Jorge, de 40 años, y su esposa Laura, de 36 años, se casaron hace una década, pero él no estaba bautizado y va a recibir ese sacramento junto a la Confirmación y la Eucaristía en la Vigilia Pascual
* «La mía ha sido una historia de mucho amor, tanto por las personas como por el Señor… Yo invitaría a la gente a que prueben y se abran a tener la experiencia, que pidan. ¿Quieres relacionarte con Dios? ¡Inténtalo! ¡Prueba! Se trata de dar una oportunidad a enamorarme y dejarme querer por el Señor»
Camino Católico.- Jorge, de 40 años, mira transparente. También Laura, de 36 años, su esposa. Quedamos con ellos en la parroquia de Las Tablas —cuyo nombre oficial es Santa María Soledad Torres Acosta y San Pedro Poveda—, donde se casaron hace diez años. El suyo fue un matrimonio con disparidad de culto porque Jorge no estaba bautizado. Laura supo respetarle. «Hay quien se bautiza porque se va a casar, pero yo no quería eso para Jorge», asegura a B. Aragoneses en Infomadrid. Y así, él ha tenido tiempo para ir haciendo su propia historia de amor con Dios que culminará en la Vigilia Pascual en la catedral de la Almudena, el Sábado Santo 19 de abril, cuando reciba los sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía.
Una historia que también ha sido de libertad. Así se lo recordó hace poco su tío Javier, cura en Galicia. «No lo había pensado nunca, pero es verdad; es muy difícil pasar de ser ateo a ser cristiano, porque vas a ir contracorriente, la gente te va a decir que los curas son unos pederastas, o unos fachas, que todo lo malo del mundo está ahí concentrado y que por eso se han ido saliendo…». Y justo él, entra. «Se necesita tener mucho valor y mucha libertad», es cierto. Lo que pasa es que «yo tuve una experiencia tan así que no tuve otra alternativa», explica con sencillez, dibujando esa cualidad de la llamada que se presenta como un camino a seguir por el que el corazón se ve arrastrado.
Una invitación a rezar rechazada
La experiencia a la que se refiere Jorge empezó en el verano de 2021, en un viaje a Cuenca que hicieron él y Laura con Javier, a quien le une una amistad profunda desde hace años. Justo antes de regresar, el sacerdote le dijo si le gustaría rezar con él. «Me extrañó y le contesté que no; me parecía como hacer un poco de teatro y lo veía una falta de respeto». No entendía Jorge cómo se le había ocurrido a su tío semejante cosa. «Creo que puede ser algo bueno», le respondió él.
Al margen de lo que conocía del cristianismo por su cultura, a Jorge nunca se le había despertado ningún interés religioso. Hijo único de padres alejados de la Iglesia (su padre, más bien, anticlerical), ni estaba en búsqueda de Dios porque no era nadie para él, ni era en un tema que le preocupase. «Me daba igual». Pero esa invitación a rezar que le hizo su tío tocó algo en interior.
A finales de 2022, se empezó a encontrar mal. Hasta el verano de 2023 no hubo diagnóstico: cáncer en estadio 4 con metástasis en los huesos. «Ya es casualidad que después de 18 años que conocía a Javier se le ocurriera rezar antes de que empezara una cosa como esta». Su interés por Dios, entonces, aumentó. Más cuando en esos meses de «calvario» en los que no había diagnóstico, relata, «te vas quedando un poco solo».
Jorge y su esposa Laura
Visita a las clarisas de Cantalapiedra
No se convirtió Jorge por miedo a morir, «porque los católicos se mueren igual», sino por una experiencia profunda de encuentro con Dios. El Papa Benedicto XVI ya lo dijo: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva». En este camino se cruzaron las clarisas de Cantalapiedra (Salamanca), a las que Jorge visitó con Javier al poco del diagnóstico. Su tío las había llamado para contarles el caso. «Me han dicho que van a rezar una novena por ti, pero que te quieren conocer». «Me pareció asombroso, le dije que no merecía tanto, ¡yo nunca había hecho nada por la Iglesia!».
Esa acogida de las monjas «me sorprendió», y aquí Jorge, poco dado al sentimentalismo, se emociona desde lo profundo de su corazón: «La mía ha sido una historia de mucho amor, tanto por las personas como por el Señor». Cuando se volvieron, Javier lo invitó a rezar. Hacía dos años había dicho que no. Ese día fue un sí. «¿Qué mal me puede hacer?». No sabía qué hacer, pero su tío lo animó: «Nos ponemos allí, y lo que surja».
Ante el Santísimo expuesto, Javier pidió cuatro cosas: que el proceso se pasase lo mejor posible y con el mínimo sufrimiento, que los resultados [había que poner nombre al cáncer] estuvieran lo antes posible, que iluminara a quienes iban a tener que decidir el tratamiento, y que si era posible, se curase. «Las cuatro cosas se cumplieron», pero para Jorge la definitiva fue la primera. «Lo tranquilo que estoy es casi lo más milagroso». Porque en este proceso «me he dado cuenta, primero, de que Dios existe, y después, que está con nosotros en todos los momentos, y cuando ya no te queda nada más, sigue estando ahí».
Luego está que cuando tuvo que optar por un tratamiento —en su caso no había protocolo establecido, sino varias posibilidades—, se encerró en la habitación y le habló a Dios directamente: «A ver si por favor me puedes ayudar, Dios». Fue pedírselo y automáticamente «tuve una claridad mental que no he tenido en la vida» y supo cuál elegir. «No parecía el mejor, pero no tenía ninguna duda, y empezó a funcionar muy bien».
Con todo esto y el interés en alza, Jorge comenzó a leer la Biblia y le preguntó a su tío qué tendría que hacer «si en un futuro me quisiera bautizar». «Una catequesis es lo suyo», le respondió. Así que el matrimonio fue a su parroquia y llevan un año y medio en el catecumenado de adultos de la mano del párroco, Roberto Rey. Porque sí, Laura también recibirá el sacramento de la Confirmación en la gran noche de la Vigilia Pascual, junto a su marido. Para ella es una «emoción brutal; qué bonito hacer este paso tan especial el día grande, en el año del jubileo de la esperanza y vivirlo con mi marido».
Jorge y su esposa Laura. Él dice que su conversión “ha sido una historia de mucho amor, tanto por las personas como por el Señor”
«Me llama la atención todo»
Ahora que está conociendo a Dios, a Jorge le «llama la atención todo; sobre todo, la forma en la que nos quiere y está a nuestro lado siempre». Pero el catecúmeno también está conociendo a la Iglesia. En una sociedad en la que en cualquier asociación hay un intercambio de algo, el de la Iglesia, confirma, es un modo de relación extraño y diferente a esto. De hecho, pensaba que tendría que pagar las catequesis, «¡si aquí todos son doctores!». De ella también le llama todo la atención, «encontrar una Iglesia abierta, mucho más de lo que yo hubiera esperado, que le importe la persona y que se vuelquen contigo… Yo les dije “os estáis equivocando, yo no soy vuestro hombre”, pero han estado aquí conmigo».
Otra cosa que le ha sorprendido de la Iglesia es que «es bastante cercana al Evangelio» y, a su vez, «que el Evangelio sigue de actualidad, por la actualidad de sus enseñanzas». Tanto que él, que se maneja con los evangelistas con soltura, se pregunta «¿lo próximo que voy a leer en el Evangelio de Juan qué va a ser, la Inteligencia Artificial?». Hay dos cosas, no obstante, que las lleva en el corazón a fuego: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos», y la parábola del hijo pródigo. Porque «yo he pecado mucho, ¿y me bautizo y ya está?». Pues sí, «la gente que ha estado apartada tiene cabida».
Por eso, Jorge anima a todos. «Yo invitaría a la gente a que prueben y se abran a tener la experiencia, que pidan. ¿Quieres relacionarte con Dios? ¡Inténtalo! ¡Prueba! Se trata de dar una oportunidad a enamorarme y dejarme querer por el Señor».
Jorge dejará, como él mismo expresa, atrás el hombre viejo para dar paso al nuevo en la Vigilia Pascual del Sábado Santo en la catedral de la Almudena, a las 22:00 horas, en una ceremonia que estará presidida por el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid.
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