Presidido por el Papa, con meditaciones del cardenal chino Joseph Zen Ze-Kiun
Publicamos el texto del Vía Crucis que se recitará en la noche de este Viernes Santo en el Coliseo de Roma, bajo la presidencia del Papa, con meditaciones y oraciones escritas por el cardenal Joseph Zen Ze-Kiun, S.D.B., obispo de Hong Kong.
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OFICINA PARA LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS DEL SUMO PONTÍFICE
VÍA CRUCIS EN EL COLISEO
PRESIDIDO POR EL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
VIERNES SANTO 2008
Meditaciones y oraciones de su eminencia reverendísima
Cardenal JOSEPH ZEN ZE-KIUN, S.D.B.
Obispo de Hong Kong
PRESENTACIÓN
Cuando Su Santidad el Papa Benedicto XVI me pidió que preparase las meditaciones para el Via Crucis del Viernes Santo de este año en el Coliseo, no dudé lo más mínimo en aceptar esta tarea. Entendí que con este gesto el Santo Padre quería manifestar su atención por el continente asiático, e incluir en particular en este ejercicio solemne de piedad cristiana a los fieles de China, que tienen una gran devoción al Via Crucis. El Papa quiso que yo llevara al Coliseo la voz de aquellos hermanos y hermanas lejanos.
Sin duda, como nos enseñan los Evangelios y la tradición de la Iglesia, el protagonista de esta Via dolorosa es Nuestro Señor Jesucristo. Pero, tras Él hay mucha gente del pasado y del presente, estamos nosotros. Dejemos que esta noche muchos de nuestros hermanos lejanos, también en el tiempo, estén presentes espiritualmente entre nosotros. Probablemente ellos, más que nosotros hoy, han vivido en su cuerpo la Pasión de Jesús. En su carne Jesús ha sido de nuevo arrestado, calumniado, torturado, escarnecido, arrastrado, aplastado bajo el peso de la cruz y clavado en aquel madero como un criminal.
Obviamente, esta noche en el Coliseo no estamos sólo nosotros. En el corazón del Santo Padre y en nuestros corazones están presentes todos los «mártires vivientes» del siglo veintiuno. «Te martyrum candidatus laudat exercitus».
Pensando en la persecución, pensamos también en los perseguidores. Al escribir el texto de estas meditaciones me he dado cuenta con gran sobresalto de ser poco cristiano. He tenido que hacer un gran esfuerzo para purificarme de sentimientos poco caritativos para con los que hicieron sufrir a Jesús y los que, en el mundo actual, hacen sufrir a nuestros hermanos. Sólo cuando he puesto ante mí mis pecados y mis infidelidades, me he podido ver a mí mismo entre los perseguidores y me ha embargado el arrepentimiento y la gratitud por el perdón del Maestro misericordioso.
Meditemos, pues, cantemos y recemos a Jesús y con Jesús por los que sufren a causa de su nombre, por los que le hacen sufrir a Él y a sus hermanos y por nosotros mismos, pecadores y algunas veces también sus perseguidores.
ORACIÓN INICIAL
El Santo Padre:
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
R/. Amén.
Jesús Salvador,
estamos reunidos en este día,
a esta hora y en este lugar,
que nos recuerda tantos siervos y siervas tuyos,
que hace siglos, entre el rugido de los leones hambrientos
y los gritos de la muchedumbre que se divertía,
se dejaron desmembrar y golpear hasta la muerte
por su fidelidad a tu nombre.
Nosotros, venimos hoy aquí para expresarte a Ti
la gratitud de tu Iglesia
por el don de la salvación alcanzada mediante tu Pasión.
Los Coliseos se han ido multiplicando a lo largo de los siglos, allí donde nuestros hermanos, como continuación de tu Pasión, son todavía hoy perseguidos duramente en diversas partes del mundo. Junto a ti y con nuestros hermanos perseguidos de todo el mundo, comenzamos hondamente conmovidos este camino de la Via dolorosa, que Tú recorriste un día con tanto amor.
PRIMERA ESTACIÓN
Jesús en el Huerto de los Olivos
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Marcos. 14, 32-36
Fueron a una finca, que llaman Getsemaní, y dijo a sus discípulos: «Sentaos aquí mientras voy a orar». Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y angustia, y les dijo: «Me muero de tristeza: quedaos aquí velando». Y, adelantándose, un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y dijo: «Abbá! (Padre): tú lo puedes todo, aparta de mí ese cáliz. Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres».
MEDITACIÓN
Jesús sentía miedo, angustia y tristeza hasta el punto de morir. Eligió a tres compañeros, pero que muy pronto se durmieron, y comenzó a rezar Él sólo: «Pase de mí esta hora, aparta de mí este cáliz... Pero, Padre, que se haga su voluntad».
Había venido al mundo para hacer la voluntad del Padre, pero nunca como en aquel momento comprobó lo profundo de la amargura del pecado, y se sintió perdido.
En la Carta a los Católicos en China, Benedicto XVI recuerda la visión de San Juan en el Apocalipsis que llora ante el libro sellado de la historia humana, del «mysterium iniquitatis». Sólo el Cordero inmolado es capaz de abrir ese sello.
En tantas partes del mundo la Esposa de Cristo está atravesando la hora tenebrosa de la persecución, como en un tiempo Ester, amenazada por Aman, como la «Mujer» del Apocalipsis amenazada por el dragón. Velemos y acompañemos a la Esposa de Cristo en la oración.
ORACIÓN
Jesús, Dios Omnipotente, que te has hecho débil a causa de nuestros pecados, te resultan familiares los gritos de los perseguidos, que son eco de tu agonía. Ellos preguntan: ¿Por qué esta opresión? ¿Por qué esta humillación? ¿Por qué esta prolongada esclavitud?
Vuelven a la mente las palabras del Salmo: «Despierta, Señor, ¿por qué duermes? Levántate, no nos rechaces más. ¿Por qué nos escondes tu rostro y olvidas nuestra desgracia y opresión? Nuestro aliento se hunde en el polvo, nuestro vientre está pegado al suelo. Levántate a socorrernos» (Sal 43, 24-26).
No, Señor. Tú no has usado este Salmo en Getsemaní, pero has dicho: «Hágase tu voluntad». Podrías haber convocado doce legiones de ángeles, pero no lo hiciste.
Señor, el sufrimiento nos da miedo. Se nos presenta de nuevo la tentación de aferrarnos a los medios fáciles del éxito. Haz que no tengamos miedo del miedo, sino que confiemos en ti.
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Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Stabat mater dolorosa,
iuxta crucem lacrimosa,
dum pendebat Filius.
SEGUNDA ESTACIÓN
Jesús, traicionado por Judas, es arrestado
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Marcos. 14, 43a.45-46.50-52
Todavía estaba hablando cuando se presentó Judas, uno de los Doce. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo: «¡Maestro!» Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Los discípulos lo abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho envuelto sólo en una sábana; y le echaron mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.
MEDITACIÓN
Traición y abandono por parte de aquellos que Él había elegido como apóstoles, a los cuales había confiado los secretos del Reino, y en los que había puesto total confianza. Un rotundo fracaso. ¡Qué dolor y qué humillación!
Pero todo esto sucedió como cumplimiento de lo que habían dicho los profetas. De otra manera, ¿cómo se hubiera podido conocer la fealdad del pecado, que es justamente traición al amor?
La traición sorprende, sobre todo si se refiere a los pastores del rebaño. ¿Cómo pudieron hacerle esto a Él? El espíritu es fuerte, pero la carne es débil. Las tentaciones, las amenazas y chantajes, doblegan la voluntad. Pero ¡qué escándalo! ¡Qué dolor para el corazón del Señor!
No nos escandalicemos. Las defecciones nunca han faltado en las persecuciones. Y después se han producido con frecuencia los regresos. En aquel joven, que arrojó la sábana y huyó desnudo (cf. Mc 14, 51-52), intérpretes autorizados han visto al futuro evangelista Marcos.
ORACIÓN
Señor, quien huye de tu Pasión queda sin dignidad. Ten piedad de nosotros. Nosotros nos desnudamos ante tu majestad. Te mostramos nuestras llagas, las más vergonzosas.
Jesús, abandonarte a Ti es abandonar el sol. Al intentar desembarazarnos del sol, caemos en la oscuridad y el frío.
Padre, nos hemos alejado de tu casa. No somos dignos de ser recibidos de nuevo por Ti. Pero Tú mandas que nos laven, nos vistan, nos calcen y nos pongan un anillo en el dedo.
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Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Cuius animam gementem,
contristatam et dolentem
pertransivit gladius.
TERCERA ESTACIÓN
Jesús es condenado por el Sanedrín
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R. Quia por sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Marcos. 14, 55.61b-62a.64b
Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. El sumo sacerdote lo interrogó preguntándole: «¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?» Jesús contestó: «Sí lo soy».Y todos los declararon reo de muerte.
MEDITACIÓN
El Sanedrín era la corte de justicia del pueblo de Dios. Ahora, esta corte condena a Cristo, el Hijo de Dios bendito, y lo juzga reo de muerte.
El inocente es condenado «porque ha blasfemado», declaran los jueces rasgándose las vestiduras. Pero nosotros sabemos por el Evangelista que lo hicieron por envidia y odio.
San Juan dice que, en el fondo, el sumo sacerdote habló en nombre de Dios: únicamente dejando condenar a su Hijo inocente, Dios Padre pudo salvar a sus hermanos culpables.
A lo largo de los siglos, multitud de inocentes han sido condenados a sufrimientos atroces. Hay quien clama justicia, pero son ellos, los inocentes, quienes expían los pecados del mundo, en comunión con Cristo, el Inocente.
ORACIÓN
Jesús, Tú no te preocupas de hacer brillar tu inocencia, estando entregado sólo a volver a dar al hombre la justicia que perdió por el pecado.
Éramos tus enemigos, no había modo de cambiar nuestra condición. Tú te hiciste condenar para darnos el perdón. Salvador, no dejes que caigamos en la condenación en el último día. «Iudex ergo cum sedebit, quicquid latet apparebit ; nil inultum remanebit. Iuste iudex ultionis, donum fac remissionis ante diem rationis».
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Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
O quam tristis et afflicta
fuit illa benedicta
mater Unigeniti!
CUARTA ESTACIÓN
Jesús es negado por Pedro
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Marcos. 14, 66-68.72
Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente y dijo: «También tú andabas con Jesús el Nazareno». El lo negó diciendo: «Ni sé ni entiendo lo que quieres decir» ... Y en seguida, por segunda vez, cantó el gallo. Pedro se acordó de las palabras que la había dicho Jesús: «Antes de que cante el gallo dos veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.
MEDITACIÓN
«Aunque tenga que morir contigo, no te negaré» (Mc 14, 31). Pedro era sincero cuando decía esto, pero no se conocía a sí mismo, no conocía su debilidad. Era generoso, pero había olvidado contar con la generosidad del Maestro. Pretendía morir por Jesús, mientras era Jesús quien debía morir por él para salvarlo.
Al hacer de Simón La «piedra»... para fundar sobre ella la Iglesia, Cristo incorpora al apóstol a su iniciativa de salvación. Pedro creyó ingenuamente que podía dar algo al Maestro, mientras que todo lo recibía gratuitamente de Él, incluido el perdón tras la negación.
Jesús non mudó su elección de Pedro como fundamento de su Iglesia. Después del arrepentimiento, se concedió a Pedro la capacidad de confirmar a sus hermanos.
ORACIÓN
Señor, cuando Pedro habla iluminado por la revelación del Padre, te reconoce como Cristo, Hijo de Dios vivo. En cambio, cuando se fía de su razón y de su buena voluntad, se transforma en obstáculo para tu misión. La presunción le lleva a renegar de ti, su Maestro, en cambio, el arrepentimiento humilde lo confirma como la roca sobre la cual tú edificas tu Iglesia. La decisión de confiar la continuación de la obra de la salvación a hombres débiles y vulnerables manifiesta tu sabiduría y poder.
Señor, protege a los hombres que has elegido, para que las puertas del infierno no prevalezcan sobre tus siervos.
Dirige tu mirada sobre todos nosotros, como aquella noche hiciste con Pedro, después del canto del gallo.
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Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Quæ mærebat et dolebat
Pia mater, cum videbat
Nati pœnas incliti.
QUINTA ESTACIÓN
Jesús es juzgado por Pilatos
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Marcos. 15, 12-15
Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó: «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?» Ellos gritaron de nuevo: «Crucifícalo». Pilato les dijo: «Pues ¿qué mal ha hecho?» Ellos gritaron más fuerte: «Crucifícalo». Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
MEDITACIÓN
Pilato parecía poderoso, tenía derecho sobre la vida y la muerte de Jesús. Se complacía en ironizar sobre el «Rey de los Judíos», pero en realidad era débil, cobarde y servil. Temía al emperador Tiberio, temía al pueblo y a aquellos sacerdotes, a pesar de que los despreciaba en su corazón. Entregó a Jesús para que lo crucificaran, aún sabiendo que era inocente.
En su intento veleidoso de salvar a Jesús, dejó libre incluso a un peligroso homicida.
Inútilmente buscaba lavarse las manos que le chorreaban de sangre inocente.
Pilato es la imagen de todos los que detentan la autoridad como instrumento de poder y no se preocupan de la justicia.
ORACIÓN
Jesús, al declararte valientemente como rey, intentaste despertar en Pilato la voz de su conciencia. Ilumina la conciencia de tantas personas constituidas en autoridad, para que reconozcan la inocencia de tus seguidores. Dales el valor de respetar la libertad religiosa.
La tentación de adular al poderoso y de oprimir al débil está muy difundida. Y los poderosos son aquellos que han sido constituidos en autoridad, los que controlan el comercio y los medios de comunicación; pero existe también la gente que se deja manipular fácilmente por los poderosos para oprimir a los débiles. ¿Cómo fue posible que aquella gente, que te habían conocido como un amigo lleno de compasión y que sólo hizo el bien a todos, gritara «Crucifícalo»?
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Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Quis est homo qui non fleret,
matrem Christi si videret
in tanto supplicio?
SEXTA ESTACIÓN
Jesús es flagelado y coronado de espinas
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R. Quia por sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Marcos. 15, 15b.17-19
Pilato, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo: «¡Salve, rey de los judíos!». Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.
MEDITACIÓN
La flagelación usada en aquella época, era un castigo terrible. El horrible flagellum de los Romanos arrancaba la carne a pedazos. Y la corona de espinas, además de causar dolores agudísimos, constituía también una burla a la realeza del divino Prisionero, así como los escupitajos y los puñetazos.
Torturas tremendas siguen surgiendo de la crueldad del corazón humano, y las de tipo psíquico non son un tormento menor que las corporales, y frecuentemente las mismas víctimas se convierten en verdugos. ¿Carecen de sentido tantos sufrimientos?
ORACIÓN
No, Jesús; eres tú quien sigues reuniendo y santificando todos los sufrimientos: de los enfermos, de los que mueren llenos de penalidades, de todos los discriminados; pero los sufrimientos que destacan por encima de todos son aquellos sufridos por tu nombre.
Por los sufrimientos de los mártires, bendice a tu Iglesia; que su sangre sea semilla de nuevos cristianos. Creemos firmemente que sus sufrimientos, aunque en un principio pueden aparecer como una derrota completa, traerán la verdadera victoria a tu Iglesia. Señor, otorga la perseverancia a nuestros hermanos perseguidos.
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Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in tierra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed liberanos a malo.
Quis no posset contristari,
piam matrem contemplari,
dolentem cum Filio?
SÉPTIMA ESTACIÓN
Jesús es cargado con la cruz
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Marcos. 15, 20
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo.
MEDITACIÓN
La cruz, el gran símbolo del cristianismo, se ha transformado de instrumento de castigo ignominioso en un estandarte glorioso de victoria.
Existen ateos llenos de valor dispuestos a sacrificarse por la revolución: están dispuestos a abrazar la cruz, pero sin Jesús. Entre los cristianos existen «ateos» de hecho que quieren a Jesús, pero sin la cruz. Ahora, sin Jesús la cruz resulta insoportable y sin la cruz no se puede pretender estar con Jesús.
Abracemos la cruz y abracemos a Jesús y con Jesús abracemos a todos nuestros hermanos que sufren y son perseguidos.
ORACIÓN
¡Oh, divino Redentor!, con qué ímpetu abrazaste la cruz, que desde tanto tiempo habías deseado. Ella pesa sobre tus espaldas llagadas, pero es sostenida por un corazón lleno de amor.
Los grandes santos han entendido tan profundamente el valor salvífico de la cruz hasta el punto de exclamar: «O padecer o morir». Concédenos acoger al menos tu invitación a llevar la cruz detrás de Ti. Tú has preparado para cada uno de nosotros una cruz a nuestra medida. Tenemos en la mente la imagen del Papa Juan Pablo II, que sube al «Monte de las cruces», en Lituania. Cada una de aquellas cruces tiene una historia que contar, historia de dolor y de gozo, de humillación y de triunfo, de muerte y de resurrección.
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Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Quis non posset contristari,
Piam matrem contemplari
dolentem cum Filio?
OCTAVA ESTACIÓN
Jesús es ayudado por el Cireneo a llevar la Cruz
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Marcos. 15, 21
Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz de Jesús.
MEDITACIÓN
Simón de Cirene venía del campo. Se tropezó con el cortejo de muerte y lo forzaron a llevar la cruz junto a Jesús.
En un segundo momento, él corroboró este servicio, se mostró feliz de haber podido ayudar al pobre Condenado y llegó a ser uno de los discípulos en la Iglesia primitiva. Seguramente fue objeto de admiración y casi de envidia por la suerte especial de haber ayudado a Jesús en sus sufrimientos.
ORACIÓN
Amado Jesús, Tú probablemente mostraste al Cireneo tu gratitud por su ayuda, mientras la cruz en realidad fue causada por él y por cada uno de nosotros. Así, Jesús, nos lo agradeces cada vez que ayudamos a los hermanos a llevar la cruz, mientras no hacemos más que cumplir con nuestro deber de expiar por nuestros pecados.
Eres Tú, Jesús, quien está al comienzo de este círculo de compasión. Tú llevas nuestra cruz, de tal manera que seamos capaces de ayudarte en tus hermanos a llevar la cruz.
Señor, como miembros de tu cuerpo, nos ayudamos mutuamente a llevar la cruz y admiramos el ejército inmenso de cireneos que, aunque sin tener todavía la fe, han aliviado generosamente tus sufrimientos en tus hermanos.
Cuando ayudemos a los hermanos de la Iglesia perseguida, recuérdanos que somos nosotros quienes, en realidad, somos ayudados por ellos.
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Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Tui Nati vulnerati,
tam dignati pro me pati,
pœnas mecum divide.
NOVENA ESTACIÓN
Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Lucas. 23, 27-28
Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas, dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos».
MEDITACIÓN
Las mujeres, las madres obtienen de su amor una inmensa capacidad de aguante en el sufrimiento. Sufren por culpa de los hombres, sufren por sus hijos. Recordamos las madres de tantos jóvenes perseguidos y hechos prisioneros por causa de Cristo. ¡Cuántas largas noches han pasado esas madres en vigilia y con lágrimas! Recordamos las madres que, corriendo el riesgo de ser arrestadas o perseguidas, han perseverado en la oración en familia, cultivando en el corazón la esperanza de tiempos mejores.
ORACIÓN
Jesús, al igual que, a pesar de tus sufrimientos, te preocupaste de dirigir tu palabra a las mujeres en la Vía de la Cruz, haz que hoy también se escuche tu voz llena de consuelo y de luz para tantas mujeres que sufren.
Tú les exhortas a no llorar por ti, sino por ellas mismas y por sus hijos.
Llorando por ti, lloran sufrimientos que llevan la salvación a la humanidad y son, por tanto, causa de gozo. En cambio, aquello por lo que deberían llorar es por los sufrimientos causados por los pecados, que las convierten a ellas, a sus hijos y a todos nosotros en leños secos que merecen ser echados al fuego.
Tú, Señor, enviaste a tu Madre a Lourdes y a Fátima para recordarnos este mismo mensaje: «Haced penitencia y rezad para apaciguar la ira de Dios». Haz que acojamos de una vez con un corazón sincero esta invocación llena de dolor.
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Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Eia, mater, fons amoris,
me sentire vim doloris
fac, ut tecum lugeam.
DÉCIMA ESTACIÓN
Jesús es clavado en la cruz
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Marcos. 15, 25.31.34
Era media mañana cuando lo crucificaron. Los sumos sacerdotes se burlaban también de él diciendo: «A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar». Y a la media tarde, Jesús clamó con voz potente: «Eloí, Eloí, lamá sabactaní» (que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado»?).
MEDITACIÓN
Jesús desnudo, clavado, en medio de dolores inefables, ridiculizado por sus enemigos, se siente incluso abandonado por el Padre. Es el infierno que merecen nuestros pecados. Jesús ha permanecido en la cruz, no se ha liberado.
En Él se han cumplido las profecías del Siervo doliente: «Sin figura, sin belleza... sin aspecto atrayente... Lo estimamos leproso, herido de Dios... Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre Él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como un cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador» (Is 53, 2.4.6-7).
ORACIÓN
Jesús crucificado, no en el Tabor sino en el Calvario, Tú nos has revelado tu verdadero rostro, el rostro de un amor que ha llegado hasta el límite.
Hay quien por respeto quiere representarte cubierto por un manto real también sobre la cruz. Pero nosotros no tememos mostrarte tal y como colgabas del patíbulo aquel viernes, desde el mediodía a media tarde.
Contemplarte crucificado nos lleva a avergonzarnos de nuestras infidelidades y nos llena de gratitud por tu misericordia infinita. ¡Oh Señor, cuánto te ha costado el habernos amado!
Confiando en la fuerza que viene de tu pasión, prometemos no ofenderte jamás. Deseamos tener un día el honor de ser crucificados como Pedro y Andrés. Nos estimula la serenidad y el gozo que hemos tenido la gracia de contemplar en los rostros de tus siervos fieles, los mártires de nuestro siglo.
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Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Fac ut ardeat cor meum
in amando Christum Deum,
ut sibi complaceam.
UNDÉCIMA ESTACIÓN
Jesús promete su Reino al buen ladrón
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Lucas. 23, 33.42-43
Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucifica-
ron allí, a Él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Uno de ellos decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino». Jesús le respondió: «Te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso».
MEDITACIÓN
Era un malhechor. Representa a todos los malhechores, es decir, a todos nosotros. Ha tenido la suerte de estar junto a Jesús en el sufrimiento. Nosotros tenemos esta misma suerte. Digamos también: «Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino». Tendremos la misma respuesta.
¿Y los que no tienen la fortuna de estar junto a Jesús? Jesús está cerca de ellos, de todos y cada uno.
«Jesús, acuérdate de nosotros»: digámoselo por nosotros, por nuestros amigos, por nuestros enemigos y por los perseguidores de nuestros amigos. La salvación de todos es la verdadera victoria del Señor.
ORACIÓN
Jesús, acuérdate de mí cuando, conocedor de mi infidelidad, tenga la tentación de desesperarme.
Jesús, acuérdate de mí, cuando, después de repetidos esfuerzos, me sienta todavía en el fondo del valle.
Jesús, acuérdate de mí, cuando todos se hayan cansado de mí y nadie confíe en mí, y me encuentre solo y abandonado.
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Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Sancta mater, istud agas,
Crucifixi fige plagas
cordi meo valide.
DUODÉCIMA ESTACIÓN
La madre y el discípulo junto a la cruz de Jesús
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Juan. 19, 25-27
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María la Magdalena. Jesús, al ver a su madre, y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
MEDITACIÓN
Jesús se olvida de sí mismo incluso en aquel momento crucial y piensa en su Madre, piensa en nosotros. Ante todo, ¿confía su Madre al discípulo, como parece sugerir san Juan, o más bien confía el discípulo a la Madre?
En cualquier caso, para el discípulo María será siempre la Madre que el Maestro agonizante le ha confiado y para María el discípulo será siempre el hijo que el Hijo agonizante le ha confiado y al que estará espiritualmente cercana sobre todo en la hora de la muerte. Junto a los mártires agonizantes, estará siempre la Madre, que está en pie, junto a su cruz, para sostenerlos.
ORACIÓN
Jesús y María, habéis compartido totalmente el sufrimiento: Tú, Jesús, en la cruz y tu, Madre, a los pies de la misma. La lanza ha traspasado el costado del Salvador y la espada ha traspasado el corazón de la Virgen Madre.
En realidad, hemos sido nosotros con nuestros pecados los que hemos causado tanto dolor.
Aceptad nuestro arrepentimiento, nuestra debilidad, que siempre corre el riesgo de traicionar, renegar y desertar.
Aceptad el homenaje de fidelidad de todos los que han seguido el ejemplo de San Juan, que permaneció valientemente junto a la cruz.
Jesús y María, os doy el corazón y el alma mía. Jesús y María, asistidme en la última agonía. Jesús y María, que entregue en paz junto a vosotros el alma mía.
+
Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Fac me vere tecum flere,
Crucifixo condolere,
donec ego vixero.
DECIMOTERCERA ESTACIÓN
Jesús muere en la Cruz
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Lucas. 23,46
Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y dicho esto, expiró.
MEDITACIÓN
Jesús muere realmente porque es verdadero hombre. Entrega al Padre su último aliento. Qué precioso es el aliento. Al primer hombre se le dio el aliento de vida, y a nosotros se nos da de un modo nuevo en la resurrección de Jesús, para que seamos capaces de ofrecer cada aliento a su Dador. ¡Cuánto tememos a la muerte y cómo somos esclavos de este temor! El sentido y el valor de una vida se deciden en el modo de entregarla. Ya para el hombre sin fe no es admisible que se aferre a la vida perdiendo su sentido. Para Jesús, además, no hay amor más grande que el de dar la vida por el amigo. Quien esté apegado a la vida la perderá. Quien esté dispuesto a sacrificarla la conservará.
Los mártires dan el mayor testimonio de su amor. No se avergüenzan de su Maestro ante los hombres. El Maestro estará orgulloso de ellos ante toda la humanidad en el último día.
ORACIÓN
Jesús, tú has tomado la vida humana justamente para poderla dar. Revistiéndote de nuestra carne de pecado, Tú, Rey inmortal, te has hecho mortal. Aceptando la muerte más trágica y oscura, fruto extremo del pecado, has realizado el acto supremo de completa confianza en el Padre. «In manus tuas, Domine, commendo spiritum meum».
+
Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Vidit suum dulcem Natum
morientem desolatum,
cum emisit spiritum.
DECIMOCUARTA ESTACIÓN
Jesús es bajado de la cruz y puesto en el sepulcro
V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Marco. 15,46
José de Arimatea compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca.
MEDITACIÓN
Jesús eligió no descender vivo de la cruz sino resucitar del sepulcro. Muerte verdadera, silencio auténtico, la Palabra de Vida callará durante tres días.
Imaginemos el desconsuelo de nuestros progenitores ante el cuerpo sin vida de Abel, la primera víctima de la muerte.
Pensemos en el dolor de María, acogiendo en su regazo a Jesús, el cual, reducido a un cúmulo de llagas, gusano más que hombre, ya no puede corresponder a la mirada de amor de su Madre. Ahora ella debe depositarlo en las gélidas piedras del sepulcro, después de haberlo rápidamente limpiado y arreglado. Ahora no hay más que esperar. Parece interminable la espera del tercer día.
ORACIÓN
Señor, los tres días nos parecen muy largos. Nuestros hermanos fuertes se cansan, los débiles flaquean cada vez más, mientras los prepotentes se yerguen jactanciosos. Señor, concede perseverancia a los fuertes, zarandea a los débiles y convierte todos los corazones.
¿Estamos en lo cierto de tener prisa y pretender ver rápidamente una victoria de la Iglesia? ¿Acaso no es nuestra victoria la que tenemos ansia de ver? Señor, haznos perseverantes para estar junto a la Iglesia del silencio y aceptar desaparecer y morir como el grano de trigo.
Haznos escuchar tu palabra, Señor: «No tengáis miedo. Yo he vencido al mundo. No falto nunca a la cita. Estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Señor, aumenta nuestra fe».
+
Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Quando corpus morietur,
fac ut animæ donetur
paradisi gloria. Amen.
El Santo Padre dirige su palabra a los presentes.
Al final del discurso el Santo Padre imparte la Bendición Apostólica:
BENDICIÓN
V. Dominus vobiscum.
R. Et cum spiritu tuo.
V. Sit nomen Domini benedictum.
R. Ex hoc nunc et usque in sæculum.
V. Adiutorium nostrum nomine Domini.
R. Qui fecit cælum et terram.
V. Benedicat vos omnipotens Deus,
Pater, et Filius, et + Spiritus Sanctus.
R. Amen.
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© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana
martes, 18 de marzo de 2008
Cristo crucificado y resucitado ha vencido al mundo / Autor: Benedicto XVI
Audiencia General del Papa Benedicto XVI: Sobre el Santo Triduo Pascual / Miércoles 19 de marzo de 2008
Estamos próximos a la vigilia del Triduo Pascual. Los próximos tres días son llamados comúnmente 'santos' porque nos hacen revivir el evento central de nuestra Redención, nos reconducen de hecho al núcleo esencial de la fe cristiana: la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Son días que podemos considerar como uno solo, ya que constituyen el corazón y soporte de todo el año litúrgico como también de la vida de la Iglesia. Al término del itinerario cuaresmal, nos aprestamos también nosotros a entrar en el clima mismo que Jesús vivió entonces en Jerusalén. Queremos reeditar en nosotros la viva memoria de los sufrimientos que el Señor ha padecido por nosotros y prepararnos a celebrar con alegría, el próximo domingo, 'la verdadera Pascual, que la Sangre de Cristo ha cubierto de gloria, la Pascua en la que la Iglesia celebra la Fiesta que es el origen de todas las fiestas', como dice el Prefacio para el día de Pascua en el rito ambrosiano.
Mañana, Jueves Santo, la Iglesia recuerda la Última Cena durante la cual el Señor, la víspera de su Pasión y Muerte, instituyó el Sacramento de la Eucaristía y el del Sacerdocio ministerial. En esa misma noche Jesús nos dejó el mandamiento nuevo 'mandatum novum', el mandamiento del amor fraterno. Antes de entrar en el Triduo Santo, pero ya en estrecha relación con él, tendrá lugar en cada Comunidad diocesana, mañana por la mañana, la Misa Crismal, en la que el Obispo y sus sacerdotes presbíteros diocesanos renuevan las promesas de la ordenación. Se bendicen también los óleos para la celebración de los Sacramentos: el óleo de los catecúmenos, el óleo de los enfermos y el santo crisma. Es un momento muy importante para la vida de cada comunidad diocesana que, reunida en torno a su Pastor, resalta la propia unidad y la propia fidelidad a Cristo, único Sumo y Eterno Sacerdote. En la noche, en la Misa in Cena Domini si hace memoria de la Última Cena cuando Cristo se nos da a todos como alimento de salvación, como medicina de inmortalidad: es el misterio de la Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana. En este Sacramento de salvación el Señor ha ofrecido y realizado para todos los que creen en Él la más íntima unión posible entre nuestra vida y la suya. Con el gesto expresivo y humilde del lavatorio de pies, somos invitados a recordar lo que el Señor hizo a su Apóstoles: lavando sus pies proclamó de manera concreta el primado del amor, amor que se hace servicio hasta el don de sí mismo, anticipando también el sacrificio supremo de su vida que se consumará al día siguiente en el Calvario. Según una bella tradición, los fieles cierran el Jueves Santo con una vigilia de oración y adoración eucarística para revivir más íntimamente la agonía de Jesús en Getsemaní.
El Viernes Santo es el día que hace memoria de la Pasión, Crucifixión y Muerte de Jesús. En este día la liturgia de la Iglesia no prevé la celebración de la Santa Misa, pero la asamblea cristiana se recoge para meditar en el gran misterio del mal y el pecado que oprimen a la humanidad, para recorrer, a la luz de la Palabra de Dios y ayudada por los gestos litúrgicos, los sufrimientos del Señor que expían este mal. Después de haber escuchado el relato de la Pasión de Cristo, la comunidad reza por todas las necesidad de la Iglesia y del mundo, adora la Cruz y se acerca a la Eucaristía, consumiendo las especies conservadas de la Misa in Cena Domini del día anterior. Como ulterior invitación a meditar en la Pasión y Muerte del Redentor y para expresar el amor y la participación de los fieles en los sufrimientos de Cristo, la tradición cristiana ha dado vida a varias manifestaciones de piedad popular, procesiones y representaciones sacras, que buscan imprimir siempre más profundamente en el ánimo de los fieles sentimientos de verdadera participación en el sacrificio redentor de la Cristo. Entre éstas destaca el Via Crucis, ejercicio pío que en el curso de los años se ha enriquecido de múltiples expresiones espirituales y artísticas ligadas a la sensibilidad de las diversas culturas. Así han nacido en muchos países santuarios con el nombre de 'Calvario', a los que se llega siguiendo el camino doloroso de la Pasión, permitiéndole a los fieles participar en la subida del Señor hacia el Monte de la Cruz, el Monte del Amor expresado hasta el final.
El Sábado Santo está signado por un profundo silencio. Las iglesias están cerradas y no están previstas liturgias. Mientras esperan el gran evento de la Resurrección, los creyentes perseveran con María en la espera orando y meditando. En efecto, es necesario un día de silencio, para meditar en la realidad de la vida humana, en las fuerzas del mal y la gran fuerza del bien resultante de la Pasión y Resurrección del Señor. Gran importancia tiene en este día la participación del Sacramento de la Reconciliación, indispensable para purificar el corazón y predisponerse a celebrar íntimamente renovados la Pascua. Al menos una vez al año tenemos necesidad de esta purificación interior de esta renovación de nosotros mismos. Este Sábado de silencio, meditación, perdón, reconciliación desemboca en la Vigilia Pascual, que introduce el domingo más importante de la historia, el domingo de la Pascua de Cristo. Espera la Iglesia nuevamente el fuego bendito y medita en la gran promesa, contenida en el Antiguo y el Nuevo Testamento, de la liberación definitiva de la antigua esclavitud del pecado y de la muerte. En la oscuridad de la noche se prende el fuego nuevo del cirio pascual, símbolo de Cristo, que resucita glorioso. Cristo luz de la humanidad dispersa las tinieblas del corazón y el espíritu e ilumina a cada hombre que está en el mundo. Luego del cirio pascual resuena en la Iglesia el gran anuncio pascual. Cristo ha verdaderamente resucitado, la muerte no tiene más poder sobre Él. Con su muerte, Él ha derrotado al mal para siempre y ha regalado a todos los hombres la vida misma de Dios. Por una antigua tradición, durante la Vigilia Pascual, los catecúmenos reciben el Bautismo, para subrayar la participación de los cristianos en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo. El esplendor de la noche de Pascua, la alegría, la luz y la paz de Cristo se extienden en la vida de los fieles de cada comunidad cristiana; y alcanzan todos los puntos de espacio y el tiempo.
Queridos hermanos y hermanas, en estos días singulares orientamos decididamente la vida hacia una adhesión generosa y convencida a los designios del Padre celeste, renovamos nuestro 'sí' a la voluntad divina como hizo Jesús con el sacrificio de la Cruz. Los sugestivos ritos del Jueves Santo, del Viernes Santo, el silencio rico de oración del Sábado Santo y la solemne Vigilia Pascual nos ofrecen la oportunidad de profundizar en el sentido y el valor de nuestra vocación cristiana, que surge del Misterio Pascual, y de concretizarla en la fe del seguimiento de Cristo en toda circunstancia, como Él ha hecho, hasta el don generoso de nuestra existencia.
Hacer memoria de los misterios de Cristo significa también vivir en profunda y sólida adhesión al hoy de la historia, convencidos que cuanto celebramos es realidad viva y actual. Llevamos entonces en nuestra oración el dramatismo de los hechos y situaciones que en estos días afligen tanto a nuestros hermanos en todas partes del mundo. Sabemos que el odio, la división, la violencia no tienen la última palabra en los eventos de la historia. Estos días reanimamos en nosotros la gran esperanza: Cristo crucificado y resucitado ha vencido al mundo. El amor es más fuerte que el odio, ha vencido y debemos asociarnos a esta victoria del amor. Debemos entonces volver a partir de Cristo y trabajar en comunión con Él para un mundo fundado en la paz, la justicia y el amor. En este esfuerzo, que nos corresponde a todos, dejémonos guiar por María, que ha acompañado al Hijo divino en el camino de la Pasión y de la cruz y ha participado, con la fuerza de la fe, en el actuar de su designio salvífico. Con estos sentimientos, formulo los más cordiales deseos para una feliz y santa Pascua a todos vosotros, a sus seres queridos y comunidades.
Para ver el video haz click sobre la imagen
Estamos próximos a la vigilia del Triduo Pascual. Los próximos tres días son llamados comúnmente 'santos' porque nos hacen revivir el evento central de nuestra Redención, nos reconducen de hecho al núcleo esencial de la fe cristiana: la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Son días que podemos considerar como uno solo, ya que constituyen el corazón y soporte de todo el año litúrgico como también de la vida de la Iglesia. Al término del itinerario cuaresmal, nos aprestamos también nosotros a entrar en el clima mismo que Jesús vivió entonces en Jerusalén. Queremos reeditar en nosotros la viva memoria de los sufrimientos que el Señor ha padecido por nosotros y prepararnos a celebrar con alegría, el próximo domingo, 'la verdadera Pascual, que la Sangre de Cristo ha cubierto de gloria, la Pascua en la que la Iglesia celebra la Fiesta que es el origen de todas las fiestas', como dice el Prefacio para el día de Pascua en el rito ambrosiano.
Mañana, Jueves Santo, la Iglesia recuerda la Última Cena durante la cual el Señor, la víspera de su Pasión y Muerte, instituyó el Sacramento de la Eucaristía y el del Sacerdocio ministerial. En esa misma noche Jesús nos dejó el mandamiento nuevo 'mandatum novum', el mandamiento del amor fraterno. Antes de entrar en el Triduo Santo, pero ya en estrecha relación con él, tendrá lugar en cada Comunidad diocesana, mañana por la mañana, la Misa Crismal, en la que el Obispo y sus sacerdotes presbíteros diocesanos renuevan las promesas de la ordenación. Se bendicen también los óleos para la celebración de los Sacramentos: el óleo de los catecúmenos, el óleo de los enfermos y el santo crisma. Es un momento muy importante para la vida de cada comunidad diocesana que, reunida en torno a su Pastor, resalta la propia unidad y la propia fidelidad a Cristo, único Sumo y Eterno Sacerdote. En la noche, en la Misa in Cena Domini si hace memoria de la Última Cena cuando Cristo se nos da a todos como alimento de salvación, como medicina de inmortalidad: es el misterio de la Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana. En este Sacramento de salvación el Señor ha ofrecido y realizado para todos los que creen en Él la más íntima unión posible entre nuestra vida y la suya. Con el gesto expresivo y humilde del lavatorio de pies, somos invitados a recordar lo que el Señor hizo a su Apóstoles: lavando sus pies proclamó de manera concreta el primado del amor, amor que se hace servicio hasta el don de sí mismo, anticipando también el sacrificio supremo de su vida que se consumará al día siguiente en el Calvario. Según una bella tradición, los fieles cierran el Jueves Santo con una vigilia de oración y adoración eucarística para revivir más íntimamente la agonía de Jesús en Getsemaní.
El Viernes Santo es el día que hace memoria de la Pasión, Crucifixión y Muerte de Jesús. En este día la liturgia de la Iglesia no prevé la celebración de la Santa Misa, pero la asamblea cristiana se recoge para meditar en el gran misterio del mal y el pecado que oprimen a la humanidad, para recorrer, a la luz de la Palabra de Dios y ayudada por los gestos litúrgicos, los sufrimientos del Señor que expían este mal. Después de haber escuchado el relato de la Pasión de Cristo, la comunidad reza por todas las necesidad de la Iglesia y del mundo, adora la Cruz y se acerca a la Eucaristía, consumiendo las especies conservadas de la Misa in Cena Domini del día anterior. Como ulterior invitación a meditar en la Pasión y Muerte del Redentor y para expresar el amor y la participación de los fieles en los sufrimientos de Cristo, la tradición cristiana ha dado vida a varias manifestaciones de piedad popular, procesiones y representaciones sacras, que buscan imprimir siempre más profundamente en el ánimo de los fieles sentimientos de verdadera participación en el sacrificio redentor de la Cristo. Entre éstas destaca el Via Crucis, ejercicio pío que en el curso de los años se ha enriquecido de múltiples expresiones espirituales y artísticas ligadas a la sensibilidad de las diversas culturas. Así han nacido en muchos países santuarios con el nombre de 'Calvario', a los que se llega siguiendo el camino doloroso de la Pasión, permitiéndole a los fieles participar en la subida del Señor hacia el Monte de la Cruz, el Monte del Amor expresado hasta el final.
El Sábado Santo está signado por un profundo silencio. Las iglesias están cerradas y no están previstas liturgias. Mientras esperan el gran evento de la Resurrección, los creyentes perseveran con María en la espera orando y meditando. En efecto, es necesario un día de silencio, para meditar en la realidad de la vida humana, en las fuerzas del mal y la gran fuerza del bien resultante de la Pasión y Resurrección del Señor. Gran importancia tiene en este día la participación del Sacramento de la Reconciliación, indispensable para purificar el corazón y predisponerse a celebrar íntimamente renovados la Pascua. Al menos una vez al año tenemos necesidad de esta purificación interior de esta renovación de nosotros mismos. Este Sábado de silencio, meditación, perdón, reconciliación desemboca en la Vigilia Pascual, que introduce el domingo más importante de la historia, el domingo de la Pascua de Cristo. Espera la Iglesia nuevamente el fuego bendito y medita en la gran promesa, contenida en el Antiguo y el Nuevo Testamento, de la liberación definitiva de la antigua esclavitud del pecado y de la muerte. En la oscuridad de la noche se prende el fuego nuevo del cirio pascual, símbolo de Cristo, que resucita glorioso. Cristo luz de la humanidad dispersa las tinieblas del corazón y el espíritu e ilumina a cada hombre que está en el mundo. Luego del cirio pascual resuena en la Iglesia el gran anuncio pascual. Cristo ha verdaderamente resucitado, la muerte no tiene más poder sobre Él. Con su muerte, Él ha derrotado al mal para siempre y ha regalado a todos los hombres la vida misma de Dios. Por una antigua tradición, durante la Vigilia Pascual, los catecúmenos reciben el Bautismo, para subrayar la participación de los cristianos en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo. El esplendor de la noche de Pascua, la alegría, la luz y la paz de Cristo se extienden en la vida de los fieles de cada comunidad cristiana; y alcanzan todos los puntos de espacio y el tiempo.
Queridos hermanos y hermanas, en estos días singulares orientamos decididamente la vida hacia una adhesión generosa y convencida a los designios del Padre celeste, renovamos nuestro 'sí' a la voluntad divina como hizo Jesús con el sacrificio de la Cruz. Los sugestivos ritos del Jueves Santo, del Viernes Santo, el silencio rico de oración del Sábado Santo y la solemne Vigilia Pascual nos ofrecen la oportunidad de profundizar en el sentido y el valor de nuestra vocación cristiana, que surge del Misterio Pascual, y de concretizarla en la fe del seguimiento de Cristo en toda circunstancia, como Él ha hecho, hasta el don generoso de nuestra existencia.
Hacer memoria de los misterios de Cristo significa también vivir en profunda y sólida adhesión al hoy de la historia, convencidos que cuanto celebramos es realidad viva y actual. Llevamos entonces en nuestra oración el dramatismo de los hechos y situaciones que en estos días afligen tanto a nuestros hermanos en todas partes del mundo. Sabemos que el odio, la división, la violencia no tienen la última palabra en los eventos de la historia. Estos días reanimamos en nosotros la gran esperanza: Cristo crucificado y resucitado ha vencido al mundo. El amor es más fuerte que el odio, ha vencido y debemos asociarnos a esta victoria del amor. Debemos entonces volver a partir de Cristo y trabajar en comunión con Él para un mundo fundado en la paz, la justicia y el amor. En este esfuerzo, que nos corresponde a todos, dejémonos guiar por María, que ha acompañado al Hijo divino en el camino de la Pasión y de la cruz y ha participado, con la fuerza de la fe, en el actuar de su designio salvífico. Con estos sentimientos, formulo los más cordiales deseos para una feliz y santa Pascua a todos vosotros, a sus seres queridos y comunidades.
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¿Por qué nos sorprendes así, Señor? / Autor: Javier Leoz
En el silencio de una noche, sorprendiste
al mundo en tu pequeñez
Allá, a orillas del Jordán, como uno más
quisiste recibir el Bautismo de manos de Juan.
Fue entonces, Señor, cuando los motores
de tu misión se pusieron en marcha.
Endemoniados y hombres y mujeres, hastiados
de preocupaciones, se sintieron aliviados con tu presencia.
Otros, cómodamente sentados a la orilla del mar,
escucharon, inesperadamente tu llamada: ¡venid y seguidme!
Los leprosos, Señor, quedaron limpios como un amanecer.
Los paralíticos volvieron a sentir la dureza de los caminos.
Enfermos y poseídos, pecadores y adúlteros,
comprendieron que, tu presencia, era eso…amor y sólo amor.
Los pecados, a partir de tu llegada, no eran más fuertes
que la misericordia de Dios.
¿Por qué, de nuevo, hoy nos sorprendes, Señor?
¿Recuerdas aquel día en la barca?
Una traicionera tormenta nos metió el miedo hasta en los tuétanos.
Tu mano siempre oportuna, aun con nuestra falta de fe, la calmó.
Los muertos, ¿recuerdas, Jesús? volvieron por tu intervención a la vida.
Los hambrientos, en inolvidables multiplicaciones
de panes y de peces, abrazaron la hartura.
Los tristes, ante tu alegría divina, en el Monte de las Bienaventuranzas,
encontraron mil razones para sus lágrimas, sufrimientos y esperanzas.
¿Por qué, de nuevo, hoy en Jueves Santo,
nos sorprendes Señor?
Tus parábolas fueron sabiduría y universidad del Reino de Dios.
Quien no sabía orar, pronto, muy pronto, aprendió a decir “Abba” “Padre”.
Quien decía aquello que luego no hacía,
pronto se sintió incómodo ante la luz y la hoja fina de tu verdad.
Quien intentaba, cómodamente, vivir en el castillo de su hipocresía,
se resquebrajó ante el imperio de tu Reino. Sí, Jesús;
nos has dejado tanto, nos has dado tanto…¡nos has mostrado a Dios!
Contigo, el último lugar, es primero en el cielo.
Contigo, la prueba, es algo a superar.
Contigo, el mendigo es rey.
Contigo, el rey, es vasallo.
Contigo, el pecador recupera la gracia.
Contigo, el que se tiene por justo, queda fuera.
Contigo, la oveja perdida, volverá al redil.
Contigo, el que se marchó, siempre tendrá una habitación en tu casa.
Contigo, el que no se hace niño, tendrá difícil su entrada en el cielo.
Contigo, el que se las sabe todas, no conoce a Dios.
Contigo, el que es ciego, recupera la luz.
Contigo, el que ve todo, es incapaz de ver el reflejo de Dios.
Contigo, la muerte, es trampolín que nos eleva a la vida.
Contigo, el llanto, es agua que purifica nuestras miradas.
Contigo, la noche es vencida por el resplandor del día.
Contigo, la pasión, el sufrimiento o la muerte.
son notas que preceden al canto de Resurrección.
¿Por qué, de nuevo, hoy en Jueves Santo,
nos sorprendes Señor?
Hoy, Jueves Santo, nos sorprendes, Señor.
Con tu amor….que es inquebrantable y único, bueno y verdadero.
Con tu servicio…que es radical, obediente y todo un ejemplo.
Con tu sacerdocio…para que nunca nos falten heraldos de tu Palabra.
Manos que se extiendan sobre el pan y reconcilien a Dios con el hombre.
Y a la humanidad con el mismo Dios.
¡Gracias, Señor, eres sorprendente!
al mundo en tu pequeñez
Allá, a orillas del Jordán, como uno más
quisiste recibir el Bautismo de manos de Juan.
Fue entonces, Señor, cuando los motores
de tu misión se pusieron en marcha.
Endemoniados y hombres y mujeres, hastiados
de preocupaciones, se sintieron aliviados con tu presencia.
Otros, cómodamente sentados a la orilla del mar,
escucharon, inesperadamente tu llamada: ¡venid y seguidme!
Los leprosos, Señor, quedaron limpios como un amanecer.
Los paralíticos volvieron a sentir la dureza de los caminos.
Enfermos y poseídos, pecadores y adúlteros,
comprendieron que, tu presencia, era eso…amor y sólo amor.
Los pecados, a partir de tu llegada, no eran más fuertes
que la misericordia de Dios.
¿Por qué, de nuevo, hoy nos sorprendes, Señor?
¿Recuerdas aquel día en la barca?
Una traicionera tormenta nos metió el miedo hasta en los tuétanos.
Tu mano siempre oportuna, aun con nuestra falta de fe, la calmó.
Los muertos, ¿recuerdas, Jesús? volvieron por tu intervención a la vida.
Los hambrientos, en inolvidables multiplicaciones
de panes y de peces, abrazaron la hartura.
Los tristes, ante tu alegría divina, en el Monte de las Bienaventuranzas,
encontraron mil razones para sus lágrimas, sufrimientos y esperanzas.
¿Por qué, de nuevo, hoy en Jueves Santo,
nos sorprendes Señor?
Tus parábolas fueron sabiduría y universidad del Reino de Dios.
Quien no sabía orar, pronto, muy pronto, aprendió a decir “Abba” “Padre”.
Quien decía aquello que luego no hacía,
pronto se sintió incómodo ante la luz y la hoja fina de tu verdad.
Quien intentaba, cómodamente, vivir en el castillo de su hipocresía,
se resquebrajó ante el imperio de tu Reino. Sí, Jesús;
nos has dejado tanto, nos has dado tanto…¡nos has mostrado a Dios!
Contigo, el último lugar, es primero en el cielo.
Contigo, la prueba, es algo a superar.
Contigo, el mendigo es rey.
Contigo, el rey, es vasallo.
Contigo, el pecador recupera la gracia.
Contigo, el que se tiene por justo, queda fuera.
Contigo, la oveja perdida, volverá al redil.
Contigo, el que se marchó, siempre tendrá una habitación en tu casa.
Contigo, el que no se hace niño, tendrá difícil su entrada en el cielo.
Contigo, el que se las sabe todas, no conoce a Dios.
Contigo, el que es ciego, recupera la luz.
Contigo, el que ve todo, es incapaz de ver el reflejo de Dios.
Contigo, la muerte, es trampolín que nos eleva a la vida.
Contigo, el llanto, es agua que purifica nuestras miradas.
Contigo, la noche es vencida por el resplandor del día.
Contigo, la pasión, el sufrimiento o la muerte.
son notas que preceden al canto de Resurrección.
¿Por qué, de nuevo, hoy en Jueves Santo,
nos sorprendes Señor?
Hoy, Jueves Santo, nos sorprendes, Señor.
Con tu amor….que es inquebrantable y único, bueno y verdadero.
Con tu servicio…que es radical, obediente y todo un ejemplo.
Con tu sacerdocio…para que nunca nos falten heraldos de tu Palabra.
Manos que se extiendan sobre el pan y reconcilien a Dios con el hombre.
Y a la humanidad con el mismo Dios.
¡Gracias, Señor, eres sorprendente!
Para orar ante el Monumento: AL SANTÍSIMO SACRAMENTO / Autor: Gerardo Diego
Entre tantas dudosas certidumbres
que me mienten, halagan los sentidos,
Tú, callado y sin nubes, tan desnudo,
tan transparente de ternura y trigo
¿qué me quieres decir -labios sellados-
desde tu oculto y cándido presidio?
¿Qué me destellas, ay, qué me insinúas,
qué me quieres, Amor, Secreto mío?
Porque las ondas que abres y propagas
desde la fresca fuente de tu círculo
me alcanzan y me anegan, me coronan,
me ciñen de suavísimos anillos.
Mas ya sé lo que quieres, lo que buscas.
Si la Esperanza es prenda de prodigios,
si el sol de Caridad arde sin tregua,
lo que pides es Fe, los ojos niños.
Quererte, sí, y creerte. ¿Tú me esperas?
¿Me quieres Tú? ¿De veras que yo existo?
¿Tú me crees, Señor? Yo creo y quiero
creer en Ti, quererte a Ti y contigo.
Sí, mi divino prisionero errante,
mi voluntario capitán cautivo,
mi disfrazado amante de imposibles,
mi cifra donde anida el infinito.
Sí. Tú eres Tú, te creo y te conozco.
Ya te aprendí y te sé, paz del Espíritu.
Prosternarse, humillarse: eso fue todo.
Deponer, abdicar cetros, designios.
Por Ti hasta la indigencia, hasta el despojo
quedarse en puros huesos desvalidos.
La reina Inteligencia hágase esclava,
sea la Voluntad sierva de siglos.
Y queden ahí devueltos, desmontados,
en su estuche de raso los sentidos.
Veo y no veo, palpo y nada palpo,
escucho sordo y flor de ausencia aspiro.
No hay más que una verdad: Tú, Rey de Reyes.
Tú, Sacramento, Corpus Christi, Cristo.
Ya me tienes vaciado,
vacante de fruto y flor,
desposeído de todo,
todo para Ti, Señor.
No soy más que tu proyecto,
tu disponibilidad.
Lléname de amor y cielo,
rebósame de piedad.
He enmudecido mi música
en silencio de tapiz.
Me negué hasta el claro sueño,
hasta la misma raíz.
Ven, ruiseñor, a habitarme.
Hazme cuna de Belén.
Ven a cantar en mi jaula
abierta, infinita, ven.
Rosas en el ocaso de la víspera,
las nubes hoy se han despertado blancas.
Es ya la aurora bajo palio de oro,
la gloria teologal de la mañana.
Deslumbradora nieve en las cortinas
que descorren dos ángeles de brasa
y en medio el pecho azul de cielo, abierto
para dar paso a un Sol que se le salta.
El Sol, el Sol de Corpus. Cómo vibran
sus rayos de oro y miel, cómo remansan
recogiéndose al centro, al hogar íntimo
donde un Cordero su toisón recama.
Pero ¿qué traslación, qué meteoro
es éste que me busca, que me abraza?
Viene por mí, cae hacia mí derecho,
y en lugar de crecer, cuanto más baja,
más se aprieta de amor, más se reduce,
se achica, se cercena, se acompasa,
hasta inscribirse humilde en la estatura
del mísero dintel de mi cabaña.
Oh sol que el cielo entero no te ciñe
y en sus collados últimos derramas
la unidad de tu ser con brío y luces
que no saben de eclipses ni distancias.
Yo no soy digno, no, de contemplarte,
de encerrarte en mi pecho, torpe casa
de la abominación, lonja del crimen
apenas hoy barrida y alfombrada.
Mas ya el milagro se consuma, y tomo,
comulgo el Pan de la divina gracia.
No soy digno, no era digno,
pero ahora un templo soy.
Ilumínanse mis bóvedas
y todo temblando estoy.
Esto que vuela en mi bosque
es un pájaro de luz,
es una flecha con alas
desclavada de una cruz.
Y se ahínca en mi madera
y me embriaga de olor.
Ya, aunque se disuelva en brisa,
me quedará el resplandor.
Quédate, fuego, conmigo.
Espera un instante, así.
Transparéntame mis huesos.
No te separes de mí.
Dentro de mí te guardo, oh Certidumbre,
como el mosto en agraz guarda el racimo.
Te siento navegando por mis venas
como la madre mar a sus navíos.
Dentro de mí, fuera de mí, impregnándome,
como a la abeja mieles y zumbidos,
como la luz al fuego o como el suave
color, calor al reflejar del vidrio.
Te oigo cantar, orillas de mi lengua,
florecer en silencio de martirios.
Dulce y concreto estás en mí encerrado.
Lo que ignoran los hombres, pajarillos
lo saben bien, lo rizan, lo gorjean,
flores lo aroman por los huertos tibios,
estrellas lo constelan, lo tachonan,
telegrafían destellando visos,
ángeles del amor lo vuelan fúlgidos,
lo velan rumorosos y purísimos.
Tierno y preciso estás, manso y sin prisa,
dulce y concreto estás, Secreto mío.
¿Qué valen todas mis verdades turbias
ante esa sola, oh Sacramento nítido?
En Ti y por Ti yo espero y creo y amo,
en Ti y por Ti, mi Pan, Misterio mío.
que me mienten, halagan los sentidos,
Tú, callado y sin nubes, tan desnudo,
tan transparente de ternura y trigo
¿qué me quieres decir -labios sellados-
desde tu oculto y cándido presidio?
¿Qué me destellas, ay, qué me insinúas,
qué me quieres, Amor, Secreto mío?
Porque las ondas que abres y propagas
desde la fresca fuente de tu círculo
me alcanzan y me anegan, me coronan,
me ciñen de suavísimos anillos.
Mas ya sé lo que quieres, lo que buscas.
Si la Esperanza es prenda de prodigios,
si el sol de Caridad arde sin tregua,
lo que pides es Fe, los ojos niños.
Quererte, sí, y creerte. ¿Tú me esperas?
¿Me quieres Tú? ¿De veras que yo existo?
¿Tú me crees, Señor? Yo creo y quiero
creer en Ti, quererte a Ti y contigo.
Sí, mi divino prisionero errante,
mi voluntario capitán cautivo,
mi disfrazado amante de imposibles,
mi cifra donde anida el infinito.
Sí. Tú eres Tú, te creo y te conozco.
Ya te aprendí y te sé, paz del Espíritu.
Prosternarse, humillarse: eso fue todo.
Deponer, abdicar cetros, designios.
Por Ti hasta la indigencia, hasta el despojo
quedarse en puros huesos desvalidos.
La reina Inteligencia hágase esclava,
sea la Voluntad sierva de siglos.
Y queden ahí devueltos, desmontados,
en su estuche de raso los sentidos.
Veo y no veo, palpo y nada palpo,
escucho sordo y flor de ausencia aspiro.
No hay más que una verdad: Tú, Rey de Reyes.
Tú, Sacramento, Corpus Christi, Cristo.
Ya me tienes vaciado,
vacante de fruto y flor,
desposeído de todo,
todo para Ti, Señor.
No soy más que tu proyecto,
tu disponibilidad.
Lléname de amor y cielo,
rebósame de piedad.
He enmudecido mi música
en silencio de tapiz.
Me negué hasta el claro sueño,
hasta la misma raíz.
Ven, ruiseñor, a habitarme.
Hazme cuna de Belén.
Ven a cantar en mi jaula
abierta, infinita, ven.
Rosas en el ocaso de la víspera,
las nubes hoy se han despertado blancas.
Es ya la aurora bajo palio de oro,
la gloria teologal de la mañana.
Deslumbradora nieve en las cortinas
que descorren dos ángeles de brasa
y en medio el pecho azul de cielo, abierto
para dar paso a un Sol que se le salta.
El Sol, el Sol de Corpus. Cómo vibran
sus rayos de oro y miel, cómo remansan
recogiéndose al centro, al hogar íntimo
donde un Cordero su toisón recama.
Pero ¿qué traslación, qué meteoro
es éste que me busca, que me abraza?
Viene por mí, cae hacia mí derecho,
y en lugar de crecer, cuanto más baja,
más se aprieta de amor, más se reduce,
se achica, se cercena, se acompasa,
hasta inscribirse humilde en la estatura
del mísero dintel de mi cabaña.
Oh sol que el cielo entero no te ciñe
y en sus collados últimos derramas
la unidad de tu ser con brío y luces
que no saben de eclipses ni distancias.
Yo no soy digno, no, de contemplarte,
de encerrarte en mi pecho, torpe casa
de la abominación, lonja del crimen
apenas hoy barrida y alfombrada.
Mas ya el milagro se consuma, y tomo,
comulgo el Pan de la divina gracia.
No soy digno, no era digno,
pero ahora un templo soy.
Ilumínanse mis bóvedas
y todo temblando estoy.
Esto que vuela en mi bosque
es un pájaro de luz,
es una flecha con alas
desclavada de una cruz.
Y se ahínca en mi madera
y me embriaga de olor.
Ya, aunque se disuelva en brisa,
me quedará el resplandor.
Quédate, fuego, conmigo.
Espera un instante, así.
Transparéntame mis huesos.
No te separes de mí.
Dentro de mí te guardo, oh Certidumbre,
como el mosto en agraz guarda el racimo.
Te siento navegando por mis venas
como la madre mar a sus navíos.
Dentro de mí, fuera de mí, impregnándome,
como a la abeja mieles y zumbidos,
como la luz al fuego o como el suave
color, calor al reflejar del vidrio.
Te oigo cantar, orillas de mi lengua,
florecer en silencio de martirios.
Dulce y concreto estás en mí encerrado.
Lo que ignoran los hombres, pajarillos
lo saben bien, lo rizan, lo gorjean,
flores lo aroman por los huertos tibios,
estrellas lo constelan, lo tachonan,
telegrafían destellando visos,
ángeles del amor lo vuelan fúlgidos,
lo velan rumorosos y purísimos.
Tierno y preciso estás, manso y sin prisa,
dulce y concreto estás, Secreto mío.
¿Qué valen todas mis verdades turbias
ante esa sola, oh Sacramento nítido?
En Ti y por Ti yo espero y creo y amo,
en Ti y por Ti, mi Pan, Misterio mío.
lunes, 17 de marzo de 2008
Cardenal Bertone en el funeral de Chiara Lubich, «un canto al amor de Dios» / Autora: Roberta Sciamplicotti
En la Basílica de San Pablo Extramuros
ROMA, (ZENIT.org).- «Un canto al amor de Dios». Así ha definido el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI, la vida de Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolores, en su funeral celebrado este martes.
Miles de personas participaron dentro y fuera de la Basílica de San Pablo Extramuros de Roma en el rito fúnebre, en el que católicos, cristianos de otras confesiones, así como personas de diferentes religiones o no creyentes, rindieron tributo a la promotora de la unidad, fallecida a los 88 años, el pasado 14 de marzo.
Media hora de aplausos saludó al féretro de Chiara Lubich, pionera de esta realidad, que ella inició en 1943, esparcida en 182 países, con más de dos millones de adherentes y una irradiación entre varios millones de personas.
El cardenal Bertone, quien presidió las exequias, recordó en la homilía «el ardiente deseo por el encuentro con Cristo», que ha caracterizado toda la existencia de la fundadora.
«Y aún más intensamente los últimos meses y días, en los que se agravó la enfermedad, que la desnudó de toda energía física, llevándola a una subida paulatina del Calvario, culminada en el dulce regreso al seno del Padre».
«Ahora todo se ha verdaderamente cumplido --afirmó el secretario de Estado--: el sueño de los inicios se ha hecho verdad, el anhelo apasionado se ha saciado. Chiara encuentro a aquél que amó sin ver y, llena de alegría, puede exclamar: "Sí, ¡mi redentor está vivo!"».
«La vida de Chiara Lubich es un canto al amor de Dios, a Dios que es Amor», constató el purpurado italiano.
«No hay otro camino para conocer a Dios y para dar sentido y valor a la existencia. Sólo el Amor, el Amor divino, nos hace capaces de "engendrar" amor, de amar incluso a los enemigos. Esta es la novedad cristiana, en esto consiste todo el Evangelio».
«¿Cómo vivir el Amor?», se preguntó Bertone.
Tras la Última Cena, Jesús reza «para que todos sean uno»; «la oración de Cristo, por tanto, sostiene el camino de sus amigos de todos los tiempos», respondió.
«Su Espíritu suscita en la Iglesia testigos de Evangelio vivo; es Él, el Dios viviente, quien nos guía en las horas de tristeza y de duda, de dificultad y dolor. Quien se encomienda a Él no teme nada, ni el miedo de la travesía de mares tempestivos, ni los obstáculos ni ningún tipo de adversidad. Quien edifica la casa sobre Cristo, edifica sobre la roca del Amor que todo lo soporta, que todo lo vence».
La fundadora del Movimiento de los Focolares, «con estilo silencioso y humilde», no creó «instituciones de asistencia y de promoción humana», sino que se dedicó «a encender el fuego el amor de Dios en los corazones».
«Suscita personas que ellas mismas sean amor, que vivan el carisma de la unidad y de la comunión con Dios y con el prójimo; personas que difundan el amor-unidad, haciendo de sí mismos, de sus casas, de su trabajo un "hogar" [focolare, en italiano, ndt.], en el que ardiendo el amor contagia e incendia todo lo que está a su lado».
Esta misión, observó el cardenal, es posible para todos, pues el Evangelio «está al alcance de cada uno».
«La preciosísima llave para entrar en el Evangelio», para Chiara Lubich, «era la Virgen, y decidió precisamente encomendar a María su obra, llamándola precisamente Obra de María. "Quedará en la tierra como otra María --afirmó--: toda Evangelio, nada más que Evangelio, y dado que es Evangelio, no morirá».
El purpurado concluyó la homilía dando gracias al Señor por este testimonio, «por sus intenciones proféticas que han precedido y preparado los grandes cambios de la historia y los acontecimiento extraordinarios que vivió la Iglesia en el siglo XX».
En este sentido, mencionó la «valiente apertura ecuménica y la búsqueda del diálogo con las religiones», que han promovido los Focolares, definidos por Juan Pablo II en una de sus cartas como «apóstoles del diálogo», camino privilegiado para promover la unidad: diálogo dentro de la Iglesia católica, diálogo ecuménico, diálogo interreligioso, diálogo con los no creyentes.
Esta obra estaba testimoniada en la basílica por representantes cristianos, como el reverendo Martin Robra, del Consejo Ecuménico de las Iglesias; el metropolita Gennadios Zervos, de la Iglesia ortodoxa; el obispo de la Iglesia luterana Christian Krause; así como numerosos representantes de comunidades surgidas de la Reforma evangélica.
Participaban en el funeral, además, Lisa Palmieri, representante ante la Santa Sede del Comité Judío Americano; el imán Izak-El M. Pasha de la Mezquita de Harlem (Estados Unidos); el director del Centro Islámico Cultural de Roma, Abdulá Redouane; y el presidente de la Comunidad Islámica de Florencia, el imán Elzir Ezzedine.
El mundo budista estaba representado por el presidente del Consejo directivo de la Rissho Kosei Kai, Watanabe Yasutaka, y por el monje tailandés budista Phara-Maha Thongratana.
Entre los representantes de movimientos y nuevas comunidades eclesiales, se encontraba Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio; Ernesto Olivero, fundador del Servicio Misionero Juvenil; el padre Laurent Fabre, fundador de la comunidad Chemin Neuf; el padre Julián Carrón, presidente de Comunión y Liberación; y Salvatore Martinez, presidente de la Renovación en el Espíritu, de origen carismático.
Sobre el féretro de Chiara Lubich se colocaron tres claveles, para recordar el día en que decidió consagrarse a Dios en la iglesia del colegio de los Capuchinos en Trento, su ciudad natal. Era el 7 de diciembre de 1943 y Chiara, antes de llegar al colegio, compró tres claveles rojos para el crucifijo.
Para ver los videos haz click sobre cada una de las imagenes
Para ver las imagenes de televisión del funeral de Chiara Lubich haz click A Q U Í
ROMA, (ZENIT.org).- «Un canto al amor de Dios». Así ha definido el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI, la vida de Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolores, en su funeral celebrado este martes.
Miles de personas participaron dentro y fuera de la Basílica de San Pablo Extramuros de Roma en el rito fúnebre, en el que católicos, cristianos de otras confesiones, así como personas de diferentes religiones o no creyentes, rindieron tributo a la promotora de la unidad, fallecida a los 88 años, el pasado 14 de marzo.
Media hora de aplausos saludó al féretro de Chiara Lubich, pionera de esta realidad, que ella inició en 1943, esparcida en 182 países, con más de dos millones de adherentes y una irradiación entre varios millones de personas.
El cardenal Bertone, quien presidió las exequias, recordó en la homilía «el ardiente deseo por el encuentro con Cristo», que ha caracterizado toda la existencia de la fundadora.
«Y aún más intensamente los últimos meses y días, en los que se agravó la enfermedad, que la desnudó de toda energía física, llevándola a una subida paulatina del Calvario, culminada en el dulce regreso al seno del Padre».
«Ahora todo se ha verdaderamente cumplido --afirmó el secretario de Estado--: el sueño de los inicios se ha hecho verdad, el anhelo apasionado se ha saciado. Chiara encuentro a aquél que amó sin ver y, llena de alegría, puede exclamar: "Sí, ¡mi redentor está vivo!"».
«La vida de Chiara Lubich es un canto al amor de Dios, a Dios que es Amor», constató el purpurado italiano.
«No hay otro camino para conocer a Dios y para dar sentido y valor a la existencia. Sólo el Amor, el Amor divino, nos hace capaces de "engendrar" amor, de amar incluso a los enemigos. Esta es la novedad cristiana, en esto consiste todo el Evangelio».
«¿Cómo vivir el Amor?», se preguntó Bertone.
Tras la Última Cena, Jesús reza «para que todos sean uno»; «la oración de Cristo, por tanto, sostiene el camino de sus amigos de todos los tiempos», respondió.
«Su Espíritu suscita en la Iglesia testigos de Evangelio vivo; es Él, el Dios viviente, quien nos guía en las horas de tristeza y de duda, de dificultad y dolor. Quien se encomienda a Él no teme nada, ni el miedo de la travesía de mares tempestivos, ni los obstáculos ni ningún tipo de adversidad. Quien edifica la casa sobre Cristo, edifica sobre la roca del Amor que todo lo soporta, que todo lo vence».
La fundadora del Movimiento de los Focolares, «con estilo silencioso y humilde», no creó «instituciones de asistencia y de promoción humana», sino que se dedicó «a encender el fuego el amor de Dios en los corazones».
«Suscita personas que ellas mismas sean amor, que vivan el carisma de la unidad y de la comunión con Dios y con el prójimo; personas que difundan el amor-unidad, haciendo de sí mismos, de sus casas, de su trabajo un "hogar" [focolare, en italiano, ndt.], en el que ardiendo el amor contagia e incendia todo lo que está a su lado».
Esta misión, observó el cardenal, es posible para todos, pues el Evangelio «está al alcance de cada uno».
«La preciosísima llave para entrar en el Evangelio», para Chiara Lubich, «era la Virgen, y decidió precisamente encomendar a María su obra, llamándola precisamente Obra de María. "Quedará en la tierra como otra María --afirmó--: toda Evangelio, nada más que Evangelio, y dado que es Evangelio, no morirá».
El purpurado concluyó la homilía dando gracias al Señor por este testimonio, «por sus intenciones proféticas que han precedido y preparado los grandes cambios de la historia y los acontecimiento extraordinarios que vivió la Iglesia en el siglo XX».
En este sentido, mencionó la «valiente apertura ecuménica y la búsqueda del diálogo con las religiones», que han promovido los Focolares, definidos por Juan Pablo II en una de sus cartas como «apóstoles del diálogo», camino privilegiado para promover la unidad: diálogo dentro de la Iglesia católica, diálogo ecuménico, diálogo interreligioso, diálogo con los no creyentes.
Esta obra estaba testimoniada en la basílica por representantes cristianos, como el reverendo Martin Robra, del Consejo Ecuménico de las Iglesias; el metropolita Gennadios Zervos, de la Iglesia ortodoxa; el obispo de la Iglesia luterana Christian Krause; así como numerosos representantes de comunidades surgidas de la Reforma evangélica.
Participaban en el funeral, además, Lisa Palmieri, representante ante la Santa Sede del Comité Judío Americano; el imán Izak-El M. Pasha de la Mezquita de Harlem (Estados Unidos); el director del Centro Islámico Cultural de Roma, Abdulá Redouane; y el presidente de la Comunidad Islámica de Florencia, el imán Elzir Ezzedine.
El mundo budista estaba representado por el presidente del Consejo directivo de la Rissho Kosei Kai, Watanabe Yasutaka, y por el monje tailandés budista Phara-Maha Thongratana.
Entre los representantes de movimientos y nuevas comunidades eclesiales, se encontraba Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio; Ernesto Olivero, fundador del Servicio Misionero Juvenil; el padre Laurent Fabre, fundador de la comunidad Chemin Neuf; el padre Julián Carrón, presidente de Comunión y Liberación; y Salvatore Martinez, presidente de la Renovación en el Espíritu, de origen carismático.
Sobre el féretro de Chiara Lubich se colocaron tres claveles, para recordar el día en que decidió consagrarse a Dios en la iglesia del colegio de los Capuchinos en Trento, su ciudad natal. Era el 7 de diciembre de 1943 y Chiara, antes de llegar al colegio, compró tres claveles rojos para el crucifijo.
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"Este vehículo sufre síntomas de abandono..." / Autor: Arturo Guerra
El alma es algo vivo. Insiste. No puede reaccionar con la frialdad pasota del coche abandonado.
Caminaba otra vez por aquella calle de Barcelona. Como siempre una larga y compacta hilera de coches estacionados en batería contemplaban impávidos mi paso por la acera. Pero esa vez un viejo automóvil llamó mi atención. Descolorido, sucio y con muchas cicatrices, llevaba en el parabrisas -que alguna vez fue transparente- una pegatina fresca, redonda, de color amarillo chillante, y con un breve texto negro escrito en buen catalán. Comenzaba más o menos así:
“Aquest vehicle pateix símptomes d´abandonament…” ("este vehiculo padece sintomas de abandono")
Y la doctora pegatina continuaba explicando las consecuencias que acarrearía una agudización seria de los síntomas diagnosticados a la pobre creatura. O sea, que si en cuestión de unos cuantos días el propietario no venía y lo movía, aquel automóvil se lo llevarían al depósito de coches huérfanos. La cartulina terminaba citando con lujo de detalles el número, el folio, la barra, la fecha y el código secreto de la disposición municipal que autorizaba tamaña operación…
Modernas y civilizadas ciudades éstas en las que no pasa desapercibido a las autoridades competentes ningún infeliz vehículo que sufre en lámina propia el terrible abandono de su insensible e inhumano dueño…
Y es que así solemos ser los humanos con nuestras cosas. Cuando ya están viejas, o ya no nos gustan, o ya nos aburrieron, las arrinconamos. Las abandonamos. Es algo que venimos practicando desde niños con los juguetes de hace dos navidades…
Al fin y al cabo, las posesiones materiales terminan por oxidarse y estropearse; pero, luego, esto del abandono compulsivo, lo empezamos a aplicar también a un proyecto, a un trabajo, a un compromiso, a una amistad, o a la propia alma… Empezamos por arrinconarla. Sabemos que está ahí en el fondo pero en verdad nos importa poco. Con las prisas, con las ocupaciones, con los mil proyectos de cada día, termina metida en el baúl de las cosas etéreas, esas que no sabemos por dónde ni cómo agarrarlas…
Quizá de vez en cuando nos topamos con ella, y hasta nos dan ganas de desempolvarla, de dedicarle un tiempo, pero nos zambullimos de nuevo en el trajín diario y, ¡adiós alma!…
Y la cosa es que lo de vivir dormida como que no le va. El alma es algo vivo. Insiste. No puede reaccionar con la frialdad pasota del coche abandonado. Unas veces tímidamente intentará despertarnos. Otras veces nos tocará el hombro suavemente como intentando llamar nuestra atención.
O nos susurrará: “oye, ¿hoy sí tendrás un par de minutos para mí?" O nos intentará pedir ayuda. O nos dará ideas. O nos sugerirá comportamientos y decisiones. O nos pedirá cambios.
Otras veces, la muy inquieta, nos empezará a preguntar un montón de cosas serias en ese preciso momento en el que estamos totalmente enfrascados en resolver un problema tan vital y crucial como lo es lograr aparcar en el centro de la ciudad en zona gratuita a la hora punta… Y ¡anda!, que justo ahí, se le ocurre preguntarnos que si sabemos qué viene después de la vida, que a dónde vamos, que de dónde venimos, que para qué estamos en este mundo, que cuál es el sentido de todo esto…
Y cuando por falta de atención ya no puede más, el alma se sentirá débil, se pondrá pálida, respirará con dificultad, querrá gritar con todas las menguadas fuerzas que le quedan que el poco alimento que le damos la está matando…
Es entonces quizá cuando el Buen Fabricante de nuestra alma, usa un sistema parecido al de las pegatinas. Y es que no se resigna a que abandonemos sin más ese don tan precioso que puso en nuestras manos con muchísima ilusión allá en los inicios de la aventura de la vida.
Son medidas extraordinarias, de emergencia. Son como mensajes más directos. Avisos que necesitamos para reaccionar. Motivaciones más personales. Un problema particularmente difícil, una crisis, una caída, una sorpresa desagradable, una enfermedad que no cede, un imprevisto que lo rompe todo, un fracaso especialmente doloroso, una pérdida nunca imaginada…
Vicisitudes que Él permite sabiendo que nos pueden ayudar a despertar, reflexionar, recapacitar, cambiar, convertir… Oportunidades para darnos cuenta de que por ahí no, de que seguir así nos hará mucho daño, de que maltratarla es maltratarnos a nosotros mismos, porque sin el alma no podemos vivir pues es tan nuestra como el cuerpo.
En otros países, eso de la identificación de coches abandonados se complicaría más porque el 65% de los vehículos plenamente activos que siete días a la semana trotan despavoridos las calles, están en condición física tan deplorable que si los trajeran a aquella calle barcelonesa, seguro que a las dos horas de aparcados se ganan la pegatina… Pero en eso de las almas, Dios siempre nos sigue muy de cerca. Si no le hemos dejado entrar, ahí se queda, paciente, a la puerta, cubierto de rocío, pasando las noches del invierno oscuras.
Así que si algún día notamos una pegatina en el parabrisas de nuestra alma, no nos lo tomemos a mal. No es alguien que nos quiere fastidiar. Es Dios, quien con la urgencia de su amor quiere avisarnos en nuestro propio idioma que la nostra ànima aquesta pateix greus símptomes d’abandonament. Y que quizá mañana va a ser tarde para reaccionar.
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Fuente: Forum Libertas
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Otro articulo del autor:
Para entender la Iglesia, hay ponerse en zapato ajeno
http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=10400
Caminaba otra vez por aquella calle de Barcelona. Como siempre una larga y compacta hilera de coches estacionados en batería contemplaban impávidos mi paso por la acera. Pero esa vez un viejo automóvil llamó mi atención. Descolorido, sucio y con muchas cicatrices, llevaba en el parabrisas -que alguna vez fue transparente- una pegatina fresca, redonda, de color amarillo chillante, y con un breve texto negro escrito en buen catalán. Comenzaba más o menos así:
“Aquest vehicle pateix símptomes d´abandonament…” ("este vehiculo padece sintomas de abandono")
Y la doctora pegatina continuaba explicando las consecuencias que acarrearía una agudización seria de los síntomas diagnosticados a la pobre creatura. O sea, que si en cuestión de unos cuantos días el propietario no venía y lo movía, aquel automóvil se lo llevarían al depósito de coches huérfanos. La cartulina terminaba citando con lujo de detalles el número, el folio, la barra, la fecha y el código secreto de la disposición municipal que autorizaba tamaña operación…
Modernas y civilizadas ciudades éstas en las que no pasa desapercibido a las autoridades competentes ningún infeliz vehículo que sufre en lámina propia el terrible abandono de su insensible e inhumano dueño…
Y es que así solemos ser los humanos con nuestras cosas. Cuando ya están viejas, o ya no nos gustan, o ya nos aburrieron, las arrinconamos. Las abandonamos. Es algo que venimos practicando desde niños con los juguetes de hace dos navidades…
Al fin y al cabo, las posesiones materiales terminan por oxidarse y estropearse; pero, luego, esto del abandono compulsivo, lo empezamos a aplicar también a un proyecto, a un trabajo, a un compromiso, a una amistad, o a la propia alma… Empezamos por arrinconarla. Sabemos que está ahí en el fondo pero en verdad nos importa poco. Con las prisas, con las ocupaciones, con los mil proyectos de cada día, termina metida en el baúl de las cosas etéreas, esas que no sabemos por dónde ni cómo agarrarlas…
Quizá de vez en cuando nos topamos con ella, y hasta nos dan ganas de desempolvarla, de dedicarle un tiempo, pero nos zambullimos de nuevo en el trajín diario y, ¡adiós alma!…
Y la cosa es que lo de vivir dormida como que no le va. El alma es algo vivo. Insiste. No puede reaccionar con la frialdad pasota del coche abandonado. Unas veces tímidamente intentará despertarnos. Otras veces nos tocará el hombro suavemente como intentando llamar nuestra atención.
O nos susurrará: “oye, ¿hoy sí tendrás un par de minutos para mí?" O nos intentará pedir ayuda. O nos dará ideas. O nos sugerirá comportamientos y decisiones. O nos pedirá cambios.
Otras veces, la muy inquieta, nos empezará a preguntar un montón de cosas serias en ese preciso momento en el que estamos totalmente enfrascados en resolver un problema tan vital y crucial como lo es lograr aparcar en el centro de la ciudad en zona gratuita a la hora punta… Y ¡anda!, que justo ahí, se le ocurre preguntarnos que si sabemos qué viene después de la vida, que a dónde vamos, que de dónde venimos, que para qué estamos en este mundo, que cuál es el sentido de todo esto…
Y cuando por falta de atención ya no puede más, el alma se sentirá débil, se pondrá pálida, respirará con dificultad, querrá gritar con todas las menguadas fuerzas que le quedan que el poco alimento que le damos la está matando…
Es entonces quizá cuando el Buen Fabricante de nuestra alma, usa un sistema parecido al de las pegatinas. Y es que no se resigna a que abandonemos sin más ese don tan precioso que puso en nuestras manos con muchísima ilusión allá en los inicios de la aventura de la vida.
Son medidas extraordinarias, de emergencia. Son como mensajes más directos. Avisos que necesitamos para reaccionar. Motivaciones más personales. Un problema particularmente difícil, una crisis, una caída, una sorpresa desagradable, una enfermedad que no cede, un imprevisto que lo rompe todo, un fracaso especialmente doloroso, una pérdida nunca imaginada…
Vicisitudes que Él permite sabiendo que nos pueden ayudar a despertar, reflexionar, recapacitar, cambiar, convertir… Oportunidades para darnos cuenta de que por ahí no, de que seguir así nos hará mucho daño, de que maltratarla es maltratarnos a nosotros mismos, porque sin el alma no podemos vivir pues es tan nuestra como el cuerpo.
En otros países, eso de la identificación de coches abandonados se complicaría más porque el 65% de los vehículos plenamente activos que siete días a la semana trotan despavoridos las calles, están en condición física tan deplorable que si los trajeran a aquella calle barcelonesa, seguro que a las dos horas de aparcados se ganan la pegatina… Pero en eso de las almas, Dios siempre nos sigue muy de cerca. Si no le hemos dejado entrar, ahí se queda, paciente, a la puerta, cubierto de rocío, pasando las noches del invierno oscuras.
Así que si algún día notamos una pegatina en el parabrisas de nuestra alma, no nos lo tomemos a mal. No es alguien que nos quiere fastidiar. Es Dios, quien con la urgencia de su amor quiere avisarnos en nuestro propio idioma que la nostra ànima aquesta pateix greus símptomes d’abandonament. Y que quizá mañana va a ser tarde para reaccionar.
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Fuente: Forum Libertas
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Otro articulo del autor:
Para entender la Iglesia, hay ponerse en zapato ajeno
http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=10400
Carta de Benedicto XVI en el funeral de Chiara Lubich / Autor: Benedicto XVi
Da gracias a Dios por el don de la fundadora de los Focolares
Publicamos la carta que ha enviado Benedicto XVI al cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, durante los funerales de Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares (Obra de María), celebrado en la tarde de este martes, en la basílica de San Pablo Extramuros.
Al señor cardenal Tarcisio Bertone,
secretario de Estado
Participo espiritualmente en la solemne liturgia con la que la comunidad cristiana acompaña a Chiara Lubich en su despedida de esta tierra para entrar en el seno del Padre celestial. Renuevo con afecto mi profundo pésame a los responsables de toda la Obra de María - Movimiento de los Focolares, así como a quienes han colaborado con esta generosa testigo de Cristo, que se ha entregado sin reservas por la difusión del mensaje evangélico en todo ámbito de la sociedad contemporánea, siempre atenta a los «signos de los tiempos».
Hay muchos motivos para dar gracias al Señor por el don que ha hecho a la Iglesia en esta mujer de fe intrépida, mansa mensajera de esperanza y de paz, fundadora de una gran familia espiritual que abarca campos múltiples de evangelización.
Sobre todo quisiera dar gracias a Dios por el servicio que Chiara ha ofrecido a la Iglesia: un servicio silencioso e incisivo, siempre en sintonía con el magisterio de la Iglesia: «Los Papas --decía-- siempre nos han comprendido». Esto porque Chiara y la Obra de María siempre han tratado de responder con dócil fidelidad a cada uno de sus llamamientos y deseos.
El vínculo ininterrumpido con mis venerados predecesores, desde el siervo de Dios Pío XII y el beato Juan XXIII a los siervos de Dios Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, es un testimonio concreto. El pensamiento del Papa era para ella una guía segura de orientación. Es más, al ver las iniciativas que ha suscitado, se podría incluso afirmar que tenía casi la profética capacidad de intuirlo y de actuarlo de manera anticipada.
Su herencia pasa ahora a su familia espiritual: que la Virgen María, modelo constante de referencia para Chiara, ayude a cada focolarino y focolarina a seguir por el mismo camino, contribuyendo a hacer que la Iglesia sea cada vez más casa y escuela de comunión, como escribió el querido Juan Pablo II tras el Jubileo del Año 2000.
Que el Dios de la esperanza acoja el alma de nuestra hermana, consuele y apoye el compromiso de quienes recogen su testamento espiritual. Por esta intención, aseguro un recuerdo particular en la oración, mientras envío a todos los presentes en el rito sagrado la bendición apostólica.
Vaticano, 18 de marzo de 2008
Benedictus PP XVI
................,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,.......
[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina
© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]
Publicamos la carta que ha enviado Benedicto XVI al cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, durante los funerales de Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares (Obra de María), celebrado en la tarde de este martes, en la basílica de San Pablo Extramuros.
Al señor cardenal Tarcisio Bertone,
secretario de Estado
Participo espiritualmente en la solemne liturgia con la que la comunidad cristiana acompaña a Chiara Lubich en su despedida de esta tierra para entrar en el seno del Padre celestial. Renuevo con afecto mi profundo pésame a los responsables de toda la Obra de María - Movimiento de los Focolares, así como a quienes han colaborado con esta generosa testigo de Cristo, que se ha entregado sin reservas por la difusión del mensaje evangélico en todo ámbito de la sociedad contemporánea, siempre atenta a los «signos de los tiempos».
Hay muchos motivos para dar gracias al Señor por el don que ha hecho a la Iglesia en esta mujer de fe intrépida, mansa mensajera de esperanza y de paz, fundadora de una gran familia espiritual que abarca campos múltiples de evangelización.
Sobre todo quisiera dar gracias a Dios por el servicio que Chiara ha ofrecido a la Iglesia: un servicio silencioso e incisivo, siempre en sintonía con el magisterio de la Iglesia: «Los Papas --decía-- siempre nos han comprendido». Esto porque Chiara y la Obra de María siempre han tratado de responder con dócil fidelidad a cada uno de sus llamamientos y deseos.
El vínculo ininterrumpido con mis venerados predecesores, desde el siervo de Dios Pío XII y el beato Juan XXIII a los siervos de Dios Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, es un testimonio concreto. El pensamiento del Papa era para ella una guía segura de orientación. Es más, al ver las iniciativas que ha suscitado, se podría incluso afirmar que tenía casi la profética capacidad de intuirlo y de actuarlo de manera anticipada.
Su herencia pasa ahora a su familia espiritual: que la Virgen María, modelo constante de referencia para Chiara, ayude a cada focolarino y focolarina a seguir por el mismo camino, contribuyendo a hacer que la Iglesia sea cada vez más casa y escuela de comunión, como escribió el querido Juan Pablo II tras el Jubileo del Año 2000.
Que el Dios de la esperanza acoja el alma de nuestra hermana, consuele y apoye el compromiso de quienes recogen su testamento espiritual. Por esta intención, aseguro un recuerdo particular en la oración, mientras envío a todos los presentes en el rito sagrado la bendición apostólica.
Vaticano, 18 de marzo de 2008
Benedictus PP XVI
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[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina
© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]
Premian a obstetriz peruana por salvar a joven madre discapacitada y su hija no nacida
Ivonne Arriaga Castañeda (a la izquierda)
LIMA,(ACI).- El Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social (MIMDES) condecoró a diez destacadas mujeres peruanas en mérito a su desempeño y labor en diversos campos sociales y económicos. Una de las condecoradas fue Ivonne Arriaga Castañeda, una dedicada obstetriz del departamento de Huánuco que salvó con tenacidad la vida de una joven madre discapacitada y su hija no nacida.
Ivonne trabaja en el Centro de Salud de Acomayo, Huánuco, y hace un año descubrió en el aislado poblado de Vervenapampa el dramático caso de Jovita Jara, una joven de 20 años de edad con retardo mental leve que no tiene piernas, padecía anemia y estaba embarazada.
Ivonne caminó varias veces los 15 kilómetros entre Acomayo y Vervenapampa para visitar a Jovita y convencer a sus padres, unos humildes campesinos, sobre la urgencia de que la joven recibiera atención médica durante el resto del embarazo y someterla luego a una cesárea.
"Tenaz, sin hacer caso a las iniciales negativas familiares, Ivonne vuelve una y otra vez a Vervenapampa. Vuelve a la carga con varios argumentos y un solo objetivo: salvar a Jovita. Finalmente triunfa y el papá, con Jovita en sus hombros, camina los 15 kilómetros hasta el centro de salud. Jovita recibe las acciones pre-natales y el 22 de junio nace Noemí por cesárea", sostiene el sitio web del MIMDES.
Ivonne ganó el concurso Orden al Mérito de la Mujer 2008, en la categoría Acción Heroica, gracias a sus compañeras de trabajo que la postularon y los votos de unas 30mil personas que se conmovieron con su historia
LIMA,(ACI).- El Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social (MIMDES) condecoró a diez destacadas mujeres peruanas en mérito a su desempeño y labor en diversos campos sociales y económicos. Una de las condecoradas fue Ivonne Arriaga Castañeda, una dedicada obstetriz del departamento de Huánuco que salvó con tenacidad la vida de una joven madre discapacitada y su hija no nacida.
Ivonne trabaja en el Centro de Salud de Acomayo, Huánuco, y hace un año descubrió en el aislado poblado de Vervenapampa el dramático caso de Jovita Jara, una joven de 20 años de edad con retardo mental leve que no tiene piernas, padecía anemia y estaba embarazada.
Ivonne caminó varias veces los 15 kilómetros entre Acomayo y Vervenapampa para visitar a Jovita y convencer a sus padres, unos humildes campesinos, sobre la urgencia de que la joven recibiera atención médica durante el resto del embarazo y someterla luego a una cesárea.
"Tenaz, sin hacer caso a las iniciales negativas familiares, Ivonne vuelve una y otra vez a Vervenapampa. Vuelve a la carga con varios argumentos y un solo objetivo: salvar a Jovita. Finalmente triunfa y el papá, con Jovita en sus hombros, camina los 15 kilómetros hasta el centro de salud. Jovita recibe las acciones pre-natales y el 22 de junio nace Noemí por cesárea", sostiene el sitio web del MIMDES.
Ivonne ganó el concurso Orden al Mérito de la Mujer 2008, en la categoría Acción Heroica, gracias a sus compañeras de trabajo que la postularon y los votos de unas 30mil personas que se conmovieron con su historia
El testimonio del médico sobre los últimos días de Chiara Lubich
*El homenaje de miles de personas a la fundadora de los Focolares
*Entre las personalidades venidas a rendirle homenaje a Chiara, el Card. Rylko y algunos responsables de Movimientos y Comunidades Eclesiales
*Han llegado además mensajes del Presidente de la República Giorgio Napolitano y del Presidente de la CEI, Card. Bagnasco.
En un clima denso de serenidad, conmoción y oración, es continuo el flujo de personas de todas las edades que vienen a rendir homenaje a Chiara Lubich. En la capilla ardiente, preparada en la sala de encuentros del Centro Internacional de los Focolares en Rocca di Papa, Chiara se encuentra acomodada en el centro de la sala, rodeada por muchísimas flores. Detrás de ella un icono de María con el Niño Jesús, regalo del Papa Juan Pablo II.
Entre las personalidades: un testigo de los últimos 30-40 días de su vida en el Policlínico Gemelli, el Dr. Salvatore Valente, titular de la Cátedra de Neumología quien le hizo el tratamiento: “En este tiempo Chiara ha soportado, ha tolerado todos los sufrimientos con una serenidad, con una participación constructiva, verdaderamente conmovedora. Muchas veces el sufrimiento es sólo un peso doloroso. En cambio ella ha mantenido una mirada serena que me ha impresionado muchísimo. Hasta el momento del “pasaje”.
También el Card. Stanislao Rylko, Presidente del Consejo Pontificio para los Laicos ha querido subir a Rocca di Papa: “He tenido varios encuentros con Chiara: el último con ocasión de las fiestas de Navidad. Pero cada encuentro con ella ha sido para mi vida un acontecimiento que ha dejado unas huellas muy profundas. Era una persona que, con su entusiasmo por las cosas de Dios, contagiaba a todos sus interlocutores”. El Cardenal ha dejado un mensaje a sus hijos espirituales: “lleven adelante esta llama del Carisma con mucha valentía: es una historia, en la Iglesia, que no se cierra, sino que se abre”. También el Subsecretario del Consejo Pontificio, Guzmán Carriquiry, vino personalmente.
Andrea Riccardi, de la Comunidad de San Egidio expresó, como fundador, una impresión personal: “Chiara me ha enseñado la dignidad del carisma, su valor, que es la cosa más preciosa que tenemos” y agregó “Chiara es de todos: es de la Iglesia, es también de la gente de otras religiones, Chiara es del mundo, porque ha sido de Jesús. Ahora que está en silencio debemos aprender a escucharla mejor y la podremos escuchar sólo si hacemos unidad entre nosotros”.
Salvatore Martínez, coordinador nacional de la Renovación Carismática italiana afirmó: “La herencia de Chiara es una herencia de amor signo de una maternidad espiritual de la cual todos nosotros laicos estamos agradecidos”. Resaltó el testimonio de esta mujer “que no se ha detenido ante los desafíos de la secularización y de los antagonismos culturales, ideológicos y religiosos”.
Permanecieron en oración ante Chiara también Frère Alois, el prior de la Comunidad de Taizé, sucesor de Fr. Roger, junto a dos hermanos. “Nosotros en Taizé –dijo Fr. Alois- damos gracias a Dios por la vida de Chiara. Es una luz para nosotros. Y esta luz permanece entre nosotros”. Y recordó “la gran estima y el gran amor que Fr. Roger sentía por ella”.
Mientras tanto siguen llegando mensajes de todo el mundo de personalidades políticas y religiosas:
El presidente de la República italiana Giorgio Napoletano define a Chiara Lubich como “una de las figuras más representativas del diálogo interreligioso e intercultural, una voz fecunda y límpida en el debate contemporáneo. Ha sabido fundar –se lee- un Movimiento entre los más extensos del mundo, en grado de confrontarse con espíritu abierto, con el mundo laico sobre la base de la supremacía de los ideales humanos de la solidaridad, la justicia y la paz entre los pueblos y naciones”.
El telegrama de la Conferencia Episcopal Italiana firmado por el Presidente Card. Bagnasco y por el Secretario General Mons. Betori, habla de la experiencia de Chiara, como de “una experiencia de comunión que enriquece la vida de la Iglesia en Italia y en el mundo”. Y recuerda “con particular reconocimiento la fuerza de su testimonio que ha propuesto un camino de fe fundado en el principio de la unidad, fuente en la Iglesia y en el mundo de itinerarios de vida bajo el signo de la plenitud de la alegría”.
Muchos los testimonios de fundadores y presidentes de Movimientos y nuevas Comunidades con los que Chiara tenía una relación muy profunda, en especial a partir de 1998 cuando Juan Pablo II los había invitado a la comunión recíproca. Citamos sólo dos:
La comunidad del Padre Benzi en las palabras del sucesor Paolo Ramonda, expresa la gratitud “por su amor por los otros Movimientos, asociaciones y nuevas comunidades para los que Chiara era una conductora incansable hacia la comunión”.
El Padre Julio Carrón, sucesor del Padre Giussani guía de la Fraternidad de Comunión y Liberación, en una carta “recuerda los largos años de amistad con el Padre Giussani. Habla de su Carisma “suscitado para hacer vivo el acontecimiento cristiano como luz que sostiene la esperanza”.
Oreste Basso, copresidente de1os Focolares, ha explicado a HM Televisión que «por una parte es el momento más bonito porque Chiara está en el Paraíso y nosotros estamos todavía aquí, nos abre el camino, por esto nos toca seguirla, no con palabras sino haciendo bien las cosas, con la vida. Es necesario un testimonio siguiendo lo que ella ha hecho, siguiendo lo que ella ha vivido, no hay otra, lo más bonito es vivir lo que Chiara ha vivido, la vida del amor, la vida de la unidad, la vida del amor recíproco».
Angela Punzi, focolar, ha relatado así sus últimas horas: «Antes de venir a casa, dos días antes, decía que sentía mucho la presencia de María y estaba muy serena y daba serenidad a todos los que estaban alrededor de ella...»
Horas antes de morir, explica, «yo le besé la mano. Otra le dio las gracias, otro le dijo: "mira prontito estarás en el seno del Padre para siempre". Y ella contesto: "sí". Porque estaba muy alerta aunque estaba tan mal. Y a las dos [en la madrugada del 14 de marzo] se fue tan suavemente», añade Punzi.
El funeral tiene lugar este martes en la basílica de San Pablo Extramuros presidido por el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado. Chiara Lubich será enterrada en Rocca di Papa junto a Igino Giordani, cofundador de los Focolares en proceso de beatificación. Se espera la participación en el entierro de decenas de miles de personas. Antes del funeral habrá una hora de oración y cantos típicos de los focolares, así como testimonios de personas de otras confesiones y religiones.
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Fuente: http://www.focolare.org/ y http://www.zenit.org/
El Amor de Dios recibido de Chiara Lubich se manifiesta en su despedida: un saludo a Chiara
Para ver los videos haz clik sobre las imagenes
*Entre las personalidades venidas a rendirle homenaje a Chiara, el Card. Rylko y algunos responsables de Movimientos y Comunidades Eclesiales
*Han llegado además mensajes del Presidente de la República Giorgio Napolitano y del Presidente de la CEI, Card. Bagnasco.
En un clima denso de serenidad, conmoción y oración, es continuo el flujo de personas de todas las edades que vienen a rendir homenaje a Chiara Lubich. En la capilla ardiente, preparada en la sala de encuentros del Centro Internacional de los Focolares en Rocca di Papa, Chiara se encuentra acomodada en el centro de la sala, rodeada por muchísimas flores. Detrás de ella un icono de María con el Niño Jesús, regalo del Papa Juan Pablo II.
Entre las personalidades: un testigo de los últimos 30-40 días de su vida en el Policlínico Gemelli, el Dr. Salvatore Valente, titular de la Cátedra de Neumología quien le hizo el tratamiento: “En este tiempo Chiara ha soportado, ha tolerado todos los sufrimientos con una serenidad, con una participación constructiva, verdaderamente conmovedora. Muchas veces el sufrimiento es sólo un peso doloroso. En cambio ella ha mantenido una mirada serena que me ha impresionado muchísimo. Hasta el momento del “pasaje”.
También el Card. Stanislao Rylko, Presidente del Consejo Pontificio para los Laicos ha querido subir a Rocca di Papa: “He tenido varios encuentros con Chiara: el último con ocasión de las fiestas de Navidad. Pero cada encuentro con ella ha sido para mi vida un acontecimiento que ha dejado unas huellas muy profundas. Era una persona que, con su entusiasmo por las cosas de Dios, contagiaba a todos sus interlocutores”. El Cardenal ha dejado un mensaje a sus hijos espirituales: “lleven adelante esta llama del Carisma con mucha valentía: es una historia, en la Iglesia, que no se cierra, sino que se abre”. También el Subsecretario del Consejo Pontificio, Guzmán Carriquiry, vino personalmente.
Andrea Riccardi, de la Comunidad de San Egidio expresó, como fundador, una impresión personal: “Chiara me ha enseñado la dignidad del carisma, su valor, que es la cosa más preciosa que tenemos” y agregó “Chiara es de todos: es de la Iglesia, es también de la gente de otras religiones, Chiara es del mundo, porque ha sido de Jesús. Ahora que está en silencio debemos aprender a escucharla mejor y la podremos escuchar sólo si hacemos unidad entre nosotros”.
Salvatore Martínez, coordinador nacional de la Renovación Carismática italiana afirmó: “La herencia de Chiara es una herencia de amor signo de una maternidad espiritual de la cual todos nosotros laicos estamos agradecidos”. Resaltó el testimonio de esta mujer “que no se ha detenido ante los desafíos de la secularización y de los antagonismos culturales, ideológicos y religiosos”.
Permanecieron en oración ante Chiara también Frère Alois, el prior de la Comunidad de Taizé, sucesor de Fr. Roger, junto a dos hermanos. “Nosotros en Taizé –dijo Fr. Alois- damos gracias a Dios por la vida de Chiara. Es una luz para nosotros. Y esta luz permanece entre nosotros”. Y recordó “la gran estima y el gran amor que Fr. Roger sentía por ella”.
Mientras tanto siguen llegando mensajes de todo el mundo de personalidades políticas y religiosas:
El presidente de la República italiana Giorgio Napoletano define a Chiara Lubich como “una de las figuras más representativas del diálogo interreligioso e intercultural, una voz fecunda y límpida en el debate contemporáneo. Ha sabido fundar –se lee- un Movimiento entre los más extensos del mundo, en grado de confrontarse con espíritu abierto, con el mundo laico sobre la base de la supremacía de los ideales humanos de la solidaridad, la justicia y la paz entre los pueblos y naciones”.
El telegrama de la Conferencia Episcopal Italiana firmado por el Presidente Card. Bagnasco y por el Secretario General Mons. Betori, habla de la experiencia de Chiara, como de “una experiencia de comunión que enriquece la vida de la Iglesia en Italia y en el mundo”. Y recuerda “con particular reconocimiento la fuerza de su testimonio que ha propuesto un camino de fe fundado en el principio de la unidad, fuente en la Iglesia y en el mundo de itinerarios de vida bajo el signo de la plenitud de la alegría”.
Muchos los testimonios de fundadores y presidentes de Movimientos y nuevas Comunidades con los que Chiara tenía una relación muy profunda, en especial a partir de 1998 cuando Juan Pablo II los había invitado a la comunión recíproca. Citamos sólo dos:
La comunidad del Padre Benzi en las palabras del sucesor Paolo Ramonda, expresa la gratitud “por su amor por los otros Movimientos, asociaciones y nuevas comunidades para los que Chiara era una conductora incansable hacia la comunión”.
El Padre Julio Carrón, sucesor del Padre Giussani guía de la Fraternidad de Comunión y Liberación, en una carta “recuerda los largos años de amistad con el Padre Giussani. Habla de su Carisma “suscitado para hacer vivo el acontecimiento cristiano como luz que sostiene la esperanza”.
Oreste Basso, copresidente de1os Focolares, ha explicado a HM Televisión que «por una parte es el momento más bonito porque Chiara está en el Paraíso y nosotros estamos todavía aquí, nos abre el camino, por esto nos toca seguirla, no con palabras sino haciendo bien las cosas, con la vida. Es necesario un testimonio siguiendo lo que ella ha hecho, siguiendo lo que ella ha vivido, no hay otra, lo más bonito es vivir lo que Chiara ha vivido, la vida del amor, la vida de la unidad, la vida del amor recíproco».
Angela Punzi, focolar, ha relatado así sus últimas horas: «Antes de venir a casa, dos días antes, decía que sentía mucho la presencia de María y estaba muy serena y daba serenidad a todos los que estaban alrededor de ella...»
Horas antes de morir, explica, «yo le besé la mano. Otra le dio las gracias, otro le dijo: "mira prontito estarás en el seno del Padre para siempre". Y ella contesto: "sí". Porque estaba muy alerta aunque estaba tan mal. Y a las dos [en la madrugada del 14 de marzo] se fue tan suavemente», añade Punzi.
El funeral tiene lugar este martes en la basílica de San Pablo Extramuros presidido por el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado. Chiara Lubich será enterrada en Rocca di Papa junto a Igino Giordani, cofundador de los Focolares en proceso de beatificación. Se espera la participación en el entierro de decenas de miles de personas. Antes del funeral habrá una hora de oración y cantos típicos de los focolares, así como testimonios de personas de otras confesiones y religiones.
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Fuente: http://www.focolare.org/ y http://www.zenit.org/
El Amor de Dios recibido de Chiara Lubich se manifiesta en su despedida: un saludo a Chiara
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Meditación sobre el Viernes Santo: la heroica lección de amor / Autora: Chiara lubich
Publicamos la meditación que escribió Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, para los lectores de Zenit con motivo del Viernes Santo del año 2000, jubileo de la encarnación de Jesús.
* * *
Lo había dado todo: una vida al lado de María, en medio de las incomodidades y en la obediencia. Tres años de predicación revelando la Verdad, dando testimonio del Padre, prometiendo el Espíritu Santo y haciendo toda clase de milagros de amor.
Tres horas en la cruz, desde la cual perdona a los verdugos, abre el Paraíso al ladrón, nos da a su Madre y, finalmente, su Cuerpo y su Sangre después de habérnoslos dado místicamente, en la Eucaristía. Le quedaba la divinidad.
Su unión con el Padre, la dulcísima e inefable unión con Él, que lo había hecho tan potente en la tierra, como Hijo de Dios, y aún en la cruz mostraba su realeza, este sentimiento de la presencia de Dios, debía ir desapareciendo en el fondo de su alma, hasta no sentirlo más; separarlo de algún modo de Aquel del que dijo que era una sola cosa con Él: "El Padre y yo somos una sola cosa" (Jn 10, 30). En Él, el amor estaba anulado, la luz apagada; la sabiduría callaba.
Se hacía nada, entonces, para hacernos partícipes del Todo; gusano de la tierra (Salmo 22, 7), para hacernos hijos de Dios. Estábamos separados del Padre. Era necesario que el Hijo, en el que todos nos encontrábamos, probara la separación del Padre. Tenía que experimentar el abandono de Dios para que nosotros nunca más nos sintiéramos abandonados. Él había enseñado que nadie tiene mayor caridad de quien da la vida por los amigos. Él, la Vida, daba todo de sí. Era el punto culminante, la expresión más bella del amor.
Su rostro está detrás de todos los aspectos dolorosos de la vida; cada uno de ellos es Él.
Sí, porque Jesús que grita el abandono es la figura del mudo: ya no sabe hablar.
Es la figura del ciego: no ve; del sordo: no oye.
Es el cansado que se queja.
Roza la desesperación.
Es el hambriento de unión con Dios.
Es la figura del desilusionado, del traicionado, parece haber fracasado.
Es miedoso, tímido, desorientado.
Jesús abandonado es la tiniebla, la melancolía, el contraste, la figura de todo lo que es raro, indefinible, que parece monstruoso, porque es un Dios que pide ayuda. Es el solitario, el desamparado. Parece inútil, un descartado, trastornado. Lo podemos ver en cada hermano que sufre. Acercándonos a los que se parecen a Él, podemos hablarles de Jesús abandonado.
A los que se descubren semejantes a Él y aceptan compartir su suerte, Él se convierte, para el mudo, la palabra; para quien no sabe, la respuesta; para el ciego, la luz; para el sordo, la voz; para el cansado, el descanso; para el desesperado, la esperanza; para el separado, la unidad; para el inquieto, la paz. Con Él, las personas se transforman y lo absurdo del dolor adquiere sentido.
Él había gritado el por qué, al que nadie había dado respuesta, para que tuviéramos la respuesta a cada porqué.
El problema de la vida humana es el dolor. Cualquier tipo de dolor, por más terrible que sea, sabemos que Jesús lo ha hecho suyo y transforma, por una alquimia divina, el dolor en amor.
Por experiencia puedo decir que apenas nos alegramos de un dolor, para ser como Él y luego seguimos amando haciendo la voluntad de Dios, el dolor, si es espiritual desaparece, y si es físico se convierte en yugo suave.
Nuestro amor puro en contacto con el dolor, lo transforma en amor; en cierto modo lo diviniza, casi continuando en nosotros --si así podemos decir-- la divinización que Jesús hizo del dolor.
Y después de cada encuentro con Jesús abandonado, amado, encuentro a Dios de un modo nuevo, más cara a cara, más evidente, en una unidad más plena.
La luz y la alegría vuelven y, con la alegría, la paz que es fruto del Espíritu.
La luz, la alegría, la paz que nacen del dolor amado impactan y conquistan a las personas más difíciles. Clavados en la cruz se es madre y padre de almas. La máxima fecundidad es el efecto.
Como escribe Olivier Clément «el abismo, que por un instante abrió aquel grito, se ve colmado por el gran soplo de la resurrección».
Se anula cualquier tipo de desunión, la separación y las rupturas son sanadas, resplandece la fraternidad universal, da lugar a milagros de resurrección, nace una nueva primavera en la Iglesia y en la humanidad.
Para ver la meditación em video haz click sobre la imagen
* * *
Lo había dado todo: una vida al lado de María, en medio de las incomodidades y en la obediencia. Tres años de predicación revelando la Verdad, dando testimonio del Padre, prometiendo el Espíritu Santo y haciendo toda clase de milagros de amor.
Tres horas en la cruz, desde la cual perdona a los verdugos, abre el Paraíso al ladrón, nos da a su Madre y, finalmente, su Cuerpo y su Sangre después de habérnoslos dado místicamente, en la Eucaristía. Le quedaba la divinidad.
Su unión con el Padre, la dulcísima e inefable unión con Él, que lo había hecho tan potente en la tierra, como Hijo de Dios, y aún en la cruz mostraba su realeza, este sentimiento de la presencia de Dios, debía ir desapareciendo en el fondo de su alma, hasta no sentirlo más; separarlo de algún modo de Aquel del que dijo que era una sola cosa con Él: "El Padre y yo somos una sola cosa" (Jn 10, 30). En Él, el amor estaba anulado, la luz apagada; la sabiduría callaba.
Se hacía nada, entonces, para hacernos partícipes del Todo; gusano de la tierra (Salmo 22, 7), para hacernos hijos de Dios. Estábamos separados del Padre. Era necesario que el Hijo, en el que todos nos encontrábamos, probara la separación del Padre. Tenía que experimentar el abandono de Dios para que nosotros nunca más nos sintiéramos abandonados. Él había enseñado que nadie tiene mayor caridad de quien da la vida por los amigos. Él, la Vida, daba todo de sí. Era el punto culminante, la expresión más bella del amor.
Su rostro está detrás de todos los aspectos dolorosos de la vida; cada uno de ellos es Él.
Sí, porque Jesús que grita el abandono es la figura del mudo: ya no sabe hablar.
Es la figura del ciego: no ve; del sordo: no oye.
Es el cansado que se queja.
Roza la desesperación.
Es el hambriento de unión con Dios.
Es la figura del desilusionado, del traicionado, parece haber fracasado.
Es miedoso, tímido, desorientado.
Jesús abandonado es la tiniebla, la melancolía, el contraste, la figura de todo lo que es raro, indefinible, que parece monstruoso, porque es un Dios que pide ayuda. Es el solitario, el desamparado. Parece inútil, un descartado, trastornado. Lo podemos ver en cada hermano que sufre. Acercándonos a los que se parecen a Él, podemos hablarles de Jesús abandonado.
A los que se descubren semejantes a Él y aceptan compartir su suerte, Él se convierte, para el mudo, la palabra; para quien no sabe, la respuesta; para el ciego, la luz; para el sordo, la voz; para el cansado, el descanso; para el desesperado, la esperanza; para el separado, la unidad; para el inquieto, la paz. Con Él, las personas se transforman y lo absurdo del dolor adquiere sentido.
Él había gritado el por qué, al que nadie había dado respuesta, para que tuviéramos la respuesta a cada porqué.
El problema de la vida humana es el dolor. Cualquier tipo de dolor, por más terrible que sea, sabemos que Jesús lo ha hecho suyo y transforma, por una alquimia divina, el dolor en amor.
Por experiencia puedo decir que apenas nos alegramos de un dolor, para ser como Él y luego seguimos amando haciendo la voluntad de Dios, el dolor, si es espiritual desaparece, y si es físico se convierte en yugo suave.
Nuestro amor puro en contacto con el dolor, lo transforma en amor; en cierto modo lo diviniza, casi continuando en nosotros --si así podemos decir-- la divinización que Jesús hizo del dolor.
Y después de cada encuentro con Jesús abandonado, amado, encuentro a Dios de un modo nuevo, más cara a cara, más evidente, en una unidad más plena.
La luz y la alegría vuelven y, con la alegría, la paz que es fruto del Espíritu.
La luz, la alegría, la paz que nacen del dolor amado impactan y conquistan a las personas más difíciles. Clavados en la cruz se es madre y padre de almas. La máxima fecundidad es el efecto.
Como escribe Olivier Clément «el abismo, que por un instante abrió aquel grito, se ve colmado por el gran soplo de la resurrección».
Se anula cualquier tipo de desunión, la separación y las rupturas son sanadas, resplandece la fraternidad universal, da lugar a milagros de resurrección, nace una nueva primavera en la Iglesia y en la humanidad.
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