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domingo, 12 de octubre de 2025

Santa Misa, presidida por el Papa León XIV, de hoy, domingo, por el Jubileo de la Espiritualidad Mariana, 12-10-2025


Foto: Vatican Media, 12-10-2025


12 de octubre de 2025.- (Vatican News / 13 TV / Camino Católico) Ante 50.000 fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa León XIV ha presidido esta mañana la Santa Misa con motivo del Jubileo de la Espiritualidad Mariana, que se está celebrando este fin de semana en Roma. En su homilía, el Pontífice exhortó a los fieles a “recordar siempre a Jesucristo”, subrayando que toda auténtica espiritualidad cristiana —incluida la mariana— tiene a Jesús como centro. Antes de la bendición final de la Eucaristía, el Santo Padre ha orado ante la imagen de la Virgen de Fátima y ha rezado el Ángelus. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha toda la celebración.


Homilía de Mons. Francisco José Prieto, arzobispo de Santiago de Compostela, y lecturas de la Misa de hoy, domingo, Nuestra Señora del Pilar, 12-10-2025

12 de octubre de 2025.-  (Camino Católico)  Homilía de Mons. Francisco José Prieto Fernández, arzobispo de Santiago de Compostela, y lecturas de la Santa Misa de hoy,  domingo, Nuestra Señora del Pilar, emitida por 13 TV desde la Basílica del Pilar de Zaragoza.

Santa Misa de hoy, domingo, Nuestra Señora del Pilar, en la Basílica del Pilar de Zaragoza, 12-10-2025

12 de octubre de 2025.-  (Camino Católico) Celebración de la Santa Misa de hoy, domingo, Nuestra Señora del Pilar, presidida por Mons. Francisco José Prieto Fernández, arzobispo de Santiago de Compostela, emitida por 13 TV desde la Basílica del Pilar de Zaragoza.

Misterios Gloriosos del Santo Rosario, desde el Santuario de Lourdes, 12-10-2025

12 de octubre de 2025.- (Camino Católico).- Rezo de los Misterios Gloriosos del Santo Rosario, correspondientes a hoy, domingo, desde la Gruta de Massabielle, en el Santuario de Lourdes, en el que se intercede por el mundo entero.

Palabra de Vida 12/10/2025: «Bienaventurado el vientre que te llevó» / Por P. Jesús Higueras

Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TV del 12 de octubre de 2025, domingo de la 28ª semana de Tiempo Ordinario, Nuestra Señora del Pilar, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.

Evangelio: San Lucas 11, 27-28:

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío, levantando la voz, le dijo:

«Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron».

Pero él dijo:

«Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».

Homilía del evangelio del domingo: Hemos sido rescatados de la esclavitud del pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios / Por P. José María Prats

* «Todos hemos sido liberados de “la esclavitud de la nada” al recibir el ser y una vocación dentro del proyecto de Dios para la creación»

Domingo XXVIII del tiempo ordinario - C

2 Reyes 5, 14-17 / Salmo 97 / 2 Timoteo 2, 8-13 / San Lucas 17, 11-19 


P. José María Prats / Camino Católico.-  Para leer con fruto los evangelios es importante ponerse en la piel de los personajes: sus circunstancias, sus actitudes, sus aspiraciones. En el caso de los diez leprosos que nos presenta hoy el evangelio, este ejercicio es particularmente dramático. La lepra no sólo deformaba el cuerpo de los enfermos, sino que conllevaba también su exclusión de la sociedad y del culto para evitar el contagio y por considerarse un estado de impureza ritual.

Podemos imaginar la angustia de estas personas al contemplar la deformidad de sus miembros, su soledad y su humillación al verse rechazados y estigmatizados por la sociedad, su desconcierto por haberles tocado precisamente a ellos tener que padecer esta situación, sus esperanzas de salir de este infierno y poder realizar sus sueños y aspiraciones.

Estos diez leprosos habían oído hablar de los milagros y curaciones obrados por Jesús y salieron a su encuentro llenos de esperanza gritando: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». La respuesta de Jesús es de una contundencia y autoridad formidables: «Id a presentaros a los sacerdotes». Les está diciendo que ha decretado su curación y que se pongan en camino para que los sacerdotes la certifiquen, los declaren puros y les permitan reincorporarse en la sociedad, tal como establecía la ley mosaica (Lv 13).

Lo decisivo de esta historia es lo que ocurre en el corazón de cada uno de estos leprosos en el momento de su curación mientras van de camino. Nueve de ellos son incapaces de ver el sentido profundo de lo que ha sucedido: de pronto se ven liberados del lastre de su enfermedad y, llenos de alegría, corren a toda prisa hacia delante para vivir la vida que han soñado. Jesús queda atrás como el mero instrumento que ha hecho posible esos sueños. Sólo uno, un samaritano, entiende que ha sido sanado por una palabra, una palabra liberadora que es fuente de vida y que le llama a una existencia nueva; una palabra personal que busca una respuesta, un diálogo, una comunión para realizar un proyecto común. Y de esta consciencia emerge una respuesta apasionada: «viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias». Diez fueron curados de la lepra, pero sólo uno, el que fue al encuentro del que es la fuente de la vida, alcanzó la salvación: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado».

En los diez leprosos está representada la humanidad entera. Hablando con categorías bíblicas, todos hemos sido liberados de “la esclavitud de la nada” al recibir el ser y una vocación dentro del proyecto de Dios para la creación, y por la obra de la redención hemos sido rescatados de la esclavitud del pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios. Se trata de una liberación y de un don mucho mayores que la curación de la lepra. De los más de 7.000 millones de personas que habitamos la tierra, ¿cuántos simplemente corren a toda prisa hacia adelante buscando vivir la vida que han soñado? ¿Cuántos, en cambio, tomando conciencia de la Palabra que los creó y los redimió, responden a ella con la alabanza, la adoración, la acción de gracias y la consagración de sí mismos? ¿Uno de cada diez?

P. José María Prats


Evangelio:  

Un día, sucedió que, de camino a Jerusalén, Jesús pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: 

«¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!». 

Al verlos, les dijo: 

«Id y presentaos a los sacerdotes». 

Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios.

Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. 

Tomó la palabra Jesús y dijo: 

«¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?». 

Y le dijo: 

«Levántate y vete; tu fe te ha salvado».

San Lucas 17, 11-19

La fe no es solo creer, sino confiar plenamente en Dios, permitiendo que su gracia transforme nuestra vida / Por P. Carlos García Malo


 

Acercarnos a la Virgen del Pilar es aprender a perseverar en la fe y escuchar en el corazón su mensaje: «No temas, estoy contigo» / Por P. Carlos García Malo

 


sábado, 11 de octubre de 2025

Papa León XIV en el Rosario por la paz, 11-10-2025: «Hagan todo lo que él les diga; Dios da alegría a quienes engendran amor en el mundo, a quienes en lugar de vencer al enemigo, prefieren la paz con él»

* «Contemplemos a la Madre de Jesús y al pequeño grupo de mujeres valientes al pie de la Cruz, para aprender también nosotros a permanecer, como ellas, junto a las cruces infinitas del mundo, donde Cristo sigue crucificado en sus hermanos, para llevarles consuelo, comunión y ayuda. En ella, hermana de humanidad, nos reconocemos, y con las palabras de un poema le decimos: ‘Madre, tú eres cada mujer que ama; madre, tú eres cada madre que llora a un hijo asesinado, a un hijo traicionado. Estos hijos que nunca terminan de ser aniquilados’ (Cf. D. M. Turoldo). Bajo tu protección buscamos refugio, Virgen de la Pascua, junto con todos aquellos en los que se sigue completando la pasión de tu Hijo»

    

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News en español, con la meditación del Papa 

* «Y entre las palabras de Jesús que no queremos dejar pasar, una resuena especialmente hoy, en esta vigilia de oración por la paz: la dirigida a Pedro en el huerto de los olivos: «Envaina tu espada» (Jn 18, 11). Desarma la mano y, antes aún, el corazón. Como ya he mencionado en otras ocasiones, la paz es desarmada y desarmante. No es disuasión, sino fraternidad; no es ultimátum, sino diálogo. No llegará como fruto de victorias sobre el enemigo, sino como el resultado de sembrar justicia e intrépido perdón. Envaina la espada es la palabra dirigida a los poderosos del mundo, a quienes guían el destino de los pueblos: ¡tengan la audacia de desarmarse! Y al mismo tiempo es dirigida también a cada uno de nosotros, para hacernos cada vez más conscientes de que no podemos matar por ninguna idea, fe o política. Lo primero que hay que desarmar es el corazón, porque si no hay paz en nosotros, no daremos paz» 

11 de octubre de 2025.- (Vatican News / Camino Católico) El Papa León XIV súplica a la Virgen María “reina de la paz”, durante la vigilia de oración y el Santo Rosario por la paz por el fin de los conflictos armados en el mundo; en la que también recuerda las palabras de Jesús en el Evangelio: «Envaina tu espada» (Jn 18, 11)” que son una invitación a “desarmar el corazón, porque si no hay paz en nosotros, no daremos paz”. Decenas de miles de fieles han llenado la plaza de San Pedro rezando por la paz en el mundo.

El Santo Padre reflexiona: “Bienaventurados ustedes. Hagan todo lo que él les diga. Y nosotros nos comprometemos a que se haga nuestra carne y pasión, historia y acción, la gran palabra del Señor: ‘Bienaventurados ustedes, los que trabajan por la paz’ (cf. Mt 5,9). Bienaventurados ustedes: Dios da alegría a quienes engendran amor en el mundo, alegría a quienes, en lugar de vencer al enemigo, prefieren la paz con él”.

En su reflexión el Papa León XIV invita a contemplar en la Virgen María "sus virtudes humanas y evangélicas, cuya imitación constituye la más auténtica devoción mariana”, como lo enseña el capítulo VIII de la constitución dogmática Lumen gentium, cuyos textos también han sido leídos como meditaciones durante el Rosario. 

“Como ella -dice el Papa-, la primera discípula, supliquemos el don de un corazón que escucha y se vuelve fragmento de un cosmos que acoge. A través de ella, Mujer dolorosa, fuerte y fiel, pidamos que nos alcance el don de la compasión hacia todo hermano y hermana que sufre, y hacia todas las criaturas”. 

Dice el Pontífice que las palabras de Jesús: “Envaina la espada”, hoy va dirigida a los quienes guían los destinos de los pueblos: "¡tengan la audacia de desarmarse!", y cada persona: “para hacernos cada vez más conscientes de que no podemos matar por ninguna idea, fe o política. Lo primero que hay que desarmar es el corazón, porque si no hay paz en nosotros, no daremos paz”. En el vídeo de Vatican News se escucha y visualiza toda la meditación del Papa, cuyo texto íntegro es el siguiente:

JUBILEO DE LA ESPIRITUALIDAD MARIANA

VIGILIA DE ORACIÓN Y ROSARIO POR LA PAZ

MEDITACIÓN DEL SANTO PADRE LEÓN XIV

Plaza de San Pedro

Sábado, 11 de octubre de 2025

Queridos hermanos y hermanas:

nos hemos reunido en oración, esta noche, junto con María la Madre de Jesús, como solía hacerlo la primera Iglesia de Jerusalén (Hch 1,14). Todos unidos, perseverantes y con un mismo sentir, no nos cansamos de interceder por la paz, don de Dios que debe convertirse en nuestra conquista y nuestro compromiso.

Espiritualidad mariana auténtica

En este Jubileo de la espiritualidad mariana, nuestra mirada como creyentes busca en la Virgen María la guía de nuestra peregrinación en la esperanza, contemplando sus «virtudes humanas y evangélicas, cuya imitación constituye la más auténtica devoción mariana» (Cf. Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen Gentium, 65.67). Como ella, la primera creyente, queremos ser un seno que acoja al Altísimo, «humilde tienda del Verbo, movida sólo por el viento del Espíritu» (S. Juan Pablo II, Angelus, 15 agosto 1988). Como ella, la primera discípula, supliquemos el don de un corazón que escucha y se vuelve fragmento de un cosmos que acoge. A través de ella, Mujer dolorosa, fuerte y fiel, pidamos que nos alcance el don de la compasión hacia todo hermano y hermana que sufre, y hacia todas las criaturas.

Contemplemos a la Madre de Jesús y al pequeño grupo de mujeres valientes al pie de la Cruz, para aprender también nosotros a permanecer, como ellas, junto a las cruces infinitas del mundo, donde Cristo sigue crucificado en sus hermanos, para llevarles consuelo, comunión y ayuda. En ella, hermana de humanidad, nos reconocemos, y con las palabras de un poema le decimos:

“Madre, tú eres cada mujer que ama;

madre, tú eres cada madre que llora

a un hijo asesinado, a un hijo traicionado.

Estos hijos que nunca terminan de ser aniquilados» (Cf. D. M. Turoldo).

Bajo tu protección buscamos refugio, Virgen de la Pascua, junto con todos aquellos en los que se sigue completando la pasión de tu Hijo.

Hagan lo que él les diga

En el Jubileo de la espiritualidad mariana, nuestra esperanza se ilumina con la luz suave y perseverante de las palabras de María que nos refiere el Evangelio. Y de entre todas ellas, son valiosas las últimas pronunciadas en las Bodas de Caná, cuando, señalando a Jesús, dice a los sirvientes: «Hagan todo lo que él les diga» (Jn 2,5). Después no hablará más. Por tanto, estas palabras, que resultan casi un testamento, deben ser muy queridas por los hijos, como todo testamento de una madre.

Todo lo que él les diga. Ella está segura de que su Hijo hablará, su Palabra no ha terminado, sigue creando, generando, llenando el mundo de primaveras y de vino las ánforas de la fiesta. María, como una señal indicadora, orienta más allá de sí misma, muestra que el punto de llegada es el Señor Jesús y su Palabra, el centro hacia el que todo converge, el eje alrededor del cual giran el tiempo y la eternidad.

Cumplan su Palabra, recomienda. Cumplan el Evangelio, conviértanlo en gesto y cuerpo, en sangre y carne, en esfuerzo y sonrisa. Cumplan el Evangelio, y la vida se transformará, de vacía a plena, de apagada a encendida.

Hagan todo lo que él les diga: todo el Evangelio, la palabra exigente, la caricia consoladora, el reproche y el abrazo. Lo que entiendes y también lo que no entiendes. María nos exhorta a ser como los profetas: a no dejar caer en el vacío ni una sola de sus palabras (cf. 1Sam 3,19)

Y entre las palabras de Jesús que no queremos dejar pasar, una resuena especialmente hoy, en esta vigilia de oración por la paz: la dirigida a Pedro en el huerto de los olivos: «Envaina tu espada» (Jn 18, 11). Desarma la mano y, antes aún, el corazón. Como ya he mencionado en otras ocasiones, la paz es desarmada y desarmante. No es disuasión, sino fraternidad; no es ultimátum, sino diálogo. No llegará como fruto de victorias sobre el enemigo, sino como el resultado de sembrar justicia e intrépido perdón.

Envaina la espada es la palabra dirigida a los poderosos del mundo, a quienes guían el destino de los pueblos: ¡tengan la audacia de desarmarse! Y al mismo tiempo es dirigida también a cada uno de nosotros, para hacernos cada vez más conscientes de que no podemos matar por ninguna idea, fe o política. Lo primero que hay que desarmar es el corazón, porque si no hay paz en nosotros, no daremos paz.

Entre ustedes no debe ser así

Escuchemos de nuevo al Señor Jesús: los grandes del mundo se construyen imperios con el poder y el dinero (Cf. Mt 20,25; Mc 10,42), «Pero entre ustedes no debe ser así» (Lc 22,26). Dios no actúa así: el Maestro no tiene tronos, sino que se ciñe una toalla y se arrodilla a los pies de cada uno. Su imperio es ese pequeño espacio que basta para lavar los pies de sus amigos y cuidar de ellos.

Es también la invitación a adquirir un punto de vista diferente para mirar el mundo desde abajo, con los ojos de quien sufre, no con la óptica de los potentes; para ver la historia con la mirada de los pequeños y no con la perspectiva de los poderosos; para interpretar los acontecimientos de la historia desde el punto de vista de la viuda, del huérfano, del extranjero, del niño herido, del exiliado, del fugitivo. Con la mirada de quien naufraga, del pobre Lázaro, tirado junto a la puerta del rico epulón. De lo contrario, nunca cambiará nada y no surgirá un tiempo nuevo, un reino de justicia y paz.

La Virgen María lo hace también así en el cántico del Magnificat, cuando dirige su mirada a los puntos de fractura de la humanidad, allí donde se produce la distorsión del mundo, en el contraste entre humildes y poderosos, entre pobres y ricos, entre sacios y hambrientos. Y elige a los pequeños, se pone de la parte de los últimos de la historia, para enseñarnos a imaginar, a soñar juntos con ella los cielos nuevos y la tierra nueva.

Bienaventurados ustedes

Hagan todo lo que él les diga. Y nosotros nos comprometemos a que se haga nuestra carne y pasión, historia y acción, la gran palabra del Señor: “Bienaventurados ustedes, los que trabajan por la paz” (cf. Mt 5,9).

Bienaventurados ustedes: Dios da alegría a quienes engendran amor en el mundo, alegría a quienes, en lugar de vencer al enemigo, prefieren la paz con él.

Ánimo, adelante, en camino. Ustedes que construyen las condiciones para un futuro de paz, en la justicia y el perdón; sean mansos y decididos, no se desanimen. La paz es un camino y Dios camina con ustedes. El Señor crea y difunde la paz a través de sus amigos pacificados en el corazón, que a su vez se convierten en pacificadores, instrumentos de su paz.

Nos hemos reunido esta noche en oración alrededor de María, Madre de Jesús y Madre nuestra, como los primeros discípulos en el cenáculo. A ella, mujer profundamente pacífica, reina de la paz, nos dirigimos:

Ruega con nosotros, Mujer fiel, sagrado seno del Verbo.

Enséñanos a escuchar el grito de los pobres y de la madre Tierra,

atentos a las llamadas del Espíritu en el secreto del corazón,

en la vida de los hermanos, en los acontecimientos de la historia,

en el gemido y en el júbilo de la creación.

Santa María, madre de los vivos,

mujer fuerte, dolorosa, fiel,

Virgen esposa junto a la Cruz,

donde se consuma el amor y brota la vida,

sé tú la guía de nuestro compromiso de servicio.


Enséñanos a detenernos contigo junto a las infinitas cruces

donde tu Hijo sigue crucificado,

donde la vida está más amenazada;

a vivir y dar testimonio del amor cristiano

acogiendo en cada hombre a un hermano;

a renunciar al oscuro egoísmo

para seguir a Cristo, verdadera luz del hombre.


Virgen de la paz, puerta de la esperanza segura,

¡acoge la oración de tus hijos!

Papa León XIV

Fotos: Vatican Media, 11-10-2025

Vigilia de oración, y rosario por la paz en el Jubileo de la Espiritualidad Mariana, presididos por el Papa León XIV, 11-10-2025

Foto: Vatican Media, 11-10-2025


11 de octubre de 2025.- (Camino Católico)  Al caer la tarde del 11 de octubre, el Papa León XIV ha presidido la Vigilia de Oración y el rezo Santo Rosario, en la plaza de San Pedro, ante decenas de miles de fieles y peregrinos, pidiendo por la paz en el mundo. “Todos unidos, perseverantes y con un mismo sentir, no nos cansamos de interceder por la paz, don de Dios que debe convertirse en nuestra conquista y nuestro compromiso”. Esta tarde de plegaria se ha producido en el Jubileo de la Espiritualidad Mariana. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha el rezo del Santo Rosario y toda la vigilia.

En el saludo introductorio, el Papa motiva la oración a la Virgen María diciendo: “A ella, madre amorosa, dirigimos nuestra oración para que conserve en nosotros la imagen de su Hijo y, bajo su protección, vivamos como hermanos y hermanas, llegando a ser así, en un mundo desgarrado por las luchas y las discordias, artesanos de paz”, expresa el Pontífice ante la imagen original de la Virgen de Fátima que peregrina a Roma para el Jubileo de la Espiritualidad Mariana. Luego fueron rezados los Misterios Gozosos del Santo Rosario.

En su meditación el Papa León XIV invita a contemplar en la Virgen María "sus virtudes humanas y evangélicas, cuya imitación constituye la más auténtica devoción mariana”, como lo enseña el capítulo VIII de la constitución dogmática Lumen gentium, cuyos textos también han sido leídos como meditaciones durante el Rosario. 

“Como ella -dice el Papa-, la primera discípula, supliquemos el don de un corazón que escucha y se vuelve fragmento de un cosmos que acoge. A través de ella, Mujer dolorosa, fuerte y fiel, pidamos que nos alcance el don de la compasión hacia todo hermano y hermana que sufre, y hacia todas las criaturas”. Después de rezar el Santo Rosario se ha expuesto el Santísimo Sacramento y se ha orado ante Él en adoración.