*"-La vida es algo que compartimos con todos los seres, incluidas las plantas. La libertad es lo que marca la diferencia. Ésa es la grandeza del hombre, que Dios ni coarta ni desdeña, sino que respeta. Mi padre me enseñó que «tan sólo» es un don divino que debe ser usado para obrar el bien y que se «puede y debe aventurar»"
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*La presencia de Dios es fundamental para el compromiso: "Ésa es una de las cosas que Retamar, mi colegio, me dio; hasta el punto de haberme acostumbrado a tratar a Dios como a un amigo, incluso cuando meto la pata, cosa, por cierto, frecuente. "
30 de junio de 2009.-Habiendo sufrido la dura experiencia de la muerte de su madre, de su hermana y la enfermedad de su padre, no duda en bendecir a Dios y en agradecerle todo lo que tiene en especial, su fe. Desvela su devoción por la Virgen de los Desamparados y su costumbre de rezar, por ejemplo, cuando oye la sirena de una ambulancia.
(Gonzalo Altozano / Semanario ALBA) Su pasión política le viene de casa, de dónde si no. A los catorce años se afilió a las juventudes de UCD y, posteriormente, militaría en el CDS. Tras tratar de disputarle la presidencia de Castilla-La Mancha a José Bono, se retiró de la primera línea del PP. Lo cual es una lástima, porque en política no abundan hombres con su formación y su independencia,cualidades que incapacitan a cualquiera para la superviviencia en el aparato de los partidos. Nada de esto significa que Adolfo haya renunciado a su vocación, que ejerce escribiendo artículos y dando conferencias, recopilados en su web (adolfosuarezillana.com). Pero hoy no hablamos de política con él. O no sólo.
-La muerte de su madre, la de su hermana, la enfermedad de su padre... ¿Le preocupa que alguien pueda pensar de usted: «¡Pobre, pobrecito Adolfo!»?
-Sí, porque el cáncer o la demencia senil no asolan en exclusiva a los Suárez, sino a muchas familias. Es cierto que la mía tiene algo que, por desgracia, no todas tienen: la capacidad para atender a sus enfermos. Somos unos privilegiados.
-¿La enfermedad como fuente de unidad?
-Y de alegría. En estos años de dolor he vivido algunos de los momentos más felices de mi vida.
-Pero, ¿la felicidad no es la ausencia de dolor?
-No. Es error común del laicismo la adoración de la salud y de la vida como valores supremos. De necios es aferrarse a aquello que a buen seguro has de perder. Por eso hay que prepararse para encarar el trance de la muerte con dignidad.
-¿Qué hay por encima de la salud?
-La alegría.
-¿Y de la vida?
-La libertad.
-Vamos por partes: la alegría.
-Durante la enfermedad de mi madre y de mi hermana aprendí que lo único que podemos garantizar los que estamos alrededor es que haya alegría; alegría fundamentada en la esperanza de que el problema se puede superar.
-¿Y si no se puede?
-Los cristianos tenemos la fe, que nos deja abiertas las puertas del cielo.
-La otra parte: la libertad.
-La vida es algo que compartimos con todos los seres, incluidas las plantas. La libertad es lo que marca la diferencia. Ésa es la grandeza del hombre, que Dios ni coarta ni desdeña, sino que respeta.
-Entonces ¿qué es la vida?
-Mi padre me enseñó que «tan sólo» es un don divino que debe ser usado para obrar el bien y que se «puede y debe aventurar», como bien le recuerda don Quijote a Sancho, cuando está en juego un verdadero valor: la libertad.
-Su padre la aventuró el 23-F. Y, más recientemente, lo hizo Jesús Neira. ¿Qué lleva a la gente a aplaudir heroicidades así?
-El hecho de que, con independencia de nuestras creencias, todos tenemos inscritos en el fondo de nuestra alma, de nuestro corazón, una serie de principios y preceptos que nos son comunes.
-Para heroicidades, la muerte de su madre.
-Tras dos años de enfermedad, Dios quiso llevársela el día de san Pascual Bailón, el santo más querido por ella, que era una bailona. Mi madre y mi hermana murieron en paz. Le doy gracias al Señor por haber podido verlas marchar así.
-Otra fecha: la del día en que se hace esta entrevista.
-22 de junio, festividad de santo Tomás Moro, patrón de los políticos, al que pido que me ayude.
-¿Es su modelo de fe?
-Cada santo señala una senda digna de ser seguida. A unos nos sirve un camino; a otros, otro. Santo Tomás Moro encarna a la perfección eso que ha dado en llamarse unidad de vida: el compromiso con la fe llevado hasta las últimas consecuencias.
-Para eso, dicen, ayuda tener presencia de Dios.
-Ésa es una de las cosas que Retamar, mi colegio, me dio; hasta el punto de haberme acostumbrado a tratar a Dios como a un amigo, incluso cuando meto la pata, cosa, por cierto, frecuente.
-En Retamar también le enseñaron que la Virgen concede gracias por dos motivos.
-El primero, por tener razón; el segundo, por ser tan pesado que con tal de dejar de oírte... Yo, por si acaso, me he apuntado al segundo. Y la verdad: funciona, funciona.
-Le tiene devoción, ¿eh?
-Mucha. Y bajo distintas advocaciones: Sonsoles, Covadonga... Cuando empecé a torear, me fueron llegando estampas. Ir colocándolas en mi «capilla» ya era una forma de rezar. Aquí he de decir que guardo especial devoción por la Virgen de los Desamparados.
-¿Por qué?
-Por llamarse mi madre Amparo. El rosario que siempre llevo encima tiene la imagen de esa Virgen.
-¿Lo reza con frecuencia?
-Todos los días. Otra cosa que hago, al levantarme, es ofrecer el día. A lo largo del mismo, digo un montón de jaculatorias. Por ejemplo, cuando oigo la sirena de una ambulancia o de un coche de la policía. Luego, por la noche, me gusta rezar con mis hijos, antes de acostarlos.
-No le da pudor hablar de Dios con ellos, como tampoco con los lectores.
-¿Pudor? ¡Pero si, de una forma u otra, Dios está presente en todos mis escritos!
(Gonzalo Altozano / Semanario ALBA) Su pasión política le viene de casa, de dónde si no. A los catorce años se afilió a las juventudes de UCD y, posteriormente, militaría en el CDS. Tras tratar de disputarle la presidencia de Castilla-La Mancha a José Bono, se retiró de la primera línea del PP. Lo cual es una lástima, porque en política no abundan hombres con su formación y su independencia,cualidades que incapacitan a cualquiera para la superviviencia en el aparato de los partidos. Nada de esto significa que Adolfo haya renunciado a su vocación, que ejerce escribiendo artículos y dando conferencias, recopilados en su web (adolfosuarezillana.com). Pero hoy no hablamos de política con él. O no sólo.
-La muerte de su madre, la de su hermana, la enfermedad de su padre... ¿Le preocupa que alguien pueda pensar de usted: «¡Pobre, pobrecito Adolfo!»?
-Sí, porque el cáncer o la demencia senil no asolan en exclusiva a los Suárez, sino a muchas familias. Es cierto que la mía tiene algo que, por desgracia, no todas tienen: la capacidad para atender a sus enfermos. Somos unos privilegiados.
-¿La enfermedad como fuente de unidad?
-Y de alegría. En estos años de dolor he vivido algunos de los momentos más felices de mi vida.
-Pero, ¿la felicidad no es la ausencia de dolor?
-No. Es error común del laicismo la adoración de la salud y de la vida como valores supremos. De necios es aferrarse a aquello que a buen seguro has de perder. Por eso hay que prepararse para encarar el trance de la muerte con dignidad.
-¿Qué hay por encima de la salud?
-La alegría.
-¿Y de la vida?
-La libertad.
-Vamos por partes: la alegría.
-Durante la enfermedad de mi madre y de mi hermana aprendí que lo único que podemos garantizar los que estamos alrededor es que haya alegría; alegría fundamentada en la esperanza de que el problema se puede superar.
-¿Y si no se puede?
-Los cristianos tenemos la fe, que nos deja abiertas las puertas del cielo.
-La otra parte: la libertad.
-La vida es algo que compartimos con todos los seres, incluidas las plantas. La libertad es lo que marca la diferencia. Ésa es la grandeza del hombre, que Dios ni coarta ni desdeña, sino que respeta.
-Entonces ¿qué es la vida?
-Mi padre me enseñó que «tan sólo» es un don divino que debe ser usado para obrar el bien y que se «puede y debe aventurar», como bien le recuerda don Quijote a Sancho, cuando está en juego un verdadero valor: la libertad.
-Su padre la aventuró el 23-F. Y, más recientemente, lo hizo Jesús Neira. ¿Qué lleva a la gente a aplaudir heroicidades así?
-El hecho de que, con independencia de nuestras creencias, todos tenemos inscritos en el fondo de nuestra alma, de nuestro corazón, una serie de principios y preceptos que nos son comunes.
-Para heroicidades, la muerte de su madre.
-Tras dos años de enfermedad, Dios quiso llevársela el día de san Pascual Bailón, el santo más querido por ella, que era una bailona. Mi madre y mi hermana murieron en paz. Le doy gracias al Señor por haber podido verlas marchar así.
-Otra fecha: la del día en que se hace esta entrevista.
-22 de junio, festividad de santo Tomás Moro, patrón de los políticos, al que pido que me ayude.
-¿Es su modelo de fe?
-Cada santo señala una senda digna de ser seguida. A unos nos sirve un camino; a otros, otro. Santo Tomás Moro encarna a la perfección eso que ha dado en llamarse unidad de vida: el compromiso con la fe llevado hasta las últimas consecuencias.
-Para eso, dicen, ayuda tener presencia de Dios.
-Ésa es una de las cosas que Retamar, mi colegio, me dio; hasta el punto de haberme acostumbrado a tratar a Dios como a un amigo, incluso cuando meto la pata, cosa, por cierto, frecuente.
-En Retamar también le enseñaron que la Virgen concede gracias por dos motivos.
-El primero, por tener razón; el segundo, por ser tan pesado que con tal de dejar de oírte... Yo, por si acaso, me he apuntado al segundo. Y la verdad: funciona, funciona.
-Le tiene devoción, ¿eh?
-Mucha. Y bajo distintas advocaciones: Sonsoles, Covadonga... Cuando empecé a torear, me fueron llegando estampas. Ir colocándolas en mi «capilla» ya era una forma de rezar. Aquí he de decir que guardo especial devoción por la Virgen de los Desamparados.
-¿Por qué?
-Por llamarse mi madre Amparo. El rosario que siempre llevo encima tiene la imagen de esa Virgen.
-¿Lo reza con frecuencia?
-Todos los días. Otra cosa que hago, al levantarme, es ofrecer el día. A lo largo del mismo, digo un montón de jaculatorias. Por ejemplo, cuando oigo la sirena de una ambulancia o de un coche de la policía. Luego, por la noche, me gusta rezar con mis hijos, antes de acostarlos.
-No le da pudor hablar de Dios con ellos, como tampoco con los lectores.
-¿Pudor? ¡Pero si, de una forma u otra, Dios está presente en todos mis escritos!
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