Queremos que conozcas el Amor de Dios y para ello te proponemos enseñanzas, testimonios, videos, oraciones y todo lo necesario para vivir tu vida dejando a Jesucristo ser quien ocupe el lugar central.
Queremos que conozcas el Amor de Dios y para ello te proponemos enseñanzas, testimonios, videos, oraciones y todo lo necesario para vivir tu vida poniendo en el centro a Jesucristo.
Lola Sánchez en el programa 'Ecclesia al día' de 13 TV contando su testimonio / Foto: 13 TV
* «Nosotros el único plan desde el minuto cero que teníamos era casarnos y tener hijos. El resto lo ha ido haciendo Dios y ha sido pura misericordia de Dios»
Vídeo de 13 TVen el que Lola Sánchez cuenta su testimonio
Camino Católico.-Lola Sánchez, una madre de familia numerosa, comparte en 'Ecclesia al día' de 13 TVsu inspiradora historia de matrimonio, los desafíos de fertilidad y cómo la adopción transformó su vida, revelando cómo Dios guio su camino hacia la familia que siempre había soñado. Desde el principio de su relación, Lola y su esposo Pablo compartían una visión clara sobre su futuro juntos. "Nosotros el único plan desde el minuto cero que teníamos era casarnos y tener hijos. El resto lo ha ido haciendo Dios y ha sido pura misericordia de Dios", recuerda Lola. Este deseo mutuo fue la base sobre la cuál construyeron su vida en común.
El Deseo Profundo de Maternidad
Para Lola, la maternidad no era solo una opción, sino una vocación arraigada en lo más profundo de su ser. "Lo único que he tenido claro desde el minuto cero era que yo quería ser madre", afirma convencida. Este deseo la acompañó desde su juventud y moldeó sus aspiraciones de formar una familia numerosa.
El matrimonio de Lola y Pablo pronto se vio bendecido con la llegada de su primera hija, Teresa. Este momento de alegría y plenitud marcó el inicio de su vida como padres y fortaleció aún más su vínculo familiar. Sin embargo, tras este feliz acontecimiento, comenzaron a surgir obstáculos en su camino de ampliar la familia.
Lola Sánchez explica que orando encontró el camino, guiada por Dios, para tener con su esposo la familia que deseaban desde el principio de casarse. En la imagen con su hija Lola (Bubi) / Foto: 13 TV
Tras varios intentos fallidos por concebir, Lola y Pablo recibieron un diagnóstico que cambiaría sus planes de forma radical: Pablo padecía de esterilidad absoluta. "Los médicos nos decían, 'Mira, es que con esto en realidad no es posible'", recuerda Lola. Este golpe inesperado los llevó a replantearse su futuro y a explorar nuevos caminos para cumplir su deseo de tener más hijos.
La Adopción como un Llamado Divino
En medio de la incertidumbre y la búsqueda de respuestas, una catequista le propuso a Lola la idea de convertirse en "la madre de los que nadie quiere". Esta revelación la impulsó a considerar la adopción como una forma de expandir su familia y brindar amor a niños necesitados. "¿Por qué no adoptamos? A lo mejor Dios nos está dando hijos y nosotros no los estamos queriendo acoger, no los estamos viendo".
Aunque al principio Pablo se mostró reticente, Lola persistió en su búsqueda y comenzó a investigar sobre la adopción de niños con necesidades especiales. Para que su esposo aceptará adoptar, ella se dio cuenta que “debía ser el Señor quien se lo pusiera en el corazón”. Finalmente, “mi esposo un día me dijo: ‘Si tú lo ves, nos vamos a ir a rezar a un monasterio y si yo vuelvo con paz es que está es la voluntad de Dios para nosotros y que este hijo adoptado es el que Dios nos está dando’”.
Al volver del monasterio de rezar, Lola le preguntó a su esposo cómo estaba y le aseguro que “estoy muy tranquilo”. Y entonces, el 20 de julio de 2012, Lola y Pablo recibieron a Pepe, un niño con síndrome de Down, que llegó a sus vidas para llenarlas de alegría y amor incondicional. "Aquello fue un desborde de alegría", describe Lola. Pablo, quien inicialmente tenía dudas, se rindió ante el amor que emanaba de Pepe y lo aceptó como a un hijo propio.
Lola confidencia que “yo tenía claro en el corazón que eso era lo que Dios quería de mí y lo que me estaba dando era un hijo con necesidades especiales, pese a que yo no había tenido ningún contacto con nada que tuviera que ver con cualquier discapacidad”.
Lola Sánchez con su esposo Pablo y sus cinco hijos / Foto: 13 TV
La Familia se Multiplica
La historia de Lola y Pablo continuó sorprendiendo cuando, poco después de la llegada de Pepe, Lola descubrió que estaba embarazada de Juan, y luego tuvieron a Roque. Más adelante, la familia se completaría con la adopción de Lola (Bubi), también con síndrome de Down.
A lo largo de su camino, Lola y Pablo se enfrentaron a críticas y juicios por parte de aquellos que no comprendían su elección de adoptar niños con necesidades especiales. Sin embargo, también encontraron un gran apoyo en su comunidad y en amigos que compartían su fe y sus valores. Lola ha aprendido a no tomar en cuenta las opiniones negativas y a enfocarse en el amor y la felicidad que encuentra en su familia. "Cuanto más das, más recibes".
Lola concluye que su familia, formada por su marido Pablo y sus hijos Teresa, Pepe, Juan, Roque y Lola (Bubi), es un reflejo del plan divino y una muestra de que el amor puede superar cualquier obstáculo. "Tenía la familia que Dios me había dado, y que el que la tenía pensada para mí era Dios", afirma con gratitud.
Los King son una familia con 18 hijos en la que la fe es el centro de su vida
* «Cuando tenemos que tomar una decisión nos aseguramos de que nuestros hijos sepan que nuestra fe es la brújula que utilizamos para hacer nuestras elecciones. Cuando los niños nos ven rezar juntos o leer libros para aprender más acerca de nuestra fe se convierte en una prioridad para ellos también. Incorporamos la oración y nuestra fe durante toda la semana. Rezamos antes de cada comida, cada vez que entramos en el coche, y rezamos constantemente el Rosario juntos como familia. Nos encanta también rezar con los amigos»
Camino Católico.- Por donde van llaman la atención. Son un testimonio andante porque no es nada común ver a una familia de 18 hijos, pero ellos quieren aprovechar su situación para evangelizar y mostrar el amor de Dios manifestado en la familia."Nuestra fe católica es la que nos define”, afirman los King, un matrimonio con una familia inmensa en Estados Unidos.
Abiertos a la vida
Troy y Christy King son un caso excepcional pues cumplen 27 años de matrimonio y tienen 18 hijos. Aunque este número es gracias en parte a que esta apertura a la vida la han tenido también a través de la adopción, pues más de la mitad llegaron a casa una vez ya nacidos. Troy, dentista infantil en Florida, cuenta que “estar abierto a la vida ha tomado un nuevo significado para mí desde que adoptamos nuestro primer hijo. Dios nos ha empujado no sólo a dar la bienvenida a cualquier embarazo con el que seamos bendecidos sino también a ciertas situaciones de adopción”. Por ello, no han dudado en adoptar por ejemplo a un niño con parálisis cerebral.
La fe ha sido un elemento esencial a la hora de crear una familia así de gigante. “En mi experiencia, aquí es donde la oración y la confianza en Dios verdaderamente entran en juego. Cuando nuestra puerta está abierta a la vida, ya sea a través del embarazo o la adopción, nuestras preocupaciones son muy pequeñas”, cuenta Christy, madre de estos 18 hijos. En su opinión, esta elección de vida “nos ha llevado a algunas bendiciones enormes que probablemente habríamos rechazado si fuera por nosotros. Aparte de algunos bebés prematuros, nuestro primer problema de salud grave vino con nuestro décimo hijo. Nació con parálisis y no sabían que la tenía cuando la adoptaron y“ha sido una bendición para toda nuestra comunidad”. “Mientras es incapaz de caminar sin su andador, ella asiste a la escuela con los otros niños e incluso ‘corre’ en el equipo de atletismo. Muchos de sus compañeros, incluyendo a nuestros propios hijos, no crecerán sintiéndose incómodos con alguien con necesidades especiales porque han llegado a experimentar su normalidad de primera mano. Dios, obviamente, sabía lo que podíamos soportar mucho mejor que nosotros”, añade.
Ser catequistas y maestros de nuestros hijos
La fe en la familia no es algo accesorio sino la piedra angular. En declaraciones al National Catholic Register, Troy afirma que“la forma más importante de incorporar la fe en la vida de los niños es tomar en serio nuestra responsabilidad de ser los principales catequistas y maestros de nuestros hijos”. Incidiendo en este aspecto, Christy añade que “mientras que nuestro gran número de hijos es lo que inicialmente atrae la atención de la gente, lo que realmente nos define es nuestra fe católica. Es la música de fondo que suena mientras vivimos nuestras vidas cotidianas”.
El sacerdote es uno más en la familia King
Oración diaria en familia
Llevado a la práctica, esta madre explica que “incorporamos la oración y nuestra fe durante toda la semana. Rezamos antes de cada comida, cada vez que entramos en el coche, y rezamos constantemente el Rosario juntos como familia. Nos encanta también rezar con los amigos”. Que la fe sea el motor de los padres repercute claramente en los hijos. El ejemplo es el primer paso para que los pequeños sepan discernir lo importante de lo accesible. “Cuando tenemos que tomar una decisión nos aseguramos de que nuestros hijos sepan que nuestra fe es la brújula que utilizamos para hacer nuestras elecciones. Cuando los niños nos ven rezar juntos o leer libros para aprender más acerca de nuestra fe se convierte en una prioridad para ellos también. Nuestra fe católica es la base para todo lo que hacemos”, explica Christy. Además, este matrimonio da cuatro consejos prácticos a los padres que quieran tener una familia católica y que a ellos les han resultado muy útiles:
1. Poner al cónyuge en primer lugar
Una de los principales problemas que se dan en las familias cuando llegan los niños es dejar al marido o a la mujer como algo secundario para así centrarse en los pequeños.“Desde hace años Troy y yo salimos una vez por semana. En una ocasión, uno de los chicos estaba decepcionado porque quería venir con nosotros. Le preguntó a Troy: ‘¿Por qué siempre sales con mamá?’ Él respondió: ‘Un día todos vosotros os iréis y yo estaré aquí con ella. Necesito saber que todavía le gusto’. Ahora, cada vez que los niños nos miran darnos un abrazo o un beso siempre sonríen. Cuando discutimos, ellos no son felices. No hay nada que dé a nuestros hijos mayor confianza y paz que el conocimiento de que sus padres se aman”.
2. Menos pantallas y más juegos
Contando su experiencia como padres, Troy recuerda que hace ya varios años “incorporamos el domingo sin pantallas” y ha sido una experiencia fantástica. Los niños juegan a juegos de mesa, salen y se ensucian, nadan, construyen castillos, leen, juegan a la pelota…Y adivina qué, rara vez dicen que se aburren los domingos”, cuenta el padre de familia.
3. Contestar siempre con la verdad
La madre también incide en otro punto importante que han experimentado en sus propias carnes como padres. “Si sus hijos os hacen una pregunta, contestad con sinceridad. Uno de mis hijos pequeños me preguntó lo que quería decir la palabra ‘sexo’. Me horroricé y quise saber dónde oyó eso y qué pensaba que significaba. Podría haberle dado una respuesta con evasivas pero en su lugar decidí contarle la verdad de una manera que fuera apropiada para su edad. ¿Por qué? Ella ya estaba recibiendo información de sus compañeros, y si ella no puede acudir a mí habría ido a otra fuente que podría haberle dado otra explicación nada exacta ni moral. Quería que tuviera la seguridad de que si ella venía a mí le daría una respuesta sincera”.
4. La importancia del orden
Los niños necesitan saber que existe un orden y unas prioridades, esta es una clave muy importante para la familia pues Dios hizo del caos el orden. El padre considera que este aspecto es muy importante: “mantener el orden en la vida: Dios, la familia, el trabajo. Mantener el orden; mantener la fe”. “Comienza con el fin en mente: El cielo. Nuestros niños saben desde pequeñitos que estamos tratando de señalar en esa dirección”, concluye Troy.
Carlos Abia y Cristina Merino ante una foto de su hijo Pedrito, que vivió enfermo siete años, y que transformó la vida de su familia hasta llevarlos a acoger a niños enfermos y discapacitados como un regalo de Dios / Fotografía: Dani García- Revista Misión
* «Siempre crees que no tienes fe o que tu fe es muy pequeña, pero la fe cuando realmente hace falta sale. Siendo como somos muy pecadores, Dios nos concedió fe en cuando nació Pedrito y le diagnosticaron la enfermedad. Tras el susto, dices: ‘esto va a ser bueno para nosotros’, puesto que Dios no nos puede mandar nada malo. Dios es nuestro Padre y esto seguro que es bueno para nosotros. Y desde esa convicción interior del corazón afrontamos todo sin problema y con alegría. Nosotros pertenecemos al Camino Neocatecumenal y teníamos rezando a toda nuestra comunidad y además a cualquier persona que veíamos con fe la parábamos y le decíamos: ‘tenemos a un niño en esta situación, por favor reza por él’. Por Pedro y nuestra familia han rezado desde los cinco continentes y eso se nota al cien por cien. Nosotros somos de carne y hueso y si hemos podido permanecer y vivir esto tan bien y con tanta alegría ha sido por la oración, fruto de la cual hemos visto muchos milagros en la vida de Pedro»
Testimonio de Carlos Abia y Cristina Merino en el programa 'Ecclesia, es domingo' de 13 TV
Camino Católico.- Carlos Abia y Cristina Merino formaron una familia numerosa como otra cualquiera, pero el nacimiento de su octavo hijo, Pedrito, revolucionó su vida para siempre, porque estaba enfermo y murió a los 7 años. De cuidar a su hijo nació la vocación como familia de acogida de niños enfermos y con discapacidad, con lo que han criado a 17 hijos. Carlos asegura que “esto ha servido para ver el amor que Dios nos tiene. Somos unos mimados. La historia de Pedro y luego este amor que nos ha dado hacia esta vocación, no nos la hemos ganado nosotros, ha sido un regalo de Dios”. Y Cristina añade: “El Señor ha estado grande con nosotros”. Cuentan su testimonio en el programa 'Ecclesia, es domingo' de 13 TV.
El pasado 10 de octubre, este matrimonio recogió el premio de la Revista Misión con el que se “reconoce el trabajo oculto y callado de tantos padres que custodian la vida hasta límites insospechados”. “Hay 17.000 niños en España que viven en centros de acogida donde no conocen el amor de unos padres. Por eso los cristianos que hemos conocido el amor de Dios estamos destinados a dar ese amor”, aseguraron Carlos y Cristina al recoger su galardón, que recordaron que al final “el Señor hace obras inmensas, nos da su gracia todos los días y siempre desborda”.
“Pedro tuvo una vida feliz”
“El embarazo de Pedrito fue un embarazo normal, todo iba bien y no supimos nada hasta que lo tuvimos en brazos”, cuenta Cristina. Pedrito llegó a este mundo con muchísimos problemas: sus ojos apenas se habían formado, y sus pulmones y su estómago no funcionaban correctamente. Los médicos fueron rotundos: “El niño lo va a pasar muy mal y vivirá pocas semanas”.
Para Carlos y Cristina fue un mazazo durísimo, pero se pusieron manos a la obra. Carlos decidió pedir una excedencia para cuidar de su hijo el tiempo que hiciese falta: “Me salió el médico frustrado que llevo dentro (ríe). Me formé y me convertí en su cuidador”.
Pedrito era un niño abocado a pasar largos periodos en el hospital, pero si su padre aprendía a cuidar de él en casa, los ingresos en la UCI se reducirían muchísimo. Y así fue: “Nos dijeron que moriría pronto, pero las semanas se convirtieron en años”, recuerda Carlos. Así se distribuyeron: Cristina seguía trabajando como abogada y Carlos cuidaba del pequeño. Necesitaba atención casi todo el día, pero era increíble ver cómo iba evolucionando.
Sus siete hermanos también tuvieron un papel fundamental: jugaban con él durante muchas horas. “He visto a mi hijo reírse a carcajada limpia a pesar de todos sus problemas. Todos esos años que Pedrito estuvo con nosotros fueron un regalo”. Carlos habla en pasado porque su hijo murió con siete añitos, pero lo tiene muy claro: “Pedro tuvo una vida feliz”.
Carlos Abia y Cristina Merino contando su testimonio en el en el programa 'Ecclesia, es domingo' de 13 TV
Dios, la oración por Pedro y la familia
Carlos explica la profundidad de cómo pudieran afrontar los años con Pedrito: “Siempre crees que no tienes fe o que tu fe es muy pequeña, pero la fe cuando realmente hace falta sale. Siendo como somos muy pecadores, Dios nos concedió fe en ese momento. Tras el susto, dices: ‘esto va a ser bueno para nosotros’, puesto que Dios no nos puede mandar nada malo. Dios es nuestro Padre y esto seguro que es bueno para nosotros. Y desde esa convicción interior del corazón afrontamos todo sin problema y con alegría”.
El mismo Carlos añade: “Nosotros pertenecemos al Camino Neocatecumenal y teníamos rezando a toda nuestra comunidad y además a cualquier persona que veíamos con fe la parábamos y le decíamos: ‘tenemos a un niño en esta situación, por favor reza por él’. Por Pedro y nuestra familia han rezado desde los cinco continentes y eso se nota al cien por cien. Nosotros somos de carne y hueso y si hemos podido permanecer y vivir esto tan bien y con tanta alegría ha sido por la oración, fruto de la cual hemos visto muchos milagros en la vida de Pedro”.
Este matrimonio también ha hecho un esfuerzo por cuidar de su relación. A pesar de la carga emocional que supone cuidar a un hijo enfermo, han encontrado momentos para estar juntos, salir a caminar o disfrutar de una cena. "Es fundamental que, como pareja, sigamos apoyándonos. No podemos olvidar que también somos un equipo", dice Cristina. Además, Carlos y Cristina han encontrado en grupos de apoyo un espacio seguro donde compartir sus experiencias y conectar con otros padres en situaciones similares. "Hablar con otros nos ha ayudado a sentirnos comprendidos y menos solos en este camino", señalaron.
Una nueva vocación familiar regalo de Dios
A Carlos y Cristina los ingresos en el hospital les despertaron una gran vocación: “Entendimos que la muerte de Pedrito llegó para que pudiésemos mimar y cuidar a otros niños”. En uno de esos ingresos conocieron a Elvis, un niño con síndrome de Down y apenas unos meses de vida.
Elvis tenía problemas de corazón y mientras ellos estaban con Pedrito en la UCI, el niño estaba solo. Así que, cuando a Elvis le subieron a planta, decidieron dividirse. Uno de ellos seguiría con Pedrito, mientras que el otro daba cariño al pequeño que apenas conocían.
Imagínate a un bebé, en una cuna solo todo el día… esto era algo imposible de soportar. Ellos le cogían como si fuese su hijo, le daban besos, y pasaban las horas con él. “Su mirada te atravesaba, era de agradecimiento total”, cuenta Carlos, emocionado. Sus caminos acabaron separándose, pero el recuerdo quedó grabado como un sello.
Al morir Pedrito, quisieron continuar ese camino. Así que un año después llegó Pablo, de solo dos añitos. Vino con muchos problemas y se pensaba que nunca podría andar, tiene un síndrome extraño y al principio le daba miedo todo, estaba como paralizado. Lo acogieron permanentemente. ¡Para toda la vida! “Es alucinante el cambio que hemos visto en Pablo, ahora es un niño alegre, movido y está a punto de cumplir ocho años”, asegura Carlos.
Carlos Abia y Cristina Merino tras recoger el premio de la Revista Misión por el que se “reconoce el trabajo oculto y callado de tantos padres que custodian la vida hasta límites insospechados” / Fotografía: Revista Misión
“El Señor capacita al que elige”
Cristina reflexiona que “así es como el Señor hace las cosas y así empezamos. Nosotros sentimos que la llamada a la acogida y a la adopción es universal. Se derrama el Espíritu Santo sobre toda carne, por lo que animo a cualquier cristiano a que abra su casa y su corazón a esta experiencia. El Señor capacita al que elige y acogiendo o adoptando se cumple el mandato evangelico de ‘quien recibe a uno de estos en mi nombre, me recibe a mi’. El Señor ha estado grande con nosotros”.
Pero el caso de esta familia es especial porque la acogida de Pablito se ha ido alternando con muchas otras. Por ejemplo Carla, que estuvo con ellos solo una semana, pero les demostró que se puede querer en muy poco tiempo.
Su situación se complicó y falleció solo una semana después de llegar: “Nos dolió no haberle podido transmitir todo el cariño que teníamos guardado para ella, pero nos confirmó, ya definitivamente, nuestra vocación de acogida, también temporal”.
Luego llegó Mateo, un gran prematuro en el que descubrieron que el “piel con piel” hace milagros. Más tarde apareció Susana, que en seis meses cambió los llantos desgarradores por una sonrisa. El mismo día que se fue Susana llegó Sara, de origen chino y con síndrome de Down. Todo el mundo que la ve dice “yo me la quedaría”, por eso a Carlos le extraña que “solo nazcan uno de cada 10”.
La experiencia de Carlos y Cristina es atípica: una familia numerosa que ha encontrado en las acogidas múltiples de niños con problemas su forma de vida. Están convencidos de que “el amor es capaz de sanar dolores físicos”.
Los médicos les dan la razón y explican que, al margen de los tratamientos, los niños que se sienten queridos viven más tiempo, aunque estén en la UCI con la misma patología que otros pequeños.
Este matrimonio considera que los niños que están enfermos no te quitan nada, te lo dan todo, y es mucho más fácil entregarse a ellos. “Igual no te han dejado dormir en toda la noche, pero es mucho más sencillo dar la vida por ellos que por un hijo adolescente que te pone una mala cara. Esa es la verdad y yo vivo los dos casos”, afirma Carlos.
“Mucha gente nos dice que somos un ejemplo de familia, pero de verdad te digo que no tenemos mérito en esto. Hemos visto que Dios nos acompaña en todo momento; poder verlo en medio del sufrimiento es un sello del Señor en nuestra vida. Es mejor sufrir por algo tan bueno como esto, que porque el jefe te tenga machacado”, sentencia Carlos.