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jueves, 25 de junio de 2009

¿Quieres que tus hijos escojan bien a su pareja?
25 de junio de 2009.- Mucho se ha dicho que de lo único que se puede tener certeza en cuanto a filiación se trata, es lo referente a la maternidad. Dicho de otra manera, siempre sabremos con absoluta seguridad quién es la madre, pero el padre... ¡quién sabe!

(Luz del Carmen Abascal Olascoaga / Yo Influyo) Papá puede estar o no, pero no es indispensable más que para aportar su granito de arena en el momento de la concepción... y después de eso, pues tan tan.

El padre biológico siempre puede decir: "¡Ah no! Ese no es mi hijo... Quién sabe con quién más te habrás metido, porque yo no soy responsable de nada"; pero la madre jamás podrá decir: "¡quién sabe quién es la mamá del bebé que crece en mi seno... porque yo jamás he hecho nada para engendrar a un hijo!".

Suena obvio y quizá hasta un poco pedestre, pero es ese mismo argumento en el que se basan muchos para atribuirle a la madre la "propiedad" del hijo, así como la responsabilidad total.

Y es cierto que entre madre e hijo se establece un vínculo especial: llevar a una criatura dentro del propio ser, durante nueve meses, no es algo intrascendente, pero no por ello podemos pensar que papá no es importante o que no comparte una responsabilidad, no sólo en el momento de concebir al hijo, sino también durante su desarrollo a lo largo de la vida.

Las personas que hemos tenido la dicha de gozar de un padre ejemplar, amoroso, tierno, a la vez que firme, fuerte, y con una autoridad no derivada del autoritarismo, sino de su inmensa capacidad de diálogo, podemos dar fe de la importancia que tiene la figura paterna en la vida de los hijos.

Evidentemente, en este mundo de inmensa diversidad existen muchos, muchísimos tipos de padre y madre. No intento basarme en ningún estereotipo de paternidad/maternidad, sino en un arquetipo que respeta las diferencias, pero que reconoce la esencia de cada uno de esos roles.

Mamá y papá, ¡el equipo perfecto!

Tenemos que convenir en que papá y mamá tienen diferentes roles en la familia, y no me refiero al tema económico/laboral –si a uno le toca trabajar y a la otra hacerse cargo de la casa y de los hijos– porque, repito, no pretendo alimentar la concepción estereotipada que durante mucho tiempo prevaleció.

Sin embargo, cada uno, en su singularidad, en su personalidad única e irrepetible, y en sus características femeninas (ella) y masculinas (él), aportan y configuran el carácter del hijo. Sólo mamá le podrá enseñar con el ejemplo a su hija lo que es ser una mujer valiente, decidida, a la vez que dulce y amable, por poner un ejemplo.

De la misma forma, sólo papá le podrá enseñar con el ejemplo a su hijo lo que es ser un hombre en toda la extensión de la palabra y las responsabilidades que ello conlleva. Sólo él le podrá demostrar lo que es respetar a una mujer, lo que es ser el compañero fiel de una esposa, y tantas cosas que definen, en su variedad, a los diferentes hombres de este mundo.

Mamá podrá decirle a su hijo: "hijo mío, tienes que respetar a las mujeres y ser caballeroso", y quizá el hijo lo aprenda... pero no hay nada como verlo en el ejemplo de otro hombre al que admire, al que quiera y que lo quiera de vuelta.

De igual forma, papá podrá decirle a su hija: "hija mía, tienes que darte a respetar", y quizá también ella lo aprenda conceptualmente, pero no hay nada como ver a mamá dándose a respetar, y aprender con el ejemplo, con la congruencia de vida.

Hasta aquí podemos concluir que tanto papá como mamá son importantes en la familia, pero podríamos pensar que la misión de papá se limita exclusivamente a los hijos varones, y la misión de mamá a las niñas. No hay nada más falso.

Papá tiene muchísimo que aportar a sus hijas. Dependerá, en buena medida, de la concepción que aprendan ellas de "ser hombre", de lo que un hombre es, o de lo que puede esperarse de él, que ellas, a su vez, elegirán en su momento a un compañero para toda la vida.

Es bien sabido que, con frecuencia, las hijas de padres golpeadores, alcohólicos, etcétera, repiten el patrón. Quizá detestan lo que es su padre, pero esa es la concepción de masculinidad que respiraron durante toda su vida, y al momento de elegir, suelen escoger –no siempre, no debemos caer en determinismos, pero sí considerar los predisponentes– a alguien muy parecido a su padre.

Incluso, a un nivel biológico, un estudio publicado en enero de 2002 en la revista Nature Genetics, y realizado por los doctores Suma Jacob, Martha K. McClintock, Bethanne Zelano y Carole Ober, señala que la mujer elige por compañero a un hombre que tenga un olor parecido al de su padre.

Lo mismo sucede con la madre. Dependerá en mucho de la concepción de femineidad que se les forme a los hijos, su elección a futuro.

¿Qué clase de hombre quieres que sea tu hijo, y qué clase de mujer querrías que eligiera en un futuro? ¿Qué clase de mujer quieres que sea tu princesa, y a quién quisieras que escogiera llegado el momento?

Todo eso lo forjas tú, papá, mamá, desde este preciso momento. Cada palabra, cada actitud, cada gesto o reacción, están quedando grabadas en el corazón y en la mente de tus hijos. Ellos aprenden aunque tú no les enseñes, y el día de mañana tú también serás responsable de las elecciones que ellos tomen.

Yo tuve la dicha inmerecida de gozar de un padre excepcional. Lo tuve a mi lado casi 22 años, y un buen día partió, como él le llamaba, a la casa del Padre. Y aún ahora, él sigue aquí, guiándome, aconsejándome, consolándome, ejerciendo su paternidad... porque en cada una de mis decisiones lo siento presente en aquello que aprendí de él; él marcó mi alma, juntos mi madre y mi padre, la forjaron, le dieron forma, y puedo afirmar que mucho de lo que soy se lo debo a mamá y papá.

Papá sigue aquí, sus consejos y su ejemplo siguen vivos y me impulsarán durante el resto de mi vida. Así de importante es un padre y una madre: son el equipo perfecto, las únicas personas de este mundo a las que considero inmortales.

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