* «Repentinamente desde mi interior, brotó un amor increíble, no humano, que me llenó por dentro y se irradió hacia fuera de mí. Fue como si yo fuera una bombilla que se encendió en un momento, que se llenó de luz y esta luz se irradió hacia fuera. Era impresionante, y entendí en un segundo que era el amor de Dios por mí. Supe que era Dios, creí y le amé en un instante. Sentía una gran necesidad de compartir aquello que me estaba sucediendo, quería gritarlo y compartir aquel amor que no era mío. Amar con el amor de Dios en mí. Esta experiencia duró tres días y cambió mi vida radicalmente. Poco a poco, el Espíritu Santo me ha dado algunas pistas sobre lo que ocurrió aquel día. Después de aquello, me resultaba difícil entender que Jesús está en todos los hombres, porque no lograba verle en mi vida pasada, vida de pecado.Pero un día lo entendí: Jesús sí que estuvo en mí, pero mi pecado lo tenía crucificado y enterrado en mi corazón de piedra que le hacía de sepulcro»