* «Yo, sinceramente, a San Isidro no le había rezado nunca… Yo antes decía: ‘he tocado fondo, necesito estar bien?. Pero, desde el día de San Isidro, no he tomado antiinflamatorios, no me atraganto al comer, y he vuelto a nadar»
Camino Católico.- Sara Urios está casada y es profesora. Cualquiera que la conozca diría que es una mujer alegre y normal. Sin embargo, sufrió un accidente de tráfico en el que falleció una amiga suya. Desde entonces, su espalda, su cuello, su cabeza le han ido acarreando problemas. Por temporadas, con aparentes soluciones y con intervenciones quirúrgicas que parecían definitivas. Pero los dolores y molestias regresaban. En octubre del año pasado, la situación se le hizo insoportable y tuvo que cogerse una baja laboral que dura hasta hoy —aunque el alta médica quizá llegue mañana. Pastillas, pérdida de equilibrio, visitas a clínicas y todo tipo de dificultades. Hasta que acudió a la Colegiata de San Isidro (Madrid) el día de la festividad del Patrón, rezó, no estuve ni un minuto delante del cuerpo de San Isidro. Y dijo: “Parece que me encuentro mejor, vamos a comer. Terminamos y me iba encontrando mejor. Y al día siguiente me levanté estupendamente. Hasta hoy”, dice en un testimonio en vídeo en El Debate.
San Isidro, un santo labrador de cuya canonización se han cumplido cuatro siglos esta primavera, y cuyo cuerpo incorrupto se ha expuesto hace un mes. Un hombre de campo, como también lo fue la niña de Lourdes, Bernadette. Y es que una de las hijas de Sara lleva, precisamente, el nombre de Lourdes en agradecimiento a esta advocación mariana; su hija nació el día de Lourdes con menos de seis meses y un serio elenco de circunstancias adversas y complicaciones. Tras mucha devoción a la Virgen de Lourdes, y una larga temporada ingresada, la niña pudo empezar a ser un bebé normal en su casa. Y, al cabo de muchos años, Sara ha añadido otra devoción repleta de agradecimiento: San Isidro. Este es su testimonio en primera persona: