Camino Católico.- Conchi Vaquero Callejas, laica casada y madre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida, profundiza en esta meditación de la Palabra de Dios en las actitudes que nos hacen vivir la vida cotidiana poco cimentada en la fe, lo que nos lleva a preguntarnos ante cualquier dificultad: «¿Dónde está Dios?». En la meditación se hace una oración para que el Señor venga a todos los momentos en que no hemos comprendido su presunto silencio cuando en realidad Él estaba a nuestro lado sosteniéndonos. Conchi Vaquero pertenece también al grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde fue grabada en directo esta charla, el lunes 13 de diciembre de 2010.
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martes, 17 de diciembre de 2019
lunes, 21 de febrero de 2011
Soledad Pérez de Ayala: 5 años viviendo un cáncer unida y entregada al Señor en oración
El testimonio póstumo escrito y en vídeo de una mujer, que ha muerto el domingo 13 de febrero de 2011, mostrando la fecundidad del sufrimiento si es llevado al corazón de Dios:
* "Y he llegado a preguntarme si debo desear sanar, pues la dulzura de estar con Él me hace pensar en la vida eterna. En la enfermedad siento que el Maestro está conmigo, viviendo los momentos difíciles, y yo con Él participando así de su Cruz. Por eso, la enfermedad es dulce, pues le tengo a Él, le he descubierto a Él en mí. Y yo empiezo a vivir aquí en la tierra, sin mérito mío, las dulzuras de estar con Él en el cielo"
* "Le pido al Señor que me enseñe a vivir el día, sabiendo que no sé si cuento con el mañana. La respuesta, como siempre, está en el amor. Después de tantos años de ejercicios espirituales, de meditar el Principio y fundamento, me han tenido que atar a una camilla de hospital para entender que un minuto de cansancio extremo, o de simplemente mirar el horizonte, dan gloria a Dios si se ofrecen por amor; que el objetivo de la vida no es ganar dinero, ni una vida exitosa, sino amar, amar, amar, y dejarme amar, dejarme amar, dejarme amar. Y confiar, vivir el día, vivir en cristiano, y transmitir a mi gente, en esta sociedad occidental tan triste y materializada, la alegría del Crucificado (por eso sonríe el Cristo de Javier)"
21 de febrero de 2011.- En el mes de febrero de 2008 publicamos el testimonio escrito de Soledad Pérez de Ayala Becerril contado por ella misma de su experiencia de crecimiento en la relación con Dios, después que en 2006 le diagnosticaron un cáncer. Paralelamente el sacerdote Javier Alonso le realizó una entrevista testimonial en Popular Tv. Soledad ha muerto el domingo 13 de febrero de 2011.
Reproducimos aquí nuevamente el testimonio escrito y el vídeo que son totalmente vigentes de una experiencia prolongada de una entrega diaria a Dios del sufrimiento producido por la enfermedad que se vio agravada por una metástasis en los huesos desde junio de 2007. La protagonista de este testimonio póstumo, Soledad Pérez de Ayala Becerril, es madre de familia y era profesora titular de Filología Inglesa de la Universidad Complutense (Madrid). Ha vivido su vida cristiana como congregante mariana de la Congregación Mariana “Mater Salvatoris”. Leer testimonio y ver vídeo...
jueves, 30 de diciembre de 2010
Joni Seith, judía convertida al catolicismo, transformada por el Señor en el dolor y la enfermedad
* "Me casé con el hombre que Dios había elegido como mi esposo. Los "especialistas" nos dijeron que probablemente no seríamos capaces de concebir un hijo a causa de la endometriosis. Pero por la gracia de Dios concebí y di a luz a mis cuatro hermosas bendiciones"
* "A continuación la endometriosis se hizo tan debilitante que tuvieron que hacerme una histerectomía completa a la edad de treinta y dos años. Allí los doctores descubrieron que mi densidad ósea era la de una mujer de ochenta años de edad. A partir de ese momento, mi cuerpo parecía desmoronarse. En octubre de 1994, sabía que algo iba a ocurrir y tuve miedo. Todo mi cuerpo me dolía. Un día fui a misa y después de la Comunión le pedí a Dios que me sanara...."¡Oh Dios, si me sanas, cuánto bien podría hacer por ti!" Recé con todo mi corazón. "Joni, cuanto más débil seas, más podré trabajar a través de ti", fue la respuesta de Dios"
30 de diciembre de 2010.- (Joni Seith / Buscando Unidad) "¿Qué hace una buena chica judía en un lugar como éste?" Es lo que a menudo pienso, cuando tengo un momento de tranquilidad entre los clientes. Debe ser el sentido del humor de Dios. Yo, una chica judía vistiendo la camiseta de un grupo católico. "¿Cómo sucedió esto?" A menudo me preguntan. Mi respuesta: “Don de Dios abrumadora gracia de fe, amor y misericordia!" Mi nombre es Joni, se pronuncia como "Johnny". Por lo general, cuando digo mi nombre, encuentro siempre la misma reacción:"¿Te llamas así?” Johnny es nombre de chico."Es con ésta respuesta que mi historia comienza. . .
Nací la menor de dos hijas a Elaine y Stanley Felser, una pareja judía de Pittsburgh. En la tradición judía, los niños llevan el nombre de los miembros fallecidos de la familia para darles honor y para garantizar la memoria de los difuntos. Yo llevo el nombre de mi abuelo paterno, que falleció cuando mi padre tenía quince años. Leer más...
* "A continuación la endometriosis se hizo tan debilitante que tuvieron que hacerme una histerectomía completa a la edad de treinta y dos años. Allí los doctores descubrieron que mi densidad ósea era la de una mujer de ochenta años de edad. A partir de ese momento, mi cuerpo parecía desmoronarse. En octubre de 1994, sabía que algo iba a ocurrir y tuve miedo. Todo mi cuerpo me dolía. Un día fui a misa y después de la Comunión le pedí a Dios que me sanara...."¡Oh Dios, si me sanas, cuánto bien podría hacer por ti!" Recé con todo mi corazón. "Joni, cuanto más débil seas, más podré trabajar a través de ti", fue la respuesta de Dios"
30 de diciembre de 2010.- (Joni Seith / Buscando Unidad) "¿Qué hace una buena chica judía en un lugar como éste?" Es lo que a menudo pienso, cuando tengo un momento de tranquilidad entre los clientes. Debe ser el sentido del humor de Dios. Yo, una chica judía vistiendo la camiseta de un grupo católico. "¿Cómo sucedió esto?" A menudo me preguntan. Mi respuesta: “Don de Dios abrumadora gracia de fe, amor y misericordia!" Mi nombre es Joni, se pronuncia como "Johnny". Por lo general, cuando digo mi nombre, encuentro siempre la misma reacción:"¿Te llamas así?” Johnny es nombre de chico."Es con ésta respuesta que mi historia comienza. . .
Nací la menor de dos hijas a Elaine y Stanley Felser, una pareja judía de Pittsburgh. En la tradición judía, los niños llevan el nombre de los miembros fallecidos de la familia para darles honor y para garantizar la memoria de los difuntos. Yo llevo el nombre de mi abuelo paterno, que falleció cuando mi padre tenía quince años. Leer más...
jueves, 20 de mayo de 2010
Juan Pablo II nunca pidió sedantes y abrazó siempre el dolor, explica su médico Renato Buzzonetti
El Papa era un paciente dócil, atento, deseoso de conocer sus males para curarse pronto y volver a trabajar, comenta el también médico personal de Benedicto XVI
20 de mayo de 2010.- En una entrevista concedida a L’Osservatore Romano, el doctor italiano Renato Buzzonetti (en la fotografía de la derecha junto al anterior Papa), actual médico de Benedicto XVI, relata cómo era su relación y muchas de las vivencias con su querido predecesor, Juan Pablo II, desde que el Papa Peregrino decidiera que él estuviese a cargo de su salud en 1978. Recuerda, entre muchas otras cosas, algunos detalles del atentado del 13 de mayo de 1981, su disposición a abrazar al Señor en la cruz del dolor y los últimos momentos de su vida. El galeno recuerda que tras las cinco horas de la intervención a la que tuvo que ser sometido luego de recibir la bala en la Plaza de San Pedro el 13 de mayo de 1981, Juan Pablo II le dijo: «Como Bachelet». A lo que él respondió: «no, Santidad, porque usted está vivo y vivirá». Leer más...
domingo, 21 de septiembre de 2008
"Escucharé lo que Dios, el Señor, dice en mí" / Autores: Conchi y Arturo
Nuestro vivir cotidiano para disfrutar de una vida plena en abundancia debería ser esencialmente mantener una relación personal con Dios constante -Padre, Hijo y Espíritu Santo-. Si crecemos diariamente en el conocimiento de Dios, que nos ha revelado su amor en Jesucristo por el don del Espíritu Santo, vamos a desear tener una visión del mundo y de cada persona con la mirada única que el Padre del cielo tiene por cada hijo suyo. Leemos en Juan 6, 28-29 como interrogan a Jesús:
"Le preguntaron:
–¿Qué debemos hacer para que nuestras obras sean las obras de Dios?
Jesús les contestó:
–La obra de Dios es que creáis en aquel que Él ha enviado."
Creer a Cristo es hacer lo que Él realizaría ante cada situación. Pero eso no podemos llevarlo a la práctica sin mantener una relación profunda con Dios en la oración, para discernir cual es la actitud que espera de nosotros y testimoniar su amor persona a persona con la que nos encontremos en la vida. Si en la pobreza de nuestro espíritu deseamos conocer a Jesucristo como Salvador y Señor, lograremos penetrar en la mirada que Él tiene para cada hijo de Dios. Sólo con los ojos de Cristo que nos muestra la voluntad del Padre, alimentándonos con su Palabra podremos ver el corazón herido de la humanidad y ser misericordiosos por gracia de Dios. Leer más...
"Le preguntaron:
–¿Qué debemos hacer para que nuestras obras sean las obras de Dios?
Jesús les contestó:
–La obra de Dios es que creáis en aquel que Él ha enviado."
Creer a Cristo es hacer lo que Él realizaría ante cada situación. Pero eso no podemos llevarlo a la práctica sin mantener una relación profunda con Dios en la oración, para discernir cual es la actitud que espera de nosotros y testimoniar su amor persona a persona con la que nos encontremos en la vida. Si en la pobreza de nuestro espíritu deseamos conocer a Jesucristo como Salvador y Señor, lograremos penetrar en la mirada que Él tiene para cada hijo de Dios. Sólo con los ojos de Cristo que nos muestra la voluntad del Padre, alimentándonos con su Palabra podremos ver el corazón herido de la humanidad y ser misericordiosos por gracia de Dios. Leer más...
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viernes, 22 de agosto de 2008
Todos llevamos una cruz - Mi Cristo Roto
Video 1
Video 2:
El Rostro de Cristo , el rostro de tu enemigo - Mi Cristo Roto
Video 2:
El Rostro de Cristo , el rostro de tu enemigo - Mi Cristo Roto
lunes, 18 de agosto de 2008
jueves, 7 de agosto de 2008
viernes, 21 de marzo de 2008
Jóvenes sonrisa de Dios / Autora: Madre Elvira, fundadora Comunidad Cenáculo
Se comienza a dar la vida con una sonrisa, ¡sonriamos a la vida!
Si no nos sonreímos a nosotros mismos, si no amamos y hacemos bailar nuestra vida, les damos muerte a nuestros hijos: la tristeza es muerte dentro del corazón de los jóvenes. Cuántas “caras tristes” se ven hoy en las
familias, que les hacen un gran mal a los niños. ¡No les hagamos pagar a ellos nuestras cargas! Ellos buscan en el rostro de quien lo acompaña la confirmación de la belleza, de la alegría de la vida. Darles una sonrisa es decirles: “¡La vida es un don, vale la pena existir!”
“Amor”es la palabra que llena el universo: cada criatura lleva adentro este deseo, este anhelo, de amar y ser amada. Jesús le dice a toda la humanidad: “Ámense, ámense como yo los he amado,” y si Jesús lo ha dicho, si este ha sido el mandamiento que nos ha dejado, significa que que lo podemos hacer porquefuimos creados para el amor. Quien no desarrolla la entrega, se empobrece,siempre pedirá limosna, un poco de compasión, de conmiseración, de falsapiedad a su alrededor. Sin embargo, Dios ha puesto la plenitud del amor verdadero dentro de nosotros. Comencemos a amar con el acto de la voluntad quees una sonrisa. No siempre surge espontáneamente, no es siempre fácil, perouna sonrisa te enciende una luz en el corazón. Lo decidimos nosotros, porque
Dios no sólo nos ha dado los sentimientos, los afectos, sino también la voluntad,
la determinación. Parece solo un esfuerzo exterior, pero luego te enciende el
corazón, lo inflama, lo hace vibrar, comienza la fiesta dentro de tu vida.
La sonrisa es la expresión de la alegría verdadera que no nace de la conveniencia sino con frecuencia del dolor, de aquella pequeña espina de tu corazón porque has visto o sufrido una injusticia, que en el perdón sabes transformar en paz. Nosotros hemos nacido de la fuente que es Dios Amor, Dios Misericordia, Dios Paz, Dios Belleza, Dios Diálogo… aprendamos a vivir nuestra identidad: somos hijos amados, capaces de sacrificio, de sufrir para madurar un amor más verdadero, el amor que nace de la Cruz de Cristo y que se abre al perdón. El que no perdona no puede vivir la alegría y está siempre triste, porque espera que sea el otro el que dé el primer paso, pretende. Siempre les digo a mis colaboradores: “Nada pretender, por nada ofenderse”. ¿Por qué nosotros, que somos tan afortunados por conocer y experimentar la bondad de Dios, deberíamos ofendernos? Se ha comprobado que muchos males radican en la tristeza, en la rabia, en “estar silenciosos” en un mutismo negativo, que anula la comunicación, el diálogo, que cierra la existencia en una calle ciega donde muere la luz, la esperanza.
Todo esto genera rencor, venganza, destruye la misma vida. Por otro lado ha sido demostrado que la alegría, el baile, el perdón, la misericordia, la generosidad, el altruismo, todo lo que es bien, paz, belleza auténtica, da salud al cuerpo y paz al espíritu. ¡La sonrisa es la verdadera juventud de la vida! En estos meses he encontrado muchos jóvenes con el deseo de esperanza en los ojos, las ganas de una vida nueva, la dedicación seria para construir un futuro distinto. He sentido vibrar el corazón en la certeza de que los jóvenes son la sonrisa de Dios. Aunque los años pasan, cada vez que sonrío también yo me siento joven.
¡Una sonrisa enciende la vida y hace concreto el amor!
------------------------------------------------
Fuente: Revista Resurrección de la Comunidad Cenáculo
Si no nos sonreímos a nosotros mismos, si no amamos y hacemos bailar nuestra vida, les damos muerte a nuestros hijos: la tristeza es muerte dentro del corazón de los jóvenes. Cuántas “caras tristes” se ven hoy en las
familias, que les hacen un gran mal a los niños. ¡No les hagamos pagar a ellos nuestras cargas! Ellos buscan en el rostro de quien lo acompaña la confirmación de la belleza, de la alegría de la vida. Darles una sonrisa es decirles: “¡La vida es un don, vale la pena existir!”
“Amor”es la palabra que llena el universo: cada criatura lleva adentro este deseo, este anhelo, de amar y ser amada. Jesús le dice a toda la humanidad: “Ámense, ámense como yo los he amado,” y si Jesús lo ha dicho, si este ha sido el mandamiento que nos ha dejado, significa que que lo podemos hacer porquefuimos creados para el amor. Quien no desarrolla la entrega, se empobrece,siempre pedirá limosna, un poco de compasión, de conmiseración, de falsapiedad a su alrededor. Sin embargo, Dios ha puesto la plenitud del amor verdadero dentro de nosotros. Comencemos a amar con el acto de la voluntad quees una sonrisa. No siempre surge espontáneamente, no es siempre fácil, perouna sonrisa te enciende una luz en el corazón. Lo decidimos nosotros, porque
Dios no sólo nos ha dado los sentimientos, los afectos, sino también la voluntad,
la determinación. Parece solo un esfuerzo exterior, pero luego te enciende el
corazón, lo inflama, lo hace vibrar, comienza la fiesta dentro de tu vida.
La sonrisa es la expresión de la alegría verdadera que no nace de la conveniencia sino con frecuencia del dolor, de aquella pequeña espina de tu corazón porque has visto o sufrido una injusticia, que en el perdón sabes transformar en paz. Nosotros hemos nacido de la fuente que es Dios Amor, Dios Misericordia, Dios Paz, Dios Belleza, Dios Diálogo… aprendamos a vivir nuestra identidad: somos hijos amados, capaces de sacrificio, de sufrir para madurar un amor más verdadero, el amor que nace de la Cruz de Cristo y que se abre al perdón. El que no perdona no puede vivir la alegría y está siempre triste, porque espera que sea el otro el que dé el primer paso, pretende. Siempre les digo a mis colaboradores: “Nada pretender, por nada ofenderse”. ¿Por qué nosotros, que somos tan afortunados por conocer y experimentar la bondad de Dios, deberíamos ofendernos? Se ha comprobado que muchos males radican en la tristeza, en la rabia, en “estar silenciosos” en un mutismo negativo, que anula la comunicación, el diálogo, que cierra la existencia en una calle ciega donde muere la luz, la esperanza.
Todo esto genera rencor, venganza, destruye la misma vida. Por otro lado ha sido demostrado que la alegría, el baile, el perdón, la misericordia, la generosidad, el altruismo, todo lo que es bien, paz, belleza auténtica, da salud al cuerpo y paz al espíritu. ¡La sonrisa es la verdadera juventud de la vida! En estos meses he encontrado muchos jóvenes con el deseo de esperanza en los ojos, las ganas de una vida nueva, la dedicación seria para construir un futuro distinto. He sentido vibrar el corazón en la certeza de que los jóvenes son la sonrisa de Dios. Aunque los años pasan, cada vez que sonrío también yo me siento joven.
¡Una sonrisa enciende la vida y hace concreto el amor!
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Fuente: Revista Resurrección de la Comunidad Cenáculo
lunes, 17 de marzo de 2008
Meditación sobre el Viernes Santo: la heroica lección de amor / Autora: Chiara lubich
Publicamos la meditación que escribió Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, para los lectores de Zenit con motivo del Viernes Santo del año 2000, jubileo de la encarnación de Jesús.
* * *
Lo había dado todo: una vida al lado de María, en medio de las incomodidades y en la obediencia. Tres años de predicación revelando la Verdad, dando testimonio del Padre, prometiendo el Espíritu Santo y haciendo toda clase de milagros de amor.
Tres horas en la cruz, desde la cual perdona a los verdugos, abre el Paraíso al ladrón, nos da a su Madre y, finalmente, su Cuerpo y su Sangre después de habérnoslos dado místicamente, en la Eucaristía. Le quedaba la divinidad.
Su unión con el Padre, la dulcísima e inefable unión con Él, que lo había hecho tan potente en la tierra, como Hijo de Dios, y aún en la cruz mostraba su realeza, este sentimiento de la presencia de Dios, debía ir desapareciendo en el fondo de su alma, hasta no sentirlo más; separarlo de algún modo de Aquel del que dijo que era una sola cosa con Él: "El Padre y yo somos una sola cosa" (Jn 10, 30). En Él, el amor estaba anulado, la luz apagada; la sabiduría callaba.
Se hacía nada, entonces, para hacernos partícipes del Todo; gusano de la tierra (Salmo 22, 7), para hacernos hijos de Dios. Estábamos separados del Padre. Era necesario que el Hijo, en el que todos nos encontrábamos, probara la separación del Padre. Tenía que experimentar el abandono de Dios para que nosotros nunca más nos sintiéramos abandonados. Él había enseñado que nadie tiene mayor caridad de quien da la vida por los amigos. Él, la Vida, daba todo de sí. Era el punto culminante, la expresión más bella del amor.
Su rostro está detrás de todos los aspectos dolorosos de la vida; cada uno de ellos es Él.
Sí, porque Jesús que grita el abandono es la figura del mudo: ya no sabe hablar.
Es la figura del ciego: no ve; del sordo: no oye.
Es el cansado que se queja.
Roza la desesperación.
Es el hambriento de unión con Dios.
Es la figura del desilusionado, del traicionado, parece haber fracasado.
Es miedoso, tímido, desorientado.
Jesús abandonado es la tiniebla, la melancolía, el contraste, la figura de todo lo que es raro, indefinible, que parece monstruoso, porque es un Dios que pide ayuda. Es el solitario, el desamparado. Parece inútil, un descartado, trastornado. Lo podemos ver en cada hermano que sufre. Acercándonos a los que se parecen a Él, podemos hablarles de Jesús abandonado.
A los que se descubren semejantes a Él y aceptan compartir su suerte, Él se convierte, para el mudo, la palabra; para quien no sabe, la respuesta; para el ciego, la luz; para el sordo, la voz; para el cansado, el descanso; para el desesperado, la esperanza; para el separado, la unidad; para el inquieto, la paz. Con Él, las personas se transforman y lo absurdo del dolor adquiere sentido.
Él había gritado el por qué, al que nadie había dado respuesta, para que tuviéramos la respuesta a cada porqué.
El problema de la vida humana es el dolor. Cualquier tipo de dolor, por más terrible que sea, sabemos que Jesús lo ha hecho suyo y transforma, por una alquimia divina, el dolor en amor.
Por experiencia puedo decir que apenas nos alegramos de un dolor, para ser como Él y luego seguimos amando haciendo la voluntad de Dios, el dolor, si es espiritual desaparece, y si es físico se convierte en yugo suave.
Nuestro amor puro en contacto con el dolor, lo transforma en amor; en cierto modo lo diviniza, casi continuando en nosotros --si así podemos decir-- la divinización que Jesús hizo del dolor.
Y después de cada encuentro con Jesús abandonado, amado, encuentro a Dios de un modo nuevo, más cara a cara, más evidente, en una unidad más plena.
La luz y la alegría vuelven y, con la alegría, la paz que es fruto del Espíritu.
La luz, la alegría, la paz que nacen del dolor amado impactan y conquistan a las personas más difíciles. Clavados en la cruz se es madre y padre de almas. La máxima fecundidad es el efecto.
Como escribe Olivier Clément «el abismo, que por un instante abrió aquel grito, se ve colmado por el gran soplo de la resurrección».
Se anula cualquier tipo de desunión, la separación y las rupturas son sanadas, resplandece la fraternidad universal, da lugar a milagros de resurrección, nace una nueva primavera en la Iglesia y en la humanidad.
Para ver la meditación em video haz click sobre la imagen
* * *
Lo había dado todo: una vida al lado de María, en medio de las incomodidades y en la obediencia. Tres años de predicación revelando la Verdad, dando testimonio del Padre, prometiendo el Espíritu Santo y haciendo toda clase de milagros de amor.
Tres horas en la cruz, desde la cual perdona a los verdugos, abre el Paraíso al ladrón, nos da a su Madre y, finalmente, su Cuerpo y su Sangre después de habérnoslos dado místicamente, en la Eucaristía. Le quedaba la divinidad.
Su unión con el Padre, la dulcísima e inefable unión con Él, que lo había hecho tan potente en la tierra, como Hijo de Dios, y aún en la cruz mostraba su realeza, este sentimiento de la presencia de Dios, debía ir desapareciendo en el fondo de su alma, hasta no sentirlo más; separarlo de algún modo de Aquel del que dijo que era una sola cosa con Él: "El Padre y yo somos una sola cosa" (Jn 10, 30). En Él, el amor estaba anulado, la luz apagada; la sabiduría callaba.
Se hacía nada, entonces, para hacernos partícipes del Todo; gusano de la tierra (Salmo 22, 7), para hacernos hijos de Dios. Estábamos separados del Padre. Era necesario que el Hijo, en el que todos nos encontrábamos, probara la separación del Padre. Tenía que experimentar el abandono de Dios para que nosotros nunca más nos sintiéramos abandonados. Él había enseñado que nadie tiene mayor caridad de quien da la vida por los amigos. Él, la Vida, daba todo de sí. Era el punto culminante, la expresión más bella del amor.
Su rostro está detrás de todos los aspectos dolorosos de la vida; cada uno de ellos es Él.
Sí, porque Jesús que grita el abandono es la figura del mudo: ya no sabe hablar.
Es la figura del ciego: no ve; del sordo: no oye.
Es el cansado que se queja.
Roza la desesperación.
Es el hambriento de unión con Dios.
Es la figura del desilusionado, del traicionado, parece haber fracasado.
Es miedoso, tímido, desorientado.
Jesús abandonado es la tiniebla, la melancolía, el contraste, la figura de todo lo que es raro, indefinible, que parece monstruoso, porque es un Dios que pide ayuda. Es el solitario, el desamparado. Parece inútil, un descartado, trastornado. Lo podemos ver en cada hermano que sufre. Acercándonos a los que se parecen a Él, podemos hablarles de Jesús abandonado.
A los que se descubren semejantes a Él y aceptan compartir su suerte, Él se convierte, para el mudo, la palabra; para quien no sabe, la respuesta; para el ciego, la luz; para el sordo, la voz; para el cansado, el descanso; para el desesperado, la esperanza; para el separado, la unidad; para el inquieto, la paz. Con Él, las personas se transforman y lo absurdo del dolor adquiere sentido.
Él había gritado el por qué, al que nadie había dado respuesta, para que tuviéramos la respuesta a cada porqué.
El problema de la vida humana es el dolor. Cualquier tipo de dolor, por más terrible que sea, sabemos que Jesús lo ha hecho suyo y transforma, por una alquimia divina, el dolor en amor.
Por experiencia puedo decir que apenas nos alegramos de un dolor, para ser como Él y luego seguimos amando haciendo la voluntad de Dios, el dolor, si es espiritual desaparece, y si es físico se convierte en yugo suave.
Nuestro amor puro en contacto con el dolor, lo transforma en amor; en cierto modo lo diviniza, casi continuando en nosotros --si así podemos decir-- la divinización que Jesús hizo del dolor.
Y después de cada encuentro con Jesús abandonado, amado, encuentro a Dios de un modo nuevo, más cara a cara, más evidente, en una unidad más plena.
La luz y la alegría vuelven y, con la alegría, la paz que es fruto del Espíritu.
La luz, la alegría, la paz que nacen del dolor amado impactan y conquistan a las personas más difíciles. Clavados en la cruz se es madre y padre de almas. La máxima fecundidad es el efecto.
Como escribe Olivier Clément «el abismo, que por un instante abrió aquel grito, se ve colmado por el gran soplo de la resurrección».
Se anula cualquier tipo de desunión, la separación y las rupturas son sanadas, resplandece la fraternidad universal, da lugar a milagros de resurrección, nace una nueva primavera en la Iglesia y en la humanidad.
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