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martes, 21 de octubre de 2025

Álvaro Ferraro, 30 años, es empresario, ha tenido varias novias pero ha optado por ser sacerdote: «Conlleva una renuncia a todo, pero yo confío en Dios; mi único sueño y anhelo es ser santo»


Álvaro Ferraro, el empresario que quiere ser santo / Foto: Cedida

* «Santo hay que serlo en el día a día. Lo veremos el día de la muerte cuando lleguemos al cielo, no vale solamente en el último día. Si me doy cuenta de que Dios no me ha llamado para esto, no pasa absolutamente nada, pero obviamente en 10 años me veo como sacerdote» 

Camino Católico.- "Mi único sueño y anhelo es ser santo", dice Álvaro Ferraro, sevillano de 30 años que deja sus empresas para ser cura, a Mario Piris en El Español.

Siempre vivió en Sevilla hasta que se tuvo que ir a Madrid, como muchos otros estudiantes. Allí estudió la carrera de Administración de Empresas. Ha viajado mucho por motivos de estudio y de trabajo y conoce hasta nueve países como Irlanda, Francia, Singapur, Australia, Países Bajos…

El sevillano tiene una amplia trayectoria en el mundo empresarial, ya que a sus 30 años ha creado cuatro compañías. Una de ellas es Ladran Gaucho, que se dedica a la venta de collares, correas y accesorios artesanales para perros. También fue fundador de una startup que se encargaba de conectar marcas con influencers.

Pero ahora, con 30 años, ha decidido dar un giro drástico a su vida: quiere ser cura "y santo". "No se toma la decisión de un día para otro, es algo muy meditado, rezado... Es ese proceso que se llama discernimiento. A mí cuando me hablaba alguien del sentido de la llamada, ni me lo creía. Pero es algo que cuando llega te das cuenta y que es muy intenso y que si crees y confías en Dios haces por escuchar", explica Ferraro.

El empresario sevillano Álvaro Ferraro que ha optado por el sacerdocio / Foto: Cedida

Reflexiona respecto al camino vital que ha tomado que “obviamente no es sencillo. Es una decisión muy complicada que conlleva una renuncia a todo, pero yo confío en Dios. Por supuesto, es una decisión difícil y arriesgada sobre la renuncia. Pero yo creo que te sostiene pese a las debilidades de cuando tomas este tipo de decisiones. ¿Puede ser tentador el demonio? Muchas veces está más cerca de ti y ataca de la manera más precisa e insistente, pero yo creo que Dios te sostiene y realmente lo noto, porque si estás cerca de Dios y solamente te apoyas en él, confías y rezas, sientes ese apoyo”.

La llamada de Dios

Álvaro recuerda claramente el momento en el que sintió la llamada de Dios, una experiencia que marcó un antes y un después en su experiencia vital. Todo ocurrió en Lourdes, durante una peregrinación con la Hospitalidad de Madrid. Allí, le pidieron que ayudara como monaguillo en una misa internacional, con la participación de alrededor de seis mil personas, donde había muchísimos sacerdotes.

En medio de aquella celebración, y sin esperarlo, comenzó a experimentar una conexión profunda entre los acontecimientos recientes de su vida y lo que escuchaba en las lecturas del día.

"Empecé a conectar cosas que me habían ido pasando durante meses y que no entendía", relata. El momento coincidió con la proclamación del Evangelio del Joven Rico, un pasaje que cobraría un significado revelador para él.

Se trata de un evangelio de llamada, en el que un joven que era muy rico, le pregunta a Jesús qué debe hacer para llegar al cielo. A lo que Jesús responde "véndelo todo y sígueme y él se va triste porque era muy rico" y dice "todo aquel que deje a su familia yo le daré otra familia, todo aquel que deje a sus amigos yo le daré otros amigos…" Era un evangelio que le venía persiguiendo desde hace un tiempo.

Además, explica ese proceso: "Por alguna razón, cuando comencé el evangelio era ese, el joven rico, entonces comencé a acatarlo con mi director espiritual, con el que llevaba un año y medio, e igual que yo, él veía que Dios me estaba hablando y él se pudo dar cuenta durante los dos meses anteriores, pero no me lo podía decir. Comenzamos a trabajar, yo por aquel entonces tenía novia, decidí comentárselo a mi novia y decirle que quería comenzar este proceso de discernimiento, que no podía darle la espalda a Dios".

Álvaro se vio representado en el Evangelio del Joven Rico, un pasaje que cobraría un significado revelador para él / Foto: Cedida

Sobre la figura del director espiritual, explica que "es más un acompañante que un guía autoritario". Prefiere llamarlo "acompañamiento", porque, según explica, su función se asemeja a la de un psicólogo, aunque sin tratar cuestiones de esa índole. Es alguien con quien se comparte la vida, la relación con Dios y las inquietudes personales.

Ferraro sostiene que todo cristiano debería contar con uno, ya que se trata de una persona muy formada, que puede ser sacerdote o religioso, y con la que se trabajan distintos temas que generan preguntas o reflexiones, siempre bajo la inspiración del Espíritu Santo y la guía de la palabra de Dios.

Antes de dar el paso se reunió con quienes han marcado su vida sentimental

Álvaro ha querido compartir cómo ha vivido uno de los momentos más importantes y cómo lo han recibido algunas de las personas que marcaron su vida sentimental. Antes de dar el paso definitivo, decidió reunirse con mujeres que han sido significativas en el pasado. Entre ellas, su primera novia, con quien tuvo una relación de dos años y medio.

Ferraro incluso asistió a su boda recientemente y, después del viaje de los recién casados, se encontraron para conversar. Según cuenta, ese reencuentro estuvo marcado por la alegría y el cariño mutuo.

Álvaro Ferraro haciendo el camino de Santiago

También se reunió con otra expareja con la que compartió seis años y un proyecto de futuro que finalmente no se concretó. La cita, que se prolongó durante cuatro horas de desayuno, dejó claro para Ferraro que ella estaba especialmente feliz al ver que su nueva etapa tiene un sentido espiritual muy profundo, ya que "eso venía de Dios".

El seminario es un noviazgo de siete años

La decisión de Álvaro será difícil de comprender para muchas personas que se preguntarán cómo repercute esta decisión en el ámbito empresarial. Sobre si dejará de lado al completo esa faceta, Ferraro explica lo siguiente: "Pues iremos viendo durante los próximos años, ahora mismo me toca un periodo de desprenderme de todo lo que tengo".

A lo que añade "que un seminario conlleva disciplina y obediencia, pero que para la formación es muy importante olvidarte de todo lo que tenías. Yo por mis circunstancias personales no puedo solicitar una excedencia. No, porque al final este camino no es definitivo. Pero como yo digo en el seminario, esto es un noviazgo. Tengo la suerte de que voy a tener un noviazgo de al menos siete años".

"Me servirá para conocer la iglesia de cerca, para ver si me gusta o no me gusta y durante este noviazgo tendré que ver si quiero dar el paso de ordenarme como sacerdote. Yo me he mantenido como socio de algunas de mis empresas, otras las he vendido, pero ya no trabajo en ellas, ya veremos que pasa a futuro si las acabo vendiendo, cediendo o lo que Dios quiera", explica Ferraro.

Para Álvaro Ferraro, cada etapa vivida ha dejado una huella significativa en su forma de entender las relaciones y, ahora, su vínculo con Dios. El empresario y creyente reflexiona sobre cómo todas sus experiencias sentimentales han contribuido a modelar su carácter y su manera de relacionarse.

Convencido de que todo en la vida tiene un propósito, Ferraro afirma que la biografía de cada persona se compone de las vivencias acumuladas, una especie de equipaje que se va llenando con cada paso. "Todo aporta en la vida y al final la biografía de una persona es la experiencia, la mochila que uno tiene, la maleta de equipaje", explica. Para él, tanto los buenos como los malos momentos ofrecen enseñanzas valiosas.

En su visión, aprender a querer, a respetar y a entender al otro sirven como lecciones que trascienden los tipos de relación. "Al final esto va de amor y en una relación entre dos personas siempre hay amor", asegura. Con esta reflexión, Ferraro subraya que incluso su nueva etapa espiritual parte de esa misma búsqueda de amor y entrega, ahora dirigida hacia Dios.

Renuncia entrega y camino santo

Para Álvaro, lo más complicado no es abandonar hábitos o comodidades, sino renunciar, como en el Evangelio del Joven Rico, a todo aquello que le hacía sentir "rico" en su vida anterior: amistades, familia, momentos de ocio y un entorno social que disfrutaba plenamente. "No se trata de martirizarse", explica sino de dejar atrás una vida feliz para asumir la nueva que Dios le pide.

Ferraro confiesa que decirle "no" a Dios era muy difícil para él, y que la fuerza para seguir adelante le llegó a través de figuras clave de su fe. Se encomendó a San José, por ser el padre terrenal de Jesús y modelo de entrega silenciosa, a la Virgen, y a su abuela, a la que considera una santa sin ninguna duda.

Su único anhelo es alcanzar la santidad, dejando todo lo demás "en manos de la voluntad de Dios". Por otro lado, recuerda una oración que su madre le regaló en su primera comunión y que representa su entrega absoluta: "Padre me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras…". Para Ferraro, esa oración es la fuente de la fuerza y el refugio en su camino.

Al ser preguntado por su futuro de aquí a diez años, Álvaro explica lo siguiente: "Santo hay que serlo en el día a día. Lo veremos el día de la muerte cuando lleguemos al cielo, no vale solamente en el último día. Si me doy cuenta de que Dios no me ha llamado para esto, no pasa absolutamente nada, pero obviamente en 10 años me veo como sacerdote".

Juwa Bosco, milagrado de Sor María Troncatti, asiste a su canonización: «Dije a Dios: ‘Te ofrezco mi cuerpo y mis manos’. Recé por mis hijos y dije a la Beata: ‘No me lleves, porque quiero vivir hasta que mis hijos sean grandes’»


Juwà Bosco (de pie en el centro) con su familia en la Casa Generalicia de las Hijas de María Auxiliadora (HMA) en Roma / Foto: InfoANS.

* «En un sueño, la madre me dijo: ‘Soy Sor María Troncatti’. Tomó unos ungüentos, me dijo: ‘Tú sabes m’hijito, que he venido a curarte, sé que sufres, ofrece todo tu sacrificio a Dios y yo te curaré de todo lo que sufres’... Se sentó a mi lado y me dijo: ‘Poco a poco, irás mejorando’; me masajeó la boca, el cuello y me dijo: ‘Mañana hablarás y caminarás’; ya en ese momento me sentí bien, me sentí feliz» 

Camino Católico.- Juwa Bosco es el carpintero indígena ecuatoriano y protagonista del milagro que hace santa a la monja salesiana Sor María Troncatti, que entregó su vida evangelizando al pueblo shuar en Ecuador.

Bosco está ya en Roma, adonde llegó el 15 de octubre, para participar en la Misa de canonización del domingo 19 de octubre en la que el Papa León XIV ha elevado a los altares a la religiosa junto a Vicenta María Poloni, Bartolo Longo, Mons. Ignacio Maloyan, Pedro To Rot,  la hermana María del Monte Carmelo Rendiles Martínez  y el médico José Gregorio Hernández. Estos dos últimos serán los primeros santos de Venezuela.

Juwa Bosco llegó a Roma acompañado por su familia y un grupo de las Hijas de María Auxiliadora (HMA) de Ecuador, a la que perteneció Sor María Troncatti, y fue recibido en la Casa General de la congregación por la superiora general, la Madre Chiara Cazzuola, las consejeras generales y la comunidad local.

Con ellas, el indígena shuar —pueblo de la Amazonía en el sur de Ecuador y parte de Perú— oró ante la reliquia de la futura santa, según informa la agencia de noticias salesianas.

El milagro que permite la canonización de Sor María Troncatti

Juwa Juank Kankua Bosco nació en 1975 en Tuutin Entsa, una parroquia rural ubicada en el cantón Taisha, en provincia de Morona Santiago (Ecuador). Está casado con Natalina y tiene seis hijos.

Logo oficial de la canonización de Sor María Troncatti. Crédito: Hijas de María Auxiliadora (HMA)

Martha Riccioli, religiosa argentina HMA, relata en el boletín salesiano que la mañana del 2 de febrero de 2015, cuando afilaba la cuchilla de su máquina para lijar madera, el indígena fue golpeado violentamente en la parte frontal de la cabeza, haciéndolo perder masa cerebral y dejándolo inconsciente.

De inmediato fue auxiliado por su hijo Romel y dos compañeros, quienes lo llevaron a un puesto de salud local, desde donde fue transferido al Hospital de Macas. Allí lo vendaron y entubaron, para ser nuevamente trasladado, esta vez al Hospital de Ambato, donde fue diagnosticado con “traumatismo craneal encefálico abierto, con exposición de tejido cerebral”.

Con el pronóstico reservado y la gravedad de su estado, su cuñado Pedro colocó una estampa de Sor María Troncatti debajo de la camisa y le rezó así: “Madre Troncatti, tú que tanto amaste a los shuar, haz lo que puedas, no lo dejes morir, y si te lo llevas, hazlo rápido para que sus niños no sufran”.

Reliquia de Sor María Troncatti / Foto: Info ANS

“Me dirigí a la Beata María Troncatti como a una amiga: Hermana María Troncatti, te entrego a tu hijo. Sé que estarás con él en la operación, no lo dejes solo porque tiene muchos hijos que lo necesitan”, dijo por su parte Leticia Tsere, cuñada de Bosco, ante otra estampa de la religiosa, que le había obsequiado el misionero italiano Luigi Bolla, cuya causa de beatificación se abrió en Perú en 2021.

Juwa Bosco fue operado y, al final, el médico le dijo a Pedro que no había esperanzas pero, si lograba sobrevivir, no volvería nunca a la normalidad.

Bosco fue llevado a una casa en Macas y, frente a su cama, colocaron un cuadro grande de Sor María Troncatti, para que la familia rezara por él.

El protagonista del milagro reconoce que “sentía todo lo que decían a mi alrededor, pero no podía hablar, caminar, conmoverme. En mi corazón decía: ‘Me pongo en tus manos’. Yo no había sido bueno en la vida, pero en ese momento le dije a Dios: ‘Te ofrezco mi cuerpo y mis manos’. Recé por mis hijos y le dije a la Beata María Troncatti: ‘No me lleves, porque quiero vivir hasta que mis hijos sean grandes’”.

El sueño de Bosco con Sor María Troncatti

Entre finales de marzo e inicios de abril de 2015, Juwà soñó con una mujer vestida de blanco que decía ser Sor María Troncatti: “La madre me dijo: ‘Soy Sor María Troncatti’. Tomó unos ungüentos, me dijo: ‘Tú sabes m’hijito, que he venido a curarte, sé que sufres, ofrece todo tu sacrificio a Dios y yo te curaré de todo lo que sufres’. Me preguntó: ‘¿Dónde te duele?’, y me masajeaba donde yo le señalaba: mi cuello, mi pierna izquierda… diciendo: ‘Mañana caminarás’; y no me masajeó el hombro, dijo que mi esposa debería masajearlo… Sor María me preguntó: ‘¿Por qué no hablas?’. Le respondí que me dolía lo que me habían puesto en el cuello y ella me respondió: ‘No es por eso’; me dio una palmadita en la boca y me dijo: ‘Mañana hablarás’. Se sentó a mi lado y me dijo: ‘Poco a poco, irás mejorando’; me masajeó la boca, el cuello y me dijo: ‘Mañana hablarás y caminarás’; ya en ese momento me sentí bien, me sentí feliz”.

La recuperación fue instantánea: esa mañana, al despertar, Juwa inmediatamente sintió que estaba curado. Ya no le dolía la pierna. Pidió a su esposa, con señas, que lo ayudara a caminar, primero con muletas, muy pronto sin ellas. También empezó a hablar, a decir palabras, ese mismo día.

Cuatro días después, el 5 de abril de 2015, con la ayuda de su cuñado, fue a la Catedral de la Purísima en Macas. Volvió el 6 de julio de 2015, él solo, para participar en la Eucaristía.

Los médicos no encontraron razón para la recuperación, ya que además de unas pocas fisioterapias, no hubo ningún otro tipo de tratamiento que la explicara.

El médico que lo operó, cuando vio su recuperación, se mostró completamente desconcertado. "Tengo a un muerto resucitado frente a mí", dijo. Lo volvió a ver en 2017, estaba perfectamente curado. Caminaba, hablaba, movía bien el brazo y trabajaba.

"Lo hemos visto y podemos decir que de verdad Dios es grande y se toma cuidado de los pequeños que confían en Él", escribían doña Fanny Tones y sor Gladys Ruiz en su testimonio de 2017, publicado en 2018 en “Il Cielo risponde” (n. 42).

Un cambio radical de vida

La hermana de Juwa Bosco cuenta que “antes del accidente, él no era una persona correcta. Ahora está dedicado a su familia y a Dios”. Su esposa Natalina comparte por su parte que “al ver a mi esposo, la gente dice que lo que sucedió es un milagro de Dios”.

“Después de este incidente —concluyó— mi esposo cambió por completo: antes, le daba poca importancia a Dios y a la oración. Ahora él, es el primero en rezar y en hacerme rezar. Ese fue un cambio radical en su vida”.

El retrato oficial de la canonización de Sor María Troncatti que está colgado en la plaza de San Pedro del Vaticano

De enfermera en la Guerra Mundial a misionera en la selva

La canonización de María Troncatti ha llenado de alegría a los católicos de todo Ecuador, a la Familia Salesiana, al Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, a la diócesis italiana de Brescia (donde nació la misionera) y al Vicariato Apostólico de Méndez (Ecuador), donde vivió las misiones.

Troncatti entró en las Hijas de María Auxiliadora en 1908 y durante la Primera Guerra Mundial trabajó como enfermera de la Cruz Roja en hospitales militares. Sobrevivió a unas inundaciones en las que pensó que podía morir y prometió irse a misiones: llegó a Ecuador con unos 40 años, ya en 1922.

Como misionera enfermera fundó dispensarios y hospitales en la selva, entrenó a más enfermeras y parteras y defendió la dignidad de las mujeres fundando familias cristianas, en una cultura indígena donde la mujer era vista como una propiedad. También educó en la cultura cristiana de la paz y el perdón a los shuar, que tradicionalmente eran violentos y muy vengativos.

Murió en accidente aéreo en 1969, en un bimotor que despegaba de Sucúa hacia Cuenca (Ecuador). Hubo un fallo en el motor y el piloto intentó un aterrizaje forzoso, pero la avioneta se partió en dos. Sólo murió la misionera, pero hubo otros cinco heridos. Tenía 86 años al morir, y llevaba 45 en el Amazonas.

Pierluigi Cameroni, postulador general de su causa, señala que "la canonización de María Troncatti es un signo de esperanza por su fuerte testimonio de transmisión de vida y fe a las nuevas generaciones y a los pueblos indígenas de la selva amazónica, que se convirtió en su patria del corazón. Fue una mujer de reconciliación y de paz con el don de una maternidad que tocaba los corazones".

Mayeul Besson vio morir a 10 soldados en Afganistán: «Perdí la fe en Dios, pero la recuperé y me dio la fuerza para recuperarme; comprendí que Dios no previene el mal, pero nos ayuda a superarlo; ahí reside su poder»


Mayeul Besson mira al vacío después de la emboscada de Uzbinen en Afganistán, 2008 / Con la autorización de Mayeul Besson

* «Durante la lucha, llevaba mi rosario en el bolsillo.Al ascender el paso de noche, a veces lo apretaba con fuerza en la mano. Ver los primeros cuerpos, a veces horriblemente mutilados, fue horroroso. Estamos preparados para luchar. No para recoger los cuerpos de nuestros compañeros. Cada vez que encontrábamos a uno de nuestros compañeros caídos, se abría una herida en nuestro interior. Los conocía muy bien. Vivíamos juntos todos los días. Sanar me llevó años. El psiquiatra, mi familia, mis amigos y la fe; todo esto me ayudó a recuperarme. La fe no me quitó el sufrimiento, me dio la fuerza para levantarme» 

Camino Católico.- Mayeul Besson, exparacaidista del 8.º Regimiento Paracaidista de Infantería de Marina (RPIMa), es uno de los supervivientes de la mortífera emboscada de Uzbin en Afganistán, donde diez soldados franceses perdieron la vida el 18 de agosto de 2008. Este hombre de 40 años le cuenta su traumática experiencia de guerra y sufrimiento, que finalmente transformó su vida de fe. "La fe no borró mi sufrimiento; me dio la fuerza para recuperarme", afirma.

"¿Cómo puede Dios aceptar esto?" Cuántas personas se hacen esta pregunta a lo largo de su vida, ante el sufrimiento y la muerte: quienes no creen en nada, quienes buscan, quienes han recibido la fe. Mayeul se planteó esta pregunta el 18 de agosto de 2008. 

Uzbin, Afganistán. Bajo una lluvia de balas, el joven cabo de 22 años escapó por poco de la muerte. Sus compañeros no tuvieron tanta suerte: diez de ellos perecieron en una feroz batalla contra los talibanes. Algunos tenían menos de veinte años. Mayeul, mientras tanto, se moría de adentro hacia afuera. "Perdí la fe por culpa de Uzbin. Pero la recuperé con más fuerza que nunca gracias a Uzbin", declara a Cécile Séveirac en Aleteia el exparacaidista, ahora de 40 años. 

Mayeul nació en Saumur, una ciudad guarnición, el tercero de seis hermanos. No tenía antecedentes militares: su madre era ama de casa y su padre, periodista. Su amor por la naturaleza y su deseo de servir a su país lo dividían: dudaba entre la Oficina Nacional Forestal y el Ejército francés. Pero finalmente se decantó por este último.

El 1 de febrero de 2005, a los 19 años, se alistó durante cinco años en el 8.º Regimiento Paracaidista de Infantería de Marina (RPIMa) en Castres, como suboficial. Se unió a los Boinas Rojas, uno de los regimientos de élite del Ejército. Tras completar su entrenamiento, sus primeras misiones se sucedieron. Mayeul fue enviado varias veces a África. Gabón, la República Democrática del Congo (RDC), el Sahel… Nada podía compararse con lo que le esperaba en este valle de Uzbin, en lo profundo de las áridas montañas de Afganistán. "Entre África y Afganistán hay una brecha enorme. Pasamos de misiones de paz a misiones de guerra", explica Mayeul a Aleteia. "Allí, sabíamos que nuestros compañeros caían en combate". 

Mayeul Besson en Afganistán, 2008 / Con la autorización de Mayeul Besson

A los 22 años, Mayeul era como sus jóvenes camaradas: estaba entusiasmado. "Íbamos a jugar en las grandes ligas. La adrenalina se apoderaba de la aprensión". La euforia se apaciguó cuando, antes de partir de Francia, el joven tuvo que redactar su testamento. "Escribir las últimas voluntades a los 22 años no era lo habitual. Era algo muy desestabilizador, pero era necesario", confiesa Mayeul.

Sus superiores lo preparaban así para la dura realidad inherente a la vocación militar: la muerte era una opción. "Tras una preparación muy intensa en Castres, al momento de la partida, el comandante del cuerpo nos reunió en el regimiento. Nos dijo: 'Haré todo lo posible, pero no puedo prometer traerlos a todos con vida'".

Mayeul se embarcó hacia Kabul. Francia interviene en Afganistán como parte de la Operación Pamir para apoyar a la OTAN y proteger a la población de los alrededores de Kabul frente a la insurgencia talibán. Sobre el terreno, el 8.º RPIMA realiza patrullas, protege bases y convoyes, y apoya al ejército afgano. Los combates son frecuentes y asimétricos, con emboscadas, fuego indirecto y artefactos explosivos improvisados. Mayeul era el operador de radio de su sección. El inicio de su operación en el extranjero (OPEX) transcurre sin grandes enfrentamientos. 

Muerte en la cara

El 18 de agosto de 2008, todo cambió: la sección Carmin 2 del 8.º RPIMa sufrió una emboscada mientras intentaba asegurar un paso en el valle de Uzbin, en el distrito de Surobi, al este de Kabul. La sección Carmin 3 de Mayeul permaneció en la base de retaguardia para reunirse con un general estadounidense y actuar como QRF (Fuerza de Reacción Rápida): listos para partir primero en caso de problemas. Mayeul descansó un poco antes de que su teniente lo despertara. "Carmin 2 está bajo fuego, nos vamos". En el VAB (Vehículo Blindado del Frente, nota del editor), Mayeul recibió mensajes, cada uno más preocupante que el anterior. "Estamos iniciando la RCP", "el cabo (...) ha muerto". "Es un momento muy violento: somos diez en el VAB, todos pueden oír lo que dicen. Algunos fuman, otros vomitan, estamos revisando nuestro equipo. La adrenalina está a tope".

Ceremonia conmemorativa en Kabul, tres días después de la emboscada / Con la autorización de Mayeul Besson

Unos cientos de metros antes de la zona objetivo, un diluvio de fuego cayó sobre la cohorte. Los hombres salieron de los vehículos antes de que se convirtiera en su ataúd. "Salimos a campo abierto; fue el comienzo de la guerra para nosotros. Hubo tiroteos incesantes, desde la 1 p. m. hasta las 9 p. m.", recuerda Mayeul.

Para colmo, el ejército afgano abandonó la posición, dejando a los franceses solos contra los talibanes. "Éramos sesenta al principio, pero terminamos con unos treinta, atrapados tras las rocas todo el día debido a la intensidad del fuego", continúa Mayeul. Rápidamente, el mando les pidió a los hombres que contuvieran el fuego, privados de suministros.

Mayeul recibió una bala en la mochila, a diez centímetros de la columna vertebral. Un cohete impactó a cinco metros de su posición. Los paracaidistas no se rindieron, a pesar del calor de 42 grados a la sombra, los 30 kilos que cargaban a sus espaldas y la falta de munición y agua. "Durante la lucha, llevaba mi rosario en el bolsillo", escribió Mayeul en su libro El camino del soldado . "Al ascender el paso de noche, a veces lo apretaba con fuerza en la mano".

Shock postraumático

El saldo humano fue dramático: 10 muertos y 21 heridos en el lado francés. Este fue el comienzo del shock postraumático para Mayeul y muchos de sus compañeros. "Ver los primeros cuerpos, a veces horriblemente mutilados, fue horroroso. Estamos preparados para luchar. No para recoger los cuerpos de nuestros compañeros", dice Mayeul.

Estos muertos no eran solo compañeros, sino amigos. Compañeros de armas. "Cada vez que encontrábamos a uno de nuestros compañeros caídos, se abría una herida en nuestro interior. Los conocía muy bien. (...) Vivíamos juntos todos los días", escribió Mayeul.

Entre los primeros cuerpos estaba el de Julien Lepin. Mayeul, quien hasta entonces había logrado mantener la calma, sintió un inmenso dolor que lo invadía. El día anterior, con Julien, había asistido a la Misa oficiada por el obispo a los ejércitos en la base. "Me dijo que no sabía si estaba listo para morir. Al día siguiente, murió de un disparo en la cabeza y la pierna. Me dije a mí mismo que al menos había asistido a una Misa antes de morir", suspira Mayeul.

Mayeul Besson en el valle de Surrobi, al este de Kabul / Con la autorización de Mayeul Besson

Los supervivientes reabastecieron sus municiones. Con otros cinco hombres de su sección, Mayeul bajó para recuperar los cuerpos de los caídos en combate. Sin camillas, el viaje se realizó a duras penas. Mayeul cargó los restos de Julien sobre su espalda. El recuerdo de la sangre de su amigo corriendo por su brazo aún le daba escalofríos. Los cuerpos fueron colocados en la cresta, en bolsas para cadáveres, antes de ser transportados en helicóptero a Kabul. "Vimos despegar el avión. 'Adiós, chicos, nos vemos allá arriba'. Como decimos entre paracaidistas: un paracaidista nunca muere, solo está dando su último salto".

Noches de insomnio, noche del alma

Una vez repatriado a la base de operaciones, Mayeul se hundió. "Tengo pocos recuerdos de los días siguientes. Era un agujero negro. Un psiquiatra militar nos seguía a todos", explica Mayeul. El descenso al infierno continuó: temblores, miedo a la oscuridad, pesadillas, sobresaltos al menor ruido, hipervigilancia... De vuelta en Francia, Mayeul se aisló de sus seres queridos.

"Me encerré en mí mismo. Y fue entonces cuando perdí la fe en Dios. Sentí una profunda indignación, incapaz de creer que Dios existiera dado lo que había sucedido", confiesa.

Finalmente, durante un retiro sugerido por su padre en la abadía benedictina de Sainte-Marie de la Garde, cerca de Agen, Mayeul reconectó con Dios. Al principio, se resistió. "¿Para qué? Dios nos abandonó en Afganistán", se dijo Mayeul. Sin embargo, la idea echó raíces. "Quizás fui yo quien lo abandonó allí, entre cenizas y sangre...".

Se encontró con un monje, exsoldado. Caminaron juntos y conversaron largamente. "Su serenidad era desarmante, como si nada pudiera perturbarlo. No intentó convencerme, no me abrumó con respuestas prefabricadas", recuerda Mayeul. "Le dije lo enfadado que estaba, que no entendía por qué Dios había permitido que esto sucediera". El monje simplemente respondió: Dios no manipula al hombre, lo deja libre, y esta libertad también implica la posibilidad del mal. Mayeul recuperó lentamente la paz. "Por primera vez, dejé de luchar con este vacío". Al regresar a Castres, el paracaidista volvió a la oración. "Fue lento, pero así fue como reencontré con mi fe".


Ceremonia conmemorativa en Kabul, tres días después de la emboscada Mayeul Besson

Decidido a completar el servicio militar, decidió terminar su contrato. "Para mí era importante perseverar, ponerme el uniforme de faena y la boina por última vez".

En 2010, dejó el ejército y se reentrenó en seguridad privada en el extranjero, especialmente en la lucha contra la piratería marítima. En 2019, se unió a la policía nacional. "Trabajé seis años en París, en BRAV-M. Hoy estoy destinado en Mayotte". Sin embargo, la transición a la vida civil no ha borrado las cicatrices.

"Sanar me llevó años. El psiquiatra, mi familia, mis amigos y la fe; todo esto me ayudó a recuperarme. La fe no me quitó el sufrimiento, me dio la fuerza para levantarme"

Para él, la experiencia del fuego no destruyó su identidad: lo moldeó. "El ejército me inculcó valores esenciales: coraje, lealtad, fidelidad. Pude vivirlos en carne propia. Este camino de sanación, tanto psicológica como espiritual, me fortaleció".

Lo que ahora llama su "renacimiento espiritual" se construyó lentamente, entre dudas y noches de insomnio. "Antes, mi fe era más rutinaria. Después de Afganistán, se volvió más profunda. No borró mi sufrimiento, me dio la fuerza para recuperarme. Comprendí que Dios no previene el mal, pero nos ayuda a superarlo. Ahí reside su poder."