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martes, 1 de octubre de 2024

Papa Francisco en Vigilia Penitencial del Sínodo, 1-10-2024: «Padre, te pedimos perdón por todos nuestros pecados, ayúdanos a restaurar tu rostro que hemos desfigurado por nuestra infidelidad»

* «El pecado es siempre una herida en las relaciones, en la relación con Dios y en la relación con los hermanos y hermanas. Hermanas, hermanos, nadie se salva solo, pero es cierto que el pecado de uno produce efectos sobre muchos y del mismo modo como todo está conectado en el bien, también está conectado en el mal. La Iglesia es en su esencia una Iglesia de fe y de anuncio siempre relacional, y sólo curando las relaciones enfermas podemos llegar a ser Iglesia sinodal»

 Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News en español, con la reflexión y oración del Papa 

* «¿Cómo podemos ser creíbles en la misión si no reconocemos nuestros errores y no nos inclinamos a curar las heridas que hemos causado con nuestros pecados? Y la sanación de la herida comienza con la confesión del pecado que hemos cometido. Y hoy todos nosotros somos como el publicano, tenemos o queremos tener los ojos bajos y sentimos, queremos sentir vergüenza por nuestros pecados. Como él, nos quedamos en el último lugar, liberando el espacio ocupado por la presunción, la hipocresía y el orgullo. Digámoslo también nosotros obispos, sacerdotes, consagradas, consagrados: liberando el espacio ocupado por la presunción, por la hipocresía y por el orgullo. No podríamos invocar el nombre de Dios sin pedir perdón a los hermanos y hermanas»

 

1 de octubre de 2024.- (Camino Católico) "Somos aquí mendigos de la misericordia del Padre". Con este espíritu, enfatizado por el Papa Francisco en su reflexión, se ha celebrado, este martes 1 de octubre por la tarde, la vigilia penitencial en la Basílica de San Pedro a pocas horas de la apertura de la segunda sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, con la asistencia de unas 2500 personas. “Oh Padre, te pedimos perdón por todos nuestros pecados, ayúdanos a restaurar tu rostro que hemos desfigurado por nuestra infidelidad. Pedimos perdón, sintiendo vergüenza, a quienes han sido heridos por nuestros pecados”, ha rezado el Santo Padre. En el vídeo de Vatican News se escucha y visualiza toda la reflexión y oración del Papa, cuyo texto íntegro es el siguiente:

Vigilia Penitencial previa al Sínodo de los obispos

REFLEXIÓN DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Basílica de San Pedro, Altar de la Confesión

Martes, 1 de octubre de 2024

Queridos hermanos y hermanas:


Como nos recuerda el Sirácida, «la súplica del pobre atraviesa las nubes» (Si 35,17).

Nosotros estamos aquí mendigando la misericordia del Padre, pidiendo perdón.

La Iglesia es siempre Iglesia de los pobres en espíritu y de los pecadores en busca de perdón, y no sólo la Iglesia de los justos y de los santos, más aún de los justos y de los santos que se reconocen pobres y pecadores.

He querido escribir las peticiones de perdón que han sido leídas por algunos cardenales, porque era necesario llamar por nombre y apellido a nuestros principales pecados. Y nosotros los escondemos o los decimos con palabras muy refinadas.

El pecado es siempre una herida en las relaciones, en la relación con Dios y en la relación con los hermanos y hermanas. Hermanas, hermanos, nadie se salva solo, pero es cierto que el pecado de uno produce efectos sobre muchos y del mismo modo como todo está conectado en el bien, también está conectado en el mal.


La Iglesia es en su esencia una Iglesia de fe y de anuncio siempre relacional, y sólo curando las relaciones enfermas podemos llegar a ser Iglesia sinodal. ¿Cómo podemos ser creíbles en la misión si no reconocemos nuestros errores y no nos inclinamos a curar las heridas que hemos causado con nuestros pecados?

Y la sanación de la herida comienza con la confesión del pecado que hemos cometido.

La parábola del evangelio de Lucas que hemos escuchado nos presenta a dos hombres, un fariseo y un publicano, que van al templo para orar. Uno está de pie, con la frente alta, el otro se queda atrás, con los ojos bajos.

El fariseo llena la escena con su estatura atrayendo las miradas e imponiéndose como modelo. De esta manera presume de orar, pero en realidad se está exaltando a sí mismo para enmascarar, con su efímera seguridad, sus debilidades. ¿Qué espera de Dios? Espera un premio por sus méritos, y de esta manera se priva de la sorpresa de la gratuidad de la salvación, fabricándose un dios que no podría hacer otra cosa que firmar un certificado de presunta perfección. Un hombre cerrado a la sorpresa, cerrado a todas las sorpresas. Está totalmente encerrado en sí mismo, cerrado a la gran sorpresa de la misericordia. Su ego no da espacio a nada ni a nadie, ni siquiera a Dios.

 ¿Cuántas veces en la Iglesia nos comportamos de esta manera? ¿Cuántas veces también nosotros hemos ocupado todo el espacio, con nuestras palabras, nuestros juicios, nuestros títulos, la convicción de tener solamente méritos? Y de esta manera se perpetúa lo que sucedió cuando José y María, llevando al Hijo de Dios en su vientre, llamaban a las puertas de la hospitalidad. Jesús nacerá en un pesebre porque, como nos dice el Evangelio, «no había lugar para ellos en el albergue» (Lc 2,7).

Y hoy todos nosotros somos como el publicano, tenemos o queremos tener los ojos bajos y sentimos, queremos sentir vergüenza por nuestros pecados. Como él, nos quedamos en el último lugar, liberando el espacio ocupado por la presunción, la hipocresía y el orgullo. Digámoslo también nosotros obispos, sacerdotes, consagradas, consagrados: liberando el espacio ocupado por la presunción, por la hipocresía y por el orgullo.

No podríamos invocar el nombre de Dios sin pedir perdón a los hermanos y hermanas, a la tierra y a todas las criaturas.


Comenzamos esta etapa del Sínodo, ¿y cómo podríamos ser Iglesia sinodal sin reconciliación? ¿Cómo podríamos afirmar que queremos caminar juntos sin recibir y dar el perdón que restablece la comunión en Cristo? El perdón, pedido y ofrecido, genera una nueva concordia en la que las diferencias no se oponen, y el lobo y el cordero son capaces de vivir juntos (cf. Is 11,6). ¡Valiente ejemplo el de Isaías!

Ante el mal y el sufrimiento inocente nos preguntamos: ¿dónde estás, Señor? Pero la pregunta nos la debemos plantear a nosotros mismos, interrogándonos sobre las responsabilidades que tenemos cuando no conseguimos detener el mal con el bien. No podemos pretender resolver los conflictos alimentando la violencia que se hace cada vez más atroz, redimirnos provocando dolor, salvarnos con la muerte del otro. ¿Cómo podemos perseguir una felicidad pagada a precio de la infelicidad de los hermanos y hermanas?

Y esto es para todos, para todos: laicas, laicos, consagradas, consagrados, para todos. En vísperas del inicio de la Asamblea del Sínodo, la confesión es una ocasión para restablecer la confianza en la Iglesia, confianza rota por nuestros errores y pecados, y para comenzar a sanar las heridas que no dejan de sangrar, rompiendo «las cadenas injustas» (Is 58,6).

Lo decimos en la oración del Adsumus con la que mañana introduciremos la celebración del Sínodo: «Estamos aquí oprimidos por la enormidad de nuestro pecado». Y no queremos que este peso frene el camino del Reino de Dios en la historia.

Nosotros hemos hecho nuestra parte, incluso hemos cometido errores. Seguimos en la misión con nuestras pobres fuerzas. Pero ahora nos dirigimos a ustedes jóvenes que esperan de nosotros la entrega del relevo, pidiéndoles perdón si no hemos sido testigos creíbles.

Y hoy en la memoria litúrgica de santa Teresa del Niño Jesús, patrona de las misiones, supliquemos su intercesión.

[Breve pausa de silencio. Luego, todos puestos en pie inclinan la cabeza.

El Santo Padre concluye con una oración:]

Oh Padre, estamos aquí reunidos conscientes de que necesitamos tu mirada de amor. Tenemos las manos vacías, sólo podemos recibir lo que tú nos das. Te pedimos perdón por nuestros pecados, ayúdanos a restaurar tu rostro que hemos desfigurado con nuestra infidelidad. Pedimos perdón, avergonzándonos, a aquellos que han sido heridos por nuestros pecados.

Danos el valor de tener un sincero arrepentimiento para llegar a la conversión.

Te lo pedimos invocando al Espíritu Santo para que llene de su gracia los corazones que has creado, en Cristo Jesús nuestro Señor.

Todos pedimos perdón, todos somos pecadores, pero todos tenemos la esperanza de tu amor, Señor. Amén.

Francisco

Fotos: Vatican Media, 1-10-2024

Vigilia Penitencial presidida por el Papa Francisco en la que ha clamado: "Pedimos perdón, sintiendo vergüenza, a quienes han sido heridos por nuestros pecados”

1 de octubre de 2024.- (Camino Católico) “Oh Padre, te pedimos perdón por todos nuestros pecados, ayúdanos a restaurar tu rostro que hemos desfigurado por nuestra infidelidad. Pedimos perdón, sintiendo vergüenza, a quienes han sido heridos por nuestros pecados”, ha rezado el Papa Francisco al finalizar su reflexión en la Vigilia Penitencial del Sínodo 2024, que se ha celebrado, este martes 1 de octubre por la tarde, la vigilia penitencial en la Basílica de San Pedro, con la asistencia de unas 2500 personas. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha toda la celebración.

“Estamos aquí como mendigos de la misericordia del Padre. La Iglesia es siempre la Iglesia de los pobres de espíritu y de los pecadores que buscan perdón, y no sólo de los justos y de los santos, es más, de los justos y de los santos que se reconocen pobres y pecadores”, afirma el Santo Padre al iniciar su reflexión en la Basílica de San Pedro.

“El pecado es siempre una herida en las relaciones: la relación con Dios y la relación con los hermanos y las hermanas. Nadie se salva solo, pero es igualmente cierto que el pecado de uno genera efectos sobre muchos: así como todo está conectado en el bien, también está conectado en el mal”, subraya el Pontífice.

Tras recordar el Evangelio leído en la liturgia, sobre el fariseo y el publicano que rezan en el templo, el Papa Francisco señala que “hoy todos somos como el publicano, tenemos o queremos mantener la mirada baja y sentir vergüenza de nuestros pecados”.

En vísperas del inicio de la Asamblea sinodal, la confesión es una oportunidad para restablecer la confianza en la Iglesia y en ella, la confianza destrozada por nuestros errores y pecados, y para comenzar a curar las heridas que no dejan de sangrar, rompiendo ‘las cadenas de la maldad”.

Tras rogar a Dios por la gracia de la conversión, el Papa destaca: “Todos pedimos perdón, todos somos pecadores, pero todos tenemos la esperanza en tu amor Señor, Amén”.

La liturgia estuvo marcada por el testimonio de tres personas y por el pedido de perdón por distintos pecados. Los textos fueron escritos por el Papa Francisco y leídos por cardenales de la Curia Romana “porque era necesario llamar por su nombre y apellido a nuestros principales pecados”, explica el Pontífice.

El Cardenal Oswald Gracias, Arzobispo de Bombay (India), ha leido el pedido de perdón “por el pecado de la falta de valentía, de la valentía necesaria para buscar la paz entre los pueblos y las naciones, en el reconocimiento de la dignidad infinita de cada vida humana en todas sus fases, desde el estado naciente hasta la vejez”.

Tras ello un hombre sudafricano llamado Laurence ha compartido su testimonio de haber sufrido abusos sexuales cuando era niño, narrando el dolor y las consecuencias que esto le provocó, como la depresión y la idea del suicidio.

“Desde entonces, me he visto obligado a caminar con este perpetrador estampado en mi alma durante los últimos 53 años… El impacto de este tipo de abuso es profundo y duradero”, agrega.

“Uno de los aspectos más desgarradores de este problema es el anonimato que a menudo lo rodea. Muchos sobrevivientes permanecen sin nombre y sin ser escuchados, sus historias silenciadas por el miedo, el estigma o las amenazas”, lamenta, y alienta a que la Iglesia sea transparente en cuanto a este tema.

Después fue el turno de Sara, directora regional en Toscana de la Fundación Migrantes, quien ha contado la historia de Solange, una migrante de Costa de Marfil, que como muchos otros arriesgó su vida para salir de África y llegar a Europa en busca de un futuro mejor.

“Estamos aquí hoy para dar testimonio de una nueva humanidad; de personas que acompañan a las personas a ser personas; por mujeres que ayudan a las mujeres a ser mujeres: personas y mujeres que acogieron al forastero”, agrega Sara.


También ha compartido su testimonio la hermana Deema, de la ciudad de Homs, quien ha sufrido los horrores de la guerra en Siria. “La guerra, de hecho, no solo destruye edificios y carreteras, sino que también afecta a los lazos más íntimos que nos anclan a nuestros recuerdos, nuestras raíces y nuestras relaciones”, cuenta. La guerra, continua, “logra sacar lo peor de nosotros, sacando a la luz el egoísmo, la violencia y la codicia. Sin embargo, también puede sacar lo mejor de nosotros: la capacidad de resistir, de unirnos en solidaridad, de no ceder al odio”.

Sin embargo, confiesa, la guerra también ha sido una oportunidad para “percibir la gracia de formar parte de una Iglesia universal, que hoy celebramos en su camino hacia la sinodalidad”, un lugar donde uno se puede encontrar con Dios “en medio de las ruinas”.

Después de los testimonios, el Cardenal Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, ha leído el pedido de perdón por haber transformado “la creación de un jardín en un desierto, manipulándola a nuestro gusto; y por lo que no hemos hecho para impedirlo”, por el maltrato a los indígenas y a los migrantes.

A continuación, el Cardenal Seán Patrick O'Malley, Arzobispo Emérito de Boston, ha leído el pedido de perdón “por todas las veces que los fieles hemos sido cómplices o hemos cometido directamente abusos de conciencia, abusos de poder y abusos sexuales”.

El Cardenal Kevin Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida ha pedido perdón “por todas las veces que no hemos reconocido y defendido la dignidad de la mujer, cuando la hemos hecho muda y subyugada, y no pocas veces explotada, especialmente en la condición de vida consagrada”.

El Cardenal Cristóbal López Romero, español y Arzobispo de Rabat (Marruecos), ha pedido perdón “por las veces que hemos vuelto la cabeza hacia la otra parte ante el sacramento de los pobres, prefiriendo adornarnos a nosotros mismos y al altar con una preciosidad culpable que quita el pan a los hambrientos”.

A su turno, el Cardenal Víctor Manuel Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, ha pedido perdón por “todas las veces que en la Iglesia (…) no hemos sido capaces de conservar y proponer el Evangelio como fuente viva de eterna novedad, ‘adoctrinando’ y arriesgándolo a reducirlo a un montón de piedras muertas para arrojar a los demás”.

“Pido perdón, sintiéndome avergonzado por todas las veces que hemos dado justificación doctrinal a un trato inhumano”, agrega.

Para concluir los pedidos de perdón, el Cardenal Christoph Schönborn, Arzobispo de Viena, pide perdón “por los obstáculos que se interponen en el camino de la construcción de una Iglesia verdaderamente sinodal, sinfónica, consciente de ser el pueblo santo de Dios que camina juntos reconociendo la común dignidad bautismal”. “Pido perdón, sintiéndome avergonzado por todas las veces que no hemos escuchado al Espíritu Santo, prefiriendo escucharnos a nosotros mismos, defendiendo opiniones e ideologías que hieren la comunión en Cristo de todos, esperada al final de los tiempos por el Padre”.

Al concluir la liturgia, todos los presentes han rezado el Padre Nuestro y el Papa ha entregado el evangelio a cinco de los participantes, como signo de la importancia de anunciarlo al mundo.

Fotos: Vatican Media, 1-10-2024

«Thérèse», la película de Alain Cavalier de 1986 sobre Santa Teresa de Lisieux


Camino Católico.- Película sobre la vida de Santa Teresa del Niño Jesús, «Thérèse», del director Alain Cavalier del año 1986.
A través de la figura de la monja francesa Teresa Martin (1873-1897), se plantea la posibilidad de la santidad en la vida cotidiana, sin necesidad de fenómenos sobrenaturales. Teresa Martin ingresó en la orden de las carmelitas de Lisieux, donde tomó el nombre de Teresa del Niño Jesús. Murió a los veinticuatro años de edad. Fue canonizada en 1925. (FILMAFFINITY)

Título original: Thérèse   Año: 1986  Duración: 94 min.  País: Francia Francia
Dirección: Alain Cavalier
Guion: Camille de Casabianca, Alain Cavalier
Música: Gabriel Fauré, Jacques Offenbach
Fotografía: Philippe Rousselot
Reparto:
Catherine Mouchet,
    Aurore Prieto,
      Sylvia Habault,
        Ghislaine Mona-Hefre,
          Helene Alexandridis,
            Clemence Massart,
              Jean Pelegri,
                Nathalie Bernart,
                  Beatrice DeVigan,
                    Noele Chantre
                    Productora:
                    AFC / Centre National de la Cinématographie (CNC) / Films A2
                    Género:
                      Drama | Religión. Biográfico
                    Premios:
                    1986: Premios César: 6 Premios incluyendo mejor película y director. 9 nominaciones
                    1986: Cannes: Premio del Jurado, Premio del Jurado Ecuménico: mención especial
                    1986: Premios David di Donatello: Nominada Mejor director y productor extranjero

                    Santa Teresita del Niño Jesús y su pequeño camino a la santidad – Película de Dibujos animados


                    Camino Católico.- “Santa Teresita del Niño Jesús y su pequeño camino a la santidad” es el capítulo de la serie “Mi familia católica” en dibujos animados que versa sobre la vida de la santa de Lisieux de EWTN.


                    Misterios Dolorosos del Santo Rosario desde el Santuario de Lourdes, 1-10-2024

                    1 de octubre de 2024.- (Camino Católico).- Rezo de los Misterios Dolorosos del Santo Rosario, correspondientes a hoy martes, desde la Gruta de Massabielle, en el Santuario de Lourdes, en el que se intercede por el mundo entero.

                    Homilía del P. José Blanco y lecturas de la Misa de hoy, martes, Santa Teresa del Niño Jesús, 1-10-2024

                    1 de octubre de 2024.- (Camino Católico) Homilía del P. José Blanco y lecturas de la Santa Misa de hoy, martes de la 26ª semana de Tiempo Ordinario, Santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

                    Santa Misa de hoy, martes, Santa Teresa del Niño Jesús, 1-10-2024

                    1 de octubre de 2024.- (Camino Católico) Celebración de la Santa Misa de hoy, martes de la 26ª semana de Tiempo Ordinario, Santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, presidida por el P. José Blanco, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

                    Palabra de Vida 1/10/2024: «Tomó la decisión de ir a Jerusalén» / Por P. Jesús Higueras

                    Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TV del 1 de octubre de 2024, martes de la 26ª semana de Tiempo Ordinario, Santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.

                    Evangelio: San Lucas 9, 51-56:

                    Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él.

                    Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.

                    Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron:

                    «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?».

                    Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea.

                    Adoración Eucarística con el P. Heliodoro Mira en la Basílica de la Concepción de Madrid, 1-10-2024

                    1 de octubre de 2024.- (Camino Católico) Adoración al Santísimo Sacramento con el P. Heliodoro Mira, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

                    «Oración por la santificación de los sacerdotes» de Santa Teresita del Niño Jesús


                    Camino Católico.-  Con la «Oración por la santificación de los sacerdotes», compuesta por Santa Teresita del Niño Jesús, damos gracias a Dios por el regalo del sacerdocio, y damos gracias a los sacerdotes por su entrega a la Iglesia de Jesucristo. Oremos por los sacerdotes, por la santificación de sus almas y el progreso en su vida de entrega al Amor de Cristo:

                    OH Jesús que has instituido el sacerdocio para continuar en la tierra la obra divina de salvar a las almas protege a tus sacerdotes (especialmente a:...)

                    en el refugio de tu SAGRADO CORAZÓN.

                    Guarda sin mancha sus MANOS CONSAGRADAS,

                    que a diario tocan tu SAGRADO CUERPO,

                    y conserva puros sus labios teñidos con tu PRECIOSA SANGRE.

                    Haz que se preserven puros sus Corazones,

                    marcados con el sello sublime del SACERDOCIO,

                    y no permitas que el espíritu del mundo los contamine.

                    Aumenta el número de tus apóstoles, y que tu Santo Amor los proteja de todo peligro.

                    Bendice Sus trabajos y fatigas,

                    y que como fruto de Su apostolado obtenga la salvación de muchas almas

                    que sean su consuelo aquí en la tierra y su corona eterna en el Cielo.

                    Amén.

                    Santa Teresita del Niño Jesús

                    Oración a Santa Teresita del Niño Jesús para pedir su intercesión en cualquier necesidad y la gracia de la pureza de la mente y el corazón


                    Camino Católico.- Cada 1 de octubre celebramos a Santa Teresa del Niño Jesús, Doctora de la Iglesia y patrona de las misiones. Nació en la ciudad francesa de Alençon, el 2 de enero de 1873, sus padres ejemplares eran Luis Martin y Acelia María Guerin, ambos santos.

                    Teresa era la última de cinco hermanas - había tenido dos hermanos más, pero ambos habían fallecido - Tuvo una infancia muy feliz. Sentía gran admiración por sus padres: «No podría explicar lo mucho que amaba a papá, decía Teresa, todo en él me suscitaba admiración».

                    Cuando sólo tenía cinco años, su madre murió, y se truncó bruscamente su felicidad de la infancia. Desde entonces, pesaría sobre ella una continua sombra de tristeza, a pesar de que la vida familiar siguió transcurriendo con mucho amor. Es educada por sus hermanas, especialmente por la segunda; y por su gran padre, quien supo inculcar una ternura materna y paterna a la vez.

                    Con él aprendió a amar la naturaleza, a rezar y a amar y socorrer a los pobres. Cuando tenía nueve años, su hermana, que era para ella «su segunda mamá», entró como carmelita en el monasterio de la ciudad. Nuevamente Teresa sufrió mucho, pero, en su sufrimiento, adquirió la certeza de que ella también estaba llamada al Carmelo.

                    Durante su infancia siempre destacó por su gran capacidad para ser «especialmente» consecuente entre las cosas que creía o afirmaba y las decisiones que tomaba en la vida, en cualquier campo. Por ejemplo, si su padre desde lo alto de una escalera le decía: «Apártate, porque si me caigo te aplasto», ella se arrimaba a la escalera porque así, «si mi papá muere no tendré el dolor de verlo morir, sino que moriré con él»; o cuando se preparaba para la confesión, se preguntaba si «debía decir al sacerdote que lo amaba con todo el corazón, puesto que iba a hablar con el Señor, en la persona de él».

                    Cuando sólo tenía quince años, estaba convencida de su vocación: quería ir al Carmelo. Pero al ser menor de edad no se lo permitían. Entonces decidió peregrinar a Roma y pedírselo allí al Papa. Le rogó que le diera permiso para entrar en el Carmelo; el le dijo: «Entraréis, si Dios lo quiere. Tenía ‹dice Teresa‹ una expresión tan penetrante y convincente que se me grabó en el corazón».

                    En el Carmelo vivió dos misterios: la infancia de Jesús y su pasión. Por ello, solicitó llamarse sor Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. Se ofreció a Dios como su instrumento. Trataba de renunciar a imaginar y pretender que la vida cristiana consistiera en una serie de grandes empresas, y de recorrer de buena gana y con buen ánimo «el camino del niño que se duerme sin miedo en los brazos de su padre».

                    A los 23 años enfermó de tuberculosis y murió en el siguiente,1897, en brazos de sus hermanas del Carmelo.

                    En 1925 el Papa Pío XI la canonizó, y en 1927 la proclama después patrona universal de las misiones. La llamó «la estrella de mi pontificado», y definió como «un huracán de gloria» el movimiento universal de afecto y devoción que acompañó a esta joven carmelita.

                    En los últimos tiempos, mantuvo correspondencia con dos padres misioneros, uno de ellos enviado a Canadá, y el otro a China, y les acompañó constantemente con sus oraciones. Por eso, Pío XI quiso asociarla, en 1927, a san Francisco Javier como patrona de las misiones.

                    Proclamada "Doctora de la Iglesia" por el Papa Juan Pablo II el 19 de Octubre de 1997 (Día de las misiones). «Siempre he deseado, afirmó en su autobiografía Teresa de Lisieux, ser una santa, pero, por desgracia, siempre he constatado, cuando me he parangonado a los santos, que entre ellos y yo hay la misma diferencia que hay entre una montaña, cuya cima se pierde en el cielo, y el grano de arena pisoteado por los pies de los que pasan. En vez de desanimarme, me he dicho: el buen Dios no puede inspirar deseos irrealizables, por eso puedo, a pesar de mi pequeñez, aspirar a la santidad; llegar a ser más grande me es imposible, he de soportarme tal y como soy, con todas mis imperfecciones; sin embargo, quiero buscar el medio de ir al Cielo por un camino bien derecho, muy breve, un pequeño camino completamente nuevo. Quisiera yo también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, porque soy demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección».

                    Recemos a Santa Teresita del Niño Jesús pidiendo su intercesión en cualquier necesidad y la gracia de la pureza de la mente y el corazón, con esta oración:

                    ¡Santa Teresa del Niño Jesús! Durante tu corta vida en la tierra llegaste a ser espejo de pureza angélica, de amor fuerte como la muerte y de total abandono en manos de Dios. Ahora que gozas de las recompensas de tus virtudes, vuelve hacia mí tus ojos de misericordia, pues yo pongo toda mi confianza en ti.

                    Obtenme la gracia de guardar mi mente y corazón limpios como los tuyos, y que aborrezca sinceramente cuanto pueda de alguna manera empeñar la gloriosa virtud de la pureza, tan querida de nuestro Señor.

                    Encantadora rosa y reinecita, recuerda tus promesas de que jamás dejarías sin atender ninguna petición que te hiciera, que enviarías una lluvia de rosas y vendrías a la tierra para hacer el bien.

                    Con la confianza que me inspira tu poder ante el Sagrado Corazón imploro tu intercesión en mi provecho y me concedas esta gracia que yo tanto deseo (Mencione lo que desea).

                    Santa "Teresita", recuerda tu promesa de "hacer bien en la tierra" y que enviarías "lluvia de rosas" sobre quienes te invoquen. Obtenme de Dios las gracias que quiero de su infinita bondad. Que yo experimente el poder de tus oraciones en cualquier necesidad.

                    Consuélame en todas las amarguras de la vida presente, en especial cuando me llegue la hora de la muerte, para que yo sea digno de tener parte en la felicidad eterna de que tú disfrutas en el cielo. Amén.

                    Padre celestial, por medio de Santa Teresa del Niño Jesús, quieres recordar al mundo el amor misericordioso que llena tu Corazón y que pongamos en Él nuestra confianza como los niños en sus padres. Humildemente te damos gracias por haber coronado de tanta gloria a tu hija Teresa, siempre fiel, y por haberle dado el admirable poder de acercar a ti día tras día innumerables almas que te alaben eternamente.

                    ¡Oh Señor! Tú dijiste: "Si no.....vuelven a ser como niños no podrán entrar en el Reino de los Cielos" (Mt 18,3). Concédenos, te rogamos, seguir las huellas de tu virgen Teresa con humildad y pureza de intención para que podamos alcanzar los premios eternos. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.



                    Sumérgete todos los días en el Corazón de Jesús, es el Amor encarnado, es la Verdad/ Por P. Carlos García Malo