Viktoria, médica militar en Ucrania, evacua soldados del frente de guerra, apoyada en la fe y la oración a Dios
* «A menudo no entiendo por qué las cosas han salido como han salido, por qué un joven se ha ido con el Señor. Entonces le pido a Dios: ‘Dame sabiduría, dame la fuerza para aceptar todo esto” y Él me da la fuerza… Tuvimos un accidente con la ambulancia que se paró con las ruedas hacia arriba, pero yo estaba de pie. El coche estaba tan doblado que no se podía reparar. Además, había una bomba de oxígeno que podría haber explotado en cualquier momento. Pero tanto el conductor como yo salimos ilesos. Tuve la impresión de que los ángeles me pusieron en pie. Cuando me sacaron del coche, recé como nunca lo había hecho. A través de esta experiencia, el Señor me dijo: 'Yo estoy contigo. ¿Ves lo que podría haberte pasado?’ Lo primero que hice fue ir a una iglesia de Kramatorsk para dar gracias a Dios»
Camino Católico.- "No me encontré con ningún no creyente en el frente. Es la fe lo que te mantiene en pie en medio de todo este caos de guerra, dolor, sufrimiento e incluso decepción. Pero es difícil explicar cómo actúa Dios: lo sientes en tu corazón. He visto muchas veces cómo el Señor salva la vida de creyentes y no creyentes, como si hablara a través de las circunstancias: “Estoy aquí, no os he abandonado”". Viktoria, de 30 años, lleva dos años sirviendo como médico militar en Ucrania y participa en la evacuación de soldados heridos del frente. En los breves descansos de su servicio, la joven viaja desde el este del país hasta la capital, Kiev, para hacer los exámenes de medicina, donde cursa el último año. Antes de la universidad, se había graduado en un instituto de medicina y luego había trabajado en una sección terapéutica de un hospital de Kiev.
La decisión de quedarse
Estaba en la capital al principio de la guerra a gran escala; mientras muchos abandonaban la ciudad, ella tomó la decisión de quedarse. "Sabía que, de todos modos, no todo el mundo se iría - recuerda- en primer lugar las personas discapacitadas o en circunstancias particulares de la vida. Pero, sobre todo, sabía que nuestros militares se quedarían y que necesitarían atención médica. Y como soy médico de formación, decidí quedarme en Kiev. No tuve mucho tiempo para pensarlo, pero fue una decisión consciente", dice a Vatican News.
Esfuerzos y responsabilidades
En primera línea, la joven trabaja junto a un conductor. "Sólo somos dos - explica - porque hay pocos médicos. Los equipos de reanimación también tienen un anestesista. A veces yo también trabajo con ellos, pero es un trabajo extremadamente difícil porque la carga física es muy alta. A veces, por ejemplo, llegamos al punto A: cogemos a un paciente grave que está con ventilación artificial pulmonar y está inconsciente, lo llevamos al hospital donde recibe un tratamiento específico y, a la vuelta, puede que tengamos otra llamada. Tardamos ocho horas en ir y volver, así que es físicamente exigente, por lo que hacemos rotaciones de vez en cuando: a veces trabajamos en el equipo de reanimación, a veces con pacientes más estables. Aunque en la guerra no existen los «pacientes estables», porque en realidad todos los pacientes pueden ponerse críticos durante el viaje. Por lo tanto, cada vez es una gran responsabilidad y un enorme esfuerzo, de lo contrario no podríamos salvar vidas".
Viktoria, médica militar en Ucrania, dice que en el frente no ha encontrado una sola persona que no fuera creyente
El primer día de servicio en Bakhmut
Viktoria recuerda muy bien su primer día de servicio en la zona de guerra. Lo recuerda con una expresión significativa: “En los ojos de la muerte”. Ella formaba parte de un equipo de reanimación. Habían sido llamados a Bakhmut, aún no ocupada por los rusos, para asistir a un joven que conducía una ambulancia y, con un paramédico a bordo, había tenido un accidente porque, como suele ocurrir en el frente, se había visto obligado a conducir a gran velocidad. Era un extranjero que había llegado a Ucrania como voluntario.
"Desgraciadamente -relata la mujer- el chico tenía heridas graves. Como equipo de reanimación, lo intentamos todo para salvarle la vida. Luchamos durante más de 30 minutos, más de lo que exigía el protocolo, haciendo todo lo que podíamos. Pero por desgracia no fue posible salvarle. Fui el último en salir de la sala de reanimación. Cerré sus ojos y lo encomendé a la misericordia de Dios... Recé por él, para que el Señor lo acogiera después de un sacrificio tan grande: venir de otro país para ayudarnos. Le estoy muy agradecida".
Dios siempre cerca
Esta dolorosa experiencia fue la primera para la joven doctora, pero desgraciadamente no la última. Su profunda fe y certeza en la promesa de Dios: “Yo estoy aquí, no te he abandonado” la ayudaron a superar esos momentos. Viktoria sintió estas palabras profundamente ciertas cuando ella misma sufrió un accidente. Hasta entonces, atravesaba un periodo de aridez espiritual, se sentía muy cansada debido a la pesada carga de trabajo y ni siquiera podía rezar. Inmersa en esta agotadora rutina diaria, sólo había tenido fuerzas para preguntar a Dios: “¿Dónde estás?”.
El accidente
Un día, mientras volvía de evacuar a un herido grave, la ambulancia en la que viajaba sufrió un accidente de tráfico: el conductor no tomó bien una curva y el coche volcó varias veces.
"Recuerdo que todo alrededor daba vueltas y el coche se paró con las ruedas hacia arriba, pero yo estaba de pie. El coche estaba tan doblado que no se podía reparar. Además, había una bomba de oxígeno que podría haber explotado en cualquier momento. Pero tanto el conductor como yo salimos ilesos. Tuve la impresión de que los ángeles me pusieron en pie. Cuando me sacaron del coche, recé como nunca lo había hecho. A través de esta experiencia, el Señor me dijo: 'Yo estoy contigo. ¿Ves lo que podría haberte pasado?’ Lo primero que hice fue ir a una iglesia de Kramatorsk para dar gracias a Dios".
Viktoria, médica militar en Ucrania, tiene presente todo el día a Dios ante la difícil misión de evacuar soldados heridos
Más allá de los protocolos
Los médicos y paramédicos militares deben hacer su trabajo con rapidez y eficacia porque no sólo luchan por la vida de los demás, sino que también arriesgan la suya. Tienen protocolos que seguir para salvar vidas, pero a menudo van más allá de los prescritos.
"Una mirada a los ojos, una sonrisa amable, una palabra de ánimo: son cosas que los protocolos no especifican -dice la doctora ucraniana- pero forman parte integrante de mi trabajo diario. Los pacientes a menudo me toman de la mano, sobre todo los que sufren lesiones oculares por heridas de metralla o quemaduras químicas. Recuerdo que en una de las evacuaciones llevábamos a Dnipro a un soldado que no podía ver. Condujimos durante unas cuatro horas. El paciente me agarraba la mano y cuando se la quitaba para poner una inyección al otro herido del coche, empezaba a inquietarse y me preguntaba: 'Viktoria, ¿dónde estás? Quiero sentir tu mano'".
Oración a Dios
Aunque Viktoria intenta mirar el sufrimiento a través del prisma de la fe, a veces le resulta difícil comprender la voluntad del Señor: “A menudo no entiendo por qué las cosas han salido como han salido, por qué un joven se ha ido con el Señor. Entonces le pido a Dios: ‘Dame sabiduría, dame la fuerza para aceptar todo esto” y Él me da la fuerza’.
Esperanza en el futuro
Para quienes conoce y cuyas vidas salva, ella es un rayo de luz. ¿Y dónde ve ella rayos de luz, dónde ve esperanza en un país que lleva más de tres años despertándose cada día con el ruido de cohetes, drones y bombas?
"Para mí, los rayos de esperanza están en nuestra fe. Creo que el Señor ha sembrado una semilla de sí mismo y de su esperanza en cada persona. Y la fe nos motiva a actuar: por ejemplo, yo creo que mi país resistirá, así que voy al frente, ayudo a salvar vidas y hago todo lo que puedo. Si soy una pequeña gota en el océano, doy gracias a Dios por ello. Creo que Ucrania será libre e independiente. Creo que todas las personas que evacúo volverán a casa vivas y sanas. Creo que sus familias se alegrarán cuando reciban la noticia de que un padre, un hermano, una madre están vivos. Creo que el Señor nos guía a cada uno de nosotros y también que Dios actúa a través de cada uno de nosotros".