* «Sentía en mi corazón, en esos momentos de oración silenciosa, una paz profunda que yo quería alcanzar. Esa paz es la que al final me llevó al seminario. Volví a sentir paz, en misa, en la oración, en mi vida cotidiana. Lo mejor que empecé a hacer fue pasar tiempo cada día ante el Santísimo, llenándome de Él… Había sentido la llamada al sacerdocio en el instituto, pero no era algo que quisiera entonces. Los sacerdotes que conocí siempre me dieron todos muy buen ejemplo, pero yo no quería eso, yo quería un buen trabajo, hacer mucho dinero y una familia y niños. Nunca sabes el mundo que hay en tu corazón, lo que el Señor desea abrir en ti»
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