* «Una persona con la que coincidía diariamente en misa falleció de forma repentina. Era joven, no estaba enferma pero se había ido de un día para otro. Recuerdo que pensé: ella hoy se ha encontrado cara a cara con el Señor ¿cómo habrá sido ese encuentro? ¿Cómo sería el mío hoy? Y pensé que el Señor me miraría con todo su amor pero tendría un punto de tristeza, como con el joven rico que cumplía todos los mandamientos pero no quiso seguirle. Me reconocía en el joven rico porque yo también me estaba negando a seguirle. Me estaba haciendo una pregunta y yo no contestaba. Entonces le dije: Señor, sé que hay mil motivos por los que te entristeces al mirarme, pero este lo estoy reconociendo ahora y no quiero seguir escapando, me entrego a ti»
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