* «Simonetta, una joven encantadora, inteligente, llena de buenas cualidades, que reaccionaba bien a los desafíos de una vida que le había puesto delante muchas tribulaciones. No me convenció «catequizándome», sino con su ejemplo de vida. Descubrí que sus amigos de la comunidad no eran estúpidos, ni mojigatos o «medievales», como siempre me había imaginado a los cristianos hasta ese momento. Así que empecé a escuchar con menos prejuicios, hice un acto de humildad, cuestioné mis convicciones y saqué mis conclusiones»
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