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sábado, 1 de noviembre de 2025

Palabra de Vida 1/11/2025: «Vuestra recompensa será grande en el cielo» / Por P. Jesús Higueras

Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TV del 1 de noviembre de 2025, sábado de la 30ª semana de Tiempo Ordinario, solemnidad de Todos los Santos, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.

Evangelio: San Mateo 5, 1-12a:

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:

«Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.

Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».

Homilía de Todos los Santos: La santidad se recibe de Cristo, de estar unidos a Él; no es de producción propia / Por Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap.

* «Negar el Cielo es negar la dignidad del ser humano, que queda reducido a un cúmulo de átomos con fecha de caducidad. Y una vez negada esta dignidad, se puede someter al hombre a las mayores atrocidades. El cristianismo, en cambio, a pesar de las miserias inherentes a nuestra condición pecadora, desarraigó la esclavitud del mundo antiguo, levantó hospitales y universidades, defendió la dignidad inviolable de todo ser humano, ha velado siempre por los débiles y marginados y ha llenado de esperanza y de sentido la vida de miles de millones de personas»

Solemnidad de Todos los Santos:

Apocalipsis 7, 2-4.9-14  /  Salmo 23  /  1 Juan 3, 1-3  /  Mateo 5, 1-12

Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap. / Camino Católico.-  Hace tiempo que los científicos envían señales al cosmos en espera de respuestas de parte de seres inteligentes en algún planeta perdido. La Iglesia desde siempre mantiene un diálogo con los habitantes de otro mundo, los santos. Es cuanto proclamamos al decir: «Creo en la comunión de los santos». Aunque existieran habitantes fuera del sistema solar, la comunicación con ellos sería imposible porque entre la pregunta y la respuesta pasarían millones de años. Aquí en cambio la respuesta es inmediata porque existe un centro de comunicación y de encuentro común que es Cristo Resucitado.

Tal vez también por el momento del año en que cae, la Solemnidad de Todos los Santos tiene algo especial que explica su popularidad y las numerosas tradiciones ligadas a ella en algunos sectores de la cristiandad. El motivo está en lo que dice Juan en la segunda lectura. En esta vida «somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos»; somos como el embrión en el seno de la madre que anhela nacer. Los santos han «nacido» (la liturgia llama «día del nacimiento», dies natalis, al día de su muerte); contemplarles es contemplar nuestro destino. Mientras a nuestro alrededor la naturaleza se desnuda y caen las hojas, la fiesta de Todos los Santos nos invita a mirar a lo alto; nos recuerda que no estamos destinados a marchitarnos en tierra para siempre, como las hojas.

El pasaje del Evangelio es el de las Bienaventuranzas. Una en particular ha inspirado la elección del pasaje: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados». Los santos son aquellos que han tenido hambre y sed de justicia, esto es, en lenguaje bíblico, de santidad. No se han resignado a la mediocridad, no se han contentado con medias tintas.

Nos ayuda a entender quiénes son los santos la primera lectura de la Solemnidad. Son «los que han lavado sus vestiduras en la sangre del Cordero». La santidad se recibe de Cristo; no es de producción propia. En el Antiguo Testamento ser santos quería decir «estar separados» de todo lo que es impuro; en la acepción cristiana quiere decir más bien lo contrario, o sea, «estar unidos», se entiende que a Cristo.

Los santos, esto es, los salvados, no son sólo los que enumera el calendario o el santoral. Existen también los «santos desconocidos»: quienes arriesgaron su vida por los hermanos, los mártires de la justicia y de la libertad, o del deber, los «santos laicos», como alguien les ha llamado. Sin saberlo, también sus vestiduras han sido lavadas en la sangre del Cordero, si han vivido según la conciencia y les ha importado el bien de los hermanos.

Surge espontáneamente una pregunta: ¿qué hacen los santos en el paraíso? La respuesta está, también aquí, en la primera lectura: los salvados adoran, echan sus coronas ante el trono, gritando: «Alabanza, honor, bendición, acción de gracias...». Se realiza en ellos la verdadera vocación humana, que es la de ser «alabanza de la gloria de Dios» (Ef 1,14). Su coro es guiado por María, que en el cielo continúa su canto de alabanza: «Proclama mi alma la grandeza del Señor». Es en esta alabanza donde los santos encuentran su bienaventuranza y su gozo: «Se alegra mi espíritu en Dios». El hombre es aquello que ama y aquello que admira. Amando y alabando a Dios uno se ensimisma con Dios, se participa de su gloria y de su propia felicidad.

Un día, un santo, San Simeón el Nuevo Teólogo, tuvo una experiencia mística de Dios tan fuerte que exclamó para sí: «Si el paraíso no es más que esto, ¡me basta!». Pero la voz de Cristo le dijo: «Eres bien mezquino si te contentas con esto. El gozo que has experimentado en comparación con el del paraíso es como un cielo pintado en papel respecto al verdadero cielo».

Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap.

Evangelio

En aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: 

«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».

Mateo 5, 1-12

Homilía del evangelio de Todos los Santos: La veneración de los santos no tiene que alejarnos de Cristo sino que tiene que llevarnos a un encuentro más profundo con Él y al compromiso con este mundo / Por P. José María Prats

* «La lectura del Apocalipsis nos lo confirma. San Juan, tras contemplar aquella muchedumbre inmensa de santos, vestida de blanco y con palmas en las manos, recibe esta pregunta de uno de los ancianos: ‘Éstos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?’ Y, tras confesar su ignorancia, se le da esta respuesta que remite inmediatamente a Cristo como fuente de toda santidad y a la lucha por la justicia: ‘Ésos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la Sangre del Cordero’, es decir: ésos son los que se han asociado al sacrificio de Cristo, participando de su vida, de su lucha por la justicia, de su muerte redentora y de su resurrección triunfante»

Solemnidad de Todos los Santos

Apocalipsis 7, 2-4.9-14 / Salmo 23 /  1 Juan 3, 1-3  / San Mateo 5, 1-12

P. José María Prats / Camino Católico.-  En esta solemnidad de Todos los Santos recordamos a nuestros hermanos que han alcanzado ya la eterna bienaventuranza y contemplan a Dios cara a cara en el Cielo. Por ello hoy es un día muy apropiado para meditar sobre la santidad y sobre el Cielo.

Predicamos poco sobre el Cielo. Tal vez por miedo a que se nos acuse de espiritualismo, de promover una piedad desencarnada o de desentendernos de los graves problemas de este mundo. Y, sin embargo, nuestro mundo necesita más que nunca que le hablemos del Cielo.

Decía un teólogo contemporáneo: «Los Cielos están vacíos y los grandes almacenes llenos». Nuestra cultura ha vaciado los Cielos y se ha encadenado a la tierra. Pero como el corazón del hombre suspira por el Cielo, ha tenido que ofrecerle un cielo en la tierra. Es ese cielo que nos vende la publicidad, hecho de eterna salud y juventud, de placeres, lujos y consumo sin límite. Y en este cielo ha entronizado a sus santos, a los que rinde culto y reverencia en los programas y revistas del corazón.

Este cielo, este falso cielo tan elocuente y persuasivamente predicado es el que nos está llevando a vivir en un infierno, porque la lucha por conquistarlo nos arrastra irremediablemente a la competencia, a la guerra, a la explotación de unos por otros, a la soledad y, finalmente, al desengaño, porque este cielo, sencillamente, no existe.

El mundo está sediento de Cielo y se está dando cuenta de que el que le han vendido es en realidad un infierno. Ahora es, pues, nuestro momento, el momento de romper las cadenas que nos atan a la tierra y mostrar al mundo la maravilla del verdadero Cielo. Y como el hombre de hoy necesita ver, oír y tocar, la mejor manera de hacerlo es presentándole a los santos como realización concreta, cercana y asequible de esta plenitud y felicidad que todos anhelamos. El testimonio de los santos tiene una fuerza evangelizadora extraordinaria. Pensemos, por ejemplo, en la conversión de San Ignacio de Loyola gracias a la lectura de vidas de santos.

Pero esta contemplación y veneración de los santos no tiene que alejarnos de Cristo, como pretende la teología protestante, sino todo lo contrario: tiene que llevarnos a un encuentro más profundo con Él y al compromiso con este mundo. La lectura del Apocalipsis nos lo confirma. San Juan, tras contemplar aquella muchedumbre inmensa de santos, vestida de blanco y con palmas en las manos, recibe esta pregunta de uno de los ancianos: «Éstos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?» Y, tras confesar su ignorancia, se le da esta respuesta que remite inmediatamente a Cristo como fuente de toda santidad y a la lucha por la justicia: «Ésos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la Sangre del Cordero», es decir: ésos son los que se han asociado al sacrificio de Cristo, participando de su vida, de su lucha por la justicia, de su muerte redentora y de su resurrección triunfante.

Que el Señor nos conceda en este día, por la intercesión de todos los santos, la sabiduría y la audacia necesarias para abrir nuevamente los Cielos a los hombres y devolverles su dignidad y su esperanza.


P. José María Prats


Evangelio:  

En aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: 

«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».

San Mateo 5, 1-12

Mira a la Virgen María e intenta imitarla en todo, Ella es ejemplo de santidad en nuestro peregrinar hacia el Cielo / Por P. Carlos García Malo

 


Misterios Gozosos del Santo Rosario en la Parroquia Asunción de Nuestra Señora, Torrelodones, 1-11-2025

1 de noviembre de 2025.- (Camino Católico) Misterios Gozosos del Santo Rosario correspondientes a hoy, sábado, en la parroquia Asunción de Nuestra Señora, Torrelodones, emitido por 13 TV.

viernes, 31 de octubre de 2025

Papa León XIV a los educadores, 31-10-2025: «Dice San Agustín: ‘A los que no enseña interiormente el Espíritu Santo, regresan con la misma ignorancia’»

* «Como quizá sepan, mi “lema” es In Illo uno unum. También esta es una expresión agustiniana (cf. Ennaratio in Psalmum 127, 3), que recuerda que sólo en Cristo encontramos verdaderamente la unidad, como miembros unidos a la Cabeza y como compañeros de camino en el proceso de continuo aprendizaje de la vida»

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News del discurso del Papa León XIV

* «Es muy iluminador un dístico agustiniano que afirma: ‘El amor a Dios es primero en el orden de lo preceptuado; el amor al prójimo, en cambio, es primero en el orden de la acción’ (In Evangelium Ioannis Tractatus 17, 8). En el ámbito formativo, entonces, cada uno podría preguntarse cuál es su compromiso para captar las necesidades más urgentes, qué esfuerzo realiza para construir puentes de diálogo y de paz, incluso dentro de las comunidades docentes; cuál es su capacidad de superar prejuicios o visiones limitadas; cuál su apertura en los procesos de co-aprendizaje; y qué empeño pone en responder a las necesidades de los más frágiles, pobres y excluidos»

31 de octubre de 2025.- (Camino Católico).- En ocasión del Jubileo del Mundo Educativo, el Papa León XIV se ha reunido esta mañana con más de 20.000 educadores de todo el mundo a quienes ha destacado cuatro pilares fundamentales para la educación cristiana:la interioridad, la unidad, el amor y la alegría y les recordó que “dice San Agustín: ‘A los que no enseña interiormente el Espíritu Santo, regresan con la misma ignorancia’”.

Inspirándose en san Agustín, el Papa ha recordado que el verdadero Maestro “está dentro de cada persona”. La educación —afirma— no se reduce a técnicas o estructuras, sino que es un camino interior de encuentro entre maestros y alumnos. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha el discurso del Santo Padre, cuyo texto completo es el siguiente:


ENCUENTRO CON LOS EDUCADORES CON MOTIVO DEL JUBILEO DEL MUNDO EDUCATIVO

DISCURSO DEL SANTO PADRE LEÓN XIV

Plaza San Pedro
Viernes, 31 de octubre de 2025

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

La paz esté con ustedes.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!

Estoy muy contento de poder encontrarme con ustedes, educadores provenientes de todo el mundo y comprometidos en todos los niveles, desde la escuela primaria hasta la universidad.

Como sabemos, la Iglesia es Madre y Maestra (cf. S. Juan XXIII, Carta enc. Mater et magistra, 15 mayo 1961, 1), y ustedes contribuyen a encarnar su rostro para tantos alumnos y estudiantes a cuya educación se dedican. Gracias a la luminosa constelación de carismas, metodologías, pedagogías y experiencias que representan, y gracias a su compromiso “polifónico” en la Iglesia, en las diócesis, en congregaciones, institutos religiosos, asociaciones y movimientos, ustedes garantizan a millones de jóvenes una formación adecuada, manteniendo siempre en el centro, en la transmisión del saber humanístico y científico, el bien de la persona.

Yo también fui docente en instituciones educativas de la Orden de San Agustín y por eso quisiera compartir con ustedes mi experiencia, retomando cuatro aspectos de la doctrina del Doctor Gratiae que considero fundamentales para la educación cristiana: la interioridad, la unidad, el amor y la alegría. Son principios que quisiera que se conviertan en los pilares de un camino a recorrer juntos, haciendo de este encuentro el inicio de un proceso común de crecimiento y enriquecimiento mutuo.

Respecto a la interioridad, san Agustín dice que «el sonido de nuestras palabras golpea los oídos de ustedes, pero el verdadero Maestro está dentro» (In Epistolam Ioannis ad Parthos Tractatus 3,13), y añade: «A los que no enseña interiormente el Espíritu Santo, regresan con la misma ignorancia» (ibíd.). Nos recuerda así que es un error pensar que para enseñar son suficientes palabras bonitas o aulas escolares en buen estado, laboratorios o bibliotecas. Estos son sólo medios y espacios físicos, ciertamente útiles, pero el Maestro está dentro. La verdad no circula a través de sonidos, muros y pasillos, sino en el encuentro profundo entre las personas, sin el cual cualquier propuesta educativa está destinada al fracaso.

Vivimos en un mundo dominado por pantallas y filtros tecnológicos, a menudo superficiales, en el que los estudiantes, para entrar en contacto con su propia interioridad, necesitan ayuda. Y no sólo ellos. También los educadores, con frecuencia cansados y sobrecargados de tareas burocráticas, corren el riesgo real de olvidar lo que san John Henry Newman sintetizaba con la expresión cor ad cor loquitur —“el corazón habla al corazón—, y que san Agustín recomendaba diciendo: «No quieras derramarte fuera; entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad» (De vera religione, 39, 72). Son expresiones que invitan a considerar la formación como un camino en el que maestros y discípulos caminan juntos (cf. S. Juan Pablo II, Const. ap. Ex corde Ecclesiae, 15 agosto 1990, 1), conscientes de no buscar en vano, pero, al mismo tiempo, sabiendo que deben seguir buscando incluso después de haber encontrado. Sólo este esfuerzo humilde y compartido —que en los contextos escolares se configura como proyecto educativo— puede acercar a alumnos y docentes a la verdad.

Y llegamos así a la segunda palabra: unidad. Como quizá sepan, mi “lema” es In Illo uno unum. También esta es una expresión agustiniana (cf. Ennaratio in Psalmum 127, 3), que recuerda que sólo en Cristo encontramos verdaderamente la unidad, como miembros unidos a la Cabeza y como compañeros de camino en el proceso de continuo aprendizaje de la vida.

Esta dimensión del “con”, constantemente presente en los escritos de san Agustín, es fundamental en los contextos educativos, como desafío para “salir de sí mismo” y como estímulo para crecer. Por esta razón, he decidido retomar y actualizar el proyecto del Pacto Educativo Global, que fue una de las intuiciones proféticas de mi venerado predecesor, el Papa Francisco. Además, como enseña el Maestro de Hipona, nuestro ser no nos pertenece: «Tu alma —dice— no es tuya propia, sino de todos tus hermanos» (Ep. 243, 4, 6). Y si esto es verdad en sentido general, lo es con mayor razón en la reciprocidad propia de los procesos educativos, en donde el compartir el saber no puede tomar otra forma que la de un gran acto de amor.

Precisamente, la tercera palabra es amor. Resulta muy iluminador, al respecto, un dístico agustiniano que afirma: «El amor a Dios es primero en el orden de lo preceptuado; el amor al prójimo, en cambio, es primero en el orden de la acción» (In Evangelium Ioannis Tractatus 17, 8). En el ámbito formativo, entonces, cada uno podría preguntarse cuál es su compromiso para captar las necesidades más urgentes, qué esfuerzo realiza para construir puentes de diálogo y de paz, incluso dentro de las comunidades docentes; cuál es su capacidad de superar prejuicios o visiones limitadas; cuál su apertura en los procesos de co-aprendizaje; y qué empeño pone en responder a las necesidades de los más frágiles, pobres y excluidos. Compartir el conocimiento no basta para enseñar, se necesita amor. Sólo así el conocimiento será provechoso para quien lo recibe, en sí mismo y, sobre todo, por la caridad que comunica. La enseñanza nunca puede separarse del amor, y una de las dificultades actuales de nuestras sociedades es no saber valorar suficientemente la gran contribución que los maestros y educadores brindan a la comunidad en este sentido. Pero tengamos cuidado, dañar el papel social y cultural de los formadores es hipotecar el propio futuro y una crisis en la transmisión del saber conlleva una crisis de esperanza.

Y llegamos así a la última palabra clave: alegría. Los verdaderos maestros educan con una sonrisa, y su apuesta es lograr despertar sonrisas en el fondo del alma de sus discípulos. Hoy, en nuestros contextos educativos, preocupa ver crecer los síntomas de una fragilidad interior generalizada, en todas las edades. No podemos cerrar los ojos ante estos reclamos silenciosos de auxilio; al contrario, debemos esforzarnos por identificar sus causas profundas. La inteligencia artificial, en particular, con su conocimiento técnico, frío y estandarizado, puede aislar aún más a estudiantes ya aislados, dándoles la ilusión de no necesitar a los demás o, peor aún, la sensación de no ser dignos de ellos. El papel de los educadores, en cambio, es un compromiso humano, y la alegría misma del proceso educativo es plenamente humana, una llama que «funde las almas y de muchas hace una sola» (S. Agustín, Confesiones, IV, 8,13).

Por eso, queridos amigos, quiero invitarlos a hacer de estos valores —interioridad, unidad, amor y alegría— los “puntos cardinales” de la misión de ustedes para con sus alumnos, recordando las palabras de Jesús: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40). Hermanos y hermanas, ¡les agradezco el valioso trabajo que realizan! Los bendigo de corazón y rezo por ustedes.

Papa León XIV







Fotos: Vatican Media, 31-10-2025

‘Claret’, película sobre la vida de San Antonio María Claret de 2020

Camino Católico.- En 1930, el escritor e intelectual Azorín descubrió un engaño que se había propagado a lo largo de casi 60 años, la vida y las obras del arzobispo español Antonio María Claret, fundador de los Misioneros Claretianos, habían sido adulteradas. Esta historia descubre al que fue el verdadero Claret.

Título original: Claret Título alternativo: Esclavos y reyes Año: 2020 Director y guionista: Pablo Moreno Reparto: Carlos Cañas, Marta Romero, Alejandro Arroyo, Antonio Castro, Antonio Velasco, Carlos Pinedo, Joseph Junior, Juan Alberto López, Pablo Viña, Pepe Carrasco, Raúl Escudero, Roberto Chapu, Scott Cleverdon, Xiqui Rodríguez, Assumpta Serna, Laura Contreras, Olga Mansilla, Antonio Reyes, Alba Recondo Música: Oscar Martín Leanizbarrutia Fotografía: Rubén D. Ortega