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domingo, 14 de marzo de 2021

Papa Francisco en homilía por 500 años de evangelización en Filipinas, 14-3-21: «Dios te ama tanto que te da toda su vida, no condena,  es un Padre que nos salva»

 


* «Dios «dio» a su Hijo. Precisamente porque nos ama tanto, Dios se entrega totalmente y nos ofrece su vida. Quien ama siempre sale de sí mismo ―no olviden esto: siempre quien ama sale de sí mismo―. El amor siempre se ofrece, se da, se gasta. La fuerza del amor es precisamente ésta: resquiebra el caparazón del egoísmo, rompe las barreras de las seguridades humanas, derriba los muros y supera los miedos, para hacerse don. Esta es la dinámica del amor: hacerse don, darse. El que ama es así: prefiere arriesgarse a entregarse antes que atrofiarse encerrándose en sí mismo. Por eso Dios sale de sí mismo: porque “amó tanto”. Su amor es tan grande que no puede evitar entregarse a nosotros. Cuando el pueblo que caminaba por el desierto fue atacado por serpientes venenosas, Dios ordenó a Moisés hacer la serpiente de bronce; pero en Jesús, clavado en la cruz, Él mismo vino a sanarnos del veneno que da la muerte, y se hizo pecado para salvarnos del pecado. Dios no nos ama con palabras: nos da a su Hijo para que todo el que lo mire y crea en él se salve (cf. Jn 3,14-15)»

Video completo de Vatican News  de la homilía del Papa traducida al español

* «Cuanto más amamos, más somos capaces de dar. Esta es también la clave para entender nuestra vida. Es hermoso encontrar personas que se aman, que se quieren y comparten la vida; de ellas se puede decir como de Dios: se aman tanto que dan la vida. No es importante sólo lo que podemos producir o ganar, sino sobre todo el amor que sepamos dar. Y ¡esta es la fuente de la alegría! Dios tanto amó al mundo que dio a su Hijo. Este hecho da sentido a la invitación de la Iglesia en este domingo: «Alégrense […]. Desborden de alegría los que estaban tristes, vengan a saciarse de la abundancia de su consolación» (Antífona de entrada; cf. Is 66,10-11). Reflexiono sobre lo que vivimos hace una semana en Irak: un pueblo martirizado exultó de alegría; gracias a Dios y a su misericordia»

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