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domingo, 25 de agosto de 2024

Homilía de la 2ª lectura del Domingo: En el matrimonio la «sumisión», como el amor, ha de ser recíproca / Por Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap.


* «Al principio, de novios, se expresa el amor haciéndose regalos. Pero llega el tiempo para todos en que ya no basta con hacer regalos; hay que ser capaces de sufrir con y por la persona amada. Amarla a pesar de las limitaciones que se van descubriendo, de los momentos de pobreza, de las enfermedades mismas. Esto es verdadero amor que se parece al de Cristo. En general se llama al primer tipo de amor «amor de búsqueda» (con un término griego, eros); al segundo tipo, «amor de donación» (con el término griego ágape). La señal de que en una pareja se está pasando de la búsqueda a la donación, del eros al agape, es ésta: en lugar de preguntarse: «¿Qué más podría hacer por mí mi marido (respectivamente, mi mujer) que aún no haga?», uno se empieza a preguntar: «¿Qué más podría hacer por mi marido (o mi mujer) que aún no haga yo?»


Maridos, amad a vuestras mujeres: XXI Domingo del tiempo ordinario (B)

Josué 24, 1-2a.15-17b; Efesios 5, 21-32; Juan 6, 60-69

Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap. / Camino Católico.- «Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo. Las mujeres a sus maridos, como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de la Iglesia, el salvador del Cuerpo. Así como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella. […] Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos, porque el que ama a su mujer, se ama a sí mismo».

Esta vez desearía centrar la atención en la segunda lectura del día, procedente de la Carta a los Efesios, porque contiene un tema de gran interés para la familia. Leyendo con ojos modernos las palabras de Pablo, salta a la vista inmediatamente una dificultad. Pablo recomienda al marido que «ame» a su mujer (y esto está bien), pero además recomienda a la mujer que sea «sumisa» al marido, y esto, en una sociedad fuertemente (y justamente) consciente de la paridad de sexos, parece inaceptable.

De hecho es verdad. Sobre este punto San Pablo está condicionado en parte por la mentalidad de su tiempo. Sin embargo la solución no está en suprimir de las relaciones entre marido y mujer la palabra «sumisión», sino, si acaso, en hacerla recíproca, como recíproco debe ser también el amor. En otras palabras, no sólo el marido debe amar a la mujer, sino que también la mujer al marido; no sólo la mujer debe estar sometida al marido, sino que igualmente el marido a la mujer. Amor recíproco y sumisión recíproca. 

Someterse significa, en este caso, tener en cuenta la voluntad del cónyuge, su parecer y su sensibilidad; dialogar, no decidir solo; saber a veces renunciar al propio punto de vista. En resumen, acordarse de que se ha pasado a ser «cónyuges», esto es, literalmente, personas que están bajo «el mismo yugo» libremente acogido.

El Apóstol brinda a los esposos cristianos como modelo la relación de amor que existe entre Cristo y la Iglesia, pero explica enseguida en qué ha consistido tal amor: «Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella». El verdadero amor se manifiesta en la «entrega» al otro.

Hay dos formas de manifestar el propio amor a la persona amada. El primero es hacerle regalos, llenarla de dones; el segundo, mucho más exigente, consiste en sufrir por ella. Dios nos amó de la primera manera cuando nos creó y nos llenó de bienes: el cielo, la tierra, las flores, nuestro propio cuerpo, todo es don suyo… Pero después, en la plenitud de los tiempos, en Cristo, vino a nosotros y sufrió por nosotros, hasta morir en la cruz.

También ocurre así en el amor humano. Al principio, de novios, se expresa el amor haciéndose regalos. Pero llega el tiempo para todos en que ya no basta con hacer regalos; hay que ser capaces de sufrir con y por la persona amada. Amarla a pesar de las limitaciones que se van descubriendo, de los momentos de pobreza, de las enfermedades mismas. Esto es verdadero amor que se parece al de Cristo.

En general se llama al primer tipo de amor «amor de búsqueda» (con un término griego, eros); al segundo tipo, «amor de donación» (con el término griego ágape). La señal de que en una pareja se está pasando de la búsqueda a la donación, del eros al agape, es ésta: en lugar de preguntarse: «¿Qué más podría hacer por mí mi marido (respectivamente, mi mujer) que aún no haga?», uno se empieza a preguntar: «¿Qué más podría hacer por mi marido (o mi mujer) que aún no haga yo?».

Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap.


Homilía del Evangelio del Domingo: Recibir el «lenguaje duro» de Jesús como palabras que «son Espíritu y vida» y buscar la comunión con Dios / Por P. José María Prats

“Si Jesús es el Hijo de Dios encarnado que el Padre ha enviado para comunicar su vida al mundo, debe ser alabado y adorado, su Palabra debe ser conocida y meditada, y su voluntad discernida en cada momento para que, sometiéndonos a ella, recibamos su vida. En el fondo, el dar o no dar este salto desde el Jesús-profeta al Jesús-Hijo de Dios, depende de nuestra forma de entender la vida. Si de ella no esperamos otra cosa que gozar de un cierto bienestar en el breve tiempo de nuestra existencia terrena, nos basta con un Dios al que invocar en los momentos de dificultad. Si creemos que hemos sido creados por amor y destinados a participar eternamente de la plenitud de vida de Dios, buscaremos ya en este mundo la comunión con Él por medio de Jesucristo, su enviado”

Domingo XXI del tiempo ordinario – B:

Josué 24,1-2a.15-17.18b  /  Salmo 33 / Efesios 5,21-32 / Juan 6, 60-69

P. José María Prats / Camino Católico.El evangelio de hoy nos presenta lo que los expertos han llamado la crisis de Galilea. Desde el inicio de su ministerio mucha gente se había sentido atraída por Jesús a quien consideraban como un gran profeta de Nazaret, hijo de José. Sus signos sanando a enfermos, resucitando a muertos o multiplicando el pan, se parecían a los realizados por Elías o Eliseo. Pero en el discurso sobre el pan de vida que hemos leído en estos últimos domingos, Jesús va mucho más allá, afirmando su origen divino: Él es el Hijo de Dios, el «pan vivo que ha bajado del cielo para dar la vida al mundo».

Vimos cómo muchos se resistieron a dar este salto en su relación con Jesús: «¿No es éste Jesús –murmuraban– el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?» Estaban encantados con un Jesús-profeta que acudiera solícito a satisfacer sus deseos y necesidades, sanando a los enfermos o dando de comer a la multitud. Pero reconocer a Jesús como el Hijo de Dios encarnado suponía tener que abandonar sus propios caminos para someterse a una voluntad soberana, y eso ya no resultaba tan atractivo: las afirmaciones de Jesús sobre sí mismo –dice el evangelio de hoy– constituían un lenguaje «duro» e inaceptable para muchos, que lo acabaron abandonando.

Esta crisis de Galilea, de hecho, ha estado siempre presente a lo largo de la historia del cristianismo. Muchos se han sentido atraídos por la belleza del mensaje de Jesús y por sus signos, pero se han quedado ahí, en el Jesús-profeta que propone unos valores maravillosos y al que se acude en momentos de necesidad o enfermedad.

Sólo algunos han recibido ese «lenguaje duro» de Jesús como palabras que «son Espíritu y vida», y que les mueven a consagrar a Él su vida. Si Jesús es el Hijo de Dios encarnado que el Padre ha enviado para comunicar su vida al mundo, debe ser alabado y adorado, su Palabra debe ser conocida y meditada, y su voluntad discernida en cada momento para que, sometiéndonos a ella, recibamos su vida.

En el fondo, el dar o no dar este salto desde el Jesús-profeta al Jesús-Hijo de Dios, depende de nuestra forma de entender la vida. Si de ella no esperamos otra cosa que gozar de un cierto bienestar en el breve tiempo de nuestra existencia terrena, nos basta con un Dios al que invocar en los momentos de dificultad. Si creemos que hemos sido creados por amor y destinados a participar eternamente de la plenitud de vida de Dios, buscaremos ya en este mundo la comunión con Él por medio de Jesucristo, su enviado. San Pedro lo ha entendido perfectamente cuando responde a Jesús: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna».

La clave, pues, está en la vida eterna. Así se lo advierte Jesús a los que todavía no lo han entendido: «Vosotros me buscáis porque habéis comido hasta hartaros. No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna».

P. José María Prats

Evangelio:

En aquel tiempo, muchos de los que hasta entonces habían seguido a Jesús dijeron:

«Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?».

Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo:

«¿Esto os escandaliza? ¿Y cuándo veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros algunos que no creen».

Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y decía:

«Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre».

Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con Él.

Jesús dijo entonces a los Doce:

«¿También vosotros queréis marcharos?».

Le respondió Simón Pedro:

«Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios».

Juan 6, 60-69




«Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios» / Por P. Carlos García Malo

 


sábado, 24 de agosto de 2024

Homilía del P. Carmelo Donoso y lecturas de la Misa de hoy, sábado, San Bartolomé, apóstol, 24-8-2024

 


24 de agosto de 2024.- (Camino Católico) Homilía del P. Carmelo Donoso y lecturas de la Santa Misa de hoy, sábado, San Bartolomé, apóstol, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

Santa Misa de hoy, sábado, San Bartolomé, apóstol, 24-8-2024



24 de agosto de 2024.- (Camino Católico) Celebración de la Santa Misa de hoy, sábado, San Bartolomé, apóstol, presidida por el P. Carmelo Donoso, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

Palabra de Vida 24/8/2024: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño» / Por P. Jesús Higueras



Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TV del 24 de agosto de 2024, sábado, San Bartolomé, apóstol, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.

Evangelio: San Juan 1, 45-51:

En aquel tiempo, Felipe encuentra a Natanael y le dijo:

«Aquel de quien escribieron Moisés en la ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret».

Natanael le replicó:

«¿De Nazaret puede salir algo bueno?».

Felipe le contestó:

«Ven y verás».

Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él:

«Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».

Natanael le contesta:

«¿De qué me conoces?».

Jesús le responde:

«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».

Natanael respondió:

– «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».

Jesús le contestó:

«¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».

Y le añadió:

«En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».


Misterios Gozosos del Santo Rosario en la Parroquia Asunción de Nuestra Señora, Torrelodones, 24-8-2024


24 de agosto de 2024.- (Camino Católico) Misterios Gozosos del Santo Rosario en la parroquia Asunción de Nuestra Señora, Torrelodones, emitido por 13 TV.

Oración a San Bartolomé por la nueva evangelización y la conversión del mundo / Por P. Carlos García Malo


 «He ahí un israelita verdadero, en quien no hay engaño». ¿Qué vería en ti el Cristo para decir esto? Bartolomé, uno de los doce, presentado al Señor por Felipe en obediencia: «id y haced discípulos míos». Tras Pentecostés sales a anunciar la Buena noticia  por el mundo. No dudaste en entregar tu vida por quien la dio en salvación por muchos. Natanael, San Bartolomé,  reza por una nueva evangelización, intercede para, que como tú, los apóstoles de este siglo no le teman al martirio; y que con la confesión del Cristo muchos hombres y mujeres se encuentren con el que es el Camino, la Verdad y la Vida»

P. Carlos García Malo / Camino Católico.-  Cada 24 de agosto se celebra la fiesta de San Bartolomé, uno de los 12 apóstoles de Cristo que predicó el Evangelio después de la Ascensión del Señor. Según la tradición esta misión la llevó a cabo en la India y Armenia, donde recibió la corona del martirio.

Bartolomé es mencionado en tres de los Evangelios sinópticos (Mateo 10:3; Marcos 3:18; Lucas 6:14) siempre en compañía de Felipe, y en los Hechos de los Apóstoles (1:13) donde se hace presente en Pentecostés.

En el Evangelio de Juan, donde no aparece con el nombre de Bartolomé, muchos eruditos lo han identificado con Natanael (que significa «regalo de Dios»), que también aparece siempre con Felipe.

Este Santo nació en Caná de Galilea y fue llamado por Jesús a través de Felipe para ser su apóstol (Juan 1, 45-51). También fue uno de los discípulos a los que Jesús se apareció en el mar de Galilea después de su resurrección (Juan 21:2).

Según una tradición recogida por el llamado “padre de la historia de la Iglesia”, Eusebio de Cesárea, Bartolomé marchó a predicar el evangelio a la India, donde dejó una copia del Evangelio de Mateo en arameo. Por otro lado la tradición armenia lo considera, junto a San Judas Tadeo, como santo patrono de la Iglesia Apostólica Armenia por ser cofundador del cristianismo en ese país.

Se cree que su martirio ocurrió en Abanópolis (Armenia) en la costa occidental del Mar Caspio, después de haber predicado también en Mesopotamia, Persia y Egipto. Allí le arrancaron la piel cuando estaba aún con vida y fue decapitado por el Rey Astyages en Derbend.

Bartolomé es representado en el arte desollado y sosteniendo su piel con sus propias manos; sin embargo es más común verlo representado con barba, un libro y un cuchillo. Sus reliquias se cree que están conservadas en la iglesia de San Bartolomé en la Isla Tiberina, en Roma.

San Bartolomé tiene múltiples “patronazgos”: es patrono de los carniceros, fabricantes de libros, guantes, pieles, zapateros, sastres, mercaderes de queso, viñadores, albañiles y otros. También se le invoca contra desórdenes nerviosos.

Hoy pedimos a san Bartolomé su intercesión por la nueva evangelización y por la conversión del mundo entero:cl

«He ahí un israelita verdadero, en quien no hay engaño».

¿Qué vería en ti el Cristo para decir esto?

Bartolomé, uno de los doce, presentado al Señor por Felipe en obediencia:


«id y haced discípulos míos».

Pronto reconociste en Jesús de Nazaret al «Maestro, Hijo de Dios, Rey de Israel».

Tu sola presencia cautivaba a las gentes

y con Felipe, tu amigo desde la infancia,

ibais los dos anunciando el Evangelio.

Testigo directo del Maestro lo viste ascender al cielo

y los ángeles os conminaron a volver a Jerusalén en espera del Espíritu Santo.

Tras Pentecostés sales a anunciar la Buena noticia  por el mundo.

Es en Armenia donde el cáliz del Señor Jesús te esperaba

en un martirio cruel y despiadado.

No dudaste en entregar tu vida por quien la dio en salvación por muchos.

Natanael, San Bartolomé,

reza por una nueva evangelización,

intercede para, que como tú,

los apóstoles de este siglo no le teman al martirio;

y que con la confesión del Cristo muchos hombres y mujeres

se encuentren con el que es el Camino, la Verdad y la Vida.

Amén.

San Bartolomé, ruega por nosotros y por la conversión del mundo entero.

Carlos García Malo



Santísima Virgen María, Reina del cielo y de la tierra, sus palabras son escasas y su testimonio ejemplo ¡Sirve con amor! / P. Carlos García Malo

 


viernes, 23 de agosto de 2024

La madre de Dimas Kusuma era musulmana y al casarse con su padre se hizo católica: «Su vida y el ejemplo en cómo profesaba su fe mi mamá encendió mi vocación al sacerdocio»


* «Oí una voz que me decía: Dimas, mira que hay gente que te necesita, y va a haber más gente que te necesitará. A partir de aquel momento de oración y de sentir que podía ayudar a los demás, quise ser sacerdote. Quiero estar con Dios y quiero ayudar a la gente necesitada en todos sus anhelos. Un joven sacerdote es como un bebé que acaba de nacer. Tiene que aprender mucho en su vocación sacerdotal. Tiene que saber escuchar a los demás y sobre todo escuchar a Dios. Con la humildad, uno puede tener una buena vida, porque su ego y su ambición no van a dirigirle, sino que será Dios mismo quién dirigirá y acompañará en su vida»

Camino Católico.- Dimas Kusuma Wijaya es un joven seminarista de Indonesia, de la diócesis de Surabaya, que se presenta de esta manera: «Me llamo Dimas, como el buen ladrón», dice con esa sonrisa que caracteriza a muchos asiáticos. Cuenta en CARF su llamada a la vocación sacerdotal y cómo su madre, musulmana, se convirtió al catolicismo. Dimas se encuentra en Pamplona estudiando en la Universidad de Navarra y reside y se forma en el Seminario Internacional de Bidasoa. 

«Indonesia es uno de los países del mundo con mayor número de musulmanes. Mi madre viene de una gran familia musulmana, sus padres y trece hermanos. Cuando conoció a mi padre, sintió una llamada para convertirse al cristianismo», cuenta Dimas. 

Durante el noviazgo, su padre le fue explicando cómo viven los cristianos la fe católica. «Mi mamá claramente tenía mucha ilusión. Por otro lado, cuando mi madre habló con su padre, mi abuelo, le dijo algo muy bonito: "si has conocido otra religión que es buena, tienes que profundizar en ella". Mi abuelo apoyó y respetó a mi mamá», dice este seminarista indonesio.


En 2000, ocho años después de casarse con su padre, su madre se convirtió al cristianismo. «Fue un gran momento, un gran impacto en su vida, porque a partir de aquel instante, ya católica, se esforzó por vivir como una buena cristiana. Estaba muy contenta y feliz. Y sentía verdaderamente que esta religión es la verdadera. Porque al final, el encuentro con Jesús, el Hijo de Dios, fue cambiando su vida y su manera de ver la vida y la familia», relata Dimas. 

Explica también que tardó ochos años en convertirse porque sus padres trabajaban de un lugar a otro, y no tuvieron un hogar fijo. Esto fue una dificultad para asentarse en una parroquia y que su madre pudiera recibir las clases de catecismo y la formación doctrinal.

Emocionado, Dimas cuenta que la fe de su mamá le enseñó todo. «Su modo de vida en un país como Indonesia, y su ejemplo en cómo profesaba su fe, fueron la semilla que encendió mi vocación al sacerdocio. Ella me enseñó a rezar cada mañana y cada noche. Me llevaba a la Iglesia, y siempre me ha mostrado cómo debe vivir un cristiano y cómo enfrentarse a los desafíos. La fe de mi mamá ha sido todo para mí. Una fe tan viva y real que me ha enseñado todo». 

Ahora, su madre está muy contenta por tener un hijo en el camino al sacerdocio. Además, toda la familia de su madre, que es musulmana, con gran respeto entre unos y otros, le apoyan en su vocación como sacerdote católico.

En la preadolescencia quiso cambiar su vida

Pero también pasó por una preadolescencia algo rebelde. «En la adolescencia tuve deseos de cambiar mi vida. No tenía ganas de estudiar, solo divertirme. En definitiva, hice todo lo que me dio la gana. Y para cambiar todo eso, pensé que el mejor camino era entrar en el seminario menor, un lugar donde me ayudarían a ser mejor. Pero, claro, al final Dios no solo cambió mi vida sino también mi vocación», dice impresionado.

Recuerda el momento más intenso de su llamado, un día que delante del Santísimo Sacramentado sintió una paz enorme, una alegría muy grande al experimentar que Dios le pedía darse a los demás. Al final, escuchó cómo Dios le llamó. 

«Oí una voz que me decía: Dimas, mira que hay gente que te necesita, y va a haber más gente que te necesitará. A partir de aquel momento de oración y de sentir que podía ayudar a los demás, quise ser sacerdote. Quiero estar con Dios y quiero ayudar a la gente necesitada en todos sus anhelos».


Su hermano menor es dominico

Así, a la edad de 15 años, Dimas entró en el seminario menor. A los 18 años, en el seminario propedéutico. Y, cuando tenía 20 años, su obispo le mandó a España, al Seminario Internacional Bidasoa para formarme bien para ser sacerdote en las facultades eclesiásticas de la Universidad de Navarra. 

«Acabo de terminar mi primer curso de formación. Lo que quiere mi obispo es levantar la facultad de teología en Surabaya, mi diócesis, y por eso cada dos años intenta enviar seminaristas para estudiar en Bidasoa», explica. 

Dimas tiene otro hermano pequeño que es seminarista de Ordo Predicatorum de los dominicos, que estudia Filosofía en Manila, Filipinas. También tiene dos hermanas mayores: una casada que vive en Tokio y la segunda hermana que es profesora de Psicología en una universidad en Yakarta.

¿Cómo viven los católicos en Indonesia, un país con gran cantidad de musulmanes? ¿Hay respeto entre las confesiones? Dimas nos responde: «Tengo que decir que ahora mismo existe más tolerancia entre nosotros, pero depende del lugar donde vivan los cristianos. Hay ciudades donde resulta muy difícil levantar una parroquia o una iglesia. Hay que tener en cuenta también que Indonesia es muy plural. Hay musulmanes, católicos, budistas, hinduistas, seguidores del confucionismo y cristianos protestantes. Seis grandes religiones que conviven en Indonesia». 

Es consciente de que, cuando regrese a su país, uno de los retos a los que debe enfrentarse será la tolerancia y el respeto entre las religiones. Y en este camino que acaba de comenzar hacia al sacerdocio, considera que una de las características principales que debe reunir un joven sacerdote es la humildad. 

«Un joven sacerdote es como un bebé que acaba de nacer. Tiene que aprender mucho en su vocación sacerdotal. Tiene que saber escuchar a los demás y sobre todo escuchar a Dios. Con la humildad, uno puede tener una buena vida, porque su ego y su ambición no van a dirigirle, sino que será Dios mismo quién dirigirá y acompañará en su vida. Solo con humildad, un sacerdote puede vivir su vocación sacerdotal muy bien porque luego uno va a experimentar que en realidad la fuerza de Dios le acompañará en toda su labor pastoral», concluye este joven seminarista de Indonesia.