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domingo, 22 de enero de 2023

Homilía del Evangelio del Domingo: Cristo redimió también el sufrimiento y la muerte / Por P. Raniero Cantalamessa, OFM Cap.

miércoles, 13 de agosto de 2008

En Dios todo es gracia / Autores: Conchi y Arturo

"Vivo yo pero no soy yo, es Cristo quien vive en mi" dice el apóstol San Pablo en el capitulo 2 de la carta a los Gálatas. Este es el modelo de vida espiritual y real al que estamos llamados todos los cristianos.

Cuando estamos en medio de dificultades o muy ocupados siempre dudamos de todo cuanto debemos hacer. ¿Cómo se cual es la voluntad de Dios para mi vida?. Muchas veces hemos razonado con afirmaciones tales como: "Me pongo a orar en silencio, en casa o ante el Santísimo en la Iglesia y mi mente no se calla. Cuando termino estoy más confundido que cuando inicie la oración. ¿Como conocer la voluntad de Dios y ser consciente de que Cristo vive en mi?."

El mismo apóstol Pablo nos habla en sus epístolas de que en "Dios todo es gracia". Al intentar ponernos en silencio interior ante el Señor, para darle gracias y presentarle cada cosa que debemos realizar , no importa que nuestra mente se distraiga. Lo esencial es tener el deseo ardiente en nuestro corazón de que Dios actúe en nosotros. No es una cuestión de meditación o de concentración. Simplemente debemos querer poner nuestro corazón en el corazón de Dios.


Algunas veces, al orar por si debemos realizar un trabajo laboral o pastoral, podemos tener como una intuición o percepción suave. Esa es la voz del Señor que resuena en nuestro corazón. El Espíritu Santo se manifiesta como una brisa suave. Seguir ese impulso será lo más indicado,siendo conscientes que Dios todo lo hace concurrir para el bien de los que ama. Es como cuando Pedro le pidió a Jesús que le mandara andar sobre las aguas si era Él. Jesús le ordena que camine pero Pedro dice "me hundo". Sólo el caminar confiando, dependiendo y creyendo a Dios nos hará vivir en su voluntad.

En otras ocasiones, no tendremos ninguna intuición y nos sentiremos confusos o totalmente en blanco. Ante esta sensación no debemos creer que el Espíritu Santo de Dios no esta obrando en nosotros. Deberemos tomar una decisión en fe, ponernos a hacer lo que creamos más coherente, considerando como modelo la respuesta que daría el mismo Jesús ante la situación que vivimos. Nuestros actos siempre deben estar en concordancia con la Palabra de Dios.

Ser sencillos y estar en brazos de nuestro Padre Celestial como niños que confían plenamente en Dios es la actitud más segura para ser guiados por el Altísimo.


Si la decisión que debemos tomar es muy delicada para nosotros, sería adecuado ponerla en oración durante un tiempo y además encomendar a sacerdotes y personas de profunda espiritualidad que también lo hagan. Transcurridos los días podemos consultar a todos los que han orado y preguntarles que creen que debemos hacer. Normalmente si es la voluntad de Dios existirá unanimidad entre todos aunque ni se conozcan, ni tengan relación entre si. Entonces no dudaremos en tomar nuestra decisión.

Un testimonio a modo de ejemplo. Un matrimonio amigo, siendo propietario de una empresa que llevaba funcionando más de 30 años, no quería reestructurar de acuerdo al mercado competitivo el personal. Todas las empresas de su sector empezaron a realizar contratos a tiempo parcial de seis horas en 2004, pagando 400 Euros mensuales en España, y conviniendo que quien no acabara el trabajo en ese tiempo debía terminarlo sin percibir nada a cambio. En la actualidad, los miles de trabajadores del sector estan sufriendo serias dificultades con el misero sueldo y una inestabilidad total.

Visto el panorama, el matrimonio amigo, que intenta llevar, en cuanto pueden, una vida de acuerdo con los Evangelios y el magisterio de la Iglesia, ya que son católicos, decidieron poner en oración si debían cerrar su empresa, puesto que sus trabajadores cobraban mucho más y así no podían competir. Invitaron a orar a personas durante tiempo y todas coincidieron en discernir que debía cerrarse la empresa, de acuerdo con los trabajadores y para no perjudicar su futuro. Nuestros amigos tomaron la decisión de cerrar la empresa, hace más de dos años, pese a no tener ningún trabajo alternativo. La Providencia de Dios les ha hecho madurar y crecer espiritualmente en este tiempo, aunque no tienen un trabajo laboral y si dos niños pequeños. Hacen lo que pueden por proclamar el Reino de Dios con sus vidas. Y que conste que la falta de trabajo no es consecuencia de no haber buscado ya que han enviado más de 3000 currículos. Están dispuestos a trabajar en cualquier cosa. El problema es que tienen más de 40 años y las empresas no quieren personas con esa edad. No obstante ellos siguen escuchando la voz del Señor que ha sido y es Providencia para sus vidas y le dan gracias por cuanto reciben de Él. Hoy se dan cuenta que Dios les preservó de seguir con la empresa invirtiendo dinero dejado por los bancos, que hubiera terminado arriuinando su trabajo y su familia, ya que Dios les provee para el día a día, pero ahora estarían debiendo miles de euros a las entidades financieras.

Como dejo escrito el Papa Juan XXIII en su "Decálogo de la serenidad":

"Creeré firmemente, aunque las circunstancias demuestren lo contrario, que la buena providencia de Dios se ocupa de mi como si nadie existiera en el mundo".


Te proponemos terminar esta reflexión orando y meditando el siguiente vídeo, con interpretación de la Hermana Glenda. Viendo las imagenes comprobarás todo aquello que el Señor nos dice cada día y que muchas veces no escuchamos:

LO QUE DIOS QUIERE DECIRTE

jueves, 14 de febrero de 2008

Como descubrir la vocación a la que Dios te llama / Autor: Carlo M. Martini

Pasos para un compromiso cristiano

Carta abierta del cardenal Martini a un joven

Querido amigo:

Esta carta, quizá, te pille de sorpresa, porque no responde a una carta previa o a una pregunta precisa.

Ha sido una iniciativa mía y, con ella, quiero contarte, calmada y meditati­vamente, algunas cosas que hubiera querido decirte ayer, apresuradamente, después de la misa celebrada en tu parroquia con ocasión de la visita pastoral.

Fuiste el representante de los jóvenes en la oración de los fieles. No recuerdo, exactamente, tus palabras precisas. Pedías por todos los jóvenes, para que sepan
"regalar un poco de su propio tiempo y de sus energías" al servicio de los hermanos, tanto en el seno de la comunidad cristiana como en el de la sociedad.

Aprecio cualquier esfuerzo con el que un joven intenta vencer su propio egoísmo. Pero ayer se trataba de una oración en la que pretendíamos trazar, no ese camino
de las pequeñas luchas humanas contra el egoísmo, sino un ideal de vida cristiana para el que invocábamos la gracia y la bendición del Padre. Y es sobre este punto que quiero compartir mi reflexión contigo. Perdona la claridad: tu oración estaba equivocada, no se trataba de un ideal auténtico de vida cristiana. Cuando está en juego la entrega a los hermanos no se puede hablar de "un poco" o de "un tanto así" como si se pudiera medir lo que debe ser dado.

La entrega interpersonal sea la que sea y a quien sea, es, por su propia naturaleza, absoluta e incondicional.

Una consideración profunda sobre las relaciones entre las personas, debe hacerte comprender que, éstas, no exigen esta o aquella cosa, este o aquel servicio,
este o aquel tiempo.., como si pudieras medir la cantidad y el grado de las energías y del tiempo que debes entregar.

La persona humana exige muchas cosas. Pero son siempre concreciones momentáneas; son expresión de una amistad, de un interés, de una acogida que no pueden agotarse en ese gesto particular que has realizado. Esos signos sobrepasan las acciones concretas y se convierten en la raíz fecunda de otros gestos siempre nuevos y de otros servicios mucho más intensos.

Tú crees en serio y, por tanto, puedes encontrar el sentido profundo de esa "totalidad" que acompaña la entrega de la persona humana, cuando, juntamente con
otras, con humildad y tesón, busca aquel bien misterioso y divino que habita en el interior de todo hombre y le confiere su dignidad absoluta: la libertad y el deseo de infinito.

Además, tú no crees en un Dios genérico, sino que has tenido la gracia incomparable de amar al Dios de Jesucristo; es decir, al Dios que en Cristo se ha entregado al hombre totalmente hasta la muerte de cruz, y ha querido al hombre consigo hasta la plenitud de la resurrección. Quizá te asustes ante estos ideales tan exigentes de
totalidad. Quizá no llegas a comprender toda la profundidad de algunas de las palabras que te escribo. Por eso quiero trazarte algunos pasos de ese camino en
el que podrás realizar el sentido de lo que, aquí y ahora, te escribo sencilla y fraternalmente.

El primer paso es el de empezar a mirar a todas las personas con las que te encuentres y los acontecimientos CON OJOS NUEVOS, no pensando sólo en
qué necesidad tendrán, o si son simpáticos o antipáticos. Con demasiada frecuencia etiquetamos a las personas que vemos cada día; nos pasa a todos; a mí también.

Somos perezosos y nos conformamos con la etiqueta del primer prejuicio que tuvimos; luego, sólo esperamos confirmarlo, en vez de cambiarlo. Peor todavía, al encontrarnos con alguien, pensamos enseguida: qué cosas podré sacarle, según aquel instinto egoísta, con frecuencia inconsciente, de disfrute de los otros que
se desencadena en nuestro corazón.

He aquí el por qué te pido ojos nuevos: para superar la superficialidad y la codicia y mirar con atención los interrogantes y esperanzas ocultas de aquellos con
los que nos encontramos y ver en profundidad las necesidades y motivos que mueven los hilos de la historia.

El segundo paso es el hacer fructificar más ampliamente los recursos. Comprométete cada día a un rato de oración o meditación.

Sabes que Dios nos ha hablado en Jesús y que esta Palabra viviente está custodiada por la comunidad cristiana.

Prueba a confrontarte con frecuencia con esta PALABRA, prueba cada día a tomar unos fragmentos de la Palabra de Dios y a sumergirla en tus comportamientos cotidianos; te darás cuenta de cuántas sacudidas y de cuántas crisis será fuente esta operación que te acabo de sugerir.

El tercer paso es el de adquirir alguna de las grandes actitudes de acogida a los otros con humildad, con maleabilidad y con responsabilidad creativa: el saludo; el diálogo y la acogida incondicional de la persona tal cual es; también la atención a las más pequeñas necesidades; el perdón recíproco que, seguramente, con muchos defectos, verás practicado en tu familia y en la comunidad cristiana.

El cuarto paso es ver y hacer todo con sentido de Iglesia. Para ello participa en un grupo, pero no en cualquier tipo de grupo, sino en los que te dan sentido de pertenencia eclesial y tensión apostólica. En el grupo maduras tu fe y tu compromiso; aprenderás a ver, juzgar y actuar a la luz de la Palabra, que crea hábitos de vigilancia y discernimiento; celebras los sacramentos, que son alimento y vida, en la comunidad eclesial; en él maduras tu vocación futura en contacto con todas las vocaciones eclesiales, que iluminarán tu opción y anima tu compromiso.

El quinto paso es de acoger como gran signo del Espíritu Santo, para los jóvenes de nuestro tiempo, las grandes iniciativas de voluntariado. Habrás oído hablar de ello, y, quizá, ya lo hayas experimentado. Veo en estas experiencias una escuela real hacia un modo nuevo de afrontar los problemas de relación entre las personas, incluso, a nivel internacional.

Y existe, por fin, un último paso, que da el sello y confiere autenticidad a todo el resto del camino propuesto, y es el de comprender y de qué manera. Relativamente estable, completa y concreta, podrás vivir y jugar TODA TU VIDA COMO UN DON TOTAL DE TI hacia los demás.

Esta opción importante la llamamos con una palabra que, por desgracia, se ha hecho ambigua. Se trata de la VOCACIÓN, que alguno considera un lujo para alguna categoría de cristianos.

No puedo hablarte extensamente sobre este argumento. No puedo hablarte, ahora, de los instrumentos con los que descubrir y cultivar la propia vocación. Sólo te
digo que cualquier bautizado está llamado por Dios a vivir, ya no para sí mismo, sino para los otros, a ejemplo de Jesús y con la fuerza del Espíritu Santo, en una forma concreta de vida que es igual para todos por la plenitud de la fe y. por el heroísmo de la caridad.

Después se hace diversa para cada uno, según el compromiso y función que se va a desarrollar en el seno de la comunidad cristiana en nombre de la Iglesia.

Es importante que cada uno pueda decir que el camino elegido es, para él, el modo más sincero, más rezado, más sufrido y más fecundo de no pertenecerse más a si
mismo.

TODA VIDA ES VOCACIÓN.

Para ti, que vives a tope tus años jóvenes, hacerse prójimo significa todo esto.

Carlo M. Martini

jueves, 24 de enero de 2008

Quiero ver a Jesús / Autor: P. Jesús Higueras

Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. Vivía en ella un hombre rico llamado Zaqueo, jefe de los que cobraban impuestos para Roma. Quería conocer a Jesús, pero no conseguía verle, porque había mucha gente y Zaqueo era de baja estatura. Así que, echando a correr, se adelantó, y para alcanzar a verle se subió a un árbolb junto al cual tenía que pasar Jesús. Al llegar allí, Jesús miró hacia arriba y le dijo:
–Zaqueo, baja en seguida porque hoy he de quedarme en tu casa.
Zaqueo bajó aprisa, y con alegría recibió a Jesús. Al ver esto comenzaron todos a criticar a Jesús, diciendo que había ido a quedarse en casa de un pecador. Pero Zaqueo, levantándose entonces, dijo al Señor:
–Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes; y si he robado algo a alguien, le devolveré cuatro veces más.
Jesús le dijo:
–Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque este hombre también es descendiente de Abraham. Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido.
Lc 19, 1-10

Siempre me ha costado levantarme por las mañanas, siempre, excepto en algunas ocasiones especiales, en las que hay un plan interesantísimo para ese día. Entonces no me cuesta nada, y me pongo en pie casi sin despertador. Esto creo que nos pasa a todos: cuando algo nos importa mucho, no escatimamos los medios y los esfuerzos para llevarlo a cabo.

Así le sucedió a Zaqueo, el protagonista del Evangelio: tenía tanto interés en ver a Jesús, que intentaba distinguirlo ante el gentío, e incluso, sin miedo al ridículo, como un niño pequeño, se subió a un árbol, recordando tal vez su infancia y olvidando los achaques de su edad. Y este gesto conmovió a Jesús y provocó una intervención especial de Dios en su vida.

Ya me gustaría que el mismo deseo que tuvo Zaqueo por ver al Señor, lo tuviera yo y lo tuvieran tantos cristianos que tal vez hemos dejado que se nos meta la rutina y el “acostumbramiento” en las cosas de Dios. “Quiero ver a Jesús”, debería ser la exclamación interior de cada cristiano cuando se dirige a la Santa Misa, o cuando va a orar en su interior, o cuando va a socorrer a un necesitado. Porque ver a Jesús en el cada día, en cada persona, en cada acontecimiento, es una meta que puede ilusionarnos y volver a llenar de sentido nuestras jornadas grises y monótonas. Y Jesús claro que se deja ver, claro que se conmueve con los atrevimientos y los esfuerzos que la gente de buena voluntad hace por encontrarle. Pero hay que insistir. Zaqueo no se rindió a la primera, no le importó la opinión de los demás ni el sentido del ridículo. Cuántas voces nos dicen: ¡no luches más! ¡Dios no te oye! ¡No va a actuar en tu vida! ¡Es inútil que te esfuerces! Y hay que decirles a todas esas voces agoreras que no es verdad. Que Dios se sigue conmoviendo contigo y con tu ilusión por verle. Que Dios tiene sed de que tengas sed de Él. Lo hemos oído muchas veces: “El santo no es el que nunca cae, sino el que siempre se levanta de sus caídas”. Y yo tengo que levantarme cada día de mis cansancios, de mis desilusiones; y el único que puede hacerlo es el Espíritu Santo, que puede poner en mi alma el deseo de ver a Jesús.

El enemigo del alma siempre intentará provocar en ti la desesperanza, y como consecuencia de ésta, la indiferencia, de tal modo que tu vida parezca que está como tierra abrasada. Pero esta tierra tuya vuelve a germinar con la presencia del Espíritu de Dios, el gran Renovador de todo.

Si no tuviéramos cada día una renovación interior de nuestros sueños y deseos, caeríamos en ese pecado de la indiferencia ante la vida y sobre todo ante Dios. Por eso necesitamos al “Renovador” del interior, y hay que pedirle con insistencia: ¡Que nunca me canse de soñar, de esperar!.

Llegará el día en que Jesús, como a Zaqueo, te diga: “Baja, porque hoy quiero hospedarme en tu casa”. Y a Jesús no le importa que seas pecador o que tu vida sea de pecado. Se conmueve ante tu situación y quiere sanarla y salvarte. Basta con que tengas un poco de interés por Él. Pídeselo.

miércoles, 16 de enero de 2008

Benedicto XVI llama a rezar por la unidad de los cristianos

Ante la semana de oración que comienza el 18 de enero

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 16 enero 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha exhortado a los dos mil millones de cristianos del mundo a intensificar la oración por la unidad.

Lanzó su llamamiento este miércoles al final de la audiencia general recordando que el viernes, 18 de enero, comienza la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, «que este año tiene un valor particular pues han pasado cien años desde su inicio».

El tema de este año es la invitación de san Pablo a los Tesalonicenses: «No ceséis de orar» (1 Tes 5, 17).

Benedicto XVI «con gusto» retomó esta invitación y la dirigió a toda la Iglesia.

«Sí, es necesario rezar sin cesar, pidiendo con insistencia a Dios el gran don de la unidad entre todos los discípulos del Señor», dijo.

«Que la fuerza inagotable del Espíritu Santo nos estimule a un compromiso sincero en la búsqueda de la unidad para que podamos profesar todos juntos que Jesús es el único Salvador del mundo», concluyó.

MATERIALES

El Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y la Comisión Fe y Constitución del Consejo Mundial de Iglesias han preparado conjuntamente los materiales para la preparación de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2008. Haz click para acceder a materiales AQUÍ