* «Yo no pertenecía a la Iglesia, y vi una película en la que aparecía un sacerdote que tenía una vida plena, una gran intimidad con Dios y con el pueblo de Dios, que siempre rezaba y, tras la oración, tenía una gran alegría… en ese tiempo, yo no sabía que un ser humano podía tener esa intimidad con Cristo y esa entrega al pueblo de Dios. Vivir más allá y vivir con los pies en la tierra. Me gustó y, a partir de ese momento, mi vida no fue igual. Todos los días pensaba en aquella vocación y quería conocer más a Cristo para darlo a conocer a los demás… El padre Salvador, muy enfermo antes de morir, en el hospital, me dijo `ve al seminario, inténtalo. Tienes que saber si, realmente, Dios te está llamando porque en tu vida se ve algo especial’. Yo le decía ‘déjalo, de verdad…’ pero al final fui. Y aquí sigo»
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