18 de septiembre de 2024.- (Camino Católico) Celebración de la Santa Misa de hoy, miércoles de la 24ª semana de Tiempo Ordinario, presidida por el P. Pedro Luis López, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.
miércoles, 18 de septiembre de 2024
Palabra de Vida 18/9/2024: «Hemos tocado y no habéis bailado» / Por P. Jesús Higueras
Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TV del 18 de septiembre de 2024, miércoles de la 24ª semana de Tiempo Ordinario, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.
Evangelio: San Lucas 7, 31-35:
En aquel tiempo, dijo el Señor:
«¿A quién, pues, compararé los hombres de esta generación? ¿A quién son semejantes?
Se asemejan a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros aquello de:
«Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones y no habéis llorado».
Porque vino Juan el Bautista, que ni come pan ni bebe vino, y decís: “Tiene un demonio”; vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: «Mirad qué hombre más comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores».
Sin embargo, todos los hijos de la sabiduría le han dado la razón».
Oración a San José de Cupertino para que dejemos a Dios ser Dios y que Él lo haga todo en nosotros / Por P. Carlos García Malo
* «San José de Cupertino, franciscano torpe e inútil para los demás, hombre distraído y mal ataviado, "Fray asno", como te llamabas a ti mismo. Repudiado desde la infancia por los tuyos. Por puro designio de Dios y, a pesar de tu incapacidad intelectual, llegaste a ser ordenado sacerdote, el buen Señor te regaló innumerables dones y carísimas. Las gentes te buscaban pidiendo tu intercesión y arrancaste al cielo muchos milagros. Taumaturgo de Dios, hombre dispuesto a sufrir y ofrecerle los sacrificios a la siempre Virgen María de la que eras un enamorado. Fray José de Cupertino, ayúdanos a ser como tú. A no pretender nada de nosotros mismos sino a dejar a Dios ser Dios y que Él lo haga todo»
P. Carlos García Malo / Camino Católico.- Cada 18 de septiembre la Iglesia celebra a San José de Cupertino, patrono de estudiantes con problemas. “Rezar, no cansarse nunca de rezar. Que Dios no es sordo ni el Cielo es de bronce. Todo el que le pide, recibe”, afirmaba San José de Cupertino, el franciscano que no era bueno en los estudios, pero que llegó a ser el patrono de los estudiantes.
Este santo nació en 1603 en el pueblo llamado Cupertino (Italia) en una familia muy pobre. Cuando tenía 17 años pidió ser admitido en la orden franciscana, pero lo rechazaron. Entonces solicitó ingresar a los capuchinos, donde entró como hermano lego. Después de unos meses fue expulsado por ser muy distraído. Dejaba caer los platos que llevaba al comedor, se olvidaba los encargos asignados y parecía que siempre estaba pensando en otra cosa.
San José de Cupertino buscó refugio en la casa de un familiar rico que también lo echó a la calle, porque dijo que el joven no era bueno para nada. Ante esto, su madre le rogó a un pariente franciscano que recibiera al muchacho como mandadero en un convento. Los frailes lo aceptaron como obrero, lo pusieron a trabajar en el establo y el joven empezó a desempeñarse con gran destreza en todos los oficios que le encomendaban.
Con su humildad, amabilidad, espíritu de penitencia y de oración se ganó rápidamente el aprecio de los religiosos, quienes en 1625 por votación unánime lo admitieron como uno de sus miembros. Lo pusieron a estudiar para que fuera ordenado sacerdote, sin embargo en los exámenes San José de Cupertino se trababa y no era capaz de responder. Llegó una de las pruebas finales y la única frase del Evangelio que el fraile sabía explicar era: “Bendito el fruto de tu vientre Jesús”.
El examinador dijo que abriría la Biblia y leería una frase al azar para escuchar la interpretación. José estaba asustadísimo y la Providencia quiso que el pasaje escogido fuera el único que era capaz de explicar.
Además, en el examen definitivo para que las autoridades decidieran quiénes serían ordenados sacerdotes, el obispo examinó a los diez primeros. Ellos respondieron tan maravillosamente que el prelado no vio necesario seguir examinando a los demás. De esta manera San José, que era el siguiente en la lista, se libró de la prueba. Por ello este santo es considerado patrón de los estudiantes, especialmente de los que encuentran dificultades en los estudios como él.
Fue ordenado sacerdote el 18 de marzo de 1628, pero consciente de que no tenía cualidades especiales para predicar y enseñar, se dedicó a ofrecer penitencias y oraciones por los pecadores. Por su intercesión en vida, Dios obró muchos milagros y con ellos logró la conversión de muchos. Partió a la Casa del Padre el 18 de septiembre de 1663. Fue beatificado en 1753 por Benedicto XIV y canonizado en 1767 por Clemente XIII.
Pidamos a San José de Cupertino no pretender nada de nosotros mismos sino dejar a Dios ser Dios y que Él lo haga todo en nuestra vida:
San José de Cupertino, franciscano torpe e inútil para los demás, hombre distraído y mal ataviado, "Fray asno", como te llamabas a ti mismo.
Repudiado desde la infancia por los tuyos, rechazado por tus vecinos, expulsado de varios conventos por tu torpeza y despistes constantes; la providencia que siempre mira más allá tenía sobre ti designios de misericordia.
Por puro designio de Dios y, a pesar de tu incapacidad intelectual, llegaste a ser ordenado sacerdote, el buen Señor te regaló innumerables dones y carísimas.
Tus éxtasis y levitaciones no sólo causaron admiración y te dieron fama, también la envidia provocó en tu vida no pocos sufrimientos.
Las gentes te buscaban pidiendo tu intercesión y arrancaste al cielo muchos milagros.
Taumaturgo de Dios, hombre dispuesto a sufrir y ofrecerle los sacrificios a la siempre Virgen María de la que eras un enamorado.
Así en esa humillación constante sin pedir nada a cambio y esa devoción a las cosas divinas, el cielo se abrió sobre ti y te concedió gracias abundantes que repartías entre los humildes en curaciones, liberaciones y milagros.
Fray José de Cupertino, ayúdanos a ser como tú.
A no pretender nada de nosotros mismos sino a dejar a Dios ser Dios y que Él lo haga todo.
Amén.
San José de Cupertino, ruega por nosotros.
P. Carlos García Malo
martes, 17 de septiembre de 2024
Papa Francisco a los jóvenes en mensaje para JMJ: «Caminen en la esperanza que vence todo cansancio, crisis y ansiedad, porque es un regalo de Dios que nos ilumina el camino y la meta de nuestra vida»
* «La esperanza es precisamente una fuerza nueva, que Dios infunde en nosotros, que nos permite perseverar en el camino, que nos hace tener una “mirada amplia” que va más allá de las dificultades del momento y nos dirige hacia una meta concreta: la comunión con Dios y la plenitud de la vida eterna»
17 de septiembre de 2024.- (Camino Católico) En su mensaje para la XXXIX JMJ, el Papa habla de las nuevas generaciones, que a menudo pagan el precio más alto por las guerras, la injusticia social, la desigualdad, la pobreza y la explotación del ser humano y de la creación. La invitación, también con vistas al Jubileo, es a superar la apatía y el refugio en las transgresiones: a ponerse en camino, no como meros turistas, sino como peregrinos.
Francisco exhorta así a los jóvenes: “¡Caminen en la esperanza! La esperanza vence todo cansancio, toda crisis y toda ansiedad, dándonos una fuerte motivación para seguir adelante, porque esta esperanza es un regalo que recibimos de Dios mismo. Él colma de sentido todo nuestro tiempo, nos ilumina en el camino, nos indica la dirección y la meta de nuestra vida”. El texto completo del mensaje del Santo Padre es el siguiente:
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA XXXIX JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD
24 de noviembre de 2024
Los que esperan en el Señor caminan sin cansarse (cf. Is 40,31)
Queridos jóvenes:
El año pasado comenzamos a recorrer el camino de la esperanza hacia el gran Jubileo, reflexionando sobre la expresión paulina «alegres en la esperanza» (cf. Rm 12,12). Precisamente para prepararnos a la peregrinación jubilar del 2025, este año nos inspiramos en el profeta Isaías, que afirma: “Los que esperan en el Señor caminan sin cansarse” (cf. Is 40,31). Esta expresión está tomada del llamado Libro de la Consolación (Is 40-55), en el que se anuncia el fin del exilio de Israel en Babilonia y el inicio de una nueva etapa de esperanza y de renovación para el pueblo de Dios, que puede volver a su patria gracias a un nuevo “camino” que, en la historia, el Señor abre para sus hijos (cf. Is 40,3).
También nosotros, hoy vivimos tiempos marcados por situaciones dramáticas que generan desesperación e impiden mirar el futuro con serenidad: la tragedia de la guerra, las injusticias sociales, las desigualdades, el hambre, la explotación del ser humano y de la creación. Frecuentemente los que pagan el precio más alto son ustedes los jóvenes, que perciben la incertidumbre del futuro y no vislumbran posibilidades claras a sus sueños, corriendo así el riesgo de vivir sin esperanza, prisioneros del hastío y de la tristeza, a veces arrastrados por la ilusión de la delincuencia y las conductas destructivas (cf. Bula Spes non confundit, 12). Por ello, queridos jóvenes, me gustaría que, como le sucedió a Israel en Babilonia, también a ustedes llegue el mensaje de esperanza: del mismo modo hoy el Señor abre frente a ustedes un camino y los invita a recorrerlo con gozo y esperanza.
1. La peregrinación de la vida y sus retos
Isaías profetiza un “caminar sin cansarse”. Reflexionemos entonces en estos dos aspectos: el caminar y el cansancio.
Nuestra vida es una peregrinación, un viaje que nos impulsa más allá de nosotros mismos, un camino en búsqueda de la felicidad; y la vida cristiana, en particular, es una peregrinación hacia Dios, nuestra salvación y plenitud de todo bien. Las metas, las conquistas y los éxitos a lo largo del camino, si se quedan sólo en el ámbito material, después de un primer momento de satisfacción nos dejan aún sedientos, deseosos de un sentido más profundo. En efecto, no sacian plenamente nuestra alma porque fuimos creados por Aquel que es infinito y, por esa razón, habita en nosotros el deseo de la trascendencia, la constante inquietud hacia el cumplimiento de las aspiraciones más grandes, hacia “algo mayor”. Por lo tanto, como se los he dicho muchas veces, “ver la vida desde el balcón”, para ustedes, los jóvenes, no puede ser suficiente.
No obstante, es normal que, aunque hayamos iniciado nuestros recorridos con entusiasmo, tarde que temprano comencemos a sentir cansancio. En algunos casos, lo que provoca ansiedad y cansancio interior son las presiones sociales que constriñen a alcanzar ciertos estándares de éxito en los estudios, el trabajo y la vida personal. Esto produce depresión, ya que vivimos en el afán de un activismo vacío que nos lleva a llenar el día con miles de cosas y, a pesar de ello, tener la sensación de nunca hacer lo suficiente y nunca estar a la altura. A este cansancio se une frecuentemente el hastío. Es ese estado de apatía e insatisfacción de quien no se involucra en nada, no se decide, no elige, nunca arriesga y prefiere permanecer en su zona de confort, encerrado en sí mismo, viendo y juzgando el mundo detrás de una pantalla, sin jamás “ensuciarse las manos” con los problemas, con los demás, con la vida. Este tipo de cansancio es como un cemento en el cual están sumergidos nuestros pies, que termina por endurecerse, se vuelve pesado, nos paraliza y nos impide caminar. ¡Prefiero el cansancio de quien está en camino que el hastío de quien permanece detenido y sin deseo de caminar!
La solución al cansancio, paradójicamente, no es detenerse a descansar. Es más bien ponerse en camino y volverse peregrinos de esperanza. Esta es mi exhortación: ¡caminen en la esperanza! La esperanza vence todo cansancio, toda crisis y toda ansiedad, dándonos una fuerte motivación para seguir adelante, porque esta esperanza es un regalo que recibimos de Dios mismo. Él colma de sentido todo nuestro tiempo, nos ilumina en el camino, nos indica la dirección y la meta de nuestra vida. El apóstol san Pablo utilizó la imagen del atleta en el estadio que corre para recibir el premio de la victoria (cf. 1 Co 9,24). Quien de entre ustedes haya participado en una carrera —no como espectador, sino como protagonista— sabe bien la fuerza interior que se necesita para alcanzar la meta. La esperanza es precisamente una fuerza nueva, que Dios infunde en nosotros, que nos permite perseverar en el camino, que nos hace tener una “mirada amplia” que va más allá de las dificultades del momento y nos dirige hacia una meta concreta: la comunión con Dios y la plenitud de la vida eterna. Si hay un objetivo grandioso, si la vida no está dirigida hacia la nada, si nada de cuanto sueño, proyecto y realizo se perderá, entonces vale la pena seguir caminando y sudando, soportando los obstáculos y afrontando los cansancios, porque la recompensa final es maravillosa.
2. Peregrinos en el desierto
En la peregrinación de la vida habrá retos inevitables que afrontar. Antiguamente, en las peregrinaciones más largas, había que enfrentarse a los cambios de las estaciones y el clima; atravesar hermosas praderas y bosques frescos, pero también montes nevados y áridos desiertos. Del mismo modo, para el creyente, el peregrinar de la vida y el camino hacia la meta lejana siguen siendo fatigosos, como lo fue para el pueblo de Israel el viaje por el desierto hacia la Tierra prometida.
Así pasa con ustedes. Incluso para los que han recibido el don de la fe, ha habido momentos felices en los que Dios ha estado presente y lo han sentido cercano, y otros momentos en los que han experimentado la soledad. Puede suceder que al entusiasmo inicial en el estudio o en el trabajo, o ante el impulso de seguir a Cristo —ya sea en el matrimonio, en el sacerdocio o en la vida consagrada— sigan momentos de crisis, que hacen que la vida parezca como una difícil travesía por el desierto. Estos tiempos de crisis, sin embargo, no son perdidos o inútiles, sino que pueden transformarse en ocasiones importantes para crecer. Son periodos de purificación de la esperanza. De hecho, en estas crisis muchas falsas “esperanzas”, que resultan demasiado pequeñas para nuestro corazón, se desvanecen; quedan desenmascaradas y, así, quedamos al desnudo frente a nosotros mismos y ante las cuestiones fundamentales de la vida, lejos de todo espejismo. Y en ese momento, cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿en qué esperanzas fundamento mi vida?, ¿son reales o son ilusorias?
En esos momentos, el Señor no nos abandona; se hace cercano a nosotros mostrándonos su paternidad y nos da siempre el pan que reaviva nuestras fuerzas y nos pone de nuevo en camino. Recordemos que al pueblo en el desierto le dio el maná (cf. Ex 16) y al profeta Elías, cansado y desanimado, le ofreció dos veces pan y agua para que pudiera caminar durante «cuarenta días y cuarenta noches hasta la montaña de Dios, el Horeb» (cf. 1 R 19,3-8). En estos relatos bíblicos, la fe de la Iglesia ha visto prefigurado el don precioso de la Eucaristía, verdadero maná y verdadero viático, que Dios nos da para sostenernos en nuestro camino. Como decía el beato Carlos Acutis, la Eucaristía es la autopista hacia el cielo. Él fue un joven que hizo de la Eucaristía su cita cotidiana más importante. Así, íntimamente unidos al Señor, caminamos sin cansarnos porque Él camina con nosotros (cf. Mt 28, 20). Los invito a redescubrir este gran don de la Eucaristía.
En los inevitables momentos de fatiga que acompañan nuestra peregrinación por este mundo, aprendamos entonces a descansar como Jesús y en Jesús. Él, que aconseja a los discípulos descansar, al volver de su misión (cf. Mc 6,31), reconoce vuestra necesidad de descanso físico, de tiempo de esparcimiento, para disfrutar de la compañía de los amigos, para hacer deporte e incluso para dormir. Pero hay un descanso aún más profundo, el descanso del alma, que muchos buscan y pocos logran, y que sólo se halla en Cristo. Sepan que todo cansancio interior puede encontrar alivio en el Señor, que les dice: «Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré» (Mt 11, 28). Cuando el cansancio del camino los agobie, vuélvanse a Jesús, aprendan a descansar en Él y a permanecer en Él, porque “los que esperan en el Señor caminan sin cansarse” (cf. Is 40,31).
3. De turistas a peregrinos
Queridos jóvenes, la invitación que les hago es a ponerse en camino, a descubrir la vida, tras las huellas del amor, en busca del rostro de Dios. Pero les recomiendo esto: no se pongan en camino como simples turistas, sino como peregrinos. Que vuestro caminar no sea simplemente un pasar por los lugares de la vida de forma superficial: sin captar la belleza de lo que van encontrando, sin descubrir el sentido de los caminos recorridos, capturando breves momentos, experiencias fugaces para conservarlas en un selfie. El turista hace esto. El peregrino, en cambio, se sumerge de lleno en los lugares que encuentra, los hace hablar, los convierte en parte de su búsqueda de la felicidad. La peregrinación jubilar, por lo tanto, ha de ser signo del viaje interior que todos estamos llamados a hacer, para llegar al destino final.
Con esta disposición, preparémonos todos para el Año Jubilar. Espero que para muchos de ustedes sea posible venir a Roma en peregrinación para cruzar las Puertas Santas. En todo caso, para todos habrá también la posibilidad de realizar esta peregrinación en las mismas Iglesias particulares, ocasión para redescubrir los numerosos santuarios locales que conservan la fe y la piedad del pueblo santo y fiel de Dios. Y deseo que esta peregrinación jubilar se convierta para cada uno de nosotros en un «encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, “puerta” de salvación» (Bula Spes non confundit, 1). Los exhorto a vivirla con tres actitudes fundamentales: el agradecimiento, para que sus corazones se abran a la alabanza por los dones recibidos, ante todo por el don de la vida; la búsqueda, para que el camino exprese el deseo constante de buscar al Señor y de no de apagar la sed del corazón; y, por último, el arrepentimiento, que nos ayuda a mirar dentro de nosotros mismos, a reconocer los pasos y las decisiones equivocadas que a veces tomamos y, así, poder convertirnos al Señor y a la luz de su Evangelio.
4. Peregrinos de esperanza para la misión
Les dejo una imagen más sugestiva para vuestro itinerario. Al llegar a la Basílica de San Pedro, en Roma, se atraviesa la plaza que está rodeada por la columnata diseñada por el famoso arquitecto y escultor Gian Lorenzo Bernini. La columnata, en su conjunto, tiene la forma de un gran abrazo: son los dos brazos abiertos de la Iglesia, nuestra madre, que acoge a todos sus hijos. En este próximo Año Santo de la Esperanza, los invito a todos a experimentar el abrazo del Dios misericordioso, a experimentar su perdón, la remisión de todas nuestras “ofensas interiores”, como era tradición en los jubileos bíblicos. Y así, acogidos por Dios y renacidos en Él, conviértanse también ustedes en brazos abiertos para tantos de sus amigos y coetáneos que necesitan sentir, a través de vuestra acogida, el amor de Dios Padre. Que cada uno de ustedes regale «aunque sea una sonrisa, un gesto de amistad, una mirada fraterna, una escucha sincera, un servicio gratuito, sabiendo que, en el Espíritu de Jesús, esto puede convertirse en una semilla fecunda de esperanza» (ibíd., 18), y se conviertan así en incansables misioneros de la alegría.
Al caminar, alcemos la vista, con la mirada de la fe vuelta hacia los santos que nos han precedido en el camino, que han llegado a la meta y nos dan su testimonio alentador: «He peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que han aguardado con amor su Manifestación» (2 Tm 4,7-8). El ejemplo de los santos y santas nos atrae y nos sostiene.
¡Ánimo! Los llevo a todos en el corazón y confío el camino de cada uno de ustedes a la Virgen María, para que, siguiendo su ejemplo, sepan aguardar con paciencia y confianza lo que esperan, permaneciendo en camino como peregrinos de esperanza y de amor.
Roma, San Juan de Letrán, 29 de agosto de 2024, Memoria del martirio de san Juan Bautista.
FRANCISCO
Fotos: Vatican Media
Francis Marín, ilustrador converso, descubrió la presencia de Jesús Sacramentado, ante Él se dejó transformar en silencio, vendió su casa y creó una editorial para evangelizar
Camino Católico.- «¡Dios lo puede todo tanto, y hace unas cosas tan preciosas e increíbles!»… dice entusiasmado Francis Marín, ilustrador converso, que se ha dejado invadir por la belleza, la paz y el amor que experimenta a través de su relación con Dios. De su reencuentro con la fe, de la necesidad de compartir la experiencia vivida y su servicio a Dios a través de la ilustración, habla Francis Marín en esta entrevista en Mater Mundi TV.
Después de algunas idas y venidas, mucha búsqueda y pocas respuestas, el lustrador y artista gráfico Francis Marín descubrió, de forma inesperada, la presencia de Jesús Sacramentado. Poco a poco, en silencio y solo ante al Sagrario, únicamente con sus lápices, un bloc de dibujos y el Evangelio, se dejó transformar por esa Revelación. Lleno de paz, puso orden y abrió todas las ventanas de su vida para que Dios inspirara su nuevo camino.
Y llegaron las «diosidencias». Vendió su casa para poner en marcha la Editorial Kyrie, que considera un mandato de Dios y una misión. Como también recibió de una forma sorprendente el «mandato Papal» de continuar publicando cuando tiempo después el proyecto hacía aguas y todo apuntaba a su final.
Su «Evangelio Ilustrado según San Juan» es la Palabra revelada a través de los trazos de sus lápices, de una manera tan hermosa y detallada que es imposible pasar sus páginas sin entrar en oración.Homilía del P. José Blanco y lecturas de la Misa de hoy, martes, San Roberto Belarmino, 17-9-2024
17 de septiembre de 2024.- (Camino Católico) Homilía del P. José Blanco y lecturas de la Santa Misa de hoy, martes de la 24ª semana de Tiempo Ordinario, San Roberto Belarmino, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.
Santa Misa de hoy, martes, San Roberto Belarmino, 17-9-2024
17 de septiembre de 2024.- (Camino Católico) Celebración de la Santa Misa de hoy, martes de la 24ª semana de Tiempo Ordinario, San Roberto Belarmino, presidida por el P. José Blanco, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.