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miércoles, 28 de agosto de 2024

Elizabeth Stoker Bruenig, protestante, activista de izquierda, periodista, su vida cambió cuando lo leyó todo de San Agustín

 


* «Empecé a leer a Agustín compulsivamente. Devoré las Confesiones y la Ciudad de Dios, después sus cartas, sus sermones, sus Soliloquios, el Enquiridión y así. Han sobrevivido unos 5 millones de palabras de San Agustín y yo las quería leer todas. Amaba su claridad de mente, su intelecto increíble, su carisma deslumbrante. Amaba, como joven adulta, toda esa intensidad, la fuerza de sus sentimientos por Dios y el mundo, su pasión. Pero también apreciaba el servicio que daban sus textos para navegar por escrituras difíciles. Sin darme cuenta, ya estaba empezando a confiar en la tradición de la Iglesia Católica»

Camino Católico.- «Fui confirmada durante una Vigilia Pascual muy temprana, hacia las 4 de la mañana, en la capellanía católica de la Universidad de Cambridge. Llegué a la capilla cuando estaba oscuro, hacía frío, estaba húmedo y los clubes nocturnos aún soltaban juerguistas del sábado noche. Cuando llegué, estaba despierta de pura adrenalina, exhausta pero alerta. Durante la misa estaba como electrizada, suficientemente consciente como para entender la sorpresa, como de ensueño, de que una profesora mía sostenía el cáliz del que bebía por vez primera».

«Cuando volví a casa esa mañana ya era de día, muy brillante. […] Nunca había visto las calles tan plácidas y brillantes. […] Me sentí cambiada cuando volví a mi habitación, aunque todo parecía igual: una pila desesperada de libros junto a mi cama, fotocopias sobre mi escritorio y las ‘Confesiones’ en mi mesilla de noche. Quedé dormida contenta, repasando las letras de su lomo».

Así recuerda la joven periodista Elizabeth Stoker Bruenig (elizabethstokerbruenig.com) sus primeros momentos como católica en la Pascua de 2014, descritos en la revista norteamericana jesuita America Magazine.

Desde entonces, Elizabeth se ha casado, ha tenido un bebé, ha sufrido pérdidas duras en su familia, ha publicado en muchas revistas, ha vivido el desempleo de su marido, incertidumbres, cansancios… y ha constatado que la fe no es magia, no es «algo privado» para lograr efectos, sino una vivencia pública de confianza con Dios, en la Iglesia. 

Metodista en Estados Unidos

Elizabeth fue bautizada como presbiteriana en Estados Unidos, aunque luego su familia la educó como metodista. Tenía fe, sabía que la Biblia era la fuente de la enseñanza cristiana, sabía que no debía leerse literalmente como una fundamentalista y sabía que era importante ser amables y corteses y contar con la ayuda de los pastores, aunque al final cada uno estaba solo frente a Dios. 

En 2008, con la crisis económica, la joven Elizabeth, inspirada por el movimiento «Ocupar Wall Street», empezó a combinar su religiosidad sin complejos con una militancia de izquierda social.

En la universidad, ya en Inglaterra, conoció un capellán cuáquero y sus encuentros de oración silenciosa: sentarse humildemente en público, meditar sobre Dios y la palabra en silencio, esperar en silencio a Dios. 

En la universidad se volcó a leer compulsivamente los textos bíblicos, y la historia de cómo se crearon, y las críticas a esta historia. Entendió que había un problema no de interpretación, sino de autoridad. ¿Quién tiene autoridad para establecer qué quiere decir Dios con tal o cual texto? 

Incluso un cambio en un vocablo puede cambiar una visión política. Por ejemplo, San Pablo en 1 Corintios 13 dice: «Si doy todos mis bienes a los pobres pero no tengo agape, de nada me sirve». Pero «agape», en griego, fue traducido como «caridad» y de ahí saltó al lenguaje popular la idea de que caridad es -casi exclusivamente- dar cosas a los pobres. Pero lo que Pablo pide es ‘agape’. El mundo cambia, las palabras cambian, incluso la gente cambia en su vida. Con esa palabra (agape o caritas) unos piden más acción estatal y otros más solidaridad interpersonal.

«¿Cómo podía llegar a Dios a base de leer a la luz de mi propia conciencia si no estaba segura del todo ni siquiera de lo que leía, mucho menos de mi capacidad de leer de forma fiable?», se planteaba Elizabeth, lectora incansable e inquieta.

Un clásico vivo de 16 siglos

Pero entonces un profesor puso en la lista de lecturas recomendadas una autobiografía de un obispo y converso, escrita en el año 398, las «Confesiones» de San Agustín. Y eso cambió su vida. 

«Empecé a leer a Agustín compulsivamente. Devoré las Confesiones y la Ciudad de Dios, después sus cartas, sus sermones, sus Soliloquios, el Enquiridión y así. Han sobrevivido unos 5 millones de palabras de San Agustín y yo las quería leer todas»

«Amaba su claridad de mente, su intelecto increíble, su carisma deslumbrante. Amaba, como joven adulta, toda esa intensidad, la fuerza de sus sentimientos por Dios y el mundo, su pasión. Pero también apreciaba el servicio que daban sus textos para navegar por escrituras difíciles. Sin darme cuenta, ya estaba empezando a confiar en la tradición de la Iglesia Católica», comenta Elizabeth.

¿Qué es la tradición y para qué sirve?

¿Qué es la tradición? Es la posibilidad de enfrentarte a un texto, una enseñanza, con toda una cadena de correligionarios que se han enfrentado antes a ello. Aunque cada individuo sigue usando su conciencia, «el peso del tiempo y el ser expertos son instructivos, y susurran, a través del espacio y los siglos, que no estás sola»



Conoció también un rabino judío que abordaba los textos bíblicos, que a ella le sonaban, desde la perspectiva de varios cientos de intérpretes previos, «un pensamiento colectivo que aportaban peso y equilibrio a los prejuicios de los lectores modernos». 

Cuanto más leía y estudiaba, más se convencía de que la Tradición era necesaria. «Quería una guía, claridad, autoridad… Dios no dejó a Adán solo en el Edén, y eso que estaba más cercano a Dios de lo que estamos hoy. Necesitaba ayuda y Dios se la dio. Empecé a ver que Dios hacía lo mismo conmigo y sólo tenía que aceptarla». 

Una base cristiana contra los abusos de los fuertes

Elizabeth no era entonces, ni ahora, conservadora en política. Pero apreciaba que la cultura católica era capaz de plantear cuestiones a nuestra época que nadie más osa plantear. Por ejemplo, los límites de la propiedad privada. Cuando en el siglo XVI los protestantes anabaptistas lanzaron unas revoluciones sangrientas estableciendo la propiedad comunal radical, los luteranos y calvinistas se asustaron, y como reacción establecieron una serie de enseñanzas sacralizando la propiedad privada.

El catolicismo, en cambio, equilibra esta propiedad con el destino universal de los bienes. Como escribía San Agustín: «Dios hizo al pobre y al rico de la misma arcilla y la misma tierra sostiene al pobre y al rico».

«La Iglesia Católica siempre vigiló la tendencia de los ricos a acumular más de lo debido en detrimento de los pobres«, escribe Elizabeth.

«Cuando acababa mi tiempo en la universidad, estaba ya convencida de la visión católica era el único suelo firme desde el que un cristiano puede combatir la dominación de los ricos sobre los pobres, contra la pobreza, contra la destrucción de familias en manos de negocios y sus lacayos políticos, contra un mundo despojado de significado»,escribe. 

Todo eso fue lo que en la Pascua de 2014 la llevó a su ingreso en la Iglesia Católica, con esa confirmación y ese cáliz que su mente conserva con vividez.

‘Agustín, un corazón inquieto’, película en dibujos animados del testimonio de conversión y vida de San Agustín


Camino Católico.-  ‘Agustín, un corazón inquieto’ es la nueva iniciativa de la Federación Agustiniana Española (FAE). Se trata de una película de animación, dirigida principalmente al público infantil y juvenil, que narra la vida de San Agustín de forma amena y explicativa. El filme de dibujos animados ha sido dirigido por Juan José Tomás basándose en las ilustraciones de José Luis Cortés.

La FAE -que integra a la Orden de San Agustín, Agustinos, Agustinas Misioneras, Agustinas Hermanas del Amparo y Misioneras Agustinas Recoletas- ha producido y financiado este proyecto, de libre disposición en Youtube.

La película, de aproximadamente 35 minutos, realiza un recorrido por la vida del santo, desde su infancia en Tagaste hasta su muerte en Hipona. Incide especialmente en el testimonio de su conversión -uno de los momentos clave de su vida-, así como en su etapa como obispo.

Dos religiosos agustinos han supervisado el guion de ‘Agustín, un corazón inquieto’ para que se ajuste a la historia del Padre de la Iglesia. Con esta producción, la FAE pretende que los niños y jóvenes en etapa escolar, sobre todo aquellos que se forman en los centros educativos agustinianos, conozcan más de cerca la figura de San Agustín y encuentren en él un ejemplo de vida.

A Vincent la muerte de su padre le alejó de Dios, se «refugió» en la droga y el alcohol, pero encontró una grabación en la que su papá decía: «Sé un hijo en quien vive Jesús»

 


* «Papá me había hablado muchas veces de religión. Decidí ir a ver a un sacerdote para hablar con él. Le confié todo lo que guardaba en mi corazón, todo aquello que lamentaba. Al final, en nombre de Jesús, me perdonó todo. Me sentí como liberado… Comprendí que la única persona -no la droga y el alcohol- que podía llenar mi corazón era Jesús. Cogí la poca droga que me quedaba en la habitación, me fui a la calle y busqué una alcantarilla. Dije en mi corazón: «Señor, hago esto por Ti». Y lo tiré. Luego fui a ver a mis amigos para poner fin a unas relaciones nefastas que me estaban hundiendo. Fue así como, de un día para otro, dejé la droga»

Camino Católico.- Vincent nació en una familia católica practicante: iban a misa los domingos y a diario procuraban rezar juntos por la noche. Hasta que algo vino a turbar esa paz familiar y la propia fe del joven.

El adiós y el regreso de papá

«Cuando tenía 14 años perdí a mi padre por un cáncer. En ese momento me rebelé. Dios es quien da la vida y quien la quita. Entonces, ¿por qué yo? ¿Por qué mi padre? ¿Por qué ahora? ¿Qué he hecho para merecer esto?», se torturaba pensando.

Ese rechazo provocó que cada vez le costase más rezar: «Pero cuanto menos rezaba, más vacío sentía mi corazón. Y entonces, para colmar ese vacío, me drogaba y bebía alcohol, porque era la única solución que veía».

Sabía que hacía mal, pero «había perdido la esperanza«, confiesa a Découvrir Dieu: «Me hallaba en el fondo de un pozo. Intentaba huir de una realidad que no comprendía, y en situaciones como esa uno sigue dentro de la droga porque no ve salida posible ni imaginable».

Un día, cuando tenía 16 años, trasteando entre cosas viejas de la casa encontró en un mueble una vieja grabadora: «Antes de su segunda operación, papá había grabado en ella sus últimas voluntades para el caso de que saliese mal. Esa grabación se dirigía a mí: «Vincent, lo único, lo más importante para mí, es que sigas siendo un hijo de la Luz» (cf Lc 16, 8), es decir, un hijo en quien vive Jesús. En ese momento sentí una gran culpabilidad, porque yo estaba muy lejos de ser un amigo de Jesús, dado que me drogaba y bebía».

Yo te absuelvo de tus pecados…

La semilla sembrada por quien le hablaba ahora desde el otro mundo seguía plantada en el corazón de Vincent, así que sabía lo que tenía que hacer: «Papá me había hablado muchas veces de religión. Decidí ir a ver a un sacerdote para hablar con él. Le confié todo lo que guardaba en mi corazón, todo aquello que lamentaba. Al final, en nombre de Jesús, me perdonó todo».

«Me sentí como liberado», recuerda Vincent, quien aún recibió un buen consejo de quien acababa de absolver sus pecados: «Vincent, ahora tienes que saber que Dios está presente y Dios te ama, pero tienes que luchar”.

Salió del templo dispuesto a hacerlo: «Comprendí que la única persona -no la droga y el alcohol- que podía llenar mi corazón era Jesús. Cogí la poca droga que me quedaba en la habitación, me fui a la calle y busqué una alcantarilla. Dije en mi corazón: «Señor, hago esto por Ti». Y lo tiré. Luego fui a ver a mis amigos para poner fin a unas relaciones nefastas que me estaban hundiendo. Fue así como, de un día para otro, dejé la droga».

No muchos años después, Vincent conoció en la parroquia a una estudiante que le invitó a una reunión de jóvenes cristianos.

Un versículo y un anuncio

Una vez allí, llegó el momento de una vigilia de Adoración, y en las escaleras que subían hasta el lugar del encuentro había unas cestas llenas de unas tarjetas con frases de la Biblia. Cogió la suya: «Cuando empecé a rezar, leí la frase y era de la Epístola a los Romanos, capítulo 12, versículo 18: «En la medida de lo posible y en lo que dependa de vosotros, manteneos en paz con todo el mundo». Pensé en aquellos viejos amigos con quienes me drogaba y en mi corazón me planteé una pregunta: «Señor, ¿qué quieres que haga?»»

En ese momento, una señora tomó el micrófono y dijo: «Entre estos dos mil jóvenes hay uno de unos veinte años que, ante el Santísimo Sacramento, se está preguntando qué hacer. Y Jesús simplemente le dice: «Quiero quedarme contigo»»

Vincent se sintió abrumado: «Comprendí que esas palabras estaban inspiradas por Dios y que Dios, a través de esa señora, se dirigía a mí para unirse a lo que yo había vivido, a mi sufrimiento«.

Y esta vez sí, Jesús se quedó habitando en él, convirtiéndole, según los deseos de su padre, en un hijo de la Luz: «Jesús se ha convertido en un amigo, un verdadero amigo en quien encuentro mi fuerza. Sigo sufriendo por mi padre, pero ahora hay Alguien con quien puedo contar«.

Albert iba a misa por ver a una chica y una homilía le impactó: «Me compadecí de ese Jesús, en un grupo oraron por mí y dije: ‘Jesús, ellos están en tu corazón, quisiera ir ahí’»

 


* «Yo me puse de rodillas y de golpe, ¡paf!, empecé a llorar. No sé por qué me puse a llorar, pero creo que es lo que llaman efusión del Espíritu Santo. Lloré, lloré y luego me avergoncé de haber llorado. Yo me dije: escucha, ¡están proclamando lo que yo estoy viviendo en mi corazón! Yo temblaba, lloraba, sentía un gran deseo de Dios. he seguido explorando Su corazón y verdaderamente he sentido el amor de Jesús»

 Camino Católico.- La pasión de Albert fue siempre el baloncesto. Fue su deporte favorito mientras estaba en la escuela. Cuando terminó la enseñanza secundaria y empezó a trabajar, fue también en un colegio. Allí le formaron como entrenador. Se pasaba los sábados y los domingos enteros en la cancha, mañana y tarde.

Los domingos veía gente que iba a rezar. «Algunos me preguntaban: y tú, ¿por qué no rezas? Yo respondía: ‘Ellos hacen una cosa, yo hago otra’. No me hacía problema», explica a Découvrir Dieu.

Algún día tendré que casarme…

Y así iba transcurriendo su vida, hasta que un día Albert reflexionó sobre su futuro personal: «Pensé que algún día tendría que casarme, y para eso tendría que buscar una chica con quien casarme».

Conoció una chica que le gustaba, pero había un problema: «Le pregunté qué podríamos hacer para vernos regularmente. ‘A mis padres no les gusta mucho que salga de casa’, me dijo, solo podremos vernos en misa‘».

Albert tenía claras sus prioridades, así que lo tuvo claro: «Dejé de hacer deporte los domingos y empecé a ir a misa«.

Homilías largas pero fructíferas

«Me fastidiaban bastante las homilías del sacerdote porque retrasaban el momento de poder verla después de misa», confiesa: «Pero, al mismo tiempo, en las homilías el sacerdote -recuerdo que era un sacerdote tradicionalista- decía que Dios sufría mucho por la ingratitud de los hombres, a quienes amaba sin ser correspondido en ese amor. Y empecé a compadecerme de ese Jesús«.

Sorprendido por este repentino interés por las cosas de Dios, pidió consejo a una de las personas que había conocido en esta vida nueva suya de frecuentar la iglesia: «Me dijo: Albert, un cristiano aislado está en peligro de muerte. Busca un grupo de oración«.

Le gustó que no le animase un espíritu sectario y no intentase atraerle al suyo: «Pensé que iba a decir ‘Ven con nosotros, ven con nosotros…’. Pero, con toda sencillez, me dijo: ‘Hay al menos una decena de grupos de oración en esta ciudad'».

Albert buscó, eligió y acudió a uno de ellos: «Cuando llego, veo que la gente reza cerrando los ojos y que, cuando van a hacer la adoración, apoyan la frente en el suelo. Pensé: ¡son como musulmanes! Pero al mismo tiempo, en su mirada yo encontraba algo más profundo. Entonces les dije: ¿podéis rezar por mí? Yo quería realmente ser como ellos. Veía que vivían cosas que yo no había visto ahí fuera. Y me dijeron: sí, rezaremos por ti».

«Yo me puse de rodillas», continúa, «y dije: Jesús, ellos están en tu corazón, yo quisiera ir ahí. Y de golpe, ¡paf!, empecé a llorar. No sé por qué me puse a llorar, pero creo que es lo que llaman efusión del Espíritu Santo. Lloré, lloré y luego me avergoncé de haber llorado».

Un pasaje de Daniel, norma de vida

Seguidamente, en el grupo leyeron un pasaje de la Biblia, del libro de Daniel, que Albert selecciona en su teléfono móvil para leerlo a cámara: «No temas. Desde el primer día que te dedicaste a intentar comprender y a humillarte ante tu Dios, tus palabras han sido escuchadas, y yo he venido a causa de ellas» (Dan 10, 12).

«Yo me dije: escucha, ¡están proclamando lo que yo estoy viviendo en mi corazón! Yo temblaba, lloraba, sentía un gran deseo de Dios», concluye su narración de aquel día: «Luego dijeron el Avemaría y al final la responsable de grupo ensalzó aquellas palabras tan bellas».

Albert se hizo un propósito: «Esas palabras tienen que ser la luz de mis pasos. Y la verdad es que desde ese momento he seguido explorando Su corazón y verdaderamente he sentido el amor de Jesús».

«Quisiera amar mejor a Jesús», finaliza, y para hacerlo toma ejemplo de su pasión, el deporte, aunque en este caso no del baloncesto, sino del fútbol: «En los grupos de oración que desde entonces he frecuentado hay gente que se queja de que le han hecho daño, de que no pueden continuar… Yo me fijo más bien en cómo a los futbolistas les hacen daño, pero se levantan y continúan hasta el final del partido. Pues bien, ¡eso es lo que yo estoy viviendo… hasta que finalice mi partido!».

Homilía del P. Jesús Luis Sacristán y lecturas de la Misa de hoy, miércoles, San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia, 28-8-2024


28 de agosto de 2024.- (
Camino Católico) Homilía del P. Jesús Luis Sacristán y lecturas de la Santa Misa de hoy, miércoles de la 21ª semana de Tiempo Ordinario, San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

Santa Misa de hoy, miércoles, San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia, 28-8-2024

28 de agosto de 2024.- (Camino Católico) Celebración de la Santa Misa de hoy, miércoles de la 21ª semana de Tiempo Ordinario, San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia, presidida por el P. Jesús Luis Sacristán, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

Palabra de Vida 28/8/2024: «¡Sois como sepulcros blanqueados!» / Por P. Jesús Higueras


Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TV del 28 de agosto de 2024, miércoles de la 21ª semana de Tiempo Ordinario, San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.

Evangelio: San Mateo 23, 27-32:

«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que sois como sepulcros blanqueados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crueldad.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, diciendo: “Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas”! Con esto atestiguáis en contra vuestra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!»

Adoración Eucarística con el P. Jesús Luis Sacristán en la Basílica de la Concepción de Madrid, 28-8-2024

28 de agosto de 2024.- (Camino Católico) Adoración al Santísimo Sacramento con el P. Jesús Luis Sacristán, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

Reza por tu madre con esta oración de san Agustín


 * «Dios de mi corazón dejando de lado sus buenas obras por un instante, de lo cual te rindo gracia con alegría, ahora te ruego implorándote por los pecados de mi madre. Concédeme en nombre de Aquel que es médico de nuestras heridas, que fue colgado en el leño de la cruz, y sentado a Tu derecha, intercede por nosotros. Sé que fue misericordiosa en cada uno de sus gestos, que con generosidad ha remitido sus deudas a sus propios deudores: entonces remítele también Tú a ella sus deudas, si alguna vez las contrajo en los últimos años pasados, después de haber recibido el agua que cura; por favor remítele, Señor»

Camino Católico.- Como cada 28 de agosto, hoy la Iglesia Católica celebra a San Agustín. Se sabe que toda madre, aun la más bondadosa, tierna, correcta; aun la que se sacrifica siempre por el bien de sus hijos, la que todo lo puede a pesar de los obstáculos; necesita siempre de una oración.

Sí, ella que tanto ha rezado por nosotros, como lo hizo santa Mónica por su hijo, para alejarlo de vicios y malas costumbres, y acercarlo a Dios; así toda madre también necesita de una oración de su hijo. Una oración para pedir la misericordia a Dios, por estas mujeres tan misericordiosas.

Una oración como esta que san Agustín le dedicó a su madre Santa Mónica:

Por lo tanto mi complacencia y mi vida

Dios de mi corazón

dejando de lado sus buenas obras por un instante,

de lo cual te rindo gracia con alegría,

ahora te ruego implorándote por los pecados de mi madre.

Concédeme en nombre de Aquel

que es médico de nuestras heridas,

que fue colgado en el leño de la cruz,

y sentado a Tu derecha, intercede por nosotros.

Sé que fue misericordiosa en cada uno de sus gestos,

que con generosidad

ha remitido sus deudas a sus propios deudores:

entonces remítele también Tú a ella sus deudas,

si alguna vez las contrajo en los últimos años pasados,

después de haber recibido el agua que cura;

por favor remítele, Señor,

y no entres en juicio en contra de ella.

La misericordia triunfe sobre la justicia.

Tus palabras son verdad,

y Tú has prometido misericordia a los misericordiosos.

Fueron hechos por tu gracia,

y Tú tendrás misericordia de aquel

que ha tenido misericordia,

concederás misericordia a aquel

que fue misericordioso.

San Agustín