A la izquierda el P. Roberto Van Troi después de un procedimiento como estudiante y a la derecha celebrando una Misa / Foto: P. Roberto Van Troi Ramírez Garza - Parroquia San Bernardo de Claraval
Camino Católico.- Roberto Van Troi Ramírez Garza cuenta a ACI Prensa que, desde los seis años, sabía que quería dedicarse a la medicina. Su vocación profesional era tan clara que no le costó nada estudiar tres años para ser técnico en rehabilitación, luego seis años en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Nuevo León en México, y cuatro años más de especialidad en cirugía general, una rama que ejerció durante seis años.
Menciona que en una ocasión, con la intención de fortalecer su relación de pareja en aquel entonces, Roberto y su novia acudieron a un consejero de noviazgos, donde le recomendaron asistir a Misa todos los días. Aunque al principio le pareció una idea difícil, recuerda que, ante la crisis con su pareja, pensó: “ya intentamos todo, ya intenté todo y no puedo arreglar esto”, por lo que decidió asistir a la Eucaristía.
Fue el 5 de diciembre de 2002 cuando experimentó un cambio profundo: “ese día cambió mi vida”, recuerda con alegría.
A partir de ese momento, la Misa se convirtió en parte de su vida diaria. Señala que gracias a esa actividad “creí en Él, confié en Él, me abandoné en Él”. Aunque en un principio pensó que esto ayudaría a salvar su relación, finalmente terminó con su novia. Sin embargo, continuó asistiendo a Misa y su fe siguió creciendo.
En una ocasión, sintió que la homilía le hablaba directamente a él. Esto lo impulsó a profundizar en su fe: se inscribió en estudios bíblicos, leía libros sobre espiritualidad, se unió a la adoración nocturna y a un grupo de profesionales que visitaban enfermos, además de estudiar Teología a distancia, todo mientras ejercía su profesión con entusiasmo.
Recuerda que, aunque algunos de sus pacientes le decían que veían en él “el rostro de Cristo”, se sentía plenamente realizado como médico. No obstante, un momento especial fue cuando comenzó a acompañar a la madre de un amigo de la infancia en su proceso de cáncer. Dos semanas antes de su fallecimiento, ella le dijo: “A lo mejor soy un ángel que vengo a decirte eso”, sugiriendo que su destino estaba en el sacerdocio.
Cinco años después de su primer encuentro profundo con Jesús —cuando comenzó a ir a Misa diaria—, ingresó en 2007 al Seminario Arquidiocesano de Monterrey con 35 años. Finalmente, en agosto de 2017, fue ordenado sacerdote.
A pesar de haber renunciado a su carrera médica, asegura que no fue una decisión difícil, porque, aunque “nunca quise ser sacerdote, cuando me preguntan que si necesité mucho valor para dejar todo, les digo: más valor necesitaba para seguir”.
Desde niño había soñado con ser médico, pero con el tiempo comprendió que Dios tenía otros planes para él. “Yo no decidí, esto era mi llamado, entonces yo sólo]estoy aquí respondiendo”, explica que fue esa certeza la que lo llevó a entregarse por completo.
“Jesús me decía: ‘Deja todo, ven y sígueme’. Es increíble, yo todavía no lo entiendo. Estoy feliz, estoy contento”, afirma, convencido de que Dios lo eligió.
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