Si existen, ignorarlos sería darles una fuerza misteriosa de destrucción contra tu vida. Por el contrario, míralos de frente, sin exagerarlos, pero sin minimizarlos tampoco. Si puedes cambiarlos en algo ¿qué esperas para hacerlo con calma y perseverancia? Si no puedes hacer nada, acéptalos. No se trata de resignarte, inclinando la cabeza, sino de decir SI levantándola. No se trata de dejarse aplastar, sino de soportar y ofrecer.

Tranquilízate. Dios te observa y a sus ojos, no eres ni menos grande ni menos amado que cualquier otro hombre. Ofrécele tus preocupaciones, tus penas, tus pesares... y cree más en Su poder que en tu eficacia.

En la medida en que compruebes, aceptes y ofrezcas tus limitaciones a Dios, descubrirás que tu pobreza se convierte en una inmensa riqueza.

No es humildad creerse el más desprovisto de todo. El humilde auténtico nada teme, ni siquiera a sí mismo, ni sus cualidades, ni sus límites, ni a los demás, ni las cosas. Teme a Dios. Cuando recibes un regalo de un amigo, abres el paquete, lo miras, lo admiras y se lo agradeces. El Padre del Cielo te ha hecho muchos regalos. A menudo no osas mirarlos ni alegrarte de ellos. Los regalos del Padre no son para tu uso personal. Son para los demás y para El. Cuanto más hayas recibido para ser y tener, tanto más responsable eres. De modo que, si algo hay que temer, no es el reconocimiento de tus cualidades, sino el no emplearlas.

Acéptate a ti mismo, pero acéptate también frente al otro. Sé tu mismo. Los demás te necesitan, tal como el Señor ha querido que fueras. Dite a ti mismo: voy a llevarle algo, pues nunca se encontró con alguien como yo y nunca se encontrará, pues soy una persona única salida de las manos de Dios.

En cierto sentido somos incompletos. Todos los hombres reunidos forman la humanidad y en Cristo, el cuerpo místico. Tus límites son una invitación a la unión con todos los demás, en el amor. Sólo desea lo siguiente: ser plenamente, sin tachaduras, aquel que Dios quiere que seas... y serás perfecto.

Una franca lucidez, un acto leal de ofrenda en la Fe te liberará definitivamente de tus ataduras y por fin serás tú mismo. Sólo con esta condición triunfarás y podrás ayudar a los demás.

Oración del maestro / Enviada por Marta Anguita


Señor, concédeme poseer la ciencia necesaria en mi profesión de maestro, para ser competente en el arte pedagógico. Enséñame a vivir unido a los alumnos con el vínculo de la caridad, a colaborar con sus padres, a estimular sus cualidades personales de estudiante, y a saber orientarlos en su educación con el consejo y la amistad.

Santa María acompañanos siempre en nuestro caminar hacia el Maestro de Maestros, tu Hijo y Señor Nuestro, Jesucristo.
Amén!

Esperanza / Enviado por Vivy


No abandones la esperanza. La esperanza te da la fuerza para
seguir adelante cuando sientas que ya nada te importa.


Nunca dejes de creer en Dios. Mientras creas que puedes lograrlo, tendrás un motivo para intentarlo.


No dejes que nadie retenga tu felicidad en sus manos; sujétala en las tuyas para que siempre esté cerca de ti.


No esperes que lo que deseas venga a ti. Búscalo con toda tu alma, sabiendo que la vida te encontrará a la mitad del camino.


No sientas que has perdido cuando tus planes y sueños no alcanzan a cumplir tus anhelos. Cada vez que aprendes algo nuevo sobre ti o sobre la vida, has avanzado.


No hagas nada que disminuya tu propio respeto. El estar satisfecho con uno mismo es esencial para estar satisfecho con la vida.


Nunca te olvides de reír ni dejes que el orgullo te impida llorar.
Cuando reímos y lloramos es cuando vivimos a plenitud.

El fusil por el Rosario / Autor: Jorge Enrique Mújica, L.C.



Matilde de Luis entró en el ejército español en 1999. Especializada en la construcción y reparación de puentes, fue destinada a trabajar por la paz en la zona conflictiva de Kosovo en septiembre de 2002.

Como buena “pontonera” se encargó de reconstruir los puentes que habían sido destruidos por las bombas. Presenció en primera persona el horror dejado por la guerra: miedo, escasez de alimentos, carencia de servicios de agua, luz o drenaje, enfermedad… Así, en medio de aquel triste espectáculo comprendió que el mundo debía cambiar y que para conseguirlo la primera en cambiar debía ser ella.

Después de seis meses en los Balcanes y tras una reflexión firme y meditada manifestó una decisión que hacía girar su vida 180 grados ante la sorpresa y pasmo de todos. “No sabía qué hacer -revela Carlos de Luis, papá de Matilde-; se lo dije a mi mujer y me puse a caminar por la calle pensando en la decisión de mi hija. Hoy no dudo en sentirme feliz, pues no he perdido una hija sino que he ganado quince”.

Matilde de Luis decidió ingresar en el ejército de Dios y consagrarse como monja de clausura en el monasterio de la Purísima Concepción de las Clarisas de Salamanca, España. El 1 de octubre de 2006 entregaba su uniforme militar y tomaba el hábito negro de las religiosas clarisas. En su mente tenía grabadas aquellas sentidas palabras que le había dicho su capitán cuando le comunicó su decisión: “No dudo que serás tan buena soldado de Cristo como lo has sido del ejército”.

“Cambie el fusil por el Rosario” -dijo sor Matilde de Jesucristo- . “Me siento bien porque sé lo que quiero. Estoy ante la verdad más importante de mi vida. Nunca he estado tan segura de querer hacer algo, aunque también sé de antemano que me va a costar muchísimo. Pero si de algo estoy segura, es que se trata de lo que Dios quiere para mí”.

Mientras vivamos tendremos necesidad de decidir. La diferencia en cada decisión radicará en el modo en el que abarca y compromete toda nuestra existencia… para bien o para mal.

Por estos días muchos jóvenes en todo el planeta han hecho “la elección” de sus vidas. En un mundo que necesita quien haga algo para cambiarlo no está de menos valorar a quienes consagran su ser enteramente por amor a todos los hombres y a Dios poniendo su granito de arena en la búsqueda de ese cambio.

Benedicto XVI dice que hay que evitar medios que degraden la dignidad de los prisioneros


El Papa recibió en Castelgandolfo a los participantes en el XII Congreso mundial de la Comisión Católica Internacional de los Capellanes de Prisión, que se celebra estos días en Roma y cuyo tema es: "Descubre el rostro de Cristo en cada prisionero".

El Santo Padre puso de relieve que el ministerio de los capellanes de las cárceles "requiere mucha paciencia y perseverancia. A menudo hay decepciones y frustraciones. (...) Este ministerio, animará a otros en el ámbito de las comunidades cristianas locales a unirse a vosotros para realizar estas obras de misericordia corporales, de modo que se enriquezca la vida eclesial de la diócesis. Asimismo, atraerá a quienes servís al corazón de la Iglesia universal, especialmente por medio de su participación regular en la celebración de los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía".

"Los capellanes y sus colaboradores están llamados a ser heraldos de la compasión y del perdón infinitos de Dios. Cooperando con las autoridades civiles, tienen la ardua tarea de ayudar a los prisioneros a volver a descubrir un sentido a su vida, de modo que con la gracia de Dios, puedan reformar sus vidas, reconciliarse con sus familiares y amigos y, en la medida de lo posible, asumir las responsabilidades y deberes que les capaciten para llevar una vida recta y honesta en la sociedad".

Benedicto XVI subrayó que las instituciones judiciales y penales "deben contribuir a la rehabilitación de los transgresores, facilitándoles su paso de la desesperación a la esperanza y de la inestabilidad a la fiabilidad. Cuando las condiciones en la cárceles obstaculizan el proceso de recuperación de la autoestima y la aceptación de los deberes relacionados con ella, esas instituciones dejan de cumplir uno de sus objetivos esenciales".

"Las autoridades públicas -terminó- deben estar atentas en este ámbito, evitando todos los medios de castigo o corrección que socaven o degraden la dignidad humana de los prisioneros. En este sentido, reitero que la prohibición de la tortura "no puede ser infringida en ninguna circunstancia".

"No damos catequesis, somos catequistas". / Autor: Marcelo A. Murúa


En forma permanente resuenan en mí estas palabras que vengo escuchando desde hace tiempo, en distintos lugares, junto a diferentes personas. Las recuerdo en reuniones de la Junta Nacional de Catequesis, en cursos y talleres que he compartido a lo largo de muchas diócesis del país, hace muy poco en el Encuentro Anual de Catequistas de Buenos Aires (EAC, 12 de marzo 2005).

Al escribirlas (y seguramente a tí al leerlas) me surgen del corazón y la memoria los rostros de tantas personas que el Dios Bueno me ha permitido conocer a lo largo de mi vida, que impregnaron en mí mismo, con su testimonio fecundo, el perfume de una vida de Catequista.

Pienso en mi mamá, mi primer catequista, que me leía aquellas historias fabulosas de los personajes bíblicos mientras almorzaba de pequeño.

Pienso en los queridos y recordados hermanos y sacerdotes marianistas, mis catequistas de la escuela, primaria y secundaria.

Pienso en doña Adela, la catequista del paraje "Costa del río Azul", cerca de El Bolsón, en los tiempos de misión (tan llenos de Dios).

Pienso en los nombres de mis amigos y amigas catequistas, con quienes he escrito, dado cursos, compartido reuniones diocesanas y nacionales.

Pienso en los miles de rostros que he conocido en tantas partes, anónimos, tan distintos, todos entrelazados por el mismo Espíritu.

Quiero hablar y compartir de lo que han visto mis ojos, y han escuchado mis oídos. Lo que han palpado mis manos y estrechado mis abrazos. Lo que he aprendido por el ejemplo y el testimonio. Lo que me ha contado el Dios Vivo en la vida de tantos hermanas y hermanas, que me enseñaron (y lo siguen haciendo) a descubrirme y re-conocerme en esta vocación compartida, apasionante, de "ser catequista".

Porque el Dios de la Vida ha tomado mi vida, y cambiado mi rumbo, para que me deje llevar (y tanto me cuesta) por su proyecto… soy catequista.

Porque el Señor Jesús, mi amigo y compañero, camina siempre cerca mío (aún cuando yo me alejo), y me ha enseñado a acercarlo a otros… soy catequista.

Porque la vida de tantos ha sido "campana" que ha hecho "resonar" la voz de Dios en mi existencia, y yo quiero también ser lo mismo para los que estén a mi lado… soy catequista.

Porque siento, como María (con más miedo), que El ha llenado mi vida (tan pequeña!!!) para que la entregue llevándolo a los demás y quiero que "se cumpla en mi persona su llamado (palabra)"… soy catequista.

Porque creo, con Jeremías, que "desde antes que naciera" el Señor ya me "soñaba", me "preparaba" y … soy catequista.

Porque El me llamó, pronunció mi nombre, y yo, desde entonces, lo intento pero todavía me falta tanto!!!… soy y quiero ser catequista!!!

Magnificat del Catequista

Le canto con toda mi vida
al bueno de nuestro Dios,
y quiero compartir con todos
que estoy lleno de alegría
porque el Dios Bueno me llamó
para ser catequista.
Yo no sabía nada ni lo merecía,
¡nunca me lo había imaginado!
Pero El se acercó,
me miró a los ojos,
tocó mi corazón
y me llamó por mi nombre: Catequista.
Todos los que me rodean
y me conozcan,
van a ver que soy feliz,
porque El ha tomado mi vida,
y la ha cambiado,
¡no saben cuántas cosas buenas El hace en mí!
¡Es el Dios de la Vida,
el totalmente Bueno, el Dios Amor!!!
Su bondad es enorme
y actúa en el mundo
por los siglos de los siglos.
A los soberbios y poderosos,
que se creen sabios o fuertes,
El no los tiene en cuenta.
En cambio a los humildes,
a los pobres, a los pequeños,
a los que están marginados…
El les abre sus manos para atenderlos,
su corazón está con ellos.
Es un Dios compasivo y lleno de misericordia.
No quiere que nadie pase hambre,
detesta la injusticia,
aborrece la indiferencia
y la falta de compromiso.
El quiere cambiar el mundo,
para que haya Justicia, Paz y Vida para todos.
Es su Promesa de Siempre,
desde Abrahán hasta nosotros.
Es su Voluntad
y nos llama a construirla.

Mi corazón está lleno de alegría
porque me llamó a ser Catequista.
Quiero anunciar su Palabra,
ser Testigo de su Presencia
y Constructor de su Reino.

Dios Bueno,
ayúdame a serte fiel
en mi vocación de Catequista
todos los días de mi vida.

- Que así sea -

María y los primeros cristianos / Autor: P. Ángel Peña Benito O.A.R.


El amor a María no es un invento tardío o una superstición introducida
por el emperador Constantino. Ya hemos visto los textos del Evangelio.
Y, si leemos el libro de los Hechos de los Apóstoles, veremos que
aquellos primeros cristianos del siglo I: Perseveraban unánimes en la
oración con María, la madre de Jesús (Hech 1, 14). No podían vivir solos,
necesitaban del apoyo y del amor maternal de María, para no equivocarse en
la fe. Y María les daba ejemplo y acudía con ellos a la misa diaria.
Dice el texto: Diariamente acudían unánimes al templo, partían el pan en
las casas (partir el pan o fracción del pan era la palabra usada en
aquel tiempo para hablar de la misa) y tomaban su alimento con alegría y
sencillez de corazón, alabando a Dios en medio del general favor del
pueblo. Y cada día, el Señor iba incorporando a los que habían de ser
salvados (Hech 2, 46-47).

Y el amor que los apóstoles y aquellos primeros cristianos tenían a
María, como madre de Jesús y madre suya, se lo transmitieron a las
generaciones sucesivas. A este respecto, debemos citar a los Santos Padres,
que son los escritores cristianos de los ocho primeros siglos (también se
considera entre ellos a San Bernardo, aunque es del siglo XII). Ellos
fueron santos y transmitieron la verdadera fe desde el principio, y la
Iglesia con su autoridad aprobó su doctrina, citándolos continuamente
como testigos privilegiados de la tradición cristiana primitiva. Ellos
son, hasta ahora, como la memoria viva de la auténtica doctrina
católica, tal como se vivía en los primeros siglos. Ellos nos transmiten lo que
siempre y en todas partes se creía en aquellos tiempos, lo cual es
fuente segura para saber cuál es la verdadera fe que Jesús enseñó. Ellos
compusieron el Credo (resumen de las verdades de la fe), fijaron con
claridad el canon de las Escrituras y precisaron la doctrina católica al
luchar contra los herejes. Ellos son los garantes y testigos de la
auténtica doctrina católica y, por eso, algunos concilios y Papas, incluso
hoy, acuden a ellos para confirmar sus enseñanzas. En el concilio de
Calcedonia, en el año 451, se comienza diciendo: Siguiendo a los Santos
Padres... Pues bien, nosotros también acudiremos a estos Santos Padres
para confirmar la doctrina sobre la Virgen María.

Ya en el siglo I, san Ignacio de Antioquía, en sus escritos, habla de
María como madre universal, recalcando su virginidad perpetua y su
maternidad divina. A este respecto, digamos que en el siglo II ya había
imágenes de María, pues se han encontrado cuatro imágenes de la Virgen con
el niño en las catacumbas de santa Priscila de Roma. En este mismo
siglo, se ha descubierto también la inscripción Ave María en la
iglesia-sinagoga de Nazaret, construida sobre la casa de José y de María. Sobre
esta iglesia, usada por los primeros cristianos, se había construido una
iglesia bizantina. Sobre la iglesia bizantina, los cruzados habían
construido otra iglesia. En el siglo XVIII, los padres franciscanos habían
construido otra iglesia más grande y, actualmente, en el mismo lugar
donde habían sido construidas estas iglesias, sobre la misma casa de José
y María, está construida la gran basílica de la Anunciación, que es
obra del arquitecto italiano Giovanni Muzio, y que fue consagrada el año
1969.

Los viajes de San Pablo / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM


Pablo inició su predicación en Damasco. Aquí la rabia de los judíos ortodoxos contra este "traidor" era tan fuerte que tuvo que escaparse dejándose bajar de la pared de la ciudad en una canasta. Al bajar a Jerusalén, fue suspiciosamente vigilado por los judíos cristianos porque no podían creer que él que tanto había perseguido se había convertido. De regreso a su ciudad nativa de Tarso, otra vez se unió Barnabás y juntos viajaron a Antioquía siriana, donde encontraron tantos seguidores que fue fundada por la constancia de los primeros cristianos. Fue aquí donde los discípulos de Jesús fueron llamados cristianos por primera vez (del Griego << Christos >>, ungido). Después que regresaron a Jerusalén, una vez más para asistir a los miembros de la iglesia que estaban escasos de alimentos, estos dos misioneros regresaron a Antioquía y después navegaron a la isla de Chipre; durante su estancia convirtieron al procónsul, Sergius Paulus.

Una vez más en tierra de Asia Menor, cruzaron las Montañas Taurus y visitaron muchos pueblos del interior, particularmente aquellos en que habitaban judíos. Generalmente en estos lugares Pablo primero visitaba las sinagogas y predicaba a los judíos; si ellos lo rechazaban entonces predicaba a los gentiles. En Antioquía de Pisidia, Pablo lanzó un discurso memorable a los judíos, concluyendo con estas palabras: Hechos 13,46-47 "Entonces dijeron con valentía Pablo y Bernabé: «Era necesario anunciaros a vosotros en primer lugar la Palabra de Dios; pero ya que la rechazáis y vosotros mismos no os juzgáis dignos de la vida eterna, mirad que nos volvemos a los gentiles. Pues así nos lo ordenó el Señor: Te he puesto como la luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra.»

Después de esto Pablo y Bernabé volvieron a Jerusalén donde los ancianos trataban el tema de la posición de la Iglesia, todavía en su mayoría de miembros judíos, hacia los gentiles convertidos. La cuestión de la circuncisión fue problemática porque para los judíos era importante que los gentiles se sometieran a este requisito de la ley judía. Pablo se mostró en contra de la circuncisión, no porque quisiera hacer un cristianismo fácil sino porque comprendía que el Espíritu ahora requería una circuncisión del corazón, una transformación interior. La ley no puede justificar al hombre sino sólo la gracia recibida por medio de Jesucristo. Vivir esta gracia es sin embargo un reto aun más radical que el que presenta la ley y exige entrega total. Esta llamada a la gracia y a la respuesta total hasta la muerte forma parte esencial de su enseñanza y de su vida.

La segunda jornada misionera, la cual duró del año 49 a 52, llevó Pablo a Silas, su nuevo asistente a Frigia, Galacia, Troas, y a través de tierra de Europa, a Filipos en Macedonia. Lucas el médico era ahora un miembro del grupo, y en el libro de los Hechos él nos da un relato que ellos fueron a Tesalónica, y después bajó a Atenas y Corinto. En Atenas Pablo predicó en el Areópago y sabemos que algunos de los estoicos y epicureanos lo escucharon y discutieron con él informalmente atraídos por su intelecto vigoroso, su personalidad magnética, y su enseñanza ética. Pero mas importante, el Espíritu Santo tocaba los corazones de aquellos que abrían su corazón podían comprender que Pablo tenía una sabiduría nunca antes enseñada.

Pasando a Corinto, se encontró en el mismo corazón del mundo griego-romano, y sus cartas de este período muestran que él está consciente de la gran ventaja en su contra, de la lucha incesante contra el escepticismo e indiferencia pagana. Él sin embargo se quedó en Corinto por 18 meses, y encontró éxito considerable. Un matrimonio, Aquila y Priscila, se convirtieron y llegaron a ser muy valiosos servidores de Cristo. Volvieron con él al Asia. Fue durante su primer invierno en Corinto que Pablo escribió las primeras cartas misioneras. Estas muestran su suprema preocupación por la conducta y revelan la importancia de que el hombre reciba la inhabitación de Espíritu Santo ya que solo así hay salvación y poder para bien.
La tercera jornada misionera cubrió el periodo del 52 a 56. En Éfeso, ciudad importante de Lidia, donde el culto a la diosa griega Artemisa era muy popular. Pablo fue motivo de un disturbio público ya que los comerciantes veían peligrar sus negocios de imágenes de plata de la diosa que allí florecía. Después, en Jerusalén, causó una conmoción al visitar el templo; fue arrestado, tratado brutalmente y encadenado. Pero cuando fue ante el tribunal, él se defendió de tal forma que sorprendió a sus opresores. Fue llevado a Cesarea por el rumor de algunos judíos en Jerusalén que lo habían acusado falsamente de haber dejado entrar a gentiles en el templo. Así planeaban matarlo. Fue puesto en prisión en Cesarea esperando juicio por aproximadamente dos años bajo el procónsul Félix y Festus. Los gobernadores romanos deseaban evitar problemas entre judíos y cristianos por lo que postergaron su juicio de mes a mes. Pablo al final apeló al Emperador, demandando el derecho legal de un ciudadano romano de tener su juicio escuchado por el mismo Nerón. Fue entonces colocado bajo la custodia de un centurión, el cual lo llevó a Roma. Los Hechos de los Apóstoles lo dejan en la ciudad imperial esperando su tribunal.

Aparentemente la apelación de Pablo fue un éxito porque hay evidencia de otra jornada misionera, probablemente a Macedonia. En esta última visita a las comunidades cristianas, se cree que nombró a Tito obispo en Creta y a Timoteo en Efeso. Volviendo a Roma, fue una vez más arrestado. Su espíritu no decae ante las tribulaciones porque sabe en quien ha puesto su confianza.

Por este motivo estoy soportando estos sufrimientos; pero no me avergüenzo, porque yo sé bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel día. -II Timoteo 1,12

Después de dos años en cadenas (cárcel Mamertina que puede ser aun visitada en Roma) sufrió martirio en Roma al mismo tiempo que el Apóstol Pedro, obispo de la Iglesia de Roma. San Pablo, por ser romano, no fue crucificado sino degollado. Según una antigua tradición su martirio fue cerca de la Via Hostia, donde hoy está la abadia de Tre Fontana (llamada así por tres fuentes que según la tradición surgieron cuando su cabeza, separada ya del cuerpo, rebotó tres veces)