* «Cuando comencé a sentir en mi vida el don de la vocación, que quizás mi futuro podría ser formar parte dentro de la vida religiosa, me asusté un poco, pues era algo que ya no estaba de moda y, claro, bastante complejo para algunas personas. Pero cuando me di cuenta que no era yo, sino yo con el Señor, todo cambió. A pesar de eso seguí en búsqueda, pero después de muchas resistencias vi que este era mi camino. Volvería siempre a decirle sí a la llamada del Señor: “vende lo que tienes y sígueme”. Comencé a sentir y a tener la certeza de que Dios estaba en todo y fue cuando, poco a poco, comencé a adentrarme en este estilo de vida. Ha sido un camino donde he ido dando pequeños pasos, de resistencias, de acompañamiento y de dejarme guiar. Un camino que ha ido forjando en mí un amor que cada día me une más al Amor Eucarístico; a vivir para Él en los demás dando lo mejor de mí. Una vida para eucaristizar. Vivimos una vida sencilla, en comunidad, en la que nuestra entrega y amor a los hermanos nace de la Eucaristía, dejándonos amar y alimentándonos cada día de Él»
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