* «El médico que atendía a mi papá del corazón nos dijo que el estado era crítico; que le quedaban pocas horas de vida lamentablemente. La ciencia ya hizo todo y que debíamos despedirnos resignados por este final. Le pedí que la estampita quedara en la cabecera de mi papá. Por la tarde de ese mismo día el respirador empezó a quedar en el 75%. Comenzó a mejorar de forma apresurada. Todo empezó a cambiar. Al otro día los médicos nos llamaron para decirnos que respiraba mejor y que ya no tenía fiebre. Fue de repente la mejoría, muy inesperada. Fue un milagro, dijeron los médicos, era muy complicado el cuadro y de un momento a otro se mejoró y ya le podemos dar el alta»
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