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domingo, 17 de diciembre de 2017

Cristóbal Muñoz, adicto a las drogas, al alcohol y al juego, conoció a Cristo en la cárcel y en los Cursillos de Cristiandad: «Las cadenas que me esclavizaban, las rompió Jesús de un plumazo»



«A partir de este encuentro con Jesús, mi vida cambió por completo, dio un giro radicalmente. Faltarían palabras en el mundo entero y en todos los idiomas para poder describir lo que significó para mí.  Comprobé que la cárcel no fue un castigo, sino un regalo, que Dios me hizo para que me encontrara con él. Bendita prisión que me dio a Jesús. Hoy en día, después de cinco años de ese maravilloso encuentro, tengo que decir que sigo teniendo la inmensa suerte de contar con Jesús en mi vida. He entrado a pertenecer a la escuela de Cursillos de Cristiandad de Córdoba y quiero anunciar a otros muchos que sólo el Amor de Dios salva la vida»







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