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martes, 1 de abril de 2025

Miguel Fernández Madueño, maestro: «Cada mañana antes de empezar la jornada voy a rezar ante el Sagrario que hay en el colegio y le pido al Señor que me dé luz para obrar según su voluntad»

Miguel Fernández Madueño es maestro de Educación Primaria y Coordinador de Pastoral en el Colegio Jesús Nazareno de Córdoba, perteneciente a la Fundación Diocesana Santos Mártires

Camino Católico.- Miguel Fernández Madueño es maestro de Educación Primaria y Coordinador de Pastoral en el Colegio Jesús Nazareno de Córdoba, perteneciente a la Fundación Diocesana Santos Mártires y asegura a la Diócesis de Córdoba que “en mi colegio disfrutamos del inmenso privilegio que supone tener a Jesús en el Sagrario, y cada mañana antes de empezar la jornada le pido al Señor que me dé luz para obrar según su voluntad”. Este es su testimonio en primera persona:

Mi nombre es Miguel Fernández Madueño, soy esposo de Lucía, maestro de Educación Primaria y Coordinador de Pastoral en el Colegio Jesús Nazareno de Córdoba, perteneciente a la Fundación Diocesana Santos Mártires.

Mi vocación como docente, especialmente en la materia de Religión y como Coordinador de Pastoral, surge de la propia misión a la que me siento llamado de dar a conocer a los niños y jóvenes a Jesús, el Amigo que nunca falla. Y en parte, esta misión es fruto de mi propia experiencia de vida, junto con la necesidad que percibo de transmitir el don de la fe a los más pequeños, como parte fundamental de la sociedad.

Nací en el seno de una familia cristiana, donde hemos tenido como referencia a la Familia de Nazaret. También pasé varios años de formación en el Seminario, que sin duda marcaron de una forma especial mi encuentro con Jesucristo y mi vida como cristiano, al lado de tantos amigos y sacerdotes que el Señor ha puesto en mi camino.

Y, finalmente, mi formación en la Universidad. Cursé mis estudios en el Centro de Magisterio Sagrado Corazón, donde descubrí y afiancé mi vocación como maestro, creciendo mi ilusión por esta gran aventura de la educación. Allí pude disfrutar de las prácticas de carrera en diferentes colegios con ideario católico de nuestra diócesis de Córdoba, y aprender de maestros y profesores enamorados de su profesión. Todas estas experiencias de vida han marcado mi vocación como docente y me han llevado a entregarme a esta misión tan atrevida como apasionante.

En la actualidad, en mi día a día en el colegio, intento llevar a cabo lo que tantas veces escuché de mis profesores de magisterio: <<nuestra misión es enseñar con corazón>>.

Además, en mi colegio disfrutamos del inmenso privilegio que supone tener a Jesús en el Sagrario, y cada mañana antes de empezar la jornada le pido al Señor que me dé luz para obrar según su voluntad. Para mí es fundamental esta visita al Santísimo, e intento con ilusión transmitir a mis alumnos, desde la sencillez de mi testimonio, esta necesidad que siento del encuentro con Jesucristo en el Sagrario o en la Eucaristía.

Todos los cristianos tenemos como meta llegar a la santidad, y en mi caso, como maestro cristiano, mi misión es que todos mis alumnos conozcan un poco más a Jesús y a nuestra Madre, la Virgen María. Para esta tarea, siento que sólo soy un instrumento en las manos de Dios, y me dejo guiar por Él, siendo consciente de que si todo dependiera de mí no llegaría a conseguir nada, pero con Él todo es posible.

Mi experiencia como docente es muy gratificante, viviendo cada día las palabras de Jesucristo: <<dejad que los niños se acerquen a mí>>. Especialmente como Coordinador de Pastoral tengo la posibilidad de trabajar para que mis alumnos conozcan a Jesucristo y logren tener ese encuentro personal con Él, siendo testigo directo de la transformación que este encuentro supone para sus vidas.

A lo largo de estos cinco años como Coordinador de Pastoral he acompañado a mis alumnos en sus primeros pasos en la fe, y luego he podido comprobar cómo esos mismos alumnos, tras su encuentro personal con Jesucristo, son ahora monitores de sus propios compañeros. Sin duda, para mí el mayor regalo es ver la obra de Dios en la vida de mis alumnos. Ayudarles a descubrir que son amados por Dios en la gran familia de la Iglesia, y que a su vez es Dios mismo quien les llama y envía a anunciar a todos lo que ellos han descubierto.

Miguel Fernández Madueño

Homilía del P. José Blanco y lecturas de la Misa de hoy, martes de la 4ª semana de Cuaresma, 1-4-2025

1 de abril de 2025.- (Camino Católico) Homilía del P. José Blanco y lecturas de la Santa Misa de hoy, martes de la 4ª semana de Cuaresma, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.


Santa Misa de hoy, martes de la 4ª semana de Cuaresma, 1-4-2025


1 de abril de 2025.- (Camino Católico) Celebración de la Santa Misa de hoy, martes de la 4ª semana de Cuaresma, presidida por el P. José Blanco, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.


Misterios Dolorosos del Santo Rosario desde el Santuario de Lourdes, 1-4-2025

1 de abril de 2025.- (Camino Católico).- Rezo de los Misterios Dolorosos del Santo Rosario, correspondientes a hoy, martes, desde la Gruta de Massabielle, en el Santuario de Lourdes, en el que se intercede por el mundo entero.

Palabra de Vida 1/4/2025: «Al momento aquel hombre quedó sano» / Por P. Jesús Higueras

Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TV del 1 de abril de 2025, martes de la 4ª semana de Cuaresma, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.

Evangelio: San Juan 5, 1-16:

En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.

Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.

Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.

Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:

«¿Quieres quedar sano?».

El enfermo le contestó:

«Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado».

Jesús le dice:

«Levántate, toma tu camilla y echa a andar».

Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.

Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:

«Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla».

Él les contestó:

«El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla y echa a andar”».

Ellos le preguntaron:

«¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?».

Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa de ese gentío que había en aquel sitio, se había alejado.

Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:

«Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor».

Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.

Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.

Adoración Eucarística con el P. José Aurelio Martín en la Basílica de la Concepción de Madrid, 1-4-2025

1 de abril de 2025.- (Camino Católico) Adoración al Santísimo Sacramento con el P. José Aurelio Martín Jiménez, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

Oración al Ángel de tu pueblo o ciudad / Por P. Carlos García Malo

 


lunes, 31 de marzo de 2025

Abimael Díaz, herido en la infancia por su padre tuvo que emigrar a Estados Unidos: «Me fracturé la clavícula jugando al fútbol y al llegar al hospital inicié mi encuentro con Dios; cuando el médico entró, vi al mismo Jesús»

 


Abimael Díaz tuvo un inesperado encuentro con Cristo después de una fractura en un partido de fútbol / Foto: Karen Hutch

 Camino Católico.- Cuando nos dejamos quebrantar en los brazos de Dios y le compartimos nuestra carga, Él hace obras maravillosas en nosotros. Este es el caso de Abimael Díaz, quien a pesar de las heridas y los retos de la vida, tuvo un inesperado encuentro con Cristo después de una fractura en un partido de fútbol.

Abimael lleva 28 años viviendo en Estados Unidos, país al que migró con tan solo 15 años. Se llevó una mochila y un propósito en particular: hacer imposible la vida de su padre, quien tiempo atrás lo había abandonado.

El río de la infancia

"Nací en un pueblito de Guerrero, lugar donde pasé los mejores años de mi infancia, al lado de mis dos hermanas y mi mamá. Recuerdo que sentía que podía conectarme con todo a mi alrededor, especialmente el río, al cual extraño con todo mi corazón", dice a Karen Hutch en Aleteia

Durante su infancia, su padre decidió irse de la casa y deslindarse de toda su familia. Desde ahí, Abimael guardó un profundo resentimiento contra él. Hasta que un día sus abuelos paternos lo separaron de su familia y lo llevaron a vivir con ellos. Tiempo después, su tío llegó a avisarle: "Tu papá me mandó por ti y te voy a llevar con él a Estados Unidos".

Un camino borrascoso por la frontera

Impresionado por la noticia, emprendió un viaje a lo desconocido, incluyendo el idioma. Luego de viajar a Tijuana en avión, fue momento de encontrarse con uno de los llamados "coyotes", quienes guían a la gente para cruzar la frontera. El coyote les dijo que esa misma noche iban a cruzar.

Con temor, Abimael cruzó la frontera por un hueco que los mismos coyotes habían preparado. Al pasar al otro lado de la frontera, uno de los coyotes les dijo a él y a los otros jóvenes que la meta era correr hasta llegar a un McDonald's que se veía a lo lejos. 

"Ahí corrí sin mirar atrás", señaló entre risas Abimael. Al llegar, vio que su padre lo estaba esperando en su auto; sin embargo, llegó Border Patrol (Seguridad fronteriza) a rodearlos, por lo que él y otros adolescentes pasaron cinco horas más dentro del restaurante de comida rápida.

Finalmente, lograron salir con ayuda de otro guía y librarse de retén de seguridad. Logró estar con su padre y su nueva familia. A partir de ahí, Abimael se enfrentó a grandes retos: un idioma desconocido, trabajo desde muy joven y al alcoholismo de su padre, que incluso los llevó a mudarse a otras ciudades y a dormir en su coche.

El gol de fe que transformó su vida

Abimael Díaz al encontrarse con el Señor ha sanado sus heridas / Foto: Karen Hutch

El deporte favorito de Abimael es el fútbol, por lo que cada domingo se levantaba temprano para ir a jugar. En uno de los partidos, uno de los jugadores lo empujó, de tal forma que se fracturó la clavícula en tres pedazos. 

Entre dolor y enojo, acudió al hospital donde le dijeron que necesitaba una cirugía. Lo cual, implicaba dejar de trabajar durante la recuperación de seis meses. Esa fue la primera vez que pidió a Dios que lo ayudara. 

"Al otro día me mandaron con un especialista y al llegar a un hospital de Los Ángeles, inicié mi encuentro con Dios. Cuando el médico entró, dijo mi nombre y es algo que todavía no lo puedo borrar, porque yo vi al mismo Jesús. Cuando entró dijo mi nombre y añadió: No te preocupes, todo va a estar bien".

¿Qué no estoy yo aquí que soy tu madre?

Un día, antes de ir con el especialista, su esposa le dijo que quería llevarle unas rosas a la Virgen de Guadalupe, pero antes de dejarle las rosas, su esposa sostuvo una de ellas y la llevó a la clavícula de su esposo, pidiéndole a la Guadalupana por su curación. Sus plegarias fueron respondidas, pues el médico le dijo que no necesitaría cirugía y pronto se recuperó. 

La esposa de Abimael Díaz llevó unas rosas a la Virgen de Guadalupe intercediendo por su curación y se recuperó sin cirugía / Foto: Karen Hutch

Gracias a esa grave fractura, Abimael decidió acercarse a la Iglesia, sanar y aceptar la misión de Dios: guiar el grupo de jóvenes, donde varios se acercaron pidiendo su consejo, así como organizar año tras año el Viacrucis viviente, que ahora es bilingüe y finalmente reconstruir la casa de Dios. 

Con su profesión, ahora está remodelando la Iglesia de St. Clare of Assisi, misma que lo acogió y que ahora ha reconstruido las escaleras y pronto el altar de la Virgen de Guadalupe, lugar donde su esposa y él oraron con fe.

Finalmente, dio un mensaje a toda la comunidad hispana diciendo: "Nunca dejen de sonreír, a pesar del trato diferente que puedan recibir por ser hispanos, porque el amor lo vence todo".

Walter Sánchez: «Un abuso sexual fue el disparador que me llevó al consumo de drogas, pero cuando conocí a Dios y encontré el amor en Él, la droga nunca más tuvo protagonismo en mi vida: llevo 25 años libre de drogas»


Walter Sánchez, sanado por el amor de Dios pudo dejar las drogas

* «Cerca de mi casa, a seis cuadras, había una parroquia, y decidí ir caminando hasta allí. El padre, un sacerdote diocesano agregado al Opus Dei, me dijo: “Si tú quieres que Dios te cure, ven a las seis de la mañana a rezar conmigo en el oratorio”. Comenzamos a hacer oración juntos y luego asistía a la Santa Misa. Ese silencio en el oratorio fue fundamental, pues allí encontré el espacio que necesitaba para reencontrarme conmigo mismo y con ese Dios al que anhelaba para curar mis heridas»

Vídeo del Opus Dei en el que Walter Sánchez cuenta su testimonio

* «Dios me permitió formar a una persona que hoy tiene un centro de rehabilitación con 17 años de trayectoria. San Josemaría decía: ‘Yo amo a Dios porque me da la gana’ y eso lo adopté en mi vida: ‘Yo no vuelvo a usar drogas porque no me da la gana, aunque se caiga el mundo’. Estoy agradecido del padre que me ayudó, pues llevo 25 años libre de drogas. Cuando él llegó a esta parroquia, sentí que había llegado por mí. Lo que Dios hizo en mí fue un milagro, porque ni yo ni quienes intentaban ayudarme podíamos hacer nada, pero yo me dejé amar por Dios» 

Camino Católico.- Walter Sánchez estaba sumido en el mundo de las drogas, el dinero y relaciones fallidas. Un abuso sexual en la infancia le había destrozado la vida. Todo cambió cuando conoció a un sacerdote que le animó a dejarse amar por Dios y a permitir que Él le ayudara a salir del pozo en el que se encontraba. cuenta su testimonio en un vídeo del Opus Dei. Esta es su historia contada en primera persona:

Nuestros primos cuidaban de nosotros, y fue ahí donde uno de ellos que me llevaba más o menos 10 años de edad trastocó mis emociones y mi intimidad personal. Para mí fue un abuso sexual. Desde entonces repudiaba mi cuerpo y sentía incluso ciertas confusiones. Y eso creó en mí una agresividad pasiva y una rebeldía aún mayor contra mi familia.

Me aislé de mis hermanos. Me echaran del colegio en primaria y para mí fue un golpe muy duro. A los 14 años tuve mi primera novia, y ahí conocí al tío de esta chica, que me dio por primera vez la pasta básica de cocaína. Fue el refugio perfecto para huir —para anestesiar— mis sentidos, y escapar de todo, incluso de mí...

Específicamente, la violación sexual fue el disparador que me llevó al consumo de drogas. Consumía para vivir y  no podía dormir sin pensar en cómo iba a conseguir dinero al día siguiente. Fue entonces cuando entré en la microcomercialización, creyendo que vendiendo drogas —marihuana y cocaína—, podría sostener mi adicción.

Eso me llevó a conocer mucha gente del malvivir: delincuentes de todo tipo, personas del ámbito de la prostitución… Obviamente en mi casa me dejaron de dar dinero, así que empecé a juntarme con un muchacho que ya tenía experiencia en robos menores. Fue él quien me introdujo en el arrebato de carteras, robar sin que la gente se dé cuenta, y el hurto de llantas de carros… hasta que, finalmente, terminé cinco días en la comisaría.

Lo peor lo vivió mi esposa, quien no solo tuvo que soportar a un adicto, sino también a un microcomercializador que, pese a tener dinero, no le daba lo necesario para sobrevivir. Me sumí en una locura impulsada por la droga, sin darme cuenta del daño que causaba.

Entraba y salía de los hospitales de salud mental. Mi exesposa —que en ese entonces aún era mi esposa—, trabajaba, mientras yo me encargaba de las tareas del hogar. 

Llevaba unos nueve meses sin consumir cuando hablé con ella y le dije: “Mira, yo no quiero volver a drogarme porque si no me voy a morir. Si vuelvo a consumir droga no hay quien me pare. De verdad, si Dios existe, muéstramelo, porque ya no sé qué hacer. Si Él no me saca de esto, entonces no hay nada que hacer”.

Walter Sánchez con el sacerdote que le ayudó a sanar sus heridas y a poder iniciar su centro de rehabilitación para otros

Cerca de mi casa, a seis cuadras, había una parroquia, y decidí ir caminando hasta allí. El padre, un sacerdote diocesano agregado al Opus Dei, me dijo: “Si tú quieres que Dios te cure, ven a las seis de la mañana a rezar conmigo en el oratorio”. Comenzamos a hacer oración juntos y luego asistía a la Santa Misa. 

Ese silencio en el oratorio fue fundamental, pues allí encontré el espacio que necesitaba para reencontrarme conmigo mismo y con ese Dios al que anhelaba para curar mis heridas.

Cuando conocí a Dios y encontré el amor en Él, empecé a conocer quién era yo y diagnostiqué la naturaleza exacta de mi problema. A partir de entonces, la droga nunca más tuvo protagonismo en mi vida, hasta el día de hoy.

Para poder recibir el sacramento del matrimonio, me confesé. Pude recibir el perdón de tantos pecados y sentí el alivio más grande, la descarga más importante de mi vida. Sentí que era un hombre nuevo y, al recibir el sacramento de la comunión, experimenté que pertenecía a Cristo.

Después de un tiempo de formación, el sacerdote me dijo: “Walter, ¿por qué no formas un grupo?”. Respondí que apenas podía con mi vida, y que por tanto no podía ayudar a otros. Él me respondió: “Tú tranquilo, Dios te va a decir cómo”.

Al poco tiempo, entendí el mensaje que el padre me dio y así nació el Grupo Libertad en la cochera de la casa de mis padres, donde recibí el primer paciente. Dos años y medio después, al cambiar de casa, comenzamos a trabajar con profesionales de la salud para que la atención de los pacientes, además de la ayuda espiritual, también tuviera un abordaje profesional.

Me interesé por conocer la espiritualidad del Opus Dei. San Josemaría decía que, para ser santo, el hombre no tiene que hacer grandes cosas. Entonces entendí que mi santidad estaba en el trabajo de la rehabilitación.

Walter Sánchez lleva 17 años rehabilitando personas de las adicciones

Tuve la oportunidad de capacitarme en Italia, en una fundación importante, donde aprendí cómo se manejan las estructuras de rehabilitación y traté de acondicionarla según nuestra cultura. En estos 23 años, hemos recibido unos 3.000 pacientes; y algunos de ellos llevan más de 20 años rehabilitados.

Dios me permitió formar a una persona que hoy tiene un centro de rehabilitación con 17 años de trayectoria. San Josemaría decía: “Yo amo a Dios porque me da la gana” y eso lo adopté en mi vida: “Yo no vuelvo a usar drogas porque no me da la gana, aunque se caiga el mundo”.

Estoy agradecido del padre que me ayudó, pues llevo 25 años libre de drogas. Cuando él llegó a esta parroquia, sentí que había llegado por mí. Lo que Dios hizo en mí fue un milagro, porque ni yo ni quienes intentaban ayudarme podíamos hacer nada, pero yo me dejé amar por Dios.

Walter Sánchez

Homilía del P. Carlos Martínez y lecturas de la Misa de hoy, lunes de la 4ª semana de Cuaresma, 31-3-2025

31 de marzo de 2025.- (Camino Católico) Homilía del P. Carlos Martínez Oliveras y lecturas de la Santa Misa de hoy, lunes de la 4ª semana de Cuaresma, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.