* «Algunas personas puede que se mofen de mí, pero así es la vida. Decidí que lo necesitaba. Estoy contento de haberlo hecho y sé que hice lo correcto… El cristianismo es amor por tus compañeros humanos, perdón, compasión, ayuda… estas características se fundan en las enseñanzas de Cristo y las empuja la fe en un poder externo, el Dios cristiano, cuyas limitaciones están más allá de lo que los humanos pueden alcanzar. Ya no puedo aceptar que la existencia humana es autosuficiente y aislada»
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martes, 25 de septiembre de 2018
Bill Hayden, líder laborista australiano, Premio Humanista por declararse ateo… ahora se bautiza, entusiasta, a los 85 años: «En adelante voy a responder ante Dios»
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Testimonio
jueves, 3 de julio de 2008
Poli bueno, poli malo / Autor: Santiago MARTÍN
(La Razón) Los socialistas están utilizando con la Iglesia el viejo juego del poli bueno y el poli malo. La vicepresidenta es el poli bueno y, de vez en cuando, sale algún poli malo que amaga como si fuera a dar y que, dé o no dé, sirve para dejar al poli bueno en un magnífico lugar. En esta ocasión, la función de cascarrabias le ha tocado -no sé si por iniciativa propia o cumpliendo órdenes-al secretario federal de Política Municipal y Libertades Públicas del PSOE, Álvaro Cuesta. Ha vuelto a la carga con lo de la nueva formulación de la ley de libertad religiosa, dejando caer que está llegando la hora de replantearse los acuerdos entre el Estado español y la Santa Sede. También ha soltado otras perlas, como que hay que reforzar la laicidad, porque sin ésta «el objetivo de la igualdad queda mutilado» o como que «el modelo confesional conspira contra la mujer y contra la igualdad entre hombres y mujeres».
¡Qué cosas hay que oír! Todo esto me recuerda al título de una vieja película española: «¿Por qué lo llaman amor, cuando quieren decir sexo?». ¿Por qué hablan de laicidad, cuando quieren decir laicismo? A nosotros, los católicos, la laicidad no nos da ningún miedo. ¿Cómo podía dárnoslo, si Cristo fue el inventor de la sana distinción entre lo sagrado y lo profano, cuando dijo aquello de «dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios»? El problema no es la laicidad, sino el laicismo. Y el problema del laicismo no radica en que margine los derechos de Dios, sino en que reduce e incluso pretende eliminar los derechos de los que creen en Dios. Dicen que quieren gobernar como si Dios no existiera y en realidad están gobernando como si no existiéramos los cristianos. Pero existimos, aunque se nieguen a reconocerlo.
¡Qué cosas hay que oír! Todo esto me recuerda al título de una vieja película española: «¿Por qué lo llaman amor, cuando quieren decir sexo?». ¿Por qué hablan de laicidad, cuando quieren decir laicismo? A nosotros, los católicos, la laicidad no nos da ningún miedo. ¿Cómo podía dárnoslo, si Cristo fue el inventor de la sana distinción entre lo sagrado y lo profano, cuando dijo aquello de «dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios»? El problema no es la laicidad, sino el laicismo. Y el problema del laicismo no radica en que margine los derechos de Dios, sino en que reduce e incluso pretende eliminar los derechos de los que creen en Dios. Dicen que quieren gobernar como si Dios no existiera y en realidad están gobernando como si no existiéramos los cristianos. Pero existimos, aunque se nieguen a reconocerlo.
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