“Dios no me dejaba tranquilo y comenzó a cambiar mi forma de vida, y yo, a dejar lo vicios; lloraba mucho y le pedía arrepentido, de corazón, que llenara mi vida, me transformara. No quería seguir siendo esclavo de la droga y con ese odio que mantenía. El Señor pudo aparecer y cambiarme. Me dio esa paz interior, esa fortaleza. No fue fácil, fue una lucha constante, de mucho tiempo, de días, meses para dejar mis adicciones, pidiéndole a Dios”
viernes, 30 de agosto de 2013
Nalo Enrique Quiroz, adicto y asesino temido: “Fue el Señor quien me dio el amor a la oración del Padre Nuestro, que repetido sin descanso me regaló la gracia de cambiar”
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