* «Radiante de luz, no paraba de comparar lo que veía con lo que sucedía en la pantalla. Entonces, el sacerdote que vi en la pantalla cogiendo la custodia, en mi espejismo, era yo mismo. En ese momento sentí un calor inmenso y me desplomé en el suelo. Al instante, una amiga me levantó y me dio un abrazo tan fuerte que sentí que era el abrazo de Dios. Pasé toda la noche conmocionado y sin pegar ojo…. El mensaje del Evangelio es totalmente actual y cada día más necesario. En un mundo de guerra, de rabia, de polarización, un mundo acelerado… ¿Quién no necesita una palabra de paz, una palabra que te habla de que la caridad es posible, que la esperanza es real, y que la salvación es posible?»