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sábado, 1 de noviembre de 2025

Michael Iskander, actor que interpreta al rey David: «Entré en la Catedral de San Patricio y pensé: ‘Aquí está la Eucaristía’, lloré una hora y sentía que no había nadie más ahí, solo Dios y yo, y me convertí al catolicismo»

El actor católico Michael Iskander, quien interpreta al rey David en la serie "House of David" de Prime Video

* «Dios eligió a David por su corazón humilde. Y un corazón humilde es aquel que está dispuesto a seguir a Dios, a escucharlo y a hacer lo que Él manda. Un corazón orgulloso elige mis deseos, mis necesidades, mis anhelos egoístas por encima de Él. Un corazón egoísta se pone al mismo nivel que Dios, como hizo Saúl, y por eso fue rechazado. Cuando entendí eso, me di cuenta de que no se trata de mí, sino de Él. Debo seguirlo, escuchar sus mandamientos y dejar de pensar solo en mí mismo. Y eso, en realidad, libera. Es algo liberador dejarte a un lado y vivir para Cristo. Creo que eso es lo más hermoso: dejar de centrarnos en nosotros y vivir para Él. Pensar en eso y comprenderlo me ha enseñado que solo necesito seguir a Dios, sus mandamientos y su voluntad para mí» 

Camino Católico.- Michael Iskander, el actor que interpreta al rey David en la exitosa serie de Prime Video House of David, anunció a comienzos de este año que se había convertido al catolicismo. Nacido y criado como copto ortodoxo, no considera su conversión como un rechazo a sus raíces, sino como “responder a un llamado de Dios”.

El actor de 24 años, nacido en Egipto pero residente en Estados Unidos desde niño, concedió una entrevista exclusiva a CNA—agencia en inglés de EWTN News— en octubre, en la que habló con sinceridad sobre su reciente conversión y su fe.

El camino de Iskander hacia el catolicismo comenzó hace varios años, cuando, por casualidad, entró en la Catedral de San Patricio en Manhattan. Aunque el templo estaba lleno de turistas, Iskander se sentó en un banco, inclinó la cabeza y sintió “como si nada más existiera”.

“Miré al altar sabiendo que ahí está la Eucaristía y pensé: ‘Quiero la Eucaristía’. Recuerdo haber sentido un momento de extrema santidad”, relató. “Pensé: ‘Aquí está la Eucaristía’. Bajé la cabeza y empecé a llorar durante una hora entera —sin rezar, sin decir nada, solo llorando—. Sentía que no había nadie más ahí, solo Dios y yo”.

Aquel día, dice, plantó la semilla de su interés por el catolicismo. Desde entonces empezó a asistir a misa. Y mientras se preparaba para interpretar al rey David en la serie, ese interés —que pronto se convirtió en un llamado— fue creciendo.

“Sentía que este era mi hogar, que Dios me estaba llamando aquí, y esa voz se hacía cada vez más fuerte”, explica.

Cuando terminó de filmar la segunda temporada de House of David, Iskander se puso en contacto con un sacerdote de su zona para resolver las dudas que tenía sobre la fe católica. Tras casi dos horas de conversación, le dijo al sacerdote que quería convertirse.

El actor Michael Iskander se ha convertido al catolicismo

Como la Iglesia católica reconoce los sacramentos de la Iglesia copta ortodoxa como válidos, Iskander participó en una profesión de fe durante una misa celebrada para él el 21 de agosto.

Hubo un momento de la misa que lo marcó especialmente: cuando el sacerdote leyó el salmo responsorial, que era el Salmo 89, con los versículos que hablan de la unción de David.

“Él estaba leyendo eso y yo pensé: ‘Padre, gracias por preparar eso, qué amable’. Y luego, al comenzar la homilía, dijo: ‘Por si te lo preguntas, Michael, no elegí esta lectura para ti. Simplemente escogiste el día en que este salmo toca… así que creo que Dios quiere hablarte y decirte que estás en casa’”, recuerda.

Iskander añade: “Fue un día hermoso. Sentí que estaba en casa… como el hijo pródigo que regresa y es recibido por su padre con los brazos abiertos”.

El actor señala que interpretar a David ha impactado su fe “en todos los sentidos”, ya que leer las Escrituras influye directamente en cómo encarna al rey judío.

“Todo lo que sé sobre David lo saco de la Escritura, viendo no solo sus grandes momentos, sino también sus dificultades”, dice.

“Cuanto más lees sobre él, más lo entiendes; cuanto más reflexionas sobre sus acciones, más comprendes su corazón. Era un hombre que amaba a Dios con todo su ser”, añade Iskander. “Y como todos nosotros, cayó y se equivocó, pero fue alguien que regresó, reconoció sus errores y pecados ante Dios, pidió perdón y se arrepintió”.

El actor explica que una de las principales enseñanzas que ha recibido de su fe es comprender por qué Dios eligió a David y rechazó a Saúl: por el corazón humilde de uno y el corazón orgulloso del otro.

“Dios eligió a David por su corazón humilde. Y un corazón humilde es aquel que está dispuesto a seguir a Dios, a escucharlo y a hacer lo que Él manda. Un corazón orgulloso elige mis deseos, mis necesidades, mis anhelos egoístas por encima de Él. Un corazón egoísta se pone al mismo nivel que Dios, como hizo Saúl, y por eso fue rechazado”, dice.

Iskander concluye: “Cuando entendí eso, me di cuenta de que no se trata de mí, sino de Él. Debo seguirlo, escuchar sus mandamientos y dejar de pensar solo en mí mismo. Y eso, en realidad, libera. Es algo liberador dejarte a un lado y vivir para Cristo”.

“Creo que eso es lo más hermoso: dejar de centrarnos en nosotros y vivir para Él. Pensar en eso y comprenderlo me ha enseñado que solo necesito seguir a Dios, sus mandamientos y su voluntad para mí”, afirma.

La segunda temporada de House of David ya está disponible en Prime Video con una suscripción a Wonder Project.

Mathieu Sawadogo, catequista secuestrado con su esposa por yihadistas cuatro meses en Burkina Faso, premio Libertad Religiosa: «Por la gracia de Dios sobrevivimos; Él escuchó nuestras oraciones»

Mathieu Sawadogo, catequista de Burkina Faso, IX premio Libertad Religiosa 2025 concedido por Ayuda a la Iglesia Necesitada / Foto: ACN

Camino Católico.- Ser cristiano en un país como Burkina Faso puede llegar a ser muy peligroso. El constante clima de inseguridad por la presencia de diferentes grupos yihadistas hace que confesar a Cristo allí conlleve insultos, vejaciones, amenazas e incluso la muerte. Esta situación es la que le tocó vivir a Mathieu Sawadogo junto a su esposa, Pauline. Llevaba cinco años como catequista en Baasmere, al norte del país, cuando fue secuestrado junto con su mujer en 2018. Este hombre, que sobrevivió y mantuvo firme su fe durante sus cuatro meses de cautiverio, ha sido galardonado con el IX Premio a la Libertad Religiosa 2025, que concede la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) y que ha sido entregado la tarde de este viernes 24 de octubre, momento que muestra el vídeo con el testimonio de este catequista. 

Mathieu decidió ser catequista en 2003. En países africanos como Burkina Faso, los catequistas se forman durante cuatro años para luego ser enviados a lugares remotos y liderar a la comunidad católica del lugar. El destino de Mathieu y Pauline fue Baasmere, en la diócesis de Dori, al norte del país. Allí desarrollaron su ministerio desde el año 2015, al frente de una comunidad de entre 150 y 200 fieles. En 2018, los yihadistas se presentaron en el pueblo y le amenazaron: si seguía desarrollando su ministerio como catequista en el pueblo, iba a ocurrir “algo malo”. Esto no detuvo a Mathieu, sino todo lo contrario. Siguió liderando a la comunidad cristiana del lugar. “Yo también tenía inquietud”, confiesa. Pero declara: “Pensé: no puedo dejar de anunciar la Palabra de Dios, pues es por eso por lo que estoy aquí”.

Mathieu Sawadogo, catequista de Burkina Faso, con los niños de catequesis / Foto: ACN

Tras el aumento de las amenazas, el 20 de mayo de 2018 se presentó un grupo de hombres armados en la casa del matrimonio. Los ataron, les vendaron los ojos y se los llevaron a un lugar desconocido. Con Pauline tampoco tuvieron ninguna consideración, ni siquiera cuando ella les pidió que no la ataran porque estaba embarazada de cinco meses. A día de hoy, Mathieu no sabe dónde estuvo retenido ni si llegó a estar preso fuera de Burkina Faso.

Cuando llegaron a la que sería su prisión durante ese tiempo, los terroristas quemaron todas las pertenencias de Mathieu y de Pauline y les vistieron con indumentaria musulmana. Les intentaban enseñar su doctrina, pero ellos nunca cedieron. Cada día, Mathieu rezaba Avemarías. Él mismo señala que llegó a rezar 700 Avemarías en una misma noche, contándolas con ayuda de unas piedrecillas. “Por la gracia de Dios sobrevivimos; Él escuchó nuestras oraciones”, dice.

Finalmente, los terroristas vieron que Mathieu y Pauline no se iban a convertir. Después de debatir sobre qué hacer con ellos, decidieron soltarlos en un lugar abandonado. Consiguieron llegar al hospital más cercano con la ayuda de un granjero que encontraron. Allí, Pauline supo que el hijo que llevaba en el vientre había muerto durante el secuestro.

En la actualidad, los terroristas controlan más del 40% de Burkina Faso. Esto ha obligado a más de 2 millones de personas a huir de sus hogares a causa de la violencia yihadista. Y, por si fuera poco, en un país ya de por sí castigado por la sequía y la pobreza, alrededor de 3.000 personas han muerto a manos del terror.

Mathieu representa a todos los catequistas que, cada día y de forma totalmente abnegada, se arriesgan en Burkina Faso y otros países del mundo para guiar a las comunidades cristianas que no cuentan con un sacerdote. En muchos casos, los terroristas asesinan a los líderes de las comunidades en cuanto los identifican. Sin embargo, Mathieu da palabras a lo que hay en el corazón de todos estos catequistas: “Nunca mentiría a Dios. Es mejor ser fiel al Señor que a los hombres. Hay que testimoniar, anunciar a Quién sigues y serle fiel”.

Homilía de Todos los Santos: La santidad se recibe de Cristo, de estar unidos a Él; no es de producción propia / Por Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap.

* «Negar el Cielo es negar la dignidad del ser humano, que queda reducido a un cúmulo de átomos con fecha de caducidad. Y una vez negada esta dignidad, se puede someter al hombre a las mayores atrocidades. El cristianismo, en cambio, a pesar de las miserias inherentes a nuestra condición pecadora, desarraigó la esclavitud del mundo antiguo, levantó hospitales y universidades, defendió la dignidad inviolable de todo ser humano, ha velado siempre por los débiles y marginados y ha llenado de esperanza y de sentido la vida de miles de millones de personas»

Solemnidad de Todos los Santos:

Apocalipsis 7, 2-4.9-14  /  Salmo 23  /  1 Juan 3, 1-3  /  Mateo 5, 1-12

Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap. / Camino Católico.-  Hace tiempo que los científicos envían señales al cosmos en espera de respuestas de parte de seres inteligentes en algún planeta perdido. La Iglesia desde siempre mantiene un diálogo con los habitantes de otro mundo, los santos. Es cuanto proclamamos al decir: «Creo en la comunión de los santos». Aunque existieran habitantes fuera del sistema solar, la comunicación con ellos sería imposible porque entre la pregunta y la respuesta pasarían millones de años. Aquí en cambio la respuesta es inmediata porque existe un centro de comunicación y de encuentro común que es Cristo Resucitado.

Tal vez también por el momento del año en que cae, la Solemnidad de Todos los Santos tiene algo especial que explica su popularidad y las numerosas tradiciones ligadas a ella en algunos sectores de la cristiandad. El motivo está en lo que dice Juan en la segunda lectura. En esta vida «somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos»; somos como el embrión en el seno de la madre que anhela nacer. Los santos han «nacido» (la liturgia llama «día del nacimiento», dies natalis, al día de su muerte); contemplarles es contemplar nuestro destino. Mientras a nuestro alrededor la naturaleza se desnuda y caen las hojas, la fiesta de Todos los Santos nos invita a mirar a lo alto; nos recuerda que no estamos destinados a marchitarnos en tierra para siempre, como las hojas.

El pasaje del Evangelio es el de las Bienaventuranzas. Una en particular ha inspirado la elección del pasaje: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados». Los santos son aquellos que han tenido hambre y sed de justicia, esto es, en lenguaje bíblico, de santidad. No se han resignado a la mediocridad, no se han contentado con medias tintas.

Nos ayuda a entender quiénes son los santos la primera lectura de la Solemnidad. Son «los que han lavado sus vestiduras en la sangre del Cordero». La santidad se recibe de Cristo; no es de producción propia. En el Antiguo Testamento ser santos quería decir «estar separados» de todo lo que es impuro; en la acepción cristiana quiere decir más bien lo contrario, o sea, «estar unidos», se entiende que a Cristo.

Los santos, esto es, los salvados, no son sólo los que enumera el calendario o el santoral. Existen también los «santos desconocidos»: quienes arriesgaron su vida por los hermanos, los mártires de la justicia y de la libertad, o del deber, los «santos laicos», como alguien les ha llamado. Sin saberlo, también sus vestiduras han sido lavadas en la sangre del Cordero, si han vivido según la conciencia y les ha importado el bien de los hermanos.

Surge espontáneamente una pregunta: ¿qué hacen los santos en el paraíso? La respuesta está, también aquí, en la primera lectura: los salvados adoran, echan sus coronas ante el trono, gritando: «Alabanza, honor, bendición, acción de gracias...». Se realiza en ellos la verdadera vocación humana, que es la de ser «alabanza de la gloria de Dios» (Ef 1,14). Su coro es guiado por María, que en el cielo continúa su canto de alabanza: «Proclama mi alma la grandeza del Señor». Es en esta alabanza donde los santos encuentran su bienaventuranza y su gozo: «Se alegra mi espíritu en Dios». El hombre es aquello que ama y aquello que admira. Amando y alabando a Dios uno se ensimisma con Dios, se participa de su gloria y de su propia felicidad.

Un día, un santo, San Simeón el Nuevo Teólogo, tuvo una experiencia mística de Dios tan fuerte que exclamó para sí: «Si el paraíso no es más que esto, ¡me basta!». Pero la voz de Cristo le dijo: «Eres bien mezquino si te contentas con esto. El gozo que has experimentado en comparación con el del paraíso es como un cielo pintado en papel respecto al verdadero cielo».

Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap.

Evangelio

En aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: 

«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».

Mateo 5, 1-12

Homilía del evangelio de Todos los Santos: La veneración de los santos no tiene que alejarnos de Cristo sino que tiene que llevarnos a un encuentro más profundo con Él y al compromiso con este mundo / Por P. José María Prats

* «La lectura del Apocalipsis nos lo confirma. San Juan, tras contemplar aquella muchedumbre inmensa de santos, vestida de blanco y con palmas en las manos, recibe esta pregunta de uno de los ancianos: ‘Éstos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?’ Y, tras confesar su ignorancia, se le da esta respuesta que remite inmediatamente a Cristo como fuente de toda santidad y a la lucha por la justicia: ‘Ésos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la Sangre del Cordero’, es decir: ésos son los que se han asociado al sacrificio de Cristo, participando de su vida, de su lucha por la justicia, de su muerte redentora y de su resurrección triunfante»

Solemnidad de Todos los Santos

Apocalipsis 7, 2-4.9-14 / Salmo 23 /  1 Juan 3, 1-3  / San Mateo 5, 1-12

P. José María Prats / Camino Católico.-  En esta solemnidad de Todos los Santos recordamos a nuestros hermanos que han alcanzado ya la eterna bienaventuranza y contemplan a Dios cara a cara en el Cielo. Por ello hoy es un día muy apropiado para meditar sobre la santidad y sobre el Cielo.

Predicamos poco sobre el Cielo. Tal vez por miedo a que se nos acuse de espiritualismo, de promover una piedad desencarnada o de desentendernos de los graves problemas de este mundo. Y, sin embargo, nuestro mundo necesita más que nunca que le hablemos del Cielo.

Decía un teólogo contemporáneo: «Los Cielos están vacíos y los grandes almacenes llenos». Nuestra cultura ha vaciado los Cielos y se ha encadenado a la tierra. Pero como el corazón del hombre suspira por el Cielo, ha tenido que ofrecerle un cielo en la tierra. Es ese cielo que nos vende la publicidad, hecho de eterna salud y juventud, de placeres, lujos y consumo sin límite. Y en este cielo ha entronizado a sus santos, a los que rinde culto y reverencia en los programas y revistas del corazón.

Este cielo, este falso cielo tan elocuente y persuasivamente predicado es el que nos está llevando a vivir en un infierno, porque la lucha por conquistarlo nos arrastra irremediablemente a la competencia, a la guerra, a la explotación de unos por otros, a la soledad y, finalmente, al desengaño, porque este cielo, sencillamente, no existe.

El mundo está sediento de Cielo y se está dando cuenta de que el que le han vendido es en realidad un infierno. Ahora es, pues, nuestro momento, el momento de romper las cadenas que nos atan a la tierra y mostrar al mundo la maravilla del verdadero Cielo. Y como el hombre de hoy necesita ver, oír y tocar, la mejor manera de hacerlo es presentándole a los santos como realización concreta, cercana y asequible de esta plenitud y felicidad que todos anhelamos. El testimonio de los santos tiene una fuerza evangelizadora extraordinaria. Pensemos, por ejemplo, en la conversión de San Ignacio de Loyola gracias a la lectura de vidas de santos.

Pero esta contemplación y veneración de los santos no tiene que alejarnos de Cristo, como pretende la teología protestante, sino todo lo contrario: tiene que llevarnos a un encuentro más profundo con Él y al compromiso con este mundo. La lectura del Apocalipsis nos lo confirma. San Juan, tras contemplar aquella muchedumbre inmensa de santos, vestida de blanco y con palmas en las manos, recibe esta pregunta de uno de los ancianos: «Éstos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?» Y, tras confesar su ignorancia, se le da esta respuesta que remite inmediatamente a Cristo como fuente de toda santidad y a la lucha por la justicia: «Ésos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la Sangre del Cordero», es decir: ésos son los que se han asociado al sacrificio de Cristo, participando de su vida, de su lucha por la justicia, de su muerte redentora y de su resurrección triunfante.

Que el Señor nos conceda en este día, por la intercesión de todos los santos, la sabiduría y la audacia necesarias para abrir nuevamente los Cielos a los hombres y devolverles su dignidad y su esperanza.


P. José María Prats


Evangelio:  

En aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: 

«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».

San Mateo 5, 1-12

Mira a la Virgen María e intenta imitarla en todo, Ella es ejemplo de santidad en nuestro peregrinar hacia el Cielo / Por P. Carlos García Malo

 


Joe Mazzulla, entrenador de los Boston Celtics de la NBA: «Acabo de ser elegible para ser diácono, algo que siempre he querido hacer; yo y mi familia serviremos al Señor»


Joe Mazzulla, entrenador de los Boston Celtics, ha explicado que va a ser diácono como él deseaba

* «Creo que ganar ha sido más aterrador para mí porque es como si estuviera luchando con Dios. Como, ¿me vuelvo codicioso y quiero más? ¿Cómo encuentras el espacio de querer más y, a la vez, estar agradecido por lo que Dios te ha dado? Porque mi mayor miedo es que, dentro de 10 años, me despierte y sea el joven rico. Y que la vida me haya pasado de largo, y que no esté dispuesto a renunciar a mis tesoros en esta tierra porque lo habré dado todo a una mundanidad… Creo que es importante tener la perspectiva de que Dios me dio el trabajo de mis sueños a una edad muy joven, así que ¿cómo puedes vivirlo al máximo y también intentar estar lo más presente posible? Simplemente combinando mis cosas favoritas: baloncesto, Rosario, los Celtics; tener ese ritual previo al partido te mantiene centrado y con los pies en la tierra respecto a la oportunidad y la responsabilidad que Dios te ha dado» 

Camino Católico.- El entrenador de los Boston Celtics, Joe Mazzulla, no es de los que ocultan su fe católica. Conocido por hacer referencias al Evangelio durante las conferencias de prensa, reservar asientos especiales a pie de cancha para sacerdotes católicos y llevar un rosario gigantesco, el entrenador de la NBA acaba de revelar la mayor noticia de todas: su deseo de convertirse en diácono católico.

Hablando con el sacerdote dominico Joseph Anthony Kress en el podcast Godsplaining, a Mazzulla le preguntaron: “¿Cuál dirías que es tu próximo objetivo profesional?”.

Y en lugar de hablar de otro título de la NBA o de los playoffs, el comulgante diario sorprendió a los oyentes: “Acabo de ser elegible para ser diácono, algo que siempre he querido hacer. Ahí está. He estado pensando en eso”.

El joven entrenador no compartió más sobre esta emocionante noticia, pero al hablar más sobre cuál sería su objetivo profesional en lo que respecta a entrenar, Mazzulla compartió:

“Creo que ganar ha sido más aterrador para mí porque es como si estuviera luchando con Dios. Como, ¿me vuelvo codicioso y quiero más? ¿Cómo encuentras el espacio de querer más y, a la vez, estar agradecido por lo que Dios te ha dado? Porque mi mayor miedo es que, dentro de 10 años, me despierte y sea el joven rico. Y que la vida me haya pasado de largo, y que no esté dispuesto a renunciar a mis tesoros en esta tierra porque lo habré dado todo a una mundanidad”.

La entrevista pone la fe católica de Mazzulla en primer plano de maneras muy singulares. Hablando de su propia crianza, reconoció cuánto lo formó su fe.

“Tuve mucha suerte, principalmente porque crecí en un entorno donde la fe y el catolicismo eran una parte normal de la vida. Vivía a medio kilómetro de una iglesia. Iba a la iglesia los domingos y asistí a una escuela católica desde jardín hasta 12º grado”.

Como sabemos, Mazzulla se ha convertido en un verdadero influencer dentro del ámbito católico por su franqueza sobre su fe, incluidos momentos virales, como cuando le preguntan por conocer a la familia real y responde rápidamente: “¿Jesús, María y José?”.


Joe Mazzulla, entrenador de los Boston Celtics, intenta ser coherente con su fe católica en todos los aspectos de su vida

En ese mismo intercambio, la reportera deportiva reitera: “El príncipe y la princesa de Gales”, y Mazzulla remata la jugada: “Sólo estoy familiarizado con una familia real. No sé mucho sobre esa. Pero ojalá sean fans de los Celtics”.

Pero cuando el P. Joseph Anthony Kress le pregunta a Mazzulla quién lo influye, el entrenador de la NBA dice: “Estoy muy agradecido de tener vínculos con jugadores actuales y anteriores. Y algunos son personas de fe sólida, y otros no. Realmente no creo que eso importe, pero el tipo de relaciones que puedes construir con las personas es la razón por la que realmente estoy en todo esto”.

También menciona a su sacerdote y amigo de larga data, el P. Marcel Taillon, a quien conoce desde 8º grado (un sacerdote también muy querido por mi familia), y los muchos frutos de esa amistad.

“Poder tener un sacerdote constante, una enseñanza constante pero también rendición de cuentas, que él esté ahí en todas las diferentes etapas de mi vida, etapas de entrar a la preparatoria; desarrollamos nuestra fe a través de tantas experiencias diferentes y a lo largo de la preparatoria, el periodo de reclutamiento, qué universidad vas a elegir, ir a la universidad, los altibajos de la universidad, comenzar tu carrera, mudar a tu familia”, dice. “Y todo culmina en volver al lugar donde empezamos juntos, que es aquí en New England, y luego emprender juntos el camino de fe es algo. He tenido personas en el camino, pero el P. Taillon es alguien que ha estado ahí por mucho, mucho tiempo y realmente me ha ayudado en cada etapa de mi vida”.

“Si todos miramos nuestra vida como un testimonio”, continua Mazzulla, “creo que hay dos tipos diferentes. Creo que Dios pone personas en tu vida para momentos particulares, ya sea un día, un año, o de tres a cinco años. Entonces, ¿cómo puedes impactar a esa persona en el tiempo que tienes con ella? ¿Cómo puedes usar los dones que Dios te ha dado durante el tiempo que tienes? Así que creo que luego tienes algunas relaciones que son duraderas y van más allá del tiempo. Nunca debes dar por sentado el tiempo que tienes para invertir en alguien”.

Vivir con intención parece ser, de verdad, el modus operandi del entrenador. Y dijo que la decisión de vivir de esta manera llegó cuando se dio cuenta de la dura verdad que se nos pide comprender como católicos.

“Para mí, personalmente, es creer que lo que Dios dice sobre ti es verdad. Algo tan simple, pero tan difícil. Y diría que durante mucho tiempo no siempre creí que lo que Él decía sobre mí era verdad. Cuando descuidas eso y no lo crees, sales a buscar falsedades. Así que se convierten en cosas que son un poco más fáciles de creer. De niño, es más fácil creer que tu identidad está en el baloncesto que creer que alguien murió por ti y entregó toda su vida por ti. Tienes esta gracia, y no puedes ganártela, simplemente se te da. Y todo lo que tienes que hacer es aceptar. Y eso es difícil de aceptar”.


Joe Mazzulla, entrenador de los Boston Celtics, es devoto de la Virgen María y reza el rosario y también lo hace con el equipo antes de los partidos

“¿Cómo acepto eso?”, pregunta Mazzulla. “¿Cómo lo creo? ¿Y cómo lo vivo?”.

Mazzulla también habló de mantener a su esposa y familia cerca de él durante la temporada, guiado por el versículo: “Yo y mi familia serviremos al Señor” (Josué 24,15).

“A lo largo de la temporada”, dice, su esposa a menudo viaja con él, “porque creo que es importante trabajar en tu matrimonio tanto como en tu entrenamiento. Durante los playoffs, ella está en cada partido”, y asisten juntos a Misa diaria y todos los domingos.

El P. Kress señaló que muchas personas viven como si “esta vida nos sucediera, en lugar de ‘voy a vivir esta vida con esta persona de esta manera’”.

Y Mazzulla dice que para él, “es un esfuerzo consciente y es una mentalidad. Esto es lo que vamos a ser. Vamos a interpretar las cosas que nos suceden a través del lente de Cristo”.

“La lucha de ser una persona de fe”, admitió Mazzulla, “es que vas a decepcionar a la gente”, y se esfuerza por vivir como Cristo, pero hay algunas cosas que lo desconciertan en esta era digital. “Obviamente, Dios es omnisciente, y Jesús fue quien fue en esta tierra, pero me cuesta decir, de acuerdo, ¿cómo manejaría Jesús Instagram?”.

El entrenador Mazzulla también comparte su ritual previo al partido, que incluye rezar el Rosario con unas cuentas que hizo con madera del antiguo parquet de los Boston Celtics.

“Creo que es importante tener la perspectiva de que Dios me dio el trabajo de mis sueños a una edad muy joven, así que ¿cómo puedes vivirlo al máximo y también intentar estar lo más presente posible? Simplemente combinando mis cosas favoritas: baloncesto, Rosario, los Celtics; tener ese ritual previo al partido te mantiene centrado y con los pies en la tierra respecto a la oportunidad y la responsabilidad que Dios te ha dado”.

“Es algo que valoro mucho”, comparte Mazzulla, diciendo que su amor por la oración mariana surgió a una edad temprana, semillas plantadas en la escuela católica.

“En St. Mary’s, hacíamos el Rosario Viviente, y representábamos una cuenta. ¿Cuando pasabas el micrófono y cada uno era una cuenta? Así empezó”.

Mazzulla se preguntó si todavía hacen el Rosario Viviente, y puedo asegurarles a todos que las escuelas católicas sí lo hacen, incluida aquí en Nueva Jersey, donde mi hija representará su cuenta vistiendo de azul mañana. Y hoy diré una oración para que la experiencia pueda tener el mismo impacto en ella que tuvo en el entrenador Joe.

Dios bendiga a Joe Mazzulla, ¡y que todos aprendamos a vivir con la misma intencionalidad que él!

Fátima Cecilia Sánchez, 22 años, es Carmelita Descalza y prometerá sus votos temporales: «Mirando la cruz del convento al visitarlo se me vino a la cabeza una frase: ‘Aquí estoy…, aquí te espero’»


Fátima Cecilia Sánchez Izquierdo en el convento de las Carmelitas Descalzas de Zarautz, el pasado 13 de octubre de 2025 / Foto: JOSE CARLOS CORDOVILLA - Diario de Navarra 

* «En la renovación carismática tuve un encuentro con el amor de Dios que me descolocó y que transformó completamente mi vida. A raíz de eso pensé que realmente Dios existe y me ama… “Quería entregarme a Dios, no sabía cómo. Y pensé, bueno, monja… La clausura tiene la finalidad de crear un clima de silencio y oración… para facilitar la unión con Dios. No es que sea mejor o peor que otras vocaciones en medio del mundo. Cada vocación se amolda mejor a cada persona. Estamos hechos y llamados a vivir de una determinada manera. El Señor me llamó a vivir así. Al final, lo que importa, no es el lugar al que te llame, sino querer responder y hacer su voluntad» 

Camino Católico.- El monasterio de las Carmelitas Descalzas de Zarautz se erige en un caserón de piedra coronado por la torre de su iglesia. Construido hace 120 años, lo rodean ahora edificios de viviendas en altura, en el centro de la localidad costera, a dos calles del mar. Dentro conviven once religiosas. La mayor, María Dolores Mozo Alberdi, donostiarra de 95 años; las dos más jóvenes, son navarras. Carolina Martínez Soto, pamplonesa de 31 años, entró con 21. Y Fátima Cecilia Sánchez Izquierdo, que ahora tiene 23 años, de Barañáin, la benjamina, ingresó sin cumplir los 18, el 18 de septiembre de 2021, terminada la selectividad y admitida en la universidad. El 22 de noviembre de este año 2025 prometerá los votos temporales, es algo así como el ecuador de su noviciado.

Fátima Cecilia Sánchez Izquierdo es la mayor de dos hermanos. Estudió en el colegio Miravalles, vivía en Barañáin (Navarra), recibía clases de violín en una escuela de música, -que se prolongaron dentro del convento- y, antes de encontrarse con Dios, le gustaba ver series en su tiempo libre. Una adolescente como tantas en una familia, la suya, católica y cercana a distintos movimientos en la iglesia. 

Fátima Cecilia Sánchez Izquierdo tocando el violín en su casa, lo que siguió estudiando cuando ingresó en el convento de las Carmelitas Descalzas de Zarautz, el 18 de septiembre de 2021 / Foto: Marta León de San Sebastian - Aleteia 

La primera llamada a ser monja en 2º de la educación secundaria

“Fe he tenido siempre, pero unos años más que otros, en el sentido de que, de pequeña estuve muy cerca de Dios, pero después lo dejé un poco de lado, no estaba muy pendiente de Jesús. En 2019 empezamos a participar en las alabanzas y poco a poco redescubrí el amor de Dios y mi vida empezó a centrarse, de nuevo, en Él”, relata en una entrevista en Aleteia.

“Yo creo que lo primero que recuerdo en torno a la vocación se remonta a cuando estaba en segundo de la Educación Secundaria. Leí un libro de santa Teresa de Calcuta y aquello de irse a cuidar a los más pobres entre los pobres, por amor a Dios me parecía que era lo máximo a lo que un cristiano puede llegar, lo más radical y extremo. Y entonces sí que me pregunté si tal vez el Señor querría que yo fuera Misionera de la Caridad, porque yo también quería llevar a Dios a todas las almas”, cuenta Fátima Cecilia.

“Pero esa idea se quedó un poco olvidada porque otra idea se hizo fuerte en mí: la de que podía llegar a todas las personas del mundo desde un mismo lugar, a través de la oración. Dios me lo inspiró, en aquel momento en el que pensaba que irse por el mundo a evangelizar era lo más”, puntualiza.

De llevar una vida más frívola a escuchar la llamada de Dios

“El tiempo pasó y yo empecé a llevar una vida de fe más frívola. Dios no estaba en mi vida demasiado presente, rezaba pensando en los exámenes y poco más, aunque nunca abandoné la misa del domingo y me confesaba de vez en cuando”, reconoce la religiosa.

“Pero al comenzar bachillerato, empecé a acudir con mi padre a las alabanzas carismáticas del grupo ‘Torre de David’. Y casi al mismo tiempo, empecé a ir a catequesis con un grupo de jóvenes, en la parroquia de Ermitagaña, barrio de Pamplona”, explica Fátima Cecilia.

“En la renovación carismática tuve un encuentro con el amor de Dios que me descolocó y que transformó completamente mi vida. A raíz de eso pensé que realmente Dios existe y me ama”, sostiene. 

“Quería entregarme a Dios, no sabía cómo. Y pensé, bueno, monja. Pero no conocía a ninguna y busqué en Google, tipos de monjas, a ver qué encontraba. Salió una lista por orden alfabético: adoratrices, agustinas... Me llamó la atención carmelitas descalzas y busqué a ver quiénes eran, porque no sabía nada de ellas, nunca había tenido contacto con ninguna. No recuerdo lo que leí, pero sí que me encantó y a partir de ahí fui pensando, en la oración, en esa posibilidad. Lo fui pensando poco a poco y creo que me di cuenta de que podía ser algo serio”, asegura.

Luego, prosigue contando que “pensé que sería bueno hablarlo con un sacerdote. En enero (2020) empecé a hablar con el sacerdote del colegio que nos había dado una charla que me gustó. Le dije lo que me estaba pasando y él me preguntó si se lo había dicho a mis padres. Por entonces yo tenía pensado hacer un retiro con los carismáticos y le dije que a la vuelta hablaría con ellos. Volví del retiro super contenta y, tal como acordamos, como veía mi vocación, descarté la biología marina se lo dije a mis padres en cuanto tuve ocasión, en el coche de vuelta a casa.

Los padres recibieron la noticia como una bomba nuclear

Carlos Sánchez, el padre de Fátima, interviene en la conversación recordando ese momento: “Fue una bomba nuclear con onda expansiva. Venía del retiro totalmente feliz y en una auténtica nube. Si me hubiera dicho que quería hacer algo relacionado con la Renovación Carismática no me hubiera sorprendido, pero dijo Carmelita Descalza. Y aquello fue algo totalmente inesperado. De hecho, nunca habíamos tenido contacto con ninguna de ellas”, asegura.

“Hemos participado en muchos grupos y de muchos carismas de la Iglesia a lo largo de la vida, pero nunca habíamos tenido relación alguna con monjas contemplativas. Tengo que decir que nosotros creemos mucho en la Providencia y cuando nos lo dijo pensé que por algo sería. No me lo tomé a broma, ni mucho menos, pensé que ya iríamos viendo”, dice Carlos.

Y subraya que “como católicos practicantes, el tema de la vocación fue algo a lo que estábamos abiertos, es decir, siempre pensamos que podría ser una posibilidad más, tanto con Fátima como con su hermano. Lo que nunca hubiéramos esperado es que nos lo dijera en ese momento, tan joven… y a Carmelita Descalza”.

Fátima Cecilia Sánchez Izquierdo, en el centro, junto a sus padres y su hermano, antes de ingresar en el convento de las Carmelitas Descalzas de Zarautz, el 18 de septiembre de 2021 / Foto: Marta León de San Sebastian - Aleteia 

Contacto telefónico con las Carmelitas de Zarautz

“Cada semana hablaba con el sacerdote, que me ayudaba con el tema de la vocación pero también me ayudaba a rezar con más profundidad, haciendo meditación y me enseñó también a utilizar el breviario, etcétera. Durante el curso, había que leer un libro para subir nota en religión y de la lista que me ofrecían cogí uno sin ningún motivo en particular. Escogí Historia de un alma, que resulta que fue escrito por Santa Teresa de Lisieux, una santa carmelita importante. El libro me encantó y con muchas cosas que allí aparecen me sentí identificada, afirma Fátima Cecilia.

“Yo tenía esa inquietud dentro pero seguía con mi vida normal. En casa no era una cosa de la que habláramos todo el tiempo ni mucho menos. Al principio nada, pero como yo seguía con eso dentro, de vez en cuando sí que hablábamos algo”, dice.

“El sacerdote del cole con el que yo hablaba conocía a otro sacerdote que tenía relación con las carmelitas de Zarautz y un día me pasó el teléfono por si queríamos llamar y hablar con ellas. Cuando terminó el confinamiento del Covid y el curso ya estaba terminando, un día las llamamos mis padres y yo y recuerdo que fue una llamada muy bonita. Hablamos con la priora, la madre María Almudena, y mis padres le dijeron que yo tenía alguna inquietud vocacional o algo así… yo tampoco sabía muy bien qué decir. Estuvimos hablando un rato y nos dijo que podíamos visitarlas cuando quisiéramos”, comparte.

Descarta las monjas de ‘Iesu Comunio’

“Ese verano, cuando estuvimos en Valencia, donde viven mis tíos y mis primos, fuimos un día a Godella, a visitar a las monjas de Iesu Comunio. Son muchas y muy jóvenes y a mis padres les pareció que podía ser interesante que las conociera, por aquello de conocer otras congregaciones. Estuve allí y lo cierto es que me encontré con unas monjas muy felices. Obviamente que aquella felicidad la quería también para mí, pero en ningún momento tuve la sensación de que fuera mi sitio”, se sincera Fátima Cecilia.

Añade que “de hecho, estuvimos mis padres y yo con ellas un rato y me ofrecieron la posibilidad de quedarme a hablar un rato más yo sola con ellas, pero les dije educadamente que no, que no tenía más interés”.

La cruz de las Carmelitas de Zarautz que le atrajo

“A la vuelta de las vacaciones, justo antes de empezar Segundo de Bachillerato fuimos un día toda la familia a pasar el día a Zarautz y por la tarde nos acercamos al monasterio a visitar a las monjas. Al principio no sentí nada especial, fui allí pensando que tal vez fuera mi sitio o que tal vez no… no tenía muchas expectativas. En mi cabeza pensaba en las carmelitas pero no tenía ni idea. Estuvimos allí con ellas y sí que me fijé que en la pared, justo detrás de ellas, había una cruz”, describe.

Y comparte algo íntimo: “Esto me cuesta un poco explicarlo, porque no es que oyera ninguna voz, ni nada de eso, pero, mirando la cruz se me vino a la cabeza una frase: “Aquí estoy…, aquí te espero”.

“Las monjas hablaban, mis padres hablaban y yo como ausente pensando en esa frase. Después me ofrecieron quedarme un rato más, yo sola hablando con ellas y me pareció una idea genial. No recuerdo de qué hablamos, supongo que les haría alguna pregunta. Salí muy contenta de aquella primera visita”, valora 

“La priora me dio su teléfono y a partir de ahí yo la llamaba cada dos o tres semanas. Me gustaba hablar con ella y tenía ganas de volver pero con más tiempo. Pero había empezado el curso y mis padres me decían que tenía que estudiar… aunque yo quería volver a ir y un poco sí que insistí”, dice.

“Un día en oración hablaba con el Señor y le decía: ‘Señor, si tú quieres que sea Carmelita Descalza, mueve los hilos para que pueda ir a pasar el fin de semana de mi cumpleaños’, el 22 de noviembre. Pedía eso sabiendo que era muy difícil porque tenía exámenes de subida de nota justo la semana siguiente, mi cumpleaños tocaba en domingo y habría que celebrarlo en familia, además de que por el Covid, no podíamos salir de Navarra. Vamos, que era prácticamente imposible. Esa semana no di mucho la lata en casa pero sorprendentemente me dieron permiso para ir y además obtuve un permiso para poder viajar”, asegura  Fátima Cecilia.

Y valora su visita así: “Aquel primer fin de semana conocí a toda la comunidad, nueve monjas en total y fui un viernes por la tarde hasta el sábado por la noche. Como no podía entrar en la clausura, compartía con ellas los ratos de oración en la iglesia y mientras ellas trabajaban yo me quedaba en mi cuarto estudiando o pasaba algún rato en el locutorio hablando con alguna de ellas. Regresé a casa super contenta y convencida de que volvería de nuevo. De hecho, yo no paraba de preguntar a mis padres cuándo podría volver otra vez…”.

Fátima Cecilia Sánchez Izquierdo, antes de ingresar en el convento de las Carmelitas Descalzas de Zarautz, el 18 de septiembre de 2021 / Foto: Marta León de San Sebastian - Aleteia 

Lo dejó todo en manos del Señor

“En diciembre hice exámenes previos para la universidad. En Filosofía y en Literatura y escritura creativa. Yo estaba convencida que terminado el curso me iría al convento para quedarme, pero hice los exámenes por si después de todo no podía y tenía que estudiar. Pasadas las Navidades yo seguía pidiendo permiso para volver a Zarautz otro fin de semana pero había que estudiar un montón y mis padres solo me decían que tal vez en Semana Santa. A mí la verdad es que se me hacía larguísimo…”, confiesa.

“Llegó enero y febrero y tenía que estudiar muchísimo, pero yo no hacía más que pensar en las monjas y en mi vocación. No conseguía concentrarme bien en lo que hacía. Lo pasé mal, me agobié bastante y además mi hermano dio positivo por covid y nos confinaron a todos en casa. Me pilló justo en los exámenes así que a la vuelta del confinamiento tendría que hacer los exámenes atrasados además de ponerme al día con la nueva materia. Estaba agotada y cansada de la situación. Así que medio pensé: ‘Señor, o me ayudas Tú o yo no sigo adelante…’”, comparte.

“Durante ese tiempo dejé de hablar con el sacerdote que me dirigía y también dejé de llamar a la madre Maria Almudena. Es como que quería ignorar la llamada que sentía dentro, porque me estaba frustrando. Lo cierto es que no fue muy buena idea porque pasé una temporada muy triste y sin ganas de nada”, asegura.

“Para el puente de San José, en el colegio se organizó un retiro y decidí ir. No sé explicarlo muy bien, pero fue un retiro alucinante. Allí yo vi muy claramente, de nuevo, que quería ser carmelita. Como mis padres seguían con la idea de que empezara carrera en la Universidad, dejé todo en manos del Señor y le dije: ‘Ya me dirás cómo… ya me dirás cuándo’. Sentía que yo ya no podía hacer nada más…solo confiar. Volvió la alegría y la paz. Dejé de estar triste y angustiada, yo solo esperaba que mis padres despejaran sus dudas”, subraya.

“Terminé el curso bien y en mayo pude volver a Zarautz a pasar un fin de semana. Fue precioso, porque entonces sí que tuve una sensación de mucha paz. Yo no sabía que se podía sentir tanta paz, una paz brutal, ¡tanta que no podía respirar! Como aún quedaba un mes para el examen de Selectividad, pude pasar más rato con la madre María Almudena en el locutorio y disfruté mucho de los recreos con las hermanas”, dice Fátima Cecilia.

“Lo peor de ir allí era que luego tenía que volver a Pamplona, aunque suene horrible. Yo vuelvo con una mezcla de paz, de alegría…no sé, y vuelvo a casa pensando en que ya no voy a volver a pasar una noche allí, si no es para quedarme. Me marchaba a casa, pero se me desgarraba el corazón y un trozo se quedaba allí con las monjas. Volví muy centrada en hacer la selectividad y luego, en el verano, que fuera lo que fuera… La selectividad me fue bien, aunque yo no tenía ninguna intención de empezar la universidad”, comenta.

La visita al Arzobispo de Pamplona

“Mis padres seguían pensando en la universidad. Durante todo este tiempo que te he ido contando, ellos fueron hablando con sacerdotes y con personas que podían aportarles luz sobre este tema. Yo creo que han tenido opiniones y consejos de todo tipo. Hablaron con la Universidad y expusieron mi situación. Como las carreras escogidas por mí no tienen mucha demanda, les dijeron que no había problema en matricularme más tarde, en agosto, si al final decidía estudiar. Así que aún no había una decisión en firme, todas las puertas estaban abiertas”, recuerda.

Y continúa relatando: “Un día, mis padres y yo fuimos a hablar con el arzobispo de Pamplona Don Francisco Pérez, para ver qué opinaba él. Don Francisco nos dijo que, según su experiencia, lo que yo necesitaba era poder discernir desde dentro de la clausura. Que si me ponía a estudiar una carrera no lo podría hacer. Que si después de un tiempo veía que no era mi camino podría ponerme a estudiar, mucho más centrada. Entonces cuando volvimos de vacaciones, a finales de julio, mis padres, ya por fin, me dijeron que, sí lo tenía tan claro y Dios me estaba llamando realmente, ellos no querían pone trabas y que ¡adelante! Fue una alegría inmensa”, rememora.

Y reflexiona: “La clausura tiene la finalidad de crear un clima de silencio y oración… para facilitar la unión con Dios. No es que sea mejor o peor que otras vocaciones en medio del mundo. Cada vocación se amolda mejor a cada persona. Estamos hechos y llamados a vivir de una determinada manera. El Señor me llamó a vivir así. Al final, lo que importa, no es el lugar al que te llame, sino querer responder y hacer su voluntad”.

Con un equipaje ligero, el 18 de septiembre de hace cuatro años, dejaba para siempre Barañáin. El 22 de noviembre de 2025 prometerá los votos temporales, es algo así como el ecuador de su noviciado. “Se han duplicado los plazos”, explica la madre superiora, “porque había muchos casos de exclaustración y secularización”. “También la gente se casa más tarde”, interviene Akiko Tamura, como una manera de explicar que tal vez haga falta más tiempo para madurar una decisión tan relevante. 

Las carmelitas de Zarautz se levantan a las 6.30 horas. Rezan la liturgia de las horas, siete rezos a lo largo de la jornada y también tienen ratos de oración en silencio. El trabajo en la huerta, las plantas medicinales, el cuidado de las gallinas y los patos, la cocina o el mantenimiento de la casa les ocupa buena parte de la mañana y un rato por la tarde. Tras la comida y después de 

“Nos apañamos nosotras para el mantenimiento de la casa, casi para todo”, añade la madre superiora. 

Apenas salen para ir a votar o a renovar el carné de identidad. Es una ocasión para saludarlas en la calle. O para un abrazo.