Camino Católico

Mi foto
Queremos que conozcas el Amor de Dios y para ello te proponemos enseñanzas, testimonios, videos, oraciones y todo lo necesario para vivir tu vida poniendo en el centro a Jesucristo.

Elige tu idioma

Síguenos en el canal de Camino Católico en WhatsApp para no perderte nada pinchando en la imagen:

jueves, 17 de abril de 2025

Homilía del evangelio del Jueves Santo: Tomad y comed mi carne, que es el alimento por el cual yo vivo en vosotros y os doy la fuerza para caminar hacia la vida eterna / Por P. José María Prats

 

* «Hemos de vivir nuestra vida como servicio a los demás: a los miembros de nuestra familia, a los compañeros de trabajo, a los más necesitados de la sociedad, a todos los hombres y mujeres del mundo»

Jueves Santo - C

Éxodo 12, 1-8,11-14 / Sal 116 / 1 Corintios 11, 23-26 /  San Juan 13, 1-15

P. José María Prats / Camino Católico.- Las lecturas de hoy nos hablan de lo que Jesús hizo «la noche en que iban a entregarlo». Esta noche es hoy. En esta celebración no recordamos meramente lo que Jesús hizo aquella noche, sino que aquellos misterios de salvación se hacen presentes ahora entre nosotros.

La primera lectura nos ha recordado el contexto en que Jesús se encontraba: estaba celebrando la Pascua con sus discípulos, el memorial de la liberación de la esclavitud de Egipto. ¿Qué hacían? Mataban un cordero o un cabrito sin defecto, ponían su sangre en las jambas y el dintel de las puertas recordando que por esta sangre sus primogénitos fueron salvados de la muerte, y comían este cordero o cabrito ceñidos, calzados con sandalias y con el bastón en la mano, como preparados para el largo camino que los conduciría a la libertad en la tierra prometida.

Pero, como nos ha dicho San Pablo en la segunda lectura, a mitad de la cena, Jesús inesperadamente se salta el guión del ritual, toma pan, pronuncia la acción de gracias, lo parte y dice a los apóstoles: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía». Y al final de la cena vuelve a saltarse el guión, toma el cáliz lleno de vino y les dice: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía».

Lo que Jesús les está diciendo es muy claro:

  • Este cordero pascual es figura de mí. Yo soy el verdadero Cordero que con mi sangre derramada por vosotros os libro de la muerte, pero no ya de una muerte física, sino de la muerte eterna.

  • Tomad y comed mi carne, que es el alimento por el cual yo vivo en vosotros y os doy la fuerza para caminar hacia la verdadera tierra prometida, que es la vida eterna.

  • Haced esto en memoria mía, porque yo quiero estar con vosotros de generación en generación hasta el fin del mundo. Quiero hacer presente día tras día el sacrificio que os libra del pecado y del poder del mal, y quiero habitar en vosotros caminando hacia la gloria que os he preparado.

¿Pero cómo hemos de recorrer este camino hacia la vida eterna? Jesús nos lo enseña con el signo que hizo durante la cena:

  • Se levantó de la mesa, se ciñó su túnica (tal como se hacía en aquella época cuando uno se disponía a realizar un servicio) y empezó a lavar los pies a los discípulos. Con esto les estaba diciendo: “Yo he venido para serviros. No he venido buscando glorias humanas, sino para que tengáis vida.” Esta plenitud de vida está representada en el bienestar que supone tener los pies limpios cuando se llega a una casa después de haber andado con sandalias por caminos polvorientos.

  • Y a continuación dice que lo que Él ha hecho, también lo tenemos que hacer nosotros, es decir, hemos de vivir nuestra vida como servicio a los demás: a los miembros de nuestra familia, a los compañeros de trabajo, a los más necesitados de la sociedad, a todos los hombres y mujeres del mundo.

A continuación reviviremos este signo tan elocuente de Jesús con el compromiso de hacerlo realidad en todos los momentos y circunstancias de nuestra vida.


P. José María Prats


Evangelio

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido.

Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?». Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde». Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza». Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos». Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos».

Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros».

San Juan 13, 1-15

No hay comentarios:

Publicar un comentario