* «Con mi última ex novia, ella estaba segura de que no quería ser madre en ese momento, ya que mi situación económica no era la que ella esperaba… Cuando terminé esa relación de noviazgo, inicié un proceso muy doloroso de purificación, de conversión profunda; en el cual tuve la oportunidad de bautizar a mi hijo espiritualmente, y pedir perdón a Dios y a mi hijo, que ya está en el Cielo. Por supuesto, al terminar esa relación me costó mucho trabajo desprenderme, porque había un apego. Pero también me acerqué mucho a Dios, me abandoné en la oración y el Rosario diario, e incluso llegaba a pedir por ella, por su felicidad. ¡Y fue ahí, que inició este proceso de conversión, de una conversión auténtica! Porque Dios permitió que esto sucediera para que yo me liberara»
* «Quien ahora es mi novia y esposa, Vicky Arana, y yo éramos buenos amigos desde hacía ya 4 años, y fue entonces que comencé a vivir un cortejo. Hasta que culminó con el inicio del noviazgo con ella., Al comienzo me dijo: “Oye, quiero que este noviazgo lo vivamos de cara a Dios, en castidad”. Y yo: “¡Claro! ¡Me encanta la idea!”. Procurábamos recibir la Eucaristía todos los días, al igual que el rezo del Santo Rosario Aprovechábamos nuestro tiempo juntos para crecer espiritualmente y conocernos mutuamente a través del diálogo y actividades recreativas. Encontré en ella una forma de vivir mi religión en una forma congruente, real, auténtica. Lo que no encontré, incluso en grupos religiosos, lo encontré en ella. Ahí es donde entendí que yo había sido un católico light, un fariseo, con una religión de costumbre y no de un encuentro personal con Cristo. Ella enriqueció mi religiosidad y mi fe, y me llevó hacia una cima que no conocía, hacia un culmen que nunca había experimentado o probado; Dios se valió de ella para realmente alimentar mi alma, nutrirla, edificar mi espíritu y hacerlo sólido, fuerte, para lo que se venía; e, incluso, creo yo, para lo que se viene. Nada cambiará por tus propias fuerzas, debes humillarte y reconocerte pecador y necesitado de la Gracia Divina para que en verdad, los milagros sucedan en tu vida y vivas una auténtica conversión de tu carne y de tu espíritu»