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viernes, 21 de febrero de 2025

A María Dolores Rosique le daban de seis meses a un año de vida por un cáncer maligno y se ha curado: «Beato Carlo Acutis, aquí en tus manos estoy. La intercesión la tengo que pedir a través de ti»


María Dolores Rosique, Lola para sus amigos, recibiendo atención hospitalaria en Madrid. Junto a ella una reliquia de segundo grado del Beato Carlo Acutis / Foto: Cortesía de Lola Rosique

* «No le pedí que no tuviera nada, sino que no fuera muy grave, para poder ver crecer a mis hijas y acompañarlas durante esos años. Me entregué por completo. Cuando dices: ‘Esto ya no depende de mí, Carlo, aquí te lo dejo’, sientes un descanso profundo. Experimenté un bienestar físico impresionante con ausencia de dolor. Creo que fue una caricia del Señor, que me decía: ‘Estate tranquila, no estás sola. Pase lo que pase, no estás sola’... El Beato Carlo Acutis es uno más en mi casa. Hablamos de él como si estuviera aquí, como un miembro más de la familia. He vuelto a trabajar, gracias a Dios, y creo que, a través de mi trabajo, puedo llegar a mucha gente. Puedo transmitir la alegría del Evangelio, aunque sea en pequeñas dosis, a los pacientes y a sus familias. El Señor me ha enseñado que no tenemos por qué controlarlo todo. Antes solía ser una persona bastante controladora. Dios me mostró que las cosas más importantes no dependen de mí. Es cuestión de dejarse guiar por Él»

Vídeo de El Rosario de las 11 PM en el que María Dolores Rosique cuenta su testimonio de sanación 

Camino Católico.- Con una sonrisa radiante, María Dolores Rosique, Lola para sus amigos, relata con una fe renovada su testimonio de sanación tras superar un agresivo cáncer abdominal. Su recuperación comenzó después de visitar el cuerpo del Beato Carlo Acutis en Asís y encomendarse por completo bajo su cuidado. “Siempre digo que la enfermedad que tuve me ha dado muchas más cosas buenas que malas. Una de ellas es haber reafirmado mi fe. Hoy sé que sin el Señor no soy nada y no puedo llegar a ningún sitio”, afirma en entrevista con ACI Prensa. También publicamos el vídeo de El Rosario de las 11 PM en el que Lola cuenta su experiencia de sanación.

Lola, española de 44 años, pediatra de profesión, disfrutaba quizás del mejor momento de su vida junto a su esposo Pablo, sus tres hijas adolescentes de 17, 15 y 12 años, y su pequeño de siete. Sin embargo, durante un viaje familiar a la región italiana de la Toscana en 2022, su vida dio un giro inesperado, enfrentándola a una prueba que desafiaría su fe.

María Dolores Rosique realizando una consulta médica de pediatría / Foto: Cortesía de Lola Rosique

Lola confiesa que venía sintiéndose mal desde hacía un tiempo: “Tenía molestias digestivas en el abdomen. Fui al médico y me hice ecografías, incluso me pidieron una endoscopia. Me hice esas pruebas y todo salió bien”, relata.

Sin embargo, meses después, durante su viaje a la Toscana, Roma y el Vaticano, una noche sintió molestias en el abdomen y, al palparse, tuvo una certeza inmediata: tenía cáncer. “Lo tuve claro desde el minuto uno, porque para eso tengo el sexto sentido de mi profesión. No sabía si el cáncer estaba en el hígado, en el páncreas, pero en ese momento la vida nos dio un giro repentino. Pasamos de estar en el paraíso a sentir que caíamos en el infierno”, afirma.

Lola asegura que, desde ese momento, no ha sido un camino fácil, pero ha sido “un camino maravilloso”, ya que se han sentido “arropados por el cariño y la oración de tanta gente, por nuestra familia y, por supuesto, por la mano del Señor”.

Vacaciones familiares de María Dolores Rosique y Pablo en 2022 con sus cuatro hijos. Interior de la Basílica de San Pedro en el Vaticano / Foto: Cortesía de Lola Rosique

“Ha sido un proceso duro: dos cirugías muy agresivas, quimioterapia intraperitoneal, muchas dificultades… pero hace ya dos años de eso, y gracias a Dios, ahora mismo estoy libre de enfermedad”, relata con una sonrisa.

Según Lola, no le pidió al Beato Carlo Acutis que le concediera el milagro de una sanación sino que su mal no fuera tan grave para poder ver crecer a sus hijas.

“El verdadero milagro no es sólo que esté viva —que sí, que es una bendición—, sino el impacto espiritual que esto ha tenido en mí, en mi familia y en muchas amigas que estaban alejadas del Señor. A raíz de esta experiencia, mucha gente ha vuelto a acercarse a Dios. Y, claro, no puedo estar más feliz, porque ese es el verdadero milagro”, asegura.

La historia de Carlo Acutis y Lola: el primer encuentro

Cuando apareció la enfermedad, Lola recordó que vivían “una época súper feliz”. Sus hijas estaban creciendo y “ya no demandaban tanto esfuerzo físico”. “Mi trabajo era estable y todo funcionaba bien, sin grandes sobresaltos”, afirmó.

Al comunicarle la noticia del cáncer a su esposo, Pablo mantuvo la calma y le ofreció dos opciones: regresar de inmediato a España o esperar a que saliera el barco en tres días. Sin embargo, le dejó claro que, si decidían quedarse, debían afrontarlo con serenidad, sin dejarse llevar por la tristeza.

María Dolores Rosique y su esposo Pablo, en el día de su boda / Foto: Cortesía de Lola Rosique

“Lo sensato era esperar. Tres días no iban a cambiar nada y, al menos, podíamos disfrutar juntos. Así que intentamos hacer lo mejor posible. Tragué saliva más de una vez, pero le pedí al Señor que nos diera fuerza, que nos uniera aún más, por si nos esperaba una época complicada, como luego supimos que sería”, cuenta Lola.

Mientras se dirigían al barco desde la Toscana hacia Roma, aún con varias horas por delante antes de zarpar, Pablo sugirió hacer una parada en Asís, aunque no formaba parte de sus planes iniciales.

“Ahora sé que no fue casualidad. Todo tiene un sentido. La providencia del Espíritu Santo te ilumina cuando menos lo esperas. Así que, al visitar Asís y la Iglesia de San Francisco sentí la presencia de nuestro Señor, sabía que estaba allí, que no nos dejaba”, recuerda Lola.

Según relata, en ese punto su mayor preocupación era que sus hijas se quedaran tan jóvenes sin su madre. Ante esa posibilidad, le rogó a Dios: “Señor, hazlo por ellas. Realmente no quiero nada para mí”.

“No fue una sanación que buscara para mí misma. Me sentía completa, con Dios, con todo lo que me había dado. Pero pensaba en mis hijas, en que ellas necesitaban a su mamá. Ahí llegó un punto de inflexión inesperado”, continúa.

María Dolores Rosique, Pablo y sus cuatro hijos / Foto: Cortesía de Lola Rosique

Mientras Lola tenía esos pensamientos, Pablo notó de pronto que en las tiendas de Asís abundaban fotos, rosarios y estampas con la imagen del Beato Carlo Acutis, un joven del que apenas habían oído hablar en el colegio de sus hijas. Intrigado, investigó un poco más y, al buscar en Google, descubrió con asombro que el cuerpo del beato se encontraba a solo 300 metros.

Lola se sentía agotada, tanto física como emocionalmente, y en ese momento sólo pensaba en comer y regresar al coche. Al principio, no quiso ir, pero sus hijas insistieron. “Al final, creo que fue el Espíritu Santo, o incluso Carlo, quien me arrastró a través de mis hijas, porque por mi propia voluntad jamás habría subido”, confiesa.

“Nos dirigimos a la iglesia del Despojo, donde está el cuerpo de Carlo. Llegamos allí y encontramos una nave lateral donde reposa su cuerpo. Justo enfrente hay un banco para sentarse y rezar. Yo caí allí rendida, en el momento más difícil de nuestra vida. Le pedí por tantas cosas... Pero sobre todo por mis cuatro hijos. Le dije: ‘Carlo, no sé qué hago aquí en este momento, no sé qué hago aquí, pero Dios sabe más y aquí estoy’. Y entonces le hice dos peticiones”, cuenta en la entrevista.

Fotografía tomada por María Dolores Rosique: El cuerpo de Carlo Acutis en la iglesia del Despojo / Foto: Cortesía de Lola Rosique

Lola tuvo la oportunidad de escribir sus peticiones en una notita y depositarla en el buzón de intenciones. Primero, le pidió a Carlo que sus hijos y los jóvenes de su familia estuvieran siempre cerca de la Eucaristía, como lo estuvo él, porque sabía que ese era su gran amor y su “autopista al Cielo”.

Luego, le suplicó que lo suyo no fuera “demasiado grave”. “No le pedí que no tuviera nada, sino que no fuera muy grave, para poder ver crecer a mis hijas y acompañarlas durante esos años. Me entregué por completo y le dije: ‘Carlo, aquí en tus manos estoy. La intercesión la tengo que pedir a través de ti, porque me has traído hasta aquí’”, cuenta Lola.

Lola y su familia rezaron juntos. Sus hijos elevaron sus oraciones y su esposo también se quedó un momento frente al cuerpo de Carlo. Poco después, salieron de la iglesia.

María Dolores Rosique y tres de sus hijos en la Iglesia del milagro eucarístico en Santarém, Portugal / Foto: Cortesía de Lola Rosique

Al cruzar la puerta, algo cambió. Por un lado, sintió una paz espiritual inmensa. “Cuando dices: ‘Esto ya no depende de mí, Carlo, aquí te lo dejo’, sientes un descanso profundo”, recuerda. Pero además, experimentó algo físico.

De repente, Lola se sintió bien, como no lo había estado en meses. No tenía dolor, su cuerpo estaba fuerte. “Fue un bienestar impresionante”, explica. Y en ese instante, lo entendió. “Creo que fue una caricia del Señor, que me decía: ‘Estate tranquila, no estás sola. Pase lo que pase, no estás sola’”.

En ese momento, Lola supo con certeza que se iba a curar.

María Dolores Rosique y sus hijos en Asís / Foto: Cortesía de Lola Rosique

El regreso a España, el diagnóstico y la sanación

Lola y su familia partieron rumbo a España, preparándose para las pruebas médicas y todo lo que vendría después. La primera prueba señalaba que tenía un tumor en el ovario. “Estaba muy extendido por todo el abdomen”, explicó. Afectaba al peritoneo, la membrana que recubre internamente el abdomen, y había implantes tumorales por todas partes. Aunque los médicos confirmaron que no había llegado al pulmón ni al cerebro; en el abdomen, estaba prácticamente en todos lados.

El diagnóstico fue claro: un tumor maligno y muy avanzado. Lola tuvo que afrontar la difícil tarea de comunicarlo a su familia, ya que le habían dado entre seis meses y un año de vida. Sin embargo, tras una primera cirugía, descubrieron que el tumor no era de ovario, sino del apéndice, una zona del colon cercana.

Este nuevo diagnóstico cambió todo, ya que el cáncer de apéndice, aunque agresivo dentro del abdomen, tiene un pronóstico mucho mejor, explicó Lola. Éste no se propaga a órganos vitales como el cerebro o los pulmones y su malignidad es menos letal. A pesar de la extensión del tumor, la noticia resultó ser mucho más esperanzadora.

María Dolores Rosique tras ser sometida a exámenes médicos / Foto: Cortesía de Lola Rosique

“Cuando lo contamos, mis hermanas nos preguntaron si podían difundir la noticia para que la gente rezara”, recuerda. Sin dudarlo, les dijo que sí, y así comenzó una impresionante cadena de oración.

“Eso es la comunión de los santos: cuando uno sólo no puede, de repente toda la Iglesia —la terrenal y la celestial— se une en oración. Fue increíble ver el poder de la oración y cómo llegó a distintos lugares del mundo. Me consta que había personas rezando por mí en muchos países, personas que ni siquiera me conocían”, asegura Lola.

Esa misma tarde, los padres de Lola fueron a la iglesia junto a su casa, donde asisten a Misa diariamente. Le pidieron al párroco, don Leandro, que rezara por su hija. Él, además de comprometerse a hacerlo, les sugirió que al día siguiente Lola recibiera la Unción de los Enfermos.

“Soy bastante dócil, así que decidí ir”, cuenta Lola. Para ella, este sacramento tiene un significado profundo cuando se recibe con el corazón abierto.

En la sacristía, en un momento íntimo con su esposo y el sacerdote, don Leandro comenzó con unas lecturas y luego le pidió que se arrodillara. “Impuso sus manos sobre mi cabeza y, mientras rezaba, sentí que el Señor mismo me ungía. Fue un momento de gracia indescriptible”, recordó. En ese instante, entregada por completo, oró en su interior: “Señor, si tú has sido capaz de curar a paralíticos, a leprosos, has convertido a prostitutas y pecadores… pues si tú quieres, puedes curarme, ¿no?”.

Al terminar, mientras se despedían, su esposo mencionó que habían estado en Italia. De repente, don Leandro pareció recordar algo y les pidió que esperaran. Regresó con un objeto en la mano y les preguntó: “¿Vosotros sabéis quién es Carlo Acutis?”.

Lola y su esposo quedaron en shock. Entonces, el sacerdote les mostró una reliquia de segundo grado: un trozo de tela de la ropa de Carlo Acutis. “Esto te lo dejo hasta que te cures”, les dijo.

María Dolores Rosique antes de entrar al quirófano, sosteniendo la reliquia de Carlo Acutis / Foto: Cortesía de Lola Rosique

En ese momento, Lola sintió que Carlo la acompañaría en su camino. “Pensé: Carlo, tú y yo vamos a hacer un gran equipo’”, recuerda. Desde entonces, pidió la intercesión de todos en oración por su curación.

“Antes de que la gente comenzara a rezar, mi esposo y yo nos sentíamos como si estuviéramos de la mano en un lugar completamente oscuro, sin saber a dónde ir. Pero cuando empezaron a orar por nosotros, fue como si una alfombra de luz se desplegara frente a nosotros, mostrándonos el camino. En ese momento, supe sin ninguna duda que no estaba sola, que no me perdía, que estábamos con Él”, asegura Lola.

En este duro camino, Lola tuvo que someterse a dos cirugías agresivas, recibir quimioterapia y enfrentar dificultades. Sin embargo, dos años después, su realidad es muy diferente. Ahora, con gratitud, puede decir que se encuentra en remisión.

“Carlo es como un hijo más”

El Beato Carlo Acutis ocupa hoy un lugar especial en la vida de Lola. “Carlo es uno más en mi casa. Hablamos de él como si estuviera aquí, como un miembro más de la familia”. Gracias a su testimonio, muchas personas han conocido la historia de este joven beato. “El Señor me ha utilizado como instrumento para que su historia llegue a muchas personas”.

Cuadro del Beato Carlo Acutis. Crédito: Cortesía de Lola Rosique

Lola también custodia la reliquia de segundo grado de Carlo Acutis, aunque no la guarda sólo para ella: “En varias ocasiones, en la oración, Carlo me ha hecho sentir que debía compartirla y no quedarmela”. Por ello, la ha compartido con quienes cree que él mismo ha dispuesto.

“Yo soy como, no sé cómo decirte, una apóstol de Carlo. Voy a transmitir su mensaje, su devoción”, subraya.

Asimismo, destaca el testimonio de amor que dio este joven al mundo: “No hace falta tener 40 años para ir a misa todos los días. Carlo siempre tuvo un amor incondicional a la Eucaristía y aún hoy nos enseña cómo vivir el amor y la caridad hacia los pobres, a quienes tanto ayudó”.

María Dolores Rosique y su familia. Crédito: Cortesía de Lola Rosique 

Un cambio de vida para Lola: una nueva perspectiva de la fe

Uno de los grandes cambios en la vida de Lola, asegura, es que se intensificó su “amor a la Eucaristía”. “Ahora mi vida, la de Pablo y mía,  empieza en Misa a las 7:15 en la Catedral de Murcia, pidiéndole la gracia para llevar el día”.

“He vuelto a trabajar, gracias a Dios, y creo que, a través de mi trabajo, puedo llegar a mucha gente”, afirma. Su misión no es sólo profesional, sino también espiritual: “Puedo transmitir la alegría del Evangelio, aunque sea en pequeñas dosis, a los pacientes y a sus familias”.

Desde su experiencia, ha aprendido una lección clave: “El Señor me ha enseñado que no tenemos por qué controlarlo todo”. Reconoce que antes solía ser una persona “bastante controladora”, pero Dios le mostró que “las cosas más importantes no dependen de mí. Es cuestión de dejarse guiar por Él”.

María Dolores Rosique / Foto: Cortesía de Lola Rosique

“He aprendido a confiar y a descargar en Él mis preocupaciones. ‘Señor, pues Tú sabrás si conviene, si no conviene, si hay que hacer, si no hay que hacer… Confío en Ti’”, continua.

Además de su testimonio personal, Lola ha comenzado una labor evangelizadora con amigas que estaban alejadas de la fe. “Desde hace unos meses, hago algo que llamamos ‘mini-catequesis’. Una vez al mes les doy una pequeña catequesis basada en el Catecismo”, explica.

Para ella, su misión de vida es clara: “Sé que, de momento, el Señor me llama a esto: a compartir mi testimonio, que está ayudando a algunas personas. Donde Él me llame, voy”.

Desde su sanación física, Lola también ha animado a otros a abrir los ojos a la presencia de Dios en medio del sufrimiento: “Presten atención a los pequeños detalles. Vean a la Virgen y al Señor en las personas que los cuidan: en quienes los acompañan, en el sacerdote que les lleva la comunión. Detrás de todos ellos, ahí está el Señor. No nos deja solos”.

“Al final, estamos hechos para algo mucho más grande, y hay veces en que el cielo no puede esperar”, concluye.

lunes, 2 de diciembre de 2024

La curación de una «lesión en el tendón de Aquiles» de un sacerdote, seminarista en aquel momento, milagro que hace santo a Pier Giorgio Frassati; El cirujano le dijo: «Debes tener a alguien en el cielo que te quiere»


Pier Giorgio Frassati será canonizado el próximo verano

Camino Católico.- El Papa Francisco ha reconocido este lunes un milagro atribuido a la intercesión del Beato Pier Giorgio Frassati, que le lleva a ser canonizado como santo, lo que se haráá durante el Jubileo de la Juventud de la Iglesia Católica, que se celebrará el próximo verano. 

Frassati, quien falleció a los 24 años en 1925, es muy querido por muchos jóvenes católicos hoy en día debido a su entusiasta testimonio de santidad que llega “a las alturas”. El joven, originario de la ciudad italiana de Turín, era un ávido montañista y miembro de la tercera orden dominica, y era conocido por su labor caritativa. La canonización de Frassati se llevará a cabo durante el Jubileo de la Juventud en Roma, que iniciará el 3 de agosto de 2025.

El milagro

En un decreto del 25 de noviembre, el Papa Francisco reconoce la curación milagrosa de un seminarista de la Arquidiócesis de Los Ángeles, en Estados Unidos, quien fue recientemente ordenado sacerdote en junio de 2023.

Mons. Robert Sarno, exfuncionario del Dicasterio para las Causas de los Santos del Vaticano y delegado arquidiocesano en el proceso en Los Ángeles que examinó la curación, explica  a CNA —agencia en inglés de EWTN News— que el seminarista se había dañado el tendón de Aquiles en un accidente de baloncesto mientras jugaba con otros seminaristas y le impedía caminar.

Después de que la resonancia magnética mostró daños significativos en su tendón de Aquiles, su médico le recomendó consultar a un cirujano ortopédico.

“Estaba muy angustiado por todo esto, así que comenzó una novena a Pier Giorgio Frassati el 1 de noviembre”, relata Mons. Sarno.

A mitad de la novena, contó, “estaba en la capilla llorando mientras rezaba su novena y sintió un calor tremendo en su tobillo”.

“Y luego, cuando fue al cirujano ortopédico una semana después, el cirujano, después de ver la resonancia magnética y realizar las investigaciones físicas, le dijo: ‘Debes tener a alguien en el cielo que te quiere’”.

El seminarista pudo reanudar inmediatamente la práctica de los deportes que amaba sin ninguna dificultad. La curación fue verificada por una investigación diocesana y el examen de la junta médica del Dicasterio para las Causas de los Santos, teólogos, cardenales y obispos.

Mons. Sarno destaca que es propio que un joven jugando baloncesto haya recibido la curación, dado que Frassati era conocido por su amor al deporte y las actividades al aire libre.



Pier Giorgio Frassati amaba el deporte y las actividades al aire libre

“Hacia las Alturas” de la Santidad

Pier Giorgio Frassati nació el 6 de abril de 1901, un Sábado Santo. Fue hijo del fundador y director del periódico italiano La Stampa.

A la edad de 17 años se unió a la Sociedad de San Vicente de Paúl y dedicó gran parte de su tiempo libre a cuidar a los pobres, los sin techo y los enfermos, así como a los excombatientes que regresaban de la Primera Guerra Mundial.

Frassati también estuvo involucrado en el Apostolado de la Oración y Acción Católica. Obtuvo permiso para recibir la Comunión diaria.

En una fotografía de la última vez que subió a una montaña, Frassati escribió la frase “Verso L’Alto,” que significa “hacia las alturas”. Esta frase se ha convertido en un lema para los católicos inspirados por Frassati, quienes buscan alcanzar la cima de la vida eterna con Cristo.

Frassati murió de polio el 4 de julio de 1925. Posteriormente, sus médicos especularon que el joven había contraído esa enfermedad mientras servía a los enfermos.

Juan Pablo II, quien beatificó a Frassati en 1990, lo llamó “un hombre de las ocho bienaventuranzas,” describiéndolo como “totalmente inmerso en el misterio de Dios y totalmente dedicado al servicio constante de su prójimo”.

El Papa Francisco elogió a Frassati por compartir el amor de Jesús con los pobres en un discurso pronunciado el 24 de junio.

“Me viene a la mente el Beato Pier Giorgio Frassati, pronto a ser santo, quien en Turín solía ir a las casas de los pobres para llevarles ayuda”, dijo el Papa.

“Pier Giorgio era de una familia acomodada de clase media alta, pero no creció ‘envuelto en algodón’, no se perdió en la ‘buena vida’, porque en su interior había la savia del Espíritu Santo, había amor por Jesús y por sus hermanos”, añadió.



Pier Giorgio Frassati

Otros futuros santos anunciados

El Papa también ha aprobado los martirios del Siervo de Dios Francisco Javier Truong Buu Diep (1897-1946) de Vietnam y del Siervo de Dios Floribert Bwana Chui Bin Kositi (1981-2007) de Congo, lo que hace posible su beatificación.

El P. Francisco Javier era un sacerdote vietnamita que defendió los derechos de los ciudadanos locales contra el saqueo de bandas armadas al final de la Segunda Guerra Mundial. El 12 de marzo de 1946, fue hecho prisionero por un grupo militar junto con otros y encerrado en un almacén de arroz, donde fue interrogado.

Días después, su cuerpo desfigurado fue encontrado en una zanja. Tras su muerte, los cristianos comenzaron a visitar su tumba, pidiendo su intercesión y obteniendo gracias, según el Vaticano.

Floribert Bwana Chui Bin Kositi fue un laico congoleño, abogado y miembro de la Comunidad de San Egidio. Trabajó como comisionado en una oficina aduanera que controlaba el suministro de alimentos que ingresaban al país, un puesto en el que se opuso a varios intentos de corrupción. 

Por esto, fue secuestrado, torturado y asesinado en julio de 2007. El Vaticano reconoció su martirio en “odium fidei” porque su asesinato fue motivado por el hecho de que “era un hombre de fe, animado por un fuerte sentido de justicia y un amor concreto por su prójimo”.

El Papa Francisco también ha reconocido un milagro atribuido a la Beata Sor María Troncatti (1883-1969), una religiosa italiana de la Congregación de las Hijas de María Auxiliadora, quien fue misionera entre los pueblos indígenas en Ecuador.

Así también ha autorizado la beatificación de la Venerable Juana de la Cruz (1481-1534), abadesa del Convento de “Santa María della Croce” en Cubas de Madrid, sin el milagro usualmente requerido debido al reconocimiento del “culto” antiguo, o devoción, que se ha difundido y mantenido durante siglos.

El Papa además ha reconocido la virtud heroica del obispo croata Josip Lang (1857-1924), conocido por su servicio a los pobres y la formación de seminaristas.

jueves, 31 de octubre de 2024

Paulo Gontijo protagonista del milagro que ha canonizado a Elena Guerra: «Morí y resucité gracias a su intercesión y que el sacerdote puso en mi boca tres gotas de la sangre preciosa de Jesús»


Paulo Gontijo, el domingo 20 de octubre de 2024, participando en la canonización de Elena Guerra en la plaza de San Pedro del Vaticano

* «Lo único que recuerdo es que dije: ‘Dios mío’. Me desmayé y estuve 27 días en coma. Mi recuperación comenzó cuando la gente pidió la intercesión de Santa Elena Guerra. Jesús me levantó para que pudiera venir acá para la canonización de Elena Guerra. Lo que pasó es muy importante, es mi segunda vida gracias a Elena Guerra»

Paulo Gontijo cuenta su testimonio a la  EWTN  

Camino Católico.- El milagro que posibilitó la canonización de la italiana Santa Elena Guerra, fundadora de las Hermanas Oblatas del Espíritu Santo, el domingo 20 de octubre de 2024, sucedió en la ciudad de Uberlandia (Brasil). En el año 2010, Paulo Gontijo que tenía 49 años cayó de un árbol, mientras podaba, desde una altura de 6 metros se golpeó la cabeza, lo llevaron de urgencia al hospital, y en el quirófano lo operaron. La situación del paciente se fue haciendo cada vez más grave y fue trasladado a cuidados intensivos. Siguió empeorando y los médicos declararon muerte cerebral. El protagonista de esta curación inexplicable cuenta a la EWTN  cómo la vivió.  


Paulo Gontijo estuvo 27 días en coma hasta que aconteció el milagro obrado por intercesión de Elena Guerra

“Lo único que recuerdo es que dije: ‘Dios mío’. Me desmayé y estuve 27 días en coma. Mi recuperación comenzó cuando la gente pidió la intercesión de Santa Elena Guerra, que ya no es una beata sino una Santa. Todo el mundo de mi diócesis, de mi barrio, de mi calle, de la ciudad estuvo rezando en el hospital, haciendo novenas por la beata Elena Guerra, rezando el rosario del Espíritu Santo”, relata Paulo 

Cuando los médicos determinaron su  muerte cerebral, debido a la gravedad de la situación la familia pidió al padre William Eurípedes que le impartiera el sacramento de la Unción de los Enfermos quien explica cómo actuó: 

“Estando ya Paulo Gontijo en muerte cerebral, puse tres gotas de la sangre preciosa de Jesús en su boca e inmediatamente al instante ví ocurrir allí el milagro: abrió los ojos y movió bruscamente su cuerpo. Justo unos días después de esta reacción abrupta, misteriosa y milagrosa, Paulo estaba de pie, casi listo para regresar a casa”. 


El padre William Eurípedes impartió el sacramento de la Unción de los enfermos y puso en la boca de Paulo Gontijo tres gotas de la sangre preciosa de Jesucristo cuando estaba en coma y entonces empezó a reaccionar

Pasados 14 años desde su curación Paulo Gontijo tuvo la alegría de participar de la misa de canonización de Elena Guerra con su familia y amigos de la Diócesis de Uberlandia, en la plaza de San Pedro en el Vaticano: 

“Nunca imaginé que algún día estaría aquí, pero gracias a la intercesión de la beata Elena Guerra y a la preciosa sangre de Jesús me levanté. Jesús me levantó para que pudiera venir acá para la canonización de Elena Guerra. Lo que pasó es muy importante, es mi segunda vida gracias a Elena Guerra. Morí y resucité gracias a la sangre misericordiosa que el sacerdote llevó, pero fue gracias a la intercesión de la beata Elena Guerra que estoy aquí en Roma en este momento”, dice Paulo.


Paulo Gontijo, el domingo 20 de octubre de 2024, con religiosas participando en la canonización de Elena Guerra en la plaza de San Pedro del Vaticano

Elena Guerra conocida como apóstol del Espíritu Santo vivió en el siglo XIX, nació en la ciudad de Luca, en Italia, y fue fundadora de la congregación de las Oblatas del Espíritu Santo.


Paulo Gontijo, emocionado, agarrado a la cama donde durmió durante años la Santa Elena Guerra

Un momento especial para Paulo en su viaje fue conocer el primer convento de las Oblatas donde vivió Santa Elena Guerra y la habitación donde ella murió. Así lo relata: “Es una gran emoción estar aquí sosteniendo esta pequeña cama donde vivió durante muchos años, durmió y se arrodillaba aquí cada noche para rezar. Saber que ella vivió aquí todos esos años y que intercedió por mi vida. Si no hubiera pedido su intercesión por mi vida no estaría aquí. Ella es el apóstol del Espíritu Santo”, concluye Pulo.

En Brasil hay mucha devoción a Santa Elena guerra porque ella es la patrona de la Renovación Carismática Católica del país.