José Luis Olaizola, escritor: "Lo verdaderamente importante es saber de dónde venimos y adónde vamos. Y eso, o lo haces de la mano de Dios o no lo sabrás nunca."
“La muerte es la única aventura que me queda por vivir”
1 de junio de 2009.- En 1993 publicó Un escritor en busca de Dios, la crónica de un alma: la suya. En el libro hablaba de sus recuerdos de niño de la guerra; de su paso por las pistas de atletismo de la universidad (iba poco a clase); de cómo su novia (luego su mujer) le puso firme; de su hermano Bibiano; de su entrada en el Opus Dei (ya va para cincuenta años); de cuando ganó el Planeta; de sus hijos… Si la editorial se animara a reeditar el libro, es seguro que Olaizola incluiría un nuevo capítulo: el de Somos Uno, la ONG que ha montado para luchar contra la prostitución infantil en Tailandia.
(Gonzalo Altozano / Foto de arriba a la derecha: Andrea Tarín / Alba) -¿Entiende la literatura como una actividad evangélica?
-Nunca me la he planteado así, aunque lleve treinta años escribiendo en la hoja parroquial de mi pueblo. Pero mis libros no son sobre los misterios esenciales de la fe: Gracia, Eucaristía, Salvación…
-En ocasiones, en cambio, sí ha escrito sobre personas con un sentido católico de la vida.
-¡Es que a veces me apetece hablar de la buena gente! ¿Es eso apostólico? Pues sí, pero no premeditadamente.
-La buena gente, ¿da para un best seller?
-Aunque se lleve más escribir de la mala gente, a mí me parecen más interesantes los otros, los buenos.
-Ponga un ejemplo.
-El padre Alfonso de Juan, cuarenta años en Tailandia luchando contra los poderosos que abusan de los más débiles. Su vida me parece apasionante.
-Volvamos a Dios y a los libros…
-Hay obras maestras en las que el protagonista es Él. Y a pesar de que hay grandes escritores que se las ingenian para prescindir de Dios en sus novelas, cuando Él no está presente, el relato es una parodia de la vida.
-Sin embargo, decía que no se plantea la literatura como instrumento para la evangelización.
-Aquí de lo que hablo es de unidad de vida, algo que descubrí en el Opus Dei. Es decir, tener presente a Dios no sólo en misa, o cuando hago oración, o en el rosario, sino durante todo el día, incluyendo, por supuesto, las horas que paso delante del ordenador, escribiendo.
-¿Recuerda alguna decisión difícil tomada en presencia de Dios?
-Hace años, yo era directivo en un importante grupo de prensa y desde el poder -en concreto, Fraga- se me pidió que hiciera algo que me pareció una ignominia. No ceder me costó el puesto. Y a pesar de tener ya nueve hijos, tomé aquella decisión con gran tranquilidad de conciencia.
-¿No se arrepiente?
-Aquello frustró mi carrera de ejecutivo. ¡Sabe Dios la de líos que me he ahorrado! Además, facilitó que me convirtiera en escritor, que es lo que siempre quise ser. O sea, que no me arrepiento.
-Diga algo de lo que se arrepienta, pero que no sea materia de confesión.
-De haber tardado tanto en pasarme de la máquina de escribir al ordenador. ¡Hubiera escrito el doble de mejor!
-Hablemos del Evangelio. ¿Le pone -literariamente hablando- alguna pega?
-Muchas veces, leyéndolo (con gran devoción, eso sí), me digo: “Pues yo esto no lo hubiera escrito así”. Lo cual es un problema…, un problema de orgullo.
-¿Y cómo lo resuelve?
-Diciéndome: “José Luis, cuidado, que el Evangelio está escrito como está escrito porque el Señor lo ha querido así. ¡No quieras enmendarle la plana ni hacer una pieza literaria con su Palabra!”.
-Algún pasaje le parecerá inmejorable.
-El de la mujer adúltera. Sólo por ese pasaje ya me creo el resto del Evangelio. Es tan perfecto… Otro que me atrae mucho es el del nacimiento de Cristo en Belén.
-¿Por qué?
-Porque, en sintonía con mi paisano Pío Baroja, al que tanto admiro, me conmueve profundamente una religión capaz de tener como Dios a un Niño.
-¿A pesar de la Navidad? Lo digo por las compras, los regalos, los grandes almacenes…
-Esos días los hemos convertido en un desastre, en una carrera de obstáculos. Aun así, llega la Navidad… y me sigo enterneciendo.
-¡A su edad! Por cierto, ¿tiene miedo a la muerte?
-Una vez entrevisté a un sacerdote, ya mayor, que me dijo: “Estoy en mi mejor momento porque cada vez estoy más cerca de Dios”. A mí, como a él, la muerte me hace cierta ilusión.
-¿Ilusión?
-Sí, porque es ya la única aventura que me queda por vivir. Eso lo aprendí de mi gran amigo Juan Antonio Vallejo Nágera. Otra cosa es que, llegado el momento, me entre la pataleta.
-Buscar a Dios, ¿es una aventura?
-De proporciones incalculables. Porque lo verdaderamente importante es saber de dónde venimos y adónde vamos. Y eso, o lo haces de la mano de Dios o ya puedes dar las vueltas que quieras que no lo sabrás nunca.
lunes, 1 de junio de 2009
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