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viernes, 2 de agosto de 2013

Francisca Martínez, punky a los 13 años, pasó a dirigir las protestas universitarias con barricadas y cocteles molotov, pero el testimonio de fe de su madre la convirtió a Cristo

“Pude verlo a él, a Cristo, siempre presente en las contradicciones, en lo feo de la vida y en las situaciones más adversas. Y cuando asocias tu felicidad a Cristo, se despejan las dudas. Si bien, en el anarquismo hay una solidaridad, siempre primará la individualidad. En el cristianismo no es así, porque no estás solo. Es mucho más complejo declararse cristiano que anarquista. Ya que cualquiera puede decir que es anarquista, pero no cualquiera se asume cristiano. A mí me costó mucho decir sí a Cristo“ 
2 de agosto de 2013.- (Danilo Picart / PortaLuz / Camino Católico) Provenía de una familia constituida, pero a temprana edad rompió con todo. Dios tampoco tenía lugar. De allí a las barricadas, las bombas molotov, ponerse una capucha y tirar piedras en decenas de protestas de estudiantes hubo sólo un paso.
“Desde pequeña fui chora”(audaz, agresiva) reconoce Francisca Martínez, la mayor de tres hermanas, predilecta de su abuela, criada en la fe católica por sus padres, quien a los 13 años decidió rapar su largo cabello, dejando sólo una cresta colorinche en la nuca como bandera de esa nueva identidad. Vistiendo pantalones ajustados, chaqueta con tachas metálicas, bototos y medias rotas se sumergió –recuerda- en el mundo punky, con gente mayor que ella, que le mostraban un atractivo credo de ruptura con todo orden social. Pero también donde lo normal era drogarse y beber hasta quedar borrado.  Leer más...

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