* «Yo, claro, en ese momento me reí. A los tres meses estaba peregrinando a Santiago de Compostela y, al cabo de un año de una conversión profundísima, entraba en el Seminario de vocaciones tardías de Toledo, Santa Leocadia… Desde muy joven me dediqué a la pintura. Iba por libre siempre, en la formación era un desastre, me daba todo igual, cogía lo que me interesaba de cada sitio. Estuve dos años con Venancio Blanco, el escultor, luego entré en el Círculo de Bellas Artes. Era una vida que me llevó al límite, llegué incluso al límite del suicidio. En el proceso de conversión dejé de pintar y experimenté lo que es el sufrimiento holístico, vital. Quería acabar con todo, todo se rompió y perdió el sentido. Pero estando en esta situación que me impedía seguir adelante, descubro una luz, una especie de cuerda de luz muy finita en medio de la oscuridad. Me agarré a esa cuerda y empecé a rezar. Más tarde, ya en el Seminario, leí en Kierkegaard precisamente eso, que en el límite del suicidio se encuentra una puerta hacia lo trascendente. Hubo un cambio total en mi vida»
jueves, 4 de enero de 2018
Vicente Molina Pacheco, sacerdote y pintor: «Estaba en la “movida madrileña”, y mi madre me dijo: “Hijo mío, el Señor me ha mostrado que vas a entrar en la Iglesia»
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