Estebane, de 35 años, es gendarme y se bautizará la próxima Pascua / Foto: Cortesía de Estebane
* «En los momentos cruciales de una investigación, cuando anunciamos la muerte de alguien a su familia, cuando acompañamos a menores que han sido violados, a mujeres maltratadas pero también a acusados, rezo e intento ser ese guardián, esa persona que aporta un poco de luz. Desde que entré en el catecumenado, es como si mi corazón se hubiera abierto completamente. Amo algo más que a mi familia y a mis amigos íntimos»
Camino Católico.- Escuchar a Estebane relatar su itinerario de fe es un poco como recuperar el aliento después de haber corrido demasiado para subir a un autobús. Su vida, sus elecciones, su compromiso profesional y su camino espiritual se entrelazan con la sensación de que ahora todo está en su sitio, cuando tenía que estar. Estebane, de 35 años, gendarme y padre del pequeño Augustin, vive con su novia Aurore cerca de Chambéry. En Pascua recibirá el bautismo y se convertirá en hijo de Dios.
"Es difícil explicar lo que siento, pero al mismo tiempo parece muy sencillo", dice rápidamente, con las palabras revolviéndose en su boca. "Es un poco como escalar al aire libre", intenta explicar este aficionado al deporte. "Escalo la pared y cuando algunos pasos parecen infranqueables me preocupo menos porque sé que estoy a salvo con Jesús, aunque no pueda ver la cuerda", explica a Agnès Pinard Legry en Aleteia.
Cuando le trasladaron a Chambéry hace dos años, Estebane fue a comprar una Biblia. "Recuerdo que el librero me dijo entonces: 'Cuando llevas a Jesús contigo, siempre viajas en primera clase'", cuenta. "Y es verdad: mi vida ha adquirido una dimensión totalmente nueva. Es increíble cómo, en tan poco tiempo, la fe ha cambiado mi alma, dejando aún más espacio para amar y compartir".
Aunque no cayó en ello de niño, Estebane oyó hablar de la fe y de Dios desde muy pequeño. Su padre procedía de una familia comunista y anarquista que huyó de España durante la guerra, pero su madre creció en una familia católica. "Recuerdo tener una Biblia ilustrada cuando tenía 8 años", recuerda. "Mi madre no quería dejarnos a la intemperie".
Estebane confiesa que siempre ha tenido "esa lucecita", y creció viendo a sus amigos bautizarse, hacer la Primera Comunión, etcétera. Iba a misa de vez en cuando e incluso llegó a organizar una peregrinación cuando estaba en la escuela de gendarmería. "Es como una semilla plantada que necesitaba crecer un poco, florecer. Sentía que estaba en el buen camino, pero aún no estaba preparado para pedir el bautismo”.
Al hacer balance de su carrera, admite que la elección de su profesión, gendarme, no fue de poca importancia: "Siempre he querido defender a los más pequeños, a los más vulnerables", resume. También recuerda una misión en el Jura al principio de su carrera, cuando buscaba a un enfermo de Alzheimer de 80 años. "Era como buscar una aguja en un pajar", recuerda.
"Cuando llegué a un pueblo tras varias horas de búsqueda, vi una estatua de la Virgen María e instintivamente puse la mano sobre ella, pidiéndole que me ayudara". Treinta segundos después, Estebane entró en una casa y encontró al nonagenario. "Simplemente estalló, no se puede explicar", admite. "Tuve la sensación de que alguien me apoyaba". Unos años después, en 2017, el gendarme fue desplegado en las Antillas, en San Martín, tras el paso del huracán Irma. Allí fue movilizado a un poblado chabolista que había quedado completamente destruido. "Recuerdo la Misa de Navidad allí… Fue increíble. A esa gente no le quedaba nada, pero lo dieron todo. Me llegó al corazón".
Cuando empezó su catecumenado, asegura Estebane, recibió "un puñetazo de amor". "Volví a casa de puntillas. Me sentía un poco culpable por haber tardado tanto en pedir el bautismo, no me sentía legítimo. Pero conocí a gente increíble que no me juzgó y que simplemente me acogió". Desde entonces, "todo tiene más sentido".
Especializado en investigaciones sobre menores y violencia contra las mujeres, entra regularmente en contacto con el sufrimiento y la oscuridad. Una misión que también cobra mayor sentido hoy, a pocas semanas de su bautismo. "Cada uno es el guardián de su hermano. Tanto para las víctimas como para los acusados, me esfuerzo por serlo aún más", resume con sobriedad.
"En los momentos cruciales de una investigación, cuando anunciamos la muerte de alguien a su familia, cuando acompañamos a menores que han sido violados, a mujeres maltratadas pero también a acusados, rezo e intento ser ese guardián, esa persona que aporta un poco de luz".
Estebane va aún más lejos: "Desde que entré en el catecumenado, es como si mi corazón se hubiera abierto completamente. Amo algo más que a mi familia y a mis amigos íntimos. El amor que me viene de Cristo es mi misión para testimoniarlo y compartirlo". A todos.